“Como el
Padre me envió, así los envío yo...”
El hombre actual se perfila como
ciudadano del mundo; el nacimiento de un espíritu universal es signo de nuestro
tiempo. Las regiones, las fronteras nacionales van quedando relegadas para dar
paso al acercamiento de los diversos pueblos. El proceso es costoso, si bien
lleva gran velocidad y con cambios muy rápidos, profundos y amplios. En el
orden humano, natural y de la convivencia, aparecen graves tensiones porque la
capacidad de adaptación es más lenta, y además hay fuerzas adversas que empujan
al poderío, el dominio y la violencia. Además. el hombre, sobrenaturalizado,
hijo adoptivo del Dios- ha de armonizar las fuerzas de naturaleza y gracia para
caminar hacia la plenitud de su vida definitiva.
Dios-Amor, está presente en cada
persona porque su amor se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, que hemos recibido a través de Jesús-Salvador Dios y hombre verdadero,
entregado por nosotros y resucitado por el Espíritu. El Espíritu que creó el
mundo, lo sostiene por su fuerza sin fatiga, y será quien conduzca al hombre a
su plenitud, realizando la nueva creación universal. Pentecostés es la fiesta
del Espíritu, de la unidad en cada persona (en desarrollo pleno) y en la
humanidad entera redimida por el Amor.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA
I
LECTURA
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
“Todos
los presentes quedaron llenos del Espíritu Santo”. No hay excepciones, no hay
privilegios, no hay marginales. Porque el Espíritu Santo viene a unir, a
re-unir, y a pesar de tantas diferencias, nos enseña que podemos ser una
comunidad.
Al llegar el día de Pentecostés,
estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido,
semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se
encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron
por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo,
y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía
expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones
del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro,
porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y
estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo
es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y
elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en
Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la
Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y
árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra
de Dios.
Salmo
103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34
R.
Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.
Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor,
Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está
llena de tus criaturas! R.
Si les quitas el aliento, expiran y
vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie
de la tierra. R.
¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me
alegraré en el Señor. R.
II
LECTURA
El
compromiso personal con la comunidad no es más importante ni más trascendente
que el que tiene nuestro hermano, por más que seamos el pastor, tengamos un
ministerio a cargo o estemos expuestos al público. Tampoco es menor nuestro
compromiso en las cosas más sencillas o que pasan inadvertidas. Cuando
reconocemos que lo que hacemos ayuda al crecimiento de muchos, no nos sentimos
superiores ni menores que el resto.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7.
12-13
Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús
es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay
diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de
ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el
mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta
para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es
uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo,
así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo
Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres
libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra
de Dios.
SECUENCIA
Ven, Espíritu Santo, y envía desde
el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave
alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las
pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo
del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada
que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras
heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige
nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones
sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.
EVANGELIO
El
Espíritu es viento, es soplo, es el aire que respiramos para poder vivir. Por
eso, al dejar entrar al Espíritu, dejamos entrar la vida misma de Dios en
nosotros. Y esa vida que recibimos nos hace movilizar el entorno, nos hace
creativos y más comprometidos con los proyectos que celebran la vida.
Ì
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la
semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los
judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz
esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de
nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
I.-
Los textos del domingo.
a.- San Lucas no ofrece una crónica
de sucesos sino que nos induce a descubrir la revelación teológica del misterio
de Pentecostés: Con la fuerza del Espíritu aparece un lenguaje nuevo donde para
hablar de Dios no hay que usar idénticos vocablos sino participar en el mismo
amor al prójimo, como mandato del Señor.
b.- San Pablo utiliza con plena
validez el ejemplo del organismo humano: Multitud de órganos, cada cual con sus
funciones se mantienen coordinados y subordinados por la vida que les inunda
desde el origen, para cubrir las necesidades personales. Si falta el alma brota
la descomposición y corrupción cadavérica. Así es también en el cuerpo místico
de Cristo.
El mismo Espíritu, que reinó al
comienzo... es quien instaurará en el mundo el perdón y la paz, con la
mediación del mismo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. El
Espíritu hace que todos formemos una unidad mayor y más fuerte aún que la
expresada por las energías biológicas, con tal de que la libertad actúe
correctamente. En cada uno, y en cada tiempo, se manifiesta el Espíritu para el
bien común.
c.- San Juan recoge el saludo del
resucitado por dos veces: En la primera reciben la confirmación de la
experiencia pascual, y rompe la decepción y el miedo que les embargaba; en la
segunda les envía con su fuerza a mostrar al mundo la salvación de Dios. No
basta creer el hecho de la resurrección; es necesario experimentar su presencia
novedosa, a través de la cual la comunidad cristiana encuentra en Cristo su
centro y fuerza evangelizadora.
