“El que acoge a un niño como éste en
mi nombre, me acoge a mí”
El discípulo de Jesús ha de seguir sus
pasos. Es así como va aprendiendo a discernir las huellas de su presencia en el
camino de la vida y a comprometerse en el servicio desinteresado a los
hermanos. Conlleva en ocasiones dolorosas renuncias personales, y en todo
momento una entrega generosa e ineludible, sin distracciones, con los que
constituyen el punto de mira del evangelio: el “niño”, presencia simbólica de
los más vulnerables e indefensos.
¿Seguimiento arduo y difícil? Sí, por no
decir imposible, cuando la persona llamada se deja arrastrar por falsos sueños
de superioridad que la aíslan de los demás y la enclaustran en la amarga
servidumbre de la envidia y la ambición. No tanto, cuando “la sabiduría que
procede de lo alto” orienta, impulsa e impregna de sencillez evangélica sus
motivaciones más hondas y cada una de sus acciones. Quien acoge consciente y
solidariamente a un “niño”, sin restricciones ni limitaciones, acoge al mismo
Jesús como enviado de Dios.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
Los
primeros lectores de este texto eran judíos de la ciudad de Alejandría, que
sufrían persecuciones, difamaciones y burlas de muchos vecinos por el simple
hecho de vivir su fe. Luego, este texto y el mensaje del “justo perseguido” fue
aplicado por la primera generación cristiana a Jesús. Ambas lecturas son
posibles en la amplitud de significados que tiene la palabra de Dios. Y
agregamos una más: cada persona perseguida, humillada, difamada, es digna de
atención y cuidado.
Lectura
del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20
Dicen los impíos: Tendamos trampas al
justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en
cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza
recibida. Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos lo que le pasará
al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de
las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para
conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya
que él asegura que Dios lo visitará.
Palabra de Dios.
Salmo
53, 3-6. 8
R.
El Señor es mi apoyo verdadero.
Dios mío, sálvame por tu Nombre,
defiéndeme con tu poder. Dios mío, escucha mi súplica, presta atención a las
palabras de mi boca. R.
Dios mío, sálvame por tu Nombre, porque
gente soberbia se ha alzado contra mí, hombres violentos atentan contra mi
vida, sin tener presente a Dios. R.
Pero Dios es mi ayuda, el Señor es mi
apoyo verdadero: Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu
Nombre, porque es bueno. R.
II
LECTURA
Lectura
de la carta de Santiago 3, 16—4, 3
Santiago
quiere que pongamos en evidencia lo que hay en verdad en nuestro corazón.
Debemos hacernos cargo. Lo que ocurre alrededor de nosotros no es simple
“casualidad”, y no siempre es “culpa de los otros”. Cada uno debería ver en qué
colabora para que haya paz, justicia y verdad. O si lamentablemente genera
situaciones de conflicto o injusticia.
Hermanos: Donde hay rivalidad y
discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría
que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y
conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es
imparcial y sincera. Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que
trabajan por la paz. ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay
entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos
miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian,
y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no
tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el
único fin de satisfacer sus pasiones.
Palabra de Dios.
ALELUYA Cf. 2Tes 2, 14
Aleluya. Dios nos llamó, por medio del
Evangelio, para que poseamos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.
EVANGELIO
“¡Esta
es la verdadera liberación! La que se anuncia en las lecturas de hoy,
principalmente en el evangelio: en Cristo se revelan las tres dimensiones de
los verdaderos grandes. Yo creo, hermanos, que los santos han sido los hombres
más ambiciosos. Los que han querido ser grandes de verdad. Y son los únicos
verdaderamente grandes. Ni los heroísmos de la tierra pueden llegar a las
alturas de un santo. Eso es lo que yo ambiciono para todos ustedes y para mí:
que seamos grandes, ¡ambiciosamente grandes! Porque somos imágenes de Dios y no
nos podemos contentar con grandezas mediocres. Quiero para todos la envidiable
aspiración de la grandeza, pero según estas dimensiones que Cristo nos ofrece
hoy; si no, no hay verdadera grandeza.”
