“Serán los dos una sola carne”
La primera lectura ofrece una visión de
fe sobre el misterio del ser humano en su relación con la creación, con otros
seres humanos y con Dios.
La visión de fe, nos dice que el amor
creador de Dios nos crea como hombres y mujeres, y nos capacita para dar
sentido a nuestro ser personas en el descubrimiento del otro. En el otro, el
hombre toma conciencia, se reconoce a sí mismo: «¡Esta sí que es carne de mi
carne!».
Podemos así entender el relato de la
creación de la mujer como la “creación del otro”.
“Dios hizo caer a Adán (= humanidad) en un
profundo sueño” (Gn 2,21 = Gn 15,12) Es decir, Dios interviene en la creación
de un modo misterioso, que el hombre no conoce, y que le sitúa al hombre en una
dimensión nueva.
Es la vocación del hombre a la
trascendencia y la alteridad, la vocación al amor. El vacío dejado por la
costilla, indica la necesidad del otro, sin el otro nos falta algo esencial,
hay un vacío.
La segunda lectura (Hebreos 2, 9-11)
describe cómo Cristo Jesús en la vivencia del amor nos entrega su vida, en la
pasión y la muerte en la cruz. Él lucho a gritos y con lágrimas para realizarse
en el amor, cumpliendo la voluntad del Padre.
Creados por Dios para la
complementariedad, podemos a ejemplo de Cristo desarrollar la vocación humana y
de fe en la entrega a los hermanos, aunque a veces conlleve lucha, gritos de
dolor y lágrimas.
El evangelio nos propone un ideal del
proyecto creador de Dios para la mujer y el hombre: "que sean una sola
carne", se reciban mutuamente como don de Dios (se la presentó al hombre)
e inicien una vida compartida en la mutua entrega, amorosa y fiel.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
Desde
el inicio, desde el primer momento de la presencia humana sobre este mundo,
Dios nos enseña que no es bueno que el ser humano esté solo. Porque este mundo
que él ha creado, es necesario que sea consolidado y engrandecido por la
comunidad humana, para el beneficio de esa misma comunidad.
Lectura
del libro del Génesis 2, 4b. 7a. 18-24
Cuando el Señor Dios hizo el cielo y la
tierra, modeló al hombre con arcilla del suelo, y dijo: “No conviene que el
hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Entonces el Señor Dios
modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los
pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría.
Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre. El
hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del
cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda
adecuada. Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y
cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar
vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó
una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: “¡Esta sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del
hombre”. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y
los dos llegan a ser una sola carne.
Palabra de Dios.
Salmo
127, 1-6
R.
Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus
caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien. R.
Tu esposa será como una vid fecunda en
el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa. R.
¡Así será bendecido el hombre que teme
al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que
contemples la paz de Jerusalén! R.
¡Y veas a los hijos de tus hijos! ¡Paz a
Israel! R.
II
LECTURA
El
autor de esta carta nos transmite una hermosa palabra: Jesús procede del Padre.
El Padre nos hizo sus hijos y Jesús, por su encarnación, nos hizo hermanos.
Lectura
de la carta a los Hebreos 2, 9-11
Hermanos: A Aquel que fue puesto por
poco tiempo debajo de los ángeles, a Jesús, ahora lo vemos coronado de gloria y
esplendor, a causa de la muerte que padeció. Así, por la gracia de Dios, él
experimentó la muerte en favor de todos. Convenía, en efecto, que Aquel por
quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un
gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los
conduciría a la salvación. Porque el que santifica y los que son santificados,
tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos
hermanos.
Palabra de Dios.
ALELUYA Jn 14, 12
Aleluya. Si nos amamos los unos a los
otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en
nosotros. Aleluya.
EVANGELIO
“‘No
era así al principio’, dice Jesús. Todo eso es la dureza de sus corazones, el
haber endiosado el placer, donde los niños estorban, donde el sexo se endiosa y
donde no se quiere el espíritu de pobreza sino la ostentación, el consumo. Y el
amor de Dios es santo, y la fidelidad de Dios es dignísima, de esa dignidad
infinita quiere hacer unos espejos que reflejen en la tierra, la belleza del
amor y es el santo matrimonio”.
