“No tengan miedo”
¡El Señor viene! En realidad, desde la
vivencia de la fe y de la confianza en Él, bien podemos afirmar que el Señor
está siempre viniendo, está en medio de nosotros, caminando a nuestro lado por
las sendas de la historia que nos toca transitar, y en estos tiempos tan
complicadas y azarosas.
El Adviento nos ayuda a caer en la
cuenta de esta verdad. Y nos predispone para intensificar nuestros encuentros
personales con el Señor Jesucristo en la oración más intensa y en la más atenta
escucha de su Palabra y de su paso entre nosotros. Siempre nos acecha el
peligro de la distracción, sea por las razonables preocupaciones de la vida,
sea por los reclamos seductores del consumo, sea por circunstancias personales
de difícil manejo… Este tiempo particularmente santo, ante sala de la gran
celebración de la Natividad del Señor, es una fuerte llamada a estar alerta.
Porque el Señor viene, quiere venir a mi vida, a ofrecerme un plan, a encender
mi esperanza, a despertar todas mis capacidades para el bien y el amor.
Él viene a sacarme de la plácida rutina,
de la inconsciencia del compromiso débil, del melancólico paso del tiempo que
me hace ser espectador indiferente de las grandes luchas y sueños de la
humanidad.
Él viene sobre todo a recordarme la más
importante de las citas: el encuentro definitivo con Él, ese que fijará mi
destino eterno a su lado, y que ahora me exige vivir en vela y sin
distracciones estériles, construyendo con su fuerza, y por su mismo Espíritu,
ese futuro que desembocará en la Vida-sin-fin.
DIOS
NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
profeta clama a Dios pidiendo misericordia, y perdón. Reconoce que el pueblo ha
pecado, y de esa situación solo se puede salir si Dios los purifica.
Lectura
del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7
¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro
Redentor” es tu Nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus
caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por
amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y
descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste
portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún
ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan
en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de
tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos
rebeldes contra ti Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia
es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas
nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que
despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste
a merced de nuestras culpas. Pero Tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos
la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo
79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R.
Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes
el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu
mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.
Que tu mano sostenga al que está a tu
derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos
la vida e invocaremos tu Nombre. R.
II
LECTURA
Pablo
se dirige a quienes “aguardan la manifestación de Dios”. En una actitud de
esperanza, pueden aceptar la palabra del apóstol, para que sus vidas encuentren
la paz.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo los cristianos de Corinto 1, 3-9
Hermanos: Llegue a ustedes la gracia y
la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No dejo de
dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo
Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas,
las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de
Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de
nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los
mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la
Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir
en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
ALELUYA
Sal 84, 8
Aleluya. ¡Muéstranos, Señor, tu
misericordia y danos tu salvación! Aleluya.
EVANGELIO
“Aquí con todo respeto nos inclinamos ante el
libro nuevo del año con una página que es como el inicio y la síntesis de lo
que nos va a decir, a lo largo de todo el año, san Marcos, el Evangelio más breve
porque breve es la Palabra única y necesaria: “Miren, vigilen; pues no saben
cuándo es el momento”.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Marcos 13, 33-37
Jesús dijo a sus discípulos:
"Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el
momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus
servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca
en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de
casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea
que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a
ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS
LA PALABRA
El mensaje evangélico de este primer
domingo de Adviento es insistente y rotundo: “Estad preparados”. “No os dejéis
engañar”. “No tengáis miedo”. Es una magnífica llamada la que nos hace la
Palabra del Señor al inicio de este nuevo año litúrgico. Suena a vigilancia, a
conversión, a compromiso, a esperanza; a no dejar lugar al abatimiento, a
adentrarse con coraje en la historia, que aunque compleja, puede ser
reconducida en conformidad con los designios del Padre.
Sobre estos tres indicativos podríamos
fijar la reflexión y las pautas para nuestra vida de creyentes en el Señor
Jesucristo justo en estos momentos de la historia que nos toca vivir y en los
que somos llamados a continuar construyendo esa nueva vida, o ese nuevo estilo
de vida, que Él inauguró.