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 9, 30-37
Jesús atravesaba la Galilea junto con
sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía:
“El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y
tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los discípulos no comprendían
esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron
en la casa, les preguntó: “¿De qué hablaban en el camino?”. Ellos callaban,
porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces,
sentándose, llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero, debe
hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño,
lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “El que recibe a uno de
estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al
que recibe, sino a Aquel que me ha enviado”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
El
camino ascendente hacia Jerusalén
Se oye decir en más de una ocasión que
no corren vientos favorables para los cristianos. Puede que así sea. Pero, ¿no
se nos recuerda en la 1ª lectura la suerte que corrieron los judíos fieles de
Alejandría, blanco de los sarcasmos y persecuciones de los renegados y de sus
aliados paganos? ¿No remite este texto proféticamente hacia la pasión y muerte
de Cristo? ¿Dónde radican los orígenes cristianos? La incomprensión de Jesús,
centrado en formar a sus discípulos, constituye precisamente una de las vetas
que surca todo el evangelio de Mc.
También hoy en día cuesta acoger el
anuncio de la Pasión cuando llegan desde afuera determinados prejuicios y
recelos, críticas infundadas o desmesuradas, actitudes y decisiones contrarias al
sentir religioso del pueblo de Dios. El cristiano ha de aprender a convivir con
situaciones semejantes. La subida a Jerusalén, misterio de muerte y vida,
comporta asumir con entereza y sin victimismos el mensaje nuclear del Sermón
del Monte: “Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con
mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera
persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5,11-12; Lc 6,22-23.26).
Quienes hemos sido sepultados por el bautismo en la muerte de Jesús (Rm 6,4),
¿no habremos de sopesar nuestras actuaciones, sospechar y dudar de nosotros
mismos cuando nos halagan y aplauden, cuando todo marcha viento en popa?
Escuchemos al Apóstol: “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que
la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud
probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm
5,3-5).
Preguntas
para el camino
En el camino de la vida surgen a veces e
inesperadamente determinadas preguntas que suelen ser más clarificadoras que
muchas respuestas: “¿De qué discutíais por el camino?” Además de sorprender a
sus seguidores, la pregunta de Jesús puso de manifiesto, como el relámpago en
la oscuridad del horizonte, las motivaciones e intenciones que anidaban en su
interior. Ensimismados en sus fantasiosas cavilaciones, recorrían los alegres
parajes de los alrededores del lago de Galilea haciendo cálculos sobre los
primeros puestos en el Reino. Por eso, al ser sorprendidos y cuestionados, no
les cupo otra que “callar”, avergonzados por su actitud.
Sería más tarde cuando cayeron en la
cuenta de que les esperaba la dura ascensión hacia Jerusalén. ¿Qué hacer cuando
todo se pone cuesta arriba, el sol aprieta y parecen agotarse las fuerzas?
¿Cómo afrontar la frágil soledad de quien transita por senderos accidentados y
desconocidos, expuestos a toda suerte de peligros, y echando en falta la mano
amiga y samaritana del prójimo? (Lc 10,29-37). Los exploradores enviados por
Moisés como avanzadilla para otear sobre el terreno la posible entrada en la
tierra prometida del país cananeo, testificaron claramente las dificultades que
entrañaba su empresa: “La gente que hemos visto allí son todos ellos gigantes.
Nosotros nos veíamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a
ellos” (Nm 13,32-33).
La vida discurre su cauce con preguntas
cada vez más pertinentes y comprometidas, difíciles de sortear y eludir. El ir
tomando conciencia de las mismas, no solo ayuda a asumir y emprender con mayor
realismo y coraje la subida de la montaña sino que propicia el terreno idóneo
para fraguar y fortalecer la verdadera esperanza cristiana.
El
camino de la sabiduría cristiana
La sabiduría práctica de Jesús,
inmejorable guía y maestro de vida, queda de manifiesto en la escena
evangélica: el gesto por así decir sacramental de la acogida simbólica de un
niño, gesto significativo acompañado de las siguientes palabras: “Quien reciba
a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no
me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado”. Es esa sencilla y expresiva
actitud de sincero servicio a los más humildes y pequeños la que autentifica la
credibilidad del verdadero discípulo: “Quien quiera ser el primero, ha de ser
el último y servidor de todos”. ¿Qué mejor tarjeta de presentación que el
compromiso cristiano con esta nueva escala de valores instaurada por Jesús?
