“Es imposible para los hombres, no para Dios”
La sabiduría era el objetivo del hombre
griego, sabio era el que se podía llamar santo en el judaísmo. Pero estos
libros sapienciales como el de “Sabiduría” al que pertenece la primera lectura,
están escrito bajo la influencia del pensamiento griego. Entienden al sabio,
como el buen judío. La sabiduría es lo más valioso. En la segunda lectura la
sabiduría en dejarse penetrar de la Palabra de Dios. Ella consigue lo que lo
propio de la Sabiduría, discernir con prudencia y ubicarnos bien en la vida,
darle sentido. El joven del texto evangélico se manifiesta más elemental a la
hora de organizar su vida, lo importante era cumplir los mandamientos.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
que proclama estas palabras, reconoce que la sabiduría “le ha venido”. No se
trata de la inteligencia que busca conocimientos, sino de la virtud que Dios
regala para conocerlo a él y su misterio de amor. Pidamos que esta sabiduría
también venga a nosotros.
Lectura
del libro de la Sabiduría 7, 7-11
Oré, y me fue dada la prudencia,
supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los
cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. No
la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es
un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. La amé
más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día,
porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los
bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.
Palabra de Dios.
Salmo
89, 12-17
R.
Señor, sácianos con tu amor.
Enséñanos a calcular nuestros años, para
que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor, y
cantaremos felices toda nuestra vida. Alégranos por los días en que nos
afligiste, por los años en que soportamos la desgracia. R.
Que tu obra se manifieste a tus
servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. Que descienda hasta
nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la
obra de nuestras manos. R.
II
LECTURA
Dejemos
que la Palabra penetre realmente hasta lo más profundo de nosotros para que
separe no solo los órganos, sino también aquello que tiene que cambiar y
transformar desde nuestro interior.
Lectura
de la carta a los Hebreos 4, 12-13
Hermanos: La Palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta
la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada
escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de Aquel
a quien debemos rendir cuentas.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 5, 3
Aleluya. Felices los que tienen alma de
pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.
EVANGELIO
La
riqueza es, sin dudas, una gran atracción. Suele darnos seguridades, prestigio
y poder. Tener todo eso puede hacernos olvidar de la necesidad de Dios, de
nuestra fragilidad y pobre humanidad. Asimismo, puede hacernos dejar de lado a
nuestros hermanos y buscar únicamente nuestro bien. ¿Se puede evitar esto? La
respuesta de parte de Jesús es terminante: sí, pero no por los méritos humanos,
porque “para los hombres es imposible, pero no para Dios”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 10, 17-30
Jesús se puso en camino. Un hombre
corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer
para heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo
Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio,
no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu
padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido
desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa:
ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo.
Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue
apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a
sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”.
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó
diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de
Dios”. Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:
“Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les
dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es
posible”. Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y
hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde
ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas,
madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro
recibirá la Vida eterna”.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Ser
modesto
Siempre me ha parecido que este joven
era un tanto pretencioso. Se creía demasiado bueno. Dice que “desde pequeño”
había cumplido todos los mandamientos. ¿Quién se atreve a decir esto? No digo
que el joven hubiera matado o cometido adulterio, es posible que, a pesar de
que tenía mucho dinero, nunca hubiera estafado a nadie. Podemos creer que
honraba a su padre y a su madre, que hacía por ellos todo lo que estaba en sus
manos, algo que no es tan fácil porque siempre se puede hacer más. ¿Nunca
mentiría, por ejemplo? ¿Nunca se le escaparía un comentario negativo sobre
alguien, ni siquiera contra sus competidores comerciales? Cumplir todos los
mandamientos y cumplirlos perfectamente rebasa la capacidad humana. El pecado
siempre está presente. Por eso Jesús le dice “no hay nadie bueno más que Dios”.
Para querer seguir a Jesús hay que acercarse a él como pecador, no como santo.