“Estén preparados”
¡Preparados! ¡Firmes en la fe! Los
tiempos actuales son recios y oscuros para muchos de nosotros. La vida se
desprecia y abarata, la violencia se desata de mil formas destructoras, la
justicia y la dignificación de los débiles tardan en consolidarse, los sueños
más nobles parecen desvanecerse y afloran vientos fétidos de corrupciones y
desintegraciones, de enfermedades virulentas y contagiosas, de fundamentalismos
intransigentes, que generan desazón y sufrimiento, desconfianza y tensión. Y
sin embargo no estamos solos en este mar de aguas revueltas. El Señor es uno de
los nuestros, ha compartido historia y destino con la humanidad, sigue
misteriosamente en medio de nosotros y lo estará hasta el fin de los tiempos.
Él es fuerza para confiar y luchar, para seguir soñando y esforzándonos por un
mundo mejor, por una humanidad más fraterna, por horizontes de verdadera y
consolidada paz.
¡Preparados! ¡Alegres en la esperanza!
Porque sabemos que Él está, que Él viene, que Él es nuestra fortaleza, por todo
ello nos resistimos a claudicar. La esperanza de su promesa se hace fuerza y
coraje. Sabemos de quién nos hemos fiado. Y por eso comenzamos cada día, y cada
día sabemos que con Él hay razones para la esperanza; que la bondad y la
honradez y la justicia también están aquí, en medio de nosotros, sencillas y
discretas, pero tenaces y forjadoras de un mañana mejor, siempre atisbando la
luz de un nuevo amanecer.
¡Preparados! ¡Diligentes en el amor!
Seguros de que es él, el amor, el amor que se hizo fragilidad y plenitud de
vida entregada, la fuerza que vence al mal. Hoy es Adviento, una llamada a
apostar a cada instante por el amor. Quisiéramos hacerle presente en los gritos
de la desesperación, en la tristeza sin contornos, en la congoja de la soledad,
en el llanto ahogado. En los organismos nacionales e internacionales de
decisión. Donde se preparan y manejan las armas destructoras, en los nidos del
odio, en los rencores enconados, en lo intereses individuales y partidistas,
allí donde la vida se desprecia. En todos los ámbitos donde se resuelve lo
humano.
“¡No se dejen engañar!”
Por el olvido de Dios, por el
secularismo galopante, por el materialismo seductor. Por los discursos
oportunistas, por la ambición disfrazada, por la felicidad hueca, por el
efímero placer. Por la extorsión despiadada, por la imposición manipuladora de
los más fuertes, por el corazón de hielo de los que solo buscan su beneficio.
Hoy es Adviento. Más bien, estemos
atentos a la voluntad del Padre, a construir su Reino. A empeñarnos en la
justicia y en el servicio amoroso a la vida. Atentos al fortalecimiento de los
débiles, a la dignificación de los pisados y olvidados, a la lucha fuerte y sin
bajar la guardia contra el mal en cualquiera de sus manifestaciones. Porque el
Dios que viene, Aquel en quien creemos, es el que sale al encuentro del que
practica alegremente la justicia y no pierde de vista sus mandamientos.
“No tengan miedo”
¡El que viene y está en medio de
nosotros es el Vencedor! ¡Y volverá como tal! Con Él y en Él sabemos que la
victoria es segura. Él, y solo Él, nos capacita para mirar de frente al mal y
desafiarlo. Lo último no es la fuerza destructora del mal, que es fuerte y
destructor. Lo último, a lo que nos sentimos llamados y esperados, es al
encuentro con Él, Vida-plena, Amor-sin-fin.