II.
Una realidad viva.
a.- Personal. Tratemos ante todo de
descubrir y vivir que la realidad de Pentecostés es algo de orden personal,
individual, que cada cual tiene que incorporar ahora a su vida, desde su
condición particular. Los primeros cristianos tuvieron serias dificultades para
aceptar que lo que vivían era voluntad de Dios; se convencieron -por la fe- de
la cercanía de Jesucristo resucitado, vivo y tan eficaz como la realidad física
humana anterior.
b.- Imprescindible. El Espíritu
Santo es una realidad tan importante en nuestra vida espiritual, que sin ella
ni siquiera podemos decir: “Jesús es el Señor”. A su lado, con la misma
confianza y serenidad, afirmaremos que la acción del Espíritu no puede
faltarnos en ningún momento, porque tenemos como fundamento de nuestro propio
ser al Dios-Espíritu, aunque con demasiada facilidad no seamos conscientes de
ello: Es Dios que se da, para que podamos existir y persistir. “En Él vivimos,
nos movemos y existimos”.
c.- Sobre-natural. La persona es el
sujeto de la inhabitación Trinitaria, en cada uno de los cristianos. En ello
consiste la filiación divina, de manera gratuita a través de la mediación del
Hijo, Jesús el Cristo. Desde dentro, en nuestra propia esencia radica la
sobrenaturaleza, y desde allí mueve las diferentes facultades para verificar
sus propios actos de una manera ordenada y habitual. También a la fe pertenece
la colaboración necesaria de la libertad humana para mantener el orden y la
fidelidad a los planes divinos.
III.
El Espíritu nos hace libres.
a.- Fuerza interior. El Espíritu
tiene la misión de hacernos libres, superando cualquier tipo de esclavitud
alienante. Es la energía para luchar contra las fuerzas disgregadoras del
yo-humano: “demonios”, pecado, egoísmos, vanidades, miedos y tantos otros
movimientos que oscurecen la razón llevándole a tomar como bueno aquello que no
lo es. Dios actúa siembre desde dentro y en ningún caso violenta ni el ser ni
la libertad humana.
b.- Fuerza unitiva. En Pentecostés
las personas de diversa lengua, raza y nación, libres y esclavos fueron capaces
de entenderse... Nosotros también lo seremos, en cuanto que hemos sido
bautizados en el mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Cierto es que
quedará a nuestro cargo descubrir sutilmente los campos de combate del
desorden, para reforzar con la oración la fortaleza de nuestra fidelidad
cotidiana.
c.- Fuerza evangelizadora.
Dios-Amor presente en nosotros es la base de la unión con él y la fuerza
expansiva para anunciarlo a los demás. No es un descubrimiento intelectual o
meramente racional, sino afectivo, existencial, de unidad con Dios por amor
gratuito. La fe es insuficiente desde lo cognitivo si no se acompaña de la
adhesión voluntaria a sus contenidos transformantes de la vida. Hemos de
fiarnos del Señor, y hacer lo que nos manda.
Tal experiencia nos ha de motivar a
orar en todo tiempo para descubrir la alegría que encierra el hecho de
compartir con los demás el tesoro escondido en nuestro corazón, y así celebrar
el mandamiento del Señor: Amaos unos a otros como yo os he amado. Recibid el
Espíritu Santo; perdonaos mutuamente. Paz a vosotros. Permaneced en mi amor.
ESTUDIO
BÍBLICO
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
La grandeza de este domingo de
Pentecostés (cincuenta días después de la Pascua) resalta en la liturgia de hoy
como la manifestación extraordinaria de una Alianza Nueva, que ya no está en
una ley escrita, muerta, sino en la vida nueva, que le llega a la Iglesia por
el soplo del Espíritu del Resucitado. Así fue en los primeros tiempos entre los
discípulos de Jesús. Después de un tiempo pascual prolongado, se vieron
envueltos en una fuerza irresistible, maravillosa, que les llevó con alas
nuevas a proclamar el mensaje de salvación y a afrontar todas las dificultades
que eso suponía dentro del mundo judío y de las instituciones que no
posibilitaban un camino profético.