Si es el niño quien ha de ocupar el
centro de la vida comunitaria, ¿dónde queda el protagonismo de la ambición, el
honor y la grandeza de los primeros puestos? De ahí la fuerte denuncia del
apóstol Santiago, hermano del Señor, a los suyos: ¿Qué sentido tienen entre
vosotros las discordias, disensiones y rencillas intracomunitarias? Para nada
se corresponden con la sabiduría proveniente del evangelio.
La mirada crítica de Jesús recae
directamente sobre sus propios discípulos, desautorizados por su comportamiento
para ejercer la misión a la que han sido llamados. Lo más pequeño e
insignificante a los ojos de los mortales ocupa paradójicamente el primer lugar
a los ojos de Dios. No es el Señor el que está sentado a la mesa, sino el que
sirve.
ESTUDIO BÍBLICO.
La
religión verdadera es acoger desde la solidaridad
I
Lectura: Sabiduría (2,12.17-20): El justo piensa como vive
I.1. La primera lectura se toma
concretamente de un pasaje que pone de manifiesto el razonamiento de los
impíos, de los que están instalados en la sociedad religiosa y política y que
no aceptan que un hombre justo, honrado, simplemente con el testimonio de su
vida, pueda ser una contrarréplica de la ética, de la moral y de las
tradiciones ancestrales con las que se consagra, muy a menudo, la sociedad
injusta y arbitraria de los poderosos. Como el libro de la Sabiduría es propio
de la literatura religiosa griega, algunos han pensado que a la base de esta
lectura está el razonamiento práctico de una filosofía que se muestra en la
ética de los epicúreos, quienes defendían una praxis de justicia y honradez en
la sociedad.
I.2. En todo caso, la lectura cristiana
de este pasaje ha dado como resultado la comparación con los textos del Siervo
de Yahvé de Isaías (52-53) y más concretamente, se apunta a la inspiración que
ha podido suponer para los cristianos sobre la Pasión del Señor, ya que en ese
justo del libro de la Sabiduría se ha visto la actuación de Jesús, tal como
podemos colegir de la lectura misma del evangelio de hoy. Los “no sabios” saben
muy bien condenar a muerte ignominiosa a los justos. Esa es la única sabiduría
que entienden de verdad: el desprecio y la ignominia; es una sabiduría
contracultural: ni divina ni humana. Y esta es ya una historia muy larga en la
humanidad que tanto se valora a sí misma.
II
Lectura: Santiago (3,16-4,3): Sabiduría: justicia y paz
II.1. La carta de Santiago (3,16-4,3),
sigue siendo el hilo conductor de esta segunda lectura litúrgica. Además, como
es una carta que pretende establecer un cristianismo práctico, ético y moral,
nos pone sobre el contraste dos sabidurías: la que nace de este mundo y anida
en el corazón del hombre (envidias, desorden, guerras, asesinatos) y la
sabiduría que viene de lo alto (pacificadora, limpieza de corazón,
condescendencia, docilidad, misericordia). En realidad a la primera no se le
debe llamar sabiduría sino insensatez y negatividad. Son dos mundos y podríamos
preguntarnos, de verdad, si el corazón humano no está anidado por estas dos
tendencias (dualismo). Nuestra propia experiencia personal podría darnos la
respuesta.
II.2. El autor considera que el ser
humano, guiado por sus instintos (es el misterio de nuestra debilidad, aunque
le atribuye un débito especial al “diablo” para no caer en el principio de
maldad en el corazón humano), va hacia la perdición por la envidia con la que
nos destrozamos los unos a los otros. Pero el autor propone la sabiduría, que
se adquiere por la oración para llegar a esas actitudes positivas que ha
mencionado antes. No se trata, pues, de leer este texto en clave moralizante
para rebajarlo. Es uno de los textos fuertes del NT, de ese calibre es el
cristianismo que pide la paz fundamentada en la justicia.
