domingo, 30 de noviembre de 2014

DOMINGO 1° DE ADVIENTO


“No tengan miedo”

¡El Señor viene! En realidad, desde la vivencia de la fe y de la confianza en Él, bien podemos afirmar que el Señor está siempre viniendo, está en medio de nosotros, caminando a nuestro lado por las sendas de la historia que nos toca transitar, y en estos tiempos tan complicadas y azarosas.

El Adviento nos ayuda a caer en la cuenta de esta verdad. Y nos predispone para intensificar nuestros encuentros personales con el Señor Jesucristo en la oración más intensa y en la más atenta escucha de su Palabra y de su paso entre nosotros. Siempre nos acecha el peligro de la distracción, sea por las razonables preocupaciones de la vida, sea por los reclamos seductores del consumo, sea por circunstancias personales de difícil manejo… Este tiempo particularmente santo, ante sala de la gran celebración de la Natividad del Señor, es una fuerte llamada a estar alerta. Porque el Señor viene, quiere venir a mi vida, a ofrecerme un plan, a encender mi esperanza, a despertar todas mis capacidades para el bien y el amor.

Él viene a sacarme de la plácida rutina, de la inconsciencia del compromiso débil, del melancólico paso del tiempo que me hace ser espectador indiferente de las grandes luchas y sueños de la humanidad.

Él viene sobre todo a recordarme la más importante de las citas: el encuentro definitivo con Él, ese que fijará mi destino eterno a su lado, y que ahora me exige vivir en vela y sin distracciones estériles, construyendo con su fuerza, y por su mismo Espíritu, ese futuro que desembocará en la Vida-sin-fin.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA    

El profeta clama a Dios pidiendo misericordia, y perdón. Reconoce que el pueblo ha pecado, y de esa situación solo se puede salir si Dios los purifica.

Lectura del libro de Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2-7

¡Tú, Señor, eres nuestro padre, “nuestro Redentor” es tu Nombre desde siempre! ¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia! ¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti! Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él. Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. Pero Tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros somos la arcilla, y Tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19

R. Restáuranos, Señor del universo.

Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.

Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.

Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.

II LECTURA    

Pablo se dirige a quienes “aguardan la manifestación de Dios”. En una actitud de esperanza, pueden aceptar la palabra del apóstol, para que sus vidas encuentren la paz.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo los cristianos de Corinto 1, 3-9

Hermanos: Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Sal 84, 8

Aleluya. ¡Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! Aleluya.

EVANGELIO     

 “Aquí con todo respeto nos inclinamos ante el libro nuevo del año con una página que es como el inicio y la síntesis de lo que nos va a decir, a lo largo de todo el año, san Marcos, el Evangelio más breve porque breve es la Palabra única y necesaria: “Miren, vigilen; pues no saben cuándo es el momento”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 13, 33-37

Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

El mensaje evangélico de este primer domingo de Adviento es insistente y rotundo: “Estad preparados”. “No os dejéis engañar”. “No tengáis miedo”. Es una magnífica llamada la que nos hace la Palabra del Señor al inicio de este nuevo año litúrgico. Suena a vigilancia, a conversión, a compromiso, a esperanza; a no dejar lugar al abatimiento, a adentrarse con coraje en la historia, que aunque compleja, puede ser reconducida en conformidad con los designios del Padre.
Sobre estos tres indicativos podríamos fijar la reflexión y las pautas para nuestra vida de creyentes en el Señor Jesucristo justo en estos momentos de la historia que nos toca vivir y en los que somos llamados a continuar construyendo esa nueva vida, o ese nuevo estilo de vida, que Él inauguró.

“Estén preparados”

¡Preparados! ¡Firmes en la fe! Los tiempos actuales son recios y oscuros para muchos de nosotros. La vida se desprecia y abarata, la violencia se desata de mil formas destructoras, la justicia y la dignificación de los débiles tardan en consolidarse, los sueños más nobles parecen desvanecerse y afloran vientos fétidos de corrupciones y desintegraciones, de enfermedades virulentas y contagiosas, de fundamentalismos intransigentes, que generan desazón y sufrimiento, desconfianza y tensión. Y sin embargo no estamos solos en este mar de aguas revueltas. El Señor es uno de los nuestros, ha compartido historia y destino con la humanidad, sigue misteriosamente en medio de nosotros y lo estará hasta el fin de los tiempos. Él es fuerza para confiar y luchar, para seguir soñando y esforzándonos por un mundo mejor, por una humanidad más fraterna, por horizontes de verdadera y consolidada paz.

¡Preparados! ¡Alegres en la esperanza! Porque sabemos que Él está, que Él viene, que Él es nuestra fortaleza, por todo ello nos resistimos a claudicar. La esperanza de su promesa se hace fuerza y coraje. Sabemos de quién nos hemos fiado. Y por eso comenzamos cada día, y cada día sabemos que con Él hay razones para la esperanza; que la bondad y la honradez y la justicia también están aquí, en medio de nosotros, sencillas y discretas, pero tenaces y forjadoras de un mañana mejor, siempre atisbando la luz de un nuevo amanecer.