Iª Lectura: (Hch 2,1-11): La
salvación que llega por el Espíritu
I.1. Este es un relato germinal,
decisivo y programático propio de Lucas, como en el de la presencia de Jesús en
Nazaret (Lc 4,1ss). Lucas nos quiere dar a entender que no se puede ser
espectadores neutrales o marginales a la experiencia del Espíritu. Porque ésta
es como un fenómeno absurdo o irracional hasta que no se entra dentro de la
lógica de la acción gratuita y poderosa de Dios que transforma al hombre desde
dentro y lo hace capaz de relaciones nuevas con los otros hombres. Y así, para
expresar esta realidad de la acción libre y renovadora de Dios, la tradición
cristiana tenía a disposición el lenguaje y los símbolos religiosos de los
relatos bíblicos donde Dios interviene en la historia humana. La manifestación
clásica de Dios en la historia de fe de Israel, es la liberación del Exodo, que
culmina en el Sinaí con la constitución del pueblo de Dios sobre el fundamento
del don de la Alianza.
I.2. Pentecostés era una fiesta
judía, en realidad la "Fiesta de las Semanas" o "Hag
Shabu'ot" o de las primicias de la recolección. El nombre de Pentecostés
se traduce por "quincuagésimo," (cf Hch 2,1; 20,16; 1Cor 16,8). La
fiesta se describe en Ex 23,16 como "la fiesta de la cosecha," y en
Ex 34,22 como "el día de las primicias o los primeros frutos" (Num
28,26). Son siete semanas completas desde la pascua, cuarenta y nueve días, y
en el quincuagésimo día es la fiesta (Hag Shabu´ot). La manera en que ésta se
guarda se describe en Lev 23,15-19; Num 28,27-29. Además de los sacrificios
prescritos para la ocasión, en cada uno está el traerle al Señor el
"tributo de su libre ofrenda" (Dt 16,9-11). Es verdad que no existe
unanimidad entre los investigadores sobre el sentido propio de la fiesta, al
menos en el tiempo en que se redacta este capítulo. Las antiguas versiones
litúrgicas, los "targumin" y los comentarios rabínicos señalaban
estos aspectos teológicos en el sentido de poner de manifiesto la acogida del
don de la Ley en el Sinaí, como condición de vida para la comunidad renovada y
santa. Y después del año 70 d. C., prevaleció en la liturgia el cómputo
farisaico que fijaba la celebración de Pentecostés 50 días después de la
Pascua. En ese caso, una tradición anterior a Lucas, muy probablemente, habría
cristianizado el calendario litúrgico judío.
I.3. Pero ese es el trasfondo
solamente, de la misma manera que lo es, también sin duda, el episodio de la
Torre de Babel, en el relato de Gn 11,1-9. Y sin duda, tiene una importancia
sustancial, ya que Lucas no se queda solamente en los episodios exclusivamente
israelitas. Algo muy parecido podemos ver en la Genealogía de Lc 3,1ss en que
se remonta hasta Adán, más allá de Abrahán y Moisés, para mostrar que si bien
la Iglesia es el nuevo Israel, es mucho más que eso; es el comienzo
escatológico a partir del cuál la humanidad entera encontrará, finalmente, toda
posibilidad de salvación.
I.4. Por eso mismo, no es una Ley
nueva lo que se recibe en el día de Pentecostés, sino el don del Espíritu de
Dios o del Espíritu del Señor. Es un cambio sustancial y decisivo y un don
incomparable. El nuevo Israel y la nueva humanidad, pues, serán conducidos, no
por un Ley que ya ha mostrado todas sus limitaciones en el viejo Israel, sino
por el mismo Espíritu de Dios. Es el Espíritu el único que hace posible que
todos los hombres, no sólo los israelitas, entren a formar parte del nuevo
pueblo. Por eso, en el caso de la familia de Cornelio (Hch 10) - que se ha
considerado como un segundo Pentecostés entre los paganos-, veremos al Espíritu
adelantarse a la misma decisión de Pedro y de los que le acompañan, quien
todavía no habían podido liberarse de sus concepciones judías y nacionalistas
I.5. Lo que Lucas quiere subrayar,
pues, es la universalidad que caracteriza el tiempo del Espíritu y la
habilitación profética del nuevo pueblo de Dios. Así se explica la
intencionalidad -sin duda del redactor-, de transformar el relato primitivo de
un milagro de "glosolalia", en un milagro de profecía, en cuanto
todos los oyentes, de toda la humanidad representada en Jerusalén, entienden
hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El don del Espíritu, en
Pentecostés, es un fenómeno profético por el que todos escuchan cómo se
interpreta al alcance de todos la "acción salvífica de Dios"; no es
un fenómeno de idiomas, sino que esto acontece en el corazón de los hombres.
