domingo, 15 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él

La Iglesia después de la cincuentena pascual nos regala la oportunidad de sumergirnos en la inmensidad del Misterio de Dios con la Solemnidad de la Santísima Trinidad.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Moisés se encuentra con Dios. Ese momento, tan sagrado y tan misterioso revela la misericordia del Señor. Y Moisés, fiel a su misión, no se queda gozando para sí mismo de este encuentro, sino que lo usa para interceder por su pueblo.

Lectura del libro del Éxodo 34, 4b-6. 8-9

En aquellos días: Moisés subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos. El Señor descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre del Señor. El Señor pasó delante de él y exclamó: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad”. Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: “Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que éste es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia”.
Palabra de Dios.
[Salmo]

Dn 3, 52-56

R. A ti, eternamente, gloria y honor.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y exaltado eternamente. Bendito sea tu santo y glorioso nombre, alabado y exaltado eternamente. R.

Bendito seas en el Templo de tu santa gloria, aclamado y glorificado eternamente por encima de todo. Bendito seas en el trono de tu Reino, aclamado por encima de todo y exaltado eternamente. R.

Bendito seas tú, que sondeas los abismos y te sientas sobre los querubines, alabado y exaltado eternamente por encima de todo. Bendito seas en el firmamento del cielo, aclamado y glorificado eternamente. R.

II LECTURA

Este saludo trinitario de Pablo está presente en varias de sus cartas. Gracias a estas expresiones, las comunidades iban recibiendo la revelación de la intimidad de Dios.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 13, 11-13

Hermanos: Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.
Palabra de Dios.
EVANGELIO              

“El hecho de que el Hijo ha sido enviado al mundo es lo que pone a todos los que oyen el mensaje en una situación de decisión de la que no pueden evadirse: tienen que optar entre la aceptación en la fe de la oferta de la salvación, o su rechazo”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 16-18

Dijo Jesús: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA.

 “Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros”

Nos encontramos en el Antiguo Testamento con la certeza y realidad de un Dios peregrino, preocupado por el devenir de su pueblo.

Su Presencia entre ellos es permanente y por ello no deja de manifestarles cuál es su Voluntad, cual la alianza amorosa que les ofrece para que caminen sin tropezar a lo largo de los siglos.

Pero el hombre ante esta cercanía de Dios, no puede menos que manifestarle adoración, como vemos a Moisés postrarse, así también nuestro corazón lo hace cuando es Dios quien se manifiesta en nuestra vida.

“Si he obtenido tu favor”, reza la lectura, pero no es Moisés o el pueblo el que suplica, sino que es Dios mismo el que se ofrece y así hace nacer en sus hijos esta suplica.

Tened un mismo sentir y vivid en paz

Con las tres primeras palabras que Pablo dirige en esta Carta a los Corintos, ya podemos ver con claridad cuál es papel de cada una de las personas de la Santísima Trinidad, solemnidad que con alegría hoy celebramos.

“Alegraos, enmendaos, animaos”. Los que quieren vivir en y para Dios, deben tener estas tres cosas presentes para no perder el camino.

“Alegraos”, la alegría que nos da el Santo Espíritu, que nos alienta haciendo ser esa profunda paz y entusiasmo por muy difícil que se nos ponga a veces la vida.

“Enmendaos”, función de la paternidad de Dios, corregir a sus hijos para llevarlos siempre a la plenitud en el amor.

“Animaos”, eso es justamente lo que nos trae entre otras cosas la vida terrena de Jesús. Es decir, el hombre necesita verse reflejado en alguien como nosotros para aprender a vivir, para saber amar, para ser fiel… Y entre nosotros tenemos a Jesús, el Hombre- Dios que pasó sed y hambre, que recorrió caminos, que supo lo que era amar, lo que era vivir en libertad de espíritu…

Y de estas afirmaciones se hace necesario para creyente, para comunidad cristiana, trabajar para tener un mismo sentir y así vivir en paz. Naciendo así el testimonio para los hermanos alejados y necesitados de la Presencia de Dios entre ellos.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Contemplar en este día este Evangelio hace crecer en nosotros un profundo sentimiento de adoración y gratitud a Dios Padre, a su Hijo Jesús y al Santo Espíritu que enseña y guía. Es entrar en la inmensidad de lo que significa amar y lo que es el amor. Pura entrega y servicio del Dios Creador hacia su criatura.

Tanto amo Dios al mundo… todo lo hizo para tengan, tengamos vida. Vida abundante que nos es dada por manos de Jesús, el Hijo amado, engendrado para que la humanidad pudiera conocer el rostro bondadoso y real del Padre.