Saber
discernir y saber elegir
Pronto quedó claro que lo más importante
para él no era seguir a Jesús. Quería seguirlo, pero llevando consigo sus
riquezas, es decir, sin cambiar de vida. Y no eran las pobres redes, ni vieja
barca lo que tenía que abandonar, como les sucedió a los apóstoles, sino
fuertes riquezas. Y, ya sabemos, las riquezas atan. Cuando se es muy rico
fácilmente se puede ser muy esclavo de esas riquezas. Los bienes materiales nos
permiten cierta autonomía, cierta libertad, impiden que seamos esclavos de las
necesidades más perentorias; pero cuando ocupan la preocupación fundamental de
la vida, que es lo que le pasaba a este joven, acaban esclavizando.
Buscar
lo eterno. ¿Qué es lo eterno?
El joven se encuentra en una profunda
contradicción: quiere “heredar la vida eterna”, pero a la vez no quiere
desprenderse de lo bienes no eternos, los bienes materiales. ¿Querría comprar
la vida eterna con dinero? La vida eterna se hereda cuando ya aquí, en la
tierra damos máximo valor a lo eterno, a lo que es más fuerte que la muerte.
Ser sabio, y estoy pensando en la
primera lectura, implica, entre otras cosas saber que existe algo más
importante que las riquezas. La sabiduría es más valiosa que los bienes materiales,
la sabiduría es saber qué hacer con la vida de uno: con lo que uno es y con lo
que uno tiene. Ser sabio es apreciar por encima de todo lo más precioso,
aquello que, además, en definitiva será lo más útil. Y esto son los valores que
llamamos eternos, aquellos que son más fuertes que la muerte, los que realmente
permiten “heredar la vida eterna”: el amor, la verdad, la generosidad con el
otro, la intimidad con Dios, lo que con nosotros llevaremos, cuando dejemos
todo aquí.
La
verdadera Sabiduría
El joven era rico en bienes y pobre en
sabiduría. Ser sabio es saber actuar desde el amor, desarrollar la capacidad de
amar, estar preocupado por conocer la verdad de lo que somos, no simplemente
tener bien contabilizados nuestros bienes. Ser sabio es saber que necesitamos
del otro, que necesitamos superar la soledad a la que te puede conducir tener
mucho dinero. Soledad que no desaparece cuando otros se acercan simplemente por
el olor del dinero. Ser sabio es, incluso, saber vivir en medio de la enfermedad,
de las situaciones difíciles sin perder la esperanza. Ser sabio es saber vivir,
como decía san Pablo, en la riqueza y en la penuria, tener como quien no tiene,
que decía también el Apóstol.
El
sabio cristiano, seguidor de Cristo
Y, para un cristiano, ser sabio es
seguir a Cristo, no permitir que los bienes que tenemos nos impidan estar
libres para seguir a Cristo. El mismo Cristo prometió a quienes le seguían la
vida eterna y el ciento por uno en ésta. Pero es necesario seguirle “ligeros de
equipaje, como los hombres de la mar”, que diría Antonio Machado. No lastrados
por bienes que nos apegan a la tierra, pues son bienes exclusivos de ella,
sometidos a la fuerza de la gravedad que impide volar, despegarse de lo
efímero, de lo aparente, de lo que produce satisfacciones inmediatas y a la vez
insatisfacciones crónicas. Con los bienes tenemos que fabricarnos una morada en
el cielo, como dice Cristo, a base de ser generosos, de ponerlos al servicio de
la comunidad, de contar con los pobres. Sabiendo que el otro es más importante
que mis bienes, y yo soy mejor cuando con lo que soy y con lo que tengo sirvo
al otro. Así se sigue a Jesús, que vino a servir, que fue el Emmanuel, el
hombre para los hombres; ese es el modo de “heredar la vida eterna”.
ESTUDIO BÍBLICO.