I.6. El relato de Pentecostés que
hoy leemos en la Iª Lectura es un conjunto que abarca muchas experiencias a la
vez, no solamente de un día. Esta fiesta de la Iglesia, que nace en las Pascua
de su Señor, es como su bautismo de fuego. Porque ¿de qué vale ser bautizados
si no se confiesa ante el mundo en nombre de quién hemos sido bautizados y el
sentido de nuestra vida? Por eso, el día de la fiesta del Pentecostés, en que
se celebraba la fiesta del don de la ley en el Sinaí como don de la Alianza de
Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los
discípulos del Señor se operó un cambio definitivo por medio del Espíritu.
I.7. De esa manera se quiere
significar que desde ahora Dios conducirá a su pueblo, un pueblo nuevo, la
Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la ley. Desde esa perspectiva se le
quiere dar una nueva identidad profética a ese pueblo, que dejará de ser
nacionalista, cerrado, exclusivista. La Iglesia debe estar abierta a todos los
hombres, a todas las razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la
salvación de Dios. De ahí que se quiera significar todo ello con el don de
lenguas, o mejor, con que todos los hombres entiendan ese proyecto salvífico de
Dios en su propia lengua y en su propia cultura. Esto es lo que pone fin al
episodio desconcertante de la torre de Babel en que cada hombre y cada grupo se
fue por su sitio para independizarse de Dios. Eso es lo que lleva a cabo el Espíritu
Santo: la unificación de la humanidad en un mismo proyecto salvífico divino.
IIª Lectura (1Cor 12,3-7.12-13): La
comunión en el Espíritu
II.1. En la IIª Lectura del día,
Pablo presenta a esta comunidad la unidad de la misma por medio del Espíritu.
En realidad esta sección responde a un problema surgido en las comunidades de
Corinto, en las que algunos que recibían dones o carismas extraordinarios,
competían entre ellos sobre cuáles era los más importantes. Pablo va a
dedicarle una reflexión prolongada (cc. 12-14), pero poniendo todo bajo el
criterio de la caridad (c. 13).
II.2. La diversidad de gracias y
dones comunitarios no deben romper la unidad de la comunidad, porque todos
necesitamos tener algo fundamental, sin la cual no se es nada: el Espíritu del
Señor Jesús para confesar nuestra fe; sin el Espíritu no somos cristianos,
aunque creamos tener gracias extraordinarias y hablemos lenguas que nadie
entiende.
II.3. Los dones espirituales, los
carismas, no son algo solamente estético, pero bien es verdad que si no se
viven con la fuerza y el calor del Espíritu no llevarán a la comunión. Y una
comunidad sin unidad de comunión, es una comunidad sin el Espíritu del Señor.
Evangelio (Jn 20,19-23) : La paz y
el gozo, frutos del Espíritu
III.1. El evangelio de hoy, Juan
(20,19-23), nos viene a decir que desde el mismo día en que Jesús es resucitó
de entre los muertos, su comunicación con los discípulos se realizó por medio
del Espíritu. El Espíritu que «insufló» en ellos les otorgaba discernimiento,
alegría y poder para perdonar los pecados a todos los hombres. El saludo de la
paz, shalom, se repite en el relato por dos veces para confirmar algo que va
mucho más allá del saludo cotidiano en el mundo bíblico y entre los judíos. Es
el saludo de parte de Dios y es el saludo para preparar los que les va a
otorgar a los suyos: la fuerza del Espíritu Santo. De esa manera la unión entre
Jesús resucitado y el Espíritu Santo es indiscutible. Será, pues, el mismo
Espíritu, es que les garantice el acontecimiento de la resurrección. Pero
también el de la misión.
III.2. Pentecostés es la
representación decisiva y programática de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua,
tiene que abrirse a todos los hombres. Esta es una afirmación que debemos
sopesarla con el mismo cuidado con el que San Juan nos presenta la vida de
Jesús de una forma original y distinta. Pero las afirmaciones teológicas no
están desprovistas de realidad y no son menos radicales. La verdad es que el
Espíritu del Señor estuvo presente en toda la Pascua y fue el auténtico
artífice de la iglesia primitiva desde el primer día en que Jesús yo no estaba
con ellos.
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