Se nos habla de Salvación, pero no solo con miras a una vida futura, después de la terrena, sino que esa salvación se nos entrega ya ahora en la medida en que respondemos afirmativamente a la llamada de Dios a vivir como sus hijos. Hijos libres, lejos de la idolatría. Por eso a la Santísima Trinidad se la sirve y adora en espíritu y verdad.

Debemos de orar para que nos sea concedido diariamente el don de la Fe y el espíritu de adoración, para no desfallecer con los avatares de la vida, alejándonos del manantial de Agua Viva, que es Dios mismo, para toda la humanidad y por toda la eternidad.



ESTUDIO BÍBLICO

El misterio de la Trinidad, cuya solemnidad celebramos hoy, es como la aparente negación de aquello que los teólogos medievales afirmaban acerca de la simplicidad de Dios: si Dios es lo primero de todo, antes que toda la creación, antes que todo ser, antes que toda vida, antes que todo movimiento, entonces es imposible que sea “compuesto”. Entonces ¿cómo puede ser o tener tres personas? Pero la esencia de Dios no es sino su ser; aunque su ser o esencia de “ser” Padre, Hijo y Espíritu. Confesamos que Dios es uno, pero su esencia es de Padre (este concepto abarca todo lo que es un padre y una madre, aunque superados); pero también es Hijo, la esencia de ser un hijo como misterio de generación eterna; y también es por encima de cualquier cosa amor, se expresa a sí mismo, se dice a sí mismo, como amor, como Espíritu. Todo ello en Dios es esencial: no puede ser Padre solo; no puede ser Hijo solo; no puede ser Espíritu solo. La Trinidad, pues, es un diálogo eterno de relaciones de amor, porque el Hijo procede del Padre y el Espíritu del Padre y el Hijo. ¡Qué misterio tan insondable! En la solemnidad de hoy, pues, alabamos este misterio formulado en la tradición teológica con palabras y símbolos. Pero de esa manera Dios no es un misterio neutral; hablar de que es Padre, Hijo y Espíritu significa que siente como un padre y una madre; siente la experiencia de ser Hijo con lo que ello significa en relación a unos padres y se expresa como Dios amando, y no de otra manera. Esto es lo más importante de la Trinidad. Las lecturas de la liturgia de hoy acompañan con un tono cálido a esta solemnidad.

Iª Lectura: (Éxodo 34,4.-6.8-9): Una teofanía humana de Dios

I.1. Moisés en una experiencia de tonos místicos,en un amanecer en el monte Sinaí, el monte de Dios, hace una alabanza de Yahvé, después de que el mismo Dios revelara quién era, cómo era, como sentía y cómo actuaba. Dios se revela en el amanecer como un Dios tierno, lento a la cólera y rico en piedad. Es un texto sorprendente, porque quiere dar a entender que es Dios mismo quien habla, quien revela lo que significa su nombre. A saber: decir Dios, decir Yahvé, es decir misericordia, clemencia, fidelidad eterna, que aprueba el bien y castiga el mal del mundo. Entonces cayó Moisés y pidió para él y para el pueblo lo que se había revelado en el mismo nombre de Dios.

I.2. El texto tiene mucha carga psicológica, porque no podíamos esperarnos (¿quizás del Elohista?) una manera tan determinada y determinante. Se pretende que Moisés sepa con quién habla e incluso lo que debe sentir. Antes que nada, esta teofanía montada por los autores sagrados tiene muchas connotaciones de leyenda mística, pero también de psicología profunda. Dios, en la nube -no podía ser de otra manera en las apariciones del AT-, “se quedó” allí con Moisés. Un Dios que “se queda”, que acompaña, a pesar de su grandeza, es un Dios que “siente” cariño e interés por el personaje. No simplemente va de paso, sino que viene a “visitar”. Se presenta revelándose él mismo con una invocación que, sin duda, se había repetido mucho como confesión de fe en Yahvé.

I.3. El Dios de “misericordia y lento a la ira” es el que todo creyente, el que todo ser humano, quiere encontrarse en su vida y con el que gusta entablar un diálogo. Las palabras de Dios son una “captatio benevolentiae” para que el orante no sienta pánico, ni lejanía de Dios. Este acercamiento, pues, es el que crea la invocación de Moisés por su parte: acompáñanos, condúcenos por la vida, aunque seamos de dura cerviz. Esta teofanía “humana” en el monte es de muchos quilates teológico para aquella teología tan poco evolucionada del AT. No es como la manifestación de Dios, como Padre, que nos entregará Jesús… pero es el mismo Dios. Ya es mucho decir que una “teofanía” del AT pueda ser verdaderamente humana. Pero si rastreamos la Escritura, podemos entender por qué Jesús nos puedo revelar a Dios como Padre.