ESTUDIO
BÍBLICO
Primera lectura: (Isaías 63,16b-17;
64,1.3b-8)
Marco: El contexto es Is 56-66 que fue
redactado en la etapa del post-exilio de Babilonia. La comunidad israelita es
asaltada por graves dificultades. Tras un breve fulgor a la vuelta del exilio,
la vida diaria se hace dificultosa. Por todas partes es atacada la pequeña
comunidad que no acaba de reconstruirse. En esta situación hay que leer el
siguiente fragmento.
Reflexiones
1 ¡Ternura de un Padre para con sus
hijos!
Tú, Señor eres nuestro padre, tu nombre
de siempre es nuestro redentor. Se invoca a Dios con el afectuoso nombre de
Padre y nos recuerda Is 64,7; Jr 3,4; Ml 1,6. Dios desea ser tratado con el
amor y la generosidad que un hijo puede esperar de su padre. Sólo Dios puede
salvar; porque sólo Él es el redentor (41,14), aquel que tantas veces ha
socorrido y salvado a Israel. Para acentuar esta unidad de la salvación, el
orante contempla cómo los antepasados más grandes y más amados, eran incapaces
de aportar la salvación; por tanto, la salvación sólo puede venir del
omnipotente Padre adoptivo, Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y
endureces nuestro corazón para que no te terna? El interrogante que formula el
profeta, profundamente humano, que parece inculpar a Dios del extravío del
pueblo, hay que entenderlo no que Dios sea causa del error o del endurecimiento
del corazón, sino más bien que su paciencia, que desea nuestra salvación,
cuando no corrige al que yerra, parece ser causa del error y del
endurecimiento. En la comprensión veterotestamentaria de las relaciones de Dios
con los hombres no se subraya todavía con trazos claros la responsabilidad de
las causas segundas. Por eso se atribuye fácilmente todo a la causa primera, es
decir, a Dios.
Segunda lectura: (1Cor 1,3-9)
Marco: La comunidad de Corinto,
entrañable para Pablo, ha recibido toda clase de dones y carismas. La componen
principal-mente los braceros del puerto, sometidos a duro trabajo y maltratados
en su tarea. Pero Dios tuvo a bien enriquecerlos con abundancia de dones del
Espíritu. En el juego entre dones y flaquezas humanas, se han producido
desviaciones muy serias: divisiones, incestos, acepción grave de personas,
envidias y rivalidades. Pablo sale al paso de las desviaciones y trata de
contestar a sus preguntas. Se vanaglorian e poseer ya con el Espíritu la
resurrección y la vida, pero sin compromiso ético.
Reflexiones
¡Dios os ha enriquecido en todo!
No carecéis de ningún don, vosotros que
aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Dios se prodigó con
aquella comunidad. Entre sus miembros no hay muchos ricos, ni nobles ni sabios.
Pero han sido llamados a la fe mediante el Evangelio predicado por Pablo y sus
colaboradores. Con la adhesión a la fe han recibido toda clase de dones del
Espíritu. Esta comunidad es un paradigma en que se reflejan los dos polos: la
debilidad humana manifestada en graves y desconcertantes actitudes y la riqueza
y abundancia de los carismas recibidos. La esperanza en la manifestación del
señor es el pensamiento central en este primer domingo de Adviento. En la
primera etapa de su vida y misión, Pablo cree, piensa y predica que el Señor
Jesús vendrá pronto gloriosamente. Vivir siempre en la esperanza y en la
tensión que engendra esta virtud es propio de quienes han sido sellados en el
Señor resucitado y glorioso. Esta esperanza ha de mantenerlos siempre
alertados. Y en las circunstancias por las que pasa la comunidad de modo
especial. Precisamente influidos por las nuevas ideas de carácter gnóstico que
se han introducido, ponen en duda la validez y necesidad de la resurrección
corporal, porque ya se ha producido la resurrección espiritual que es la
importante. En este domingo es necesario insistir en la necesidad de la
esperanza de la resurrección y en la vuelta gloriosa o manifestación (epifanía)
del Señor. Sabemos que una parte importante de los creyentes que nos rodean
cada día tienen serias dudas sobre la resurrección final.