Evangelio:
Marcos (9,30-37): El que se entrega debe ser el primero
III.1. El evangelio de Marcos nos
muestra un segundo paso de Jesús en su camino hacia Jerusalén, acompañado por
sus discípulos. El maestro sabe lo que le espera; lo intuye, al menos, con la
lucidez de un profeta: la pasión y la muerte, pero también la seguridad de que
estará en las manos de Dios para siempre, porque su Dios es un Dios de vida.
Pero ese anuncio de la pasión se convierte en el evangelio de hoy en una
motivación más para hablar a los discípulos de la necesidad del servicio.
III.2. No merece la pena discutir si
este segundo anuncio de la pasión son “ipsissima verba” o son una adaptación de
la comunidad a las confidencias más auténticas de Jesús. Hoy se acepta como
histórico que Jesús “sabía algo” de lo que le esperaba. Que la comunidad,
después, adaptara las cosas no debería resultar extraño. Este segundo anuncio
de la pasión lo presenta el evangelista como una enseñanza (edídasken = les
enseñaba). Pero los discípulos ni lo entendían ni querían preguntarle, ya que
les daba pánico. Este no querer preguntarle es muy intencionado en el texto,
porque no se atrevían a entrar en el mundo interior y profético del Maestro.
Jesús tuvo paciencia y pedagogía con ellos y por eso Marcos nos ha presentado
“tres” anuncios en un corto espacio de tiempo (8,27-10,32).
III.3. Tampoco Pedro, en el primer
anuncio (8,27-33), lo había entendido cuando quiere impedir que Jesús pueda ir
a Jerusalén para ser condenado. No encajaba ese anuncio con su confesión
mesiánica, que tenía más valor nacionalista que otra cosa. Marcos ha
emprendido, desde ahora en su narración una dirección que no solamente es
reflejo histórico del camino de Jesús a Jerusalén, sino de “enseñanza” para la
comunidad cristiana de que su “Cristo” no se fue de rositas a Jerusalén. Que
confesar el poder y la gloria del Mesías es o puede ser un tópico religioso
poco profético. En realidad eso es así hasta el final, como lo muestra la
escena de Getsemaní (14,32-42) y en la misma negación de Pedro (14,66-72). Los
discípulos no entendieron de verdad a Jesús, ni siquiera por qué le siguieron,
hasta después de la Pascua.
III.4. En Carfarnaún, en la casa, que es
un lugar privilegiado por Marcos para las grandes confidencias de Jesús, porque
es el símbolo de donde se reúne la comunidad, (como cuando les explica el
sentido de las parábolas), les pregunta por lo que habían discutido por el
camino; seguramente de grandezas, de ser los primeros cuando llegase el
momento. Sus equivocaciones mesiánicas llegaban hasta ese punto. Jesús tomó a
un niño (muy probablemente el que les servía) y lo puso ante ellos como símbolo
de su impotencia. Es verdad que el niño, como tal, también quiere ser siempre
el primero en todo, pero es impotente. Sin embargo, cuando los adultos quieren
ser los primeros, entonces se pone en práctica lo que ha dicho el libro de la
Sabiduría. Y es que el cristianismo no es una religión de rangos, sino de
experiencias de comunión y de aceptar a los pequeños, a los que no cuentan en
este mundo.
III.5. Acoger en nombre de Jesús a
alguien como un niño es aceptar a los que no tienen poder, ni defensa, ni
derechos; es saber oír a los que no tienen voz; son los pobres y despreciados
de este mundo. La tarea, como muy bien se pone de manifiesto en la praxis
cristiana que Marcos quiere trasmitir a su comunidad, no está en sopesar si los
que se acogen son inocentes o no, sino que debemos mirar a la vulnerabilidad.
Quizás los pequeños, los niños, los pobres, los enfermos contagiosos, no son
inocentes. Tampoco los niños lo son. Es el misterio de la vulnerabilidad humana
lo que Jesús propone a los suyos. Pero los “suyos” –en este caso los Doce-,
discutían por el camino quién sería el segundo de Jesús en su”mesianidad” mal
interpretada. Esta es una enseñanza para el cristianismo de hoy que se debe
plasmar en la Iglesia. La opción por los “vulnerables” (¡los pobres!) es la
verdadera moral del evangelio. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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