¡Preparados! ¡Diligentes en el amor! Seguros de que es él, el amor, el amor que se hizo fragilidad y plenitud de vida entregada, la fuerza que vence al mal. Hoy es Adviento, una llamada a apostar a cada instante por el amor. Quisiéramos hacerle presente en los gritos de la desesperación, en la tristeza sin contornos, en la congoja de la soledad, en el llanto ahogado. En los organismos nacionales e internacionales de decisión. Donde se preparan y manejan las armas destructoras, en los nidos del odio, en los rencores enconados, en lo intereses individuales y partidistas, allí donde la vida se desprecia. En todos los ámbitos donde se resuelve lo humano.

“¡No se dejen engañar!”

Por el olvido de Dios, por el secularismo galopante, por el materialismo seductor. Por los discursos oportunistas, por la ambición disfrazada, por la felicidad hueca, por el efímero placer. Por la extorsión despiadada, por la imposición manipuladora de los más fuertes, por el corazón de hielo de los que solo buscan su beneficio.

Hoy es Adviento. Más bien, estemos atentos a la voluntad del Padre, a construir su Reino. A empeñarnos en la justicia y en el servicio amoroso a la vida. Atentos al fortalecimiento de los débiles, a la dignificación de los pisados y olvidados, a la lucha fuerte y sin bajar la guardia contra el mal en cualquiera de sus manifestaciones. Porque el Dios que viene, Aquel en quien creemos, es el que sale al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista sus mandamientos.

“No tengan miedo”

¡El que viene y está en medio de nosotros es el Vencedor! ¡Y volverá como tal! Con Él y en Él sabemos que la victoria es segura. Él, y solo Él, nos capacita para mirar de frente al mal y desafiarlo. Lo último no es la fuerza destructora del mal, que es fuerte y destructor. Lo último, a lo que nos sentimos llamados y esperados, es al encuentro con Él, Vida-plena, Amor-sin-fin.


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: (Isaías 63,16b-17; 64,1.3b-8)

Marco: El contexto es Is 56-66 que fue redactado en la etapa del post-exilio de Babilonia. La comunidad israelita es asaltada por graves dificultades. Tras un breve fulgor a la vuelta del exilio, la vida diaria se hace dificultosa. Por todas partes es atacada la pequeña comunidad que no acaba de reconstruirse. En esta situación hay que leer el siguiente fragmento.

Reflexiones

1 ¡Ternura de un Padre para con sus hijos!

Tú, Señor eres nuestro padre, tu nombre de siempre es nuestro redentor. Se invoca a Dios con el afectuoso nombre de Padre y nos recuerda Is 64,7; Jr 3,4; Ml 1,6. Dios desea ser tratado con el amor y la generosidad que un hijo puede esperar de su padre. Sólo Dios puede salvar; porque sólo Él es el redentor (41,14), aquel que tantas veces ha socorrido y salvado a Israel. Para acentuar esta unidad de la salvación, el orante contempla cómo los antepasados más grandes y más amados, eran incapaces de aportar la salvación; por tanto, la salvación sólo puede venir del omnipotente Padre adoptivo, Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te terna? El interrogante que formula el profeta, profundamente humano, que parece inculpar a Dios del extravío del pueblo, hay que entenderlo no que Dios sea causa del error o del endurecimiento del corazón, sino más bien que su paciencia, que desea nuestra salvación, cuando no corrige al que yerra, parece ser causa del error y del endurecimiento. En la comprensión veterotestamentaria de las relaciones de Dios con los hombres no se subraya todavía con trazos claros la responsabilidad de las causas segundas. Por eso se atribuye fácilmente todo a la causa primera, es decir, a Dios.

Segunda lectura: (1Cor 1,3-9)

Marco: La comunidad de Corinto, entrañable para Pablo, ha recibido toda clase de dones y carismas. La componen principal-mente los braceros del puerto, sometidos a duro trabajo y maltratados en su tarea. Pero Dios tuvo a bien enriquecerlos con abundancia de dones del Espíritu. En el juego entre dones y flaquezas humanas, se han producido desviaciones muy serias: divisiones, incestos, acepción grave de personas, envidias y rivalidades. Pablo sale al paso de las desviaciones y trata de contestar a sus preguntas. Se vanaglorian e poseer ya con el Espíritu la resurrección y la vida, pero sin compromiso ético.

Reflexiones

¡Dios os ha enriquecido en todo!

No carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Dios se prodigó con aquella comunidad. Entre sus miembros no hay muchos ricos, ni nobles ni sabios. Pero han sido llamados a la fe mediante el Evangelio predicado por Pablo y sus colaboradores. Con la adhesión a la fe han recibido toda clase de dones del Espíritu. Esta comunidad es un paradigma en que se reflejan los dos polos: la debilidad humana manifestada en graves y desconcertantes actitudes y la riqueza y abundancia de los carismas recibidos. La esperanza en la manifestación del señor es el pensamiento central en este primer domingo de Adviento. En la primera etapa de su vida y misión, Pablo cree, piensa y predica que el Señor Jesús vendrá pronto gloriosamente. Vivir siempre en la esperanza y en la tensión que engendra esta virtud es propio de quienes han sido sellados en el Señor resucitado y glorioso. Esta esperanza ha de mantenerlos siempre alertados. Y en las circunstancias por las que pasa la comunidad de modo especial. Precisamente influidos por las nuevas ideas de carácter gnóstico que se han introducido, ponen en duda la validez y necesidad de la resurrección corporal, porque ya se ha producido la resurrección espiritual que es la importante. En este domingo es necesario insistir en la necesidad de la esperanza de la resurrección y en la vuelta gloriosa o manifestación (epifanía) del Señor. Sabemos que una parte importante de los creyentes que nos rodean cada día tienen serias dudas sobre la resurrección final.

Evangelio: (Marcos 13,33-37)

Marco: Este fragmento pertenece al discurso escatológico. En la apocalíptica eran corrientes los adoctrinamientos secretos. Puesto que Jesús camina hacia el encuentro de la muerte, se puede comparar el discurso con el testamento que el patriarca transmite a sus hijos antes de su muerte. La esperanza escatológica sugiere hablar de un discurso de exhortación en cuyo horizonte, que lo domina todo, aparece la revelación del Hijo del hombre en su parusía. La frecuencia de verbos en futuro (hasta 27) pone de manifiesto el interés parenético para alentar la esperanza. El discurso tiene tres partes: 5-23; 24-27; 28-37.

Reflexiones

1) ¡No sabéis cuándo es el momento!

El momento lo ha fijado el Padre con su autoridad... El clima de intensa espera domina la experiencia de las primeras comunidades. Tenía la convicción de que el Señor volvería pronto y con El, el final glorioso prometido para la comunidad y para la humanidad. La vida del creyente en el mundo es una constante y tensa peregrinación. Jesús, en su cuidada pedagogía, insiste en la ignorancia sobre el día y la hora exacta de su vuelta (Hch 1,6-8). Los discípulos de Jesús deben huir de todo tipo de cábalas sobre el fin. Cierto que le preceden determinados signos, pero se subraya la respuesta y el compromiso en el presente que el creyente debe explotar escrupulosamente. Ni el pasado ni el futuro están en sus manos. Debe aprovechar celosamente el «hoy» de la salvación. El creyente debe vivir en la plena confianza en el Padre. Él sabe cómo organizar la historia de cada uno y de la comunidad cristiana. Esto conlleva el fiarse totalmente de su fidelidad y, a la vez, una «evangélica despreocupación» por el tiempo. El Padre quiere que sus hijos desgasten todas sus energías en vivir intensamente en su voluntad; en comprometerse seriamente con el reino en el tiempo en espera de la posesión plena del mismo en el futuro. No deben perder su tiempo en otras consideraciones que no les conciernen. La ignorancia sobre el tiempo facilita la intensidad en la vida dirigida por la esperanza. Esta enseñanza de Jesús desmiente los esfuerzos de ciertas sectas que se entretienen en calcular fechas y tiempos de la vuelta del Señor. Una grave tentación que asalta a los hombres de todos los tiempos consiste en querer adueñarse del tiempo: queremos poseer el tiempo en su globalidad. ¡Y eso no es posible! Sólo puede hacerlo el Señor de la eternidad que lo abarca todo. No os «preocupéis» anticipadamente: ¡Vivid como las aves del cielo que no hilan ni siembran y vuestro Padre celestial las viste y las alimenta! Pero imitadlas en su laboriosidad del alba a la tarde.

2) ¡Estén alerta!


Mirad, vigilad. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad! La clave del discurso escatológico está en esta exhortación a la vigilancia. Dios actúa definitivamente en la historia a través de signos y palabras. Es necesario estar atentos para ver y entender. Es el sentido fundamental de todo el discurso escatológico y de las parábolas que con él se integran o con él se relacionan: las diez doncellas, los talentos, la higuera que no produce fruto y otras más como el ladrón que llega a cualquier hora. La urgencia del momento exige la máxima atención. Dios sorprende con su generosidad en la oferta, pero exige la máxima atención y dedicación. Volverá con toda seguridad. Lucas reinterpreta el discurso escatológico y añade: volverá con toda seguridad, aunque más tarde. Es necesario equiparse con la paciencia, la vigilancia, la longanimidad, la constancia y el aguante. La seguridad de la vuelta del Señor urge un compromiso permanente en el tiempo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).




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