Evangelio: (Marcos 13,33-37)
Marco: Este fragmento pertenece al
discurso escatológico. En la apocalíptica eran corrientes los adoctrinamientos
secretos. Puesto que Jesús camina hacia el encuentro de la muerte, se puede
comparar el discurso con el testamento que el patriarca transmite a sus hijos
antes de su muerte. La esperanza escatológica sugiere hablar de un discurso de
exhortación en cuyo horizonte, que lo domina todo, aparece la revelación del
Hijo del hombre en su parusía. La frecuencia de verbos en futuro (hasta 27)
pone de manifiesto el interés parenético para alentar la esperanza. El discurso
tiene tres partes: 5-23; 24-27; 28-37.
Reflexiones
1) ¡No sabéis cuándo es el momento!
El momento lo ha fijado el Padre con su
autoridad... El clima de intensa espera domina la experiencia de las primeras
comunidades. Tenía la convicción de que el Señor volvería pronto y con El, el
final glorioso prometido para la comunidad y para la humanidad. La vida del
creyente en el mundo es una constante y tensa peregrinación. Jesús, en su
cuidada pedagogía, insiste en la ignorancia sobre el día y la hora exacta de su
vuelta (Hch 1,6-8). Los discípulos de Jesús deben huir de todo tipo de cábalas
sobre el fin. Cierto que le preceden determinados signos, pero se subraya la
respuesta y el compromiso en el presente que el creyente debe explotar
escrupulosamente. Ni el pasado ni el futuro están en sus manos. Debe aprovechar
celosamente el «hoy» de la salvación. El creyente debe vivir en la plena
confianza en el Padre. Él sabe cómo organizar la historia de cada uno y de la
comunidad cristiana. Esto conlleva el fiarse totalmente de su fidelidad y, a la
vez, una «evangélica despreocupación» por el tiempo. El Padre quiere que sus
hijos desgasten todas sus energías en vivir intensamente en su voluntad; en
comprometerse seriamente con el reino en el tiempo en espera de la posesión
plena del mismo en el futuro. No deben perder su tiempo en otras
consideraciones que no les conciernen. La ignorancia sobre el tiempo facilita
la intensidad en la vida dirigida por la esperanza. Esta enseñanza de Jesús
desmiente los esfuerzos de ciertas sectas que se entretienen en calcular fechas
y tiempos de la vuelta del Señor. Una grave tentación que asalta a los hombres
de todos los tiempos consiste en querer adueñarse del tiempo: queremos poseer
el tiempo en su globalidad. ¡Y eso no es posible! Sólo puede hacerlo el Señor
de la eternidad que lo abarca todo. No os «preocupéis» anticipadamente: ¡Vivid
como las aves del cielo que no hilan ni siembran y vuestro Padre celestial las
viste y las alimenta! Pero imitadlas en su laboriosidad del alba a la tarde.
2) ¡Estén alerta!
Mirad, vigilad. Lo que os digo a
vosotros, lo digo a todos: ¡velad! La clave del discurso escatológico está en
esta exhortación a la vigilancia. Dios actúa definitivamente en la historia a
través de signos y palabras. Es necesario estar atentos para ver y entender. Es
el sentido fundamental de todo el discurso escatológico y de las parábolas que
con él se integran o con él se relacionan: las diez doncellas, los talentos, la
higuera que no produce fruto y otras más como el ladrón que llega a cualquier
hora. La urgencia del momento exige la máxima atención. Dios sorprende con su
generosidad en la oferta, pero exige la máxima atención y dedicación. Volverá
con toda seguridad. Lucas reinterpreta el discurso escatológico y añade:
volverá con toda seguridad, aunque más tarde. Es necesario equiparse con la
paciencia, la vigilancia, la longanimidad, la constancia y el aguante. La
seguridad de la vuelta del Señor urge un compromiso permanente en el tiempo. (Fr.
Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).