Ì Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 2-12
Se acercaron a Jesús algunos fariseos y,
para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre
divorciarse de su mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha
ordenado?”. Ellos dijeron: “Moisés permitió redactar una declaración de
divorcio y separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio
esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el
principio de la creación, ‘Dios los hizo varón y mujer’. ‘Por eso, el hombre
dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne’. De
manera que ya no son dos, ‘sino una sola carne’. Que el hombre no separe lo que
Dios ha unido”. Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a
preguntar sobre esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa
con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su
marido y se casa con otro, también comete adulterio”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Dios no ha creado al hombre para vivir
en soledad, sino en relación, en compañía; pues “no es bueno que el hombre esté
solo”. La compañía de los animales es
buena, pero insuficiente (Gen 2,18). De ahí que la primera palabra del hombre
en la Biblia sea de reconocimiento del otro y de comunión de amor. «¡Esta sí
que es carne de mi carne!». El sentido de la vida está ligado a la experiencia
del encuentro amoroso.
Pero la experiencia humana nos hace ver
que tanto el hombre como la mujer pueden hacer fracasar el vínculo querido por
Dios.
Ahí se sitúa la pregunta que los
fariseos plantean a Jesús para ponerlo a prueba: "¿Le es lícito al varón
divorciarse de su mujer?".
No se trata del divorcio tal como lo
conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del
matrimonio, controlado por el varón.
La ley "machista", dada por
Moisés que permitía a los hombres dar acta de repudio a sus mujeres se impuso
en el pueblo por la "dureza de corazón" de los varones. Pero según
Jesús de Nazaret, no se trata de plantear ¿qué es lícito?, sino de ¿cuál es el
proyecto de Dios?
En el Evangelio, Jesús afirma la
igualdad del hombre y la mujer. Y es clara la dimensión de fidelidad
inquebrantable que comporta el matrimonio (“lo que Dios ha unido que no lo
separe el hombre”).
Una advertencia para no destruir el
proyecto de Dios: “que no se nos endurezca el corazón” por creernos superiores
al otro, por envidias, egoísmos, ansias de dominar…
Un camino posible: Acoger a la persona
como don de Dios. Ser como niños en
sencillez y agradecimiento acogiendo el Reino para que la relación mutua
en este mundo sea ámbito de felicidad, vínculo gozoso, fiel e indisoluble entre
dos seres humanos, donación amorosa e incondicional en la que es posible amarse
más allá de las diferencias, de los conflictos de pareja, en la entrega sincera
y el sincero te quiero. Amor en el que no falten las palabras: permiso,
gracias, por favor, perdón, te quiero (como recordó el Papa Francisco 29.07.2016).
Ver la diferencia sexual como un
bien necesario para la
complementariedad; un regalo, una bendición de Dios para "creced y
multiplicaos” que en la relación amorosa entre el hombre y la mujer, es
santificada por el matrimonio y elevada al esplendor de una comunión plena y
eterna.
Este ideal resulta muchas veces difícil,
y "ante la realidad de tantas familias rotas, la Iglesia no se siente
llamada a expresar un juicio severo e indiferente, sino más bien a iluminar los
diversos dramas humanos a la luz de la palabra de Dios, acompañada del
testimonio de su misericordia. Con este espíritu, la pastoral familiar trata de
aliviar también las situaciones de los creyentes que se han divorciado y
vuelto a casar civilmente. No están excluidos de la comunidad; al contrario,
están invitados a participar en su vida, recorriendo un camino de crecimiento
en el espíritu de las exigencias del evangelio".
ESTUDIO BÍBLICO.
El
amor verdadero, meta del hombre y la mujer
I
Lectura: Génesis (2,18-24): Amor verdadero frente a la soledad
I.1. El relato de Génesis 2,18-24 -desde
una cultura religiosa de la época, por lo tanto, no de manera científica-, nos
diseña la aparición de la pareja humana. Y debemos recalcar ese verbo
“diseñar”, porque no se trata de otra cosa. Es la mano de Dios la que lo hace y
la que permite un diseño de amor. El creador de este relato –o una escuela
catequética que llamamos «yahvista», porque desde el principio le da a Dios el
nombre propio de Yahvé, que aparecerá con Moisés-, parte de la experiencia
humana, de eso que se ha llamado la media naranja, y que responde a una cultura
bien determinada del Oriente. Pero por encima de las imágenes casi infantiles
en que se expresa el relato, se nos ofrece un mensaje que es muy digno de
mérito en este tiempo de reivindicaciones de la dignidad humana, de la mujer y
de los pequeños.