IIª Lectura: (2Cor 13,11-13): Doxología al Dios del amor y de la paz

Esta lectura es, en realidad,la conclusión de esta carta de Pablo a la comunidad de Corinto. Es una doxología en la que se pone de manifiesto la actuación dinámica del mismo misterio trinitario de Dios. Como todo lo que se dice de una persona divina se aplica a las otras, entonces, la alabanza o doxología desea para la comunidad la gracia, el amor y la comunión que subsisten en Dios mismo.

Comienza con una exhortación a la alegría (chairete), lo cual es digno de mención en un texto litúrgico como este. ¿Por qué? Quizás la razón la encontremos en la definición sustancial de Dios: “el Dios del amor y de la paz” nos dice Pablo usando, sin duda, una fórmula que se cantaba en la liturgia de las comunidades. Y si se canta al Dios del amor y de la paz, entonces Dios debe ser así, tiene que ser así, no puede ser alabado de otra manera. Es verdad que este texto de la doxología está al final de los cc. 10-13, quizás de los más duros que ha escrito Pablo en reproche a ciertas actitudes de la comunidad cristiana de Corinto. Aunque es posible que esta doxología sea de otro momento, ya que 2Cor 10-13 pueden ser de la famosa “carta de las lágrimas” de Pablo.

Evangelio: (Juan 3,16-18): De la noche a la luz: Dios da vida en Jesús

III.1. El evangelio de esta fiesta se toma de Juan y nos propone uno de los elementos más altos de la teología joánica. En el diálogo que Jesús mantiene con Nicodemo, el rabino judío que vino de noche para hablar y dialogar a fondo con Jesús, se muestra, con rasgos insospechados, la razón de la encarnación, el que el “Verbo se hiciera carne” que resuena desde el aria del prólogo. Es lógico pensar que Jesús de Nazaret y Nicodemo no hablaran en estos mismos términos, sino en otros más simples y sencillos. Por tanto, es el evangelio de Juan (sus redactores) quien remonta el vuelo de la teología y lo expresa con fórmulas de fe inauditas.

III.2. La encarnación del Hijo se explica por el amor que Dios siempre ha tenido al mundo. Es la consecuencia de esa fidelidad de generación en generación con que se había expresado la revelación de Dios a Moisés en el Sinaí. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo; quien cree en él experimenta la verdadera salvación. Podemos discutir mucho el origen de este texto en la redacción de la teología joánica, pero no podemos negar su verdadera inspiración teológica. Esta es una de las cumbres de la “revelación” de Dios en el NT. Dios no ha venido al mundo para condenar, o para juzgar, sino para “salvar”. Todo lo que no sea asumir eso como chispazo, es una distorsión teológica de los que no se fían de Dios o de los que le tienen un miedo desalmado.

III.3. La teología, pues, debe ser una verdadera terapia espiritual y psicológica para todas las personas que buscan a Dios… pero que huyen de él si Dios no se acerca, si no “se queda” a nuestro lado, si no es compasivo y misericordioso. Está en juego la misma libertad del ser humano –don de Dios, decimos-, para ser o no ser religiosos. Si aceptamos, pues, la teología del NT, en su diversidad, como fundamento de nuestra fe, esta lección del evangelio de Juan debe ser de verdadera “iluminación”. El diálogo entre Jesús y Nicodemo es propicio para inaugurar una búsqueda nueva en el judaísmo y en cualquier religión que merezca la pena. Incluso desde el cristianismo debemos repensar lo que este diálogo nos proporciona en la relación del hombre con Dios.


III.4. “Tener vida” es uno de los conceptos claves de la teología joánica. Sabemos que se refiere a la vida espiritual, lo más interior y profundo de ser humano. Es verdad que no se trata de una vida biológica, ni del quedarse en este mundo, aunque sea arrastrándonos. Y no sería “religioso” entenderlo de otra manera, ni de confiar en un ídolo poderoso que nos garantice nuestros caprichos de vida. Pero también la vida biológica-psicológica está contemplada en esta propuesta de la encarnación, en el Cur Deus homo? Sencillamente porque la “Trinidad”, más que un conglomerado sustancial y metafísico de esencia, personas o naturalezas, es un misterio insondable de dar vida, de amar sin medida, de liberar de angustias y “pesos” muertos… El Dios de la Biblia, el Dios trinitario -el Padre, el Hijo y el Espíritu-,nos ha dado la vida, para vivir con Él la vida verdadera, que nos ha revelado en Jesús y que nos ofrece por su Espíritu.

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