La
sabiduría del seguimiento de Jesús
I
Lectura: Sabiduría (7,7-11): La sabiduría nos hace "divinos"
I.1. Esta lectura nos ofrece uno de los
pensamientos más bellos sobre la sabiduría. Forma parte de una reflexión más
amplia sobre la igualdad de los hombres en su naturaleza, y cómo esta nos
perfecciona humanamente. Se supone que el autor es como un rey (algunos han
pensado que era Salomón, pero no es así). Y este rey se considera igual a todos
los hombres, porque los reyes y cualquier ser humano nacen lo mismo que todos y
mueren lo mismo que todos, como le sucede a los animales. Pero lo que hace a
los seres humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la
que compartimos la vida misma de Dios.
I.2. Este don no solamente enseña a
gobernar a los reyes, sino a ser divinos a los hombres, porque es la riqueza
más alta. Con ello se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la
existencia. Las personas sin «adentros» prefieren el oro, la plata y las
piedras preciosas; el dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá
aprendido un sentido distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del
hambre; del sufrimiento y la desesperación. Con ella vienen riquezas,
valoraciones y sentimientos que no se pueden comprar con todo el oro del mundo.
Porque la verdadera sabiduría enseña a tener y vivir con dignidad.
II
Lectura: Hebreos (4,12-13): La fuerza de la palabra de Dios
La lectura de Hebreos nos ofrece una
reflexión sobre la Palabra de Dios que se entiende como el anuncio de las
promesas del AT y, en nuestro caso, la predicación cristiana. El autor está
exhortando a la comunidad a peregrinar, sabiendo que nos acompaña Cristo, el
Sumo Sacerdote. Por lo mismo, es con la Palabra del Señor con la que podemos
caminar por la vida. Esa Palabra es como una espada de dos filos que llega
hasta lo más profundo del corazón humano; descubre nuestros sentimientos,
nuestras debilidades, y por impulso de la misma podemos confiarnos a nuestro
Dios. Pues esa palabra no es ideología, ni algo vacío. En este caso, debemos
decir que nuestro texto tiene mucho que ver con el pasaje de la Sabiduría (Sab
7,22-8,1). La Palabra de Dios, pues, es para el cristiano la fuente de la
sabiduría.
Evangelio:
Marcos (10,17-30): El seguimiento, sabiduría frente a las riquezas
III.1. El evangelio nos ofrece una
escena muy conocida: el joven rico y su pretensión de obtener la salvación
(“heredar la vida eterna”). Es verdad que este texto es un conjunto no
demasiado homogéneo. Los grandes maestros han pensado, no sin razón, que son
varios textos en torno a palabras de Jesús sobre el peligro de las riquezas y
sobre la vida eterna, las que se han conjuntado en esta pequeña historia. Es
muy razonable distinguir tres partes: a) la escena del joven rico (vv.17-22);
b) la dificultad para entrar en el Reino de Dios (vv. 23-27); c) las renuncias
de los verdaderos discípulos (vv.28-30). Todo rematado sobre el dicho “los
últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (v. 31). Las dos
primeras tienen una conexión más fuerte que la tercera. Es verdad que todo el
conjunto gira en torno a las claves del verdadero seguimiento. No se trata de
una enseñanza sobre el voto de pobreza de los monjes, sino de algo que afecta a
la salvación para todos.
III.2. Entre las muchas lecturas que se
pueden hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este
pasaje la llamada al "seguimiento" y tener un tesoro en el cielo. Se
ha comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús
le propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda
renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la
forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a
hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de
pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la
seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra
que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse
preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a
Jesús… y encontrará un camino nuevo.
III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas,
buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del
Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer... todo eso no es
la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los
preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad
judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo
mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del
seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción
de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone este
historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también
morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza
moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera
sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar
todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra
manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.
III.4. Por eso tiene sentido lo que
después le preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil
que los ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de
descodificarse de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de
Dios y de los hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen
siendo un peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de
seguridad. Y reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que "lo
que es imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios" (v. 27).
Por consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este
hombre concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un
criterio para todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento. (Fray
Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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