I.2. El hombre, el varón, no es nada sin
la mujer; es o sería la pura soledad. Dios, lógicamente, no ha creado a la
mujer del hombre, sino que es una forma de poner de manifiesto que tienen la
misma dignidad y mutuamente encuentran en el diálogo, en el afecto, en el amor,
lo que en Dios es pura unidad de paternidad y maternidad a la vez. Eva, como
Adán, son nombres genéricos, no significan una pareja exclusiva al principio de
la humanidad. Dios, pues, ha comprometido todo su ser en la creación del hombre
y la mujer, de la humanidad, que han de unirse en amor creador de paternidad y
maternidad, para que este mundo sea ámbito de felicidad.
II
Lectura: Hebreos (2,9-11): El Hijo que viene a ser “nuestro hermano”
II.1. El texto de la segunda lectura, de
la carta a los Hebreos (2,9-11), es la conclusión de un himno con que comienza
esta famosa carta neotetamentaria. Precisamente en ese himno se había puesto de
manifiesto la grandeza de Cristo, lo que se llama su preexistencia, porque
estaba junto a Dios, es el Hijo de Dios. Sin embargo, el autor de la carta
quiere acercar este Hijo de Dios a los hombres, hasta ponerlo a nuestra altura
(un poco inferior a los ángeles) para que sintamos en él la fuerza de nuestro
hermano.
II.2. En la fe cristiana es tan
importante confesar a Jesús como Hijo de Dios, que como hermano nuestro, que se
compadece de nosotros y da la vida por nosotros. Su muerte en favor de toda la
humanidad nos habla de la solidaridad de Dios con nosotros, como se había
comprometido a ello desde la misma creación. El, Jesús, es el que nos ha
abierto el camino de la salvación.
Evangelio:
Marcos (10,2-16): La ruptura del amor no es evangélica
III.1. El evangelio de hoy nos muestra
una disputa, la del divorcio, tal como se configuraba en el judaísmo del tiempo
de Jesús. La interpretación de Dt 24,1, base de la discusión, era lo que tenía
divididas a las dos escuelas rabínicas de la época; una más permisiva (Hillel)
y otra más estricta (Shamay). Para unos cualquier cosa podía ser justificación
para repudiar, para otros la cuestión debería ser más sopesada. Pero al final,
alguien salía vencedor de esa situación. Naturalmente el hombre, el fuerte, el
poderoso, el que hacía e interpretaba las leyes.
III.2. Pero a Jesús no se le está
preguntando por las causas del repudio que llevaba a efecto el hombre contra la
mujer, o por lo menos desvía el asunto a lo más importante. Recurrirá a la
misma Torah (ley) para poner en evidencia lo que los hombres inventan y
justifican desde sus intereses, y se apoya en el relato del Génesis de la
primera lectura. Dios no ha creado al hombre y a la mujer para otra cosa que
para la felicidad. ¿Cómo, pues, justificar el desamor? ¿Por la Ley misma? ¿En
nombre de Dios? ¡De ninguna manera!
III.3. Por ello, todas las leyes y
tradiciones que consagran las rupturas del desamor responden a los intereses
humanos, a la dureza del corazón; por lo mismo, el texto de Dt 24,1 también.
Jesús aparece como radical, pero precisamente para defender al ser inferior, en
este caso a la mujer, que no tenía posibilidad de repudio, ni de separación o
divorcio. Como la mujer encontrada en adulterio que no tiene más defensa que el
mismo Jesús (Jn 8,1ss). Jesús hace una interpretación profética del amor
matrimonial partiendo de la creación, que todos hemos estropeado con nuestros
intereses, división de clases y de sexo. Y es que el garante de la felicidad y
del amor es el mismo Creador, quiere decirnos Jesús. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
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