“Tú,
Señor, eres bueno y clemente…”
El texto que escuchamos del Libro de la
Sabiduría nos habla del infinito poder de Dios, y de lo bien que sabe
adminístralo, siendo benigno e indulgente. Así, es ejemplo para que nosotros
también sepamos gestionar el poder que podamos tener.
En relación con esta reflexión del Libro
de la Sabiduría, el salmista proclama el amor, la bondad y la clemencia de
Dios, ante quien se postran todos los pueblos y a quien el propio salmista le
pide fortaleza.
La segunda lectura se toma de la Carta a
los Romanos. San Pablo nos habla de cómo el Espíritu Santo, de un modo
misterioso, nos ayuda a orar desde lo más hondo de nuestro corazón. Y Dios
Padre escucha esta oración.
Del Evangelio según san Mateo escuchamos
un largo texto del capítulo 13 en el que Jesús cuenta tres parábolas sobre el
Reino de Dios: la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. A continuación,
los discípulos le piden que les explique la parábola de la cizaña.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
El
pecado no es el fin de la vida del creyente, no implica el destierro ni la
exclusión de parte de Dios. El pecado, como condición de nuestro vivir
cotidiano, se encontrará siempre con un Dios que nos abraza cubriéndonos con su
misericordia.
Lectura
del libro de la Sabiduría 12, 13. 16-19
Fuera de ti, Señor, no hay otro dios que
cuide de todos, a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos.
Porque tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio sobre todas las
cosas te hace indulgente con todos. Tú muestras tu fuerza cuando alguien no
cree en la plenitud de tu poder, y confundes la temeridad de aquellos que la
conocen. Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y
nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu
poder. Al obrar así, tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de
los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del
pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios.
Salmo
85, 5-6. 9-10. 15-16
R.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico
en misericordia con aquellos que te invocan: ¡Atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica! R.
Todas las naciones que has creado
vendrán a postrarse delante de ti, y glorificarán tu nombre, Señor, porque tú
eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas. R.
Tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso,
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad, vuelve hacia mí tu rostro y ten
piedad de mí. R.
II
LECTURA
“Todos tenemos una iglesia dentro de nosotros:
nuestra propia conciencia. Allí está Dios, su Espíritu. Dichoso aquel que no
deja solo ese santuario. Dichoso aquel que entra muchas veces a hablar a solas
con Dios. Hagan la prueba hermanos, y aunque se sientan pecadores y manchados,
entren más que nunca, para decir: ‘Señor corrígeme, he pecado, te he ofendido’.
O cuando sienten la alegría de una buena acción: ‘Señor te doy gracias porque
mi conciencia está feliz y tú me estás felicitando’, (…). Qué hermosa es la
oración hermanos, cuando de veras se hace con ese Espíritu de Dios dentro de
nosotros. Participando de la vida de Dios”.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 26-27
Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de
nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu
intercede con gemidos inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo
del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo
con la voluntad divina.
Palabra de Dios.
ALELUYA cf. Mt 11, 25
Aleluya. Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del reino a los pequeños.
Aleluya.
EVANGELIO
El
discípulo de Jesús debe ser paciente y misericordioso. No podemos juzgar desde
nuestras propias consideraciones quién vive o no la coherencia de su fe. El
Señor sabe esperar, da su gracia y ama a cada uno de sus hijos.
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 24-43
Jesús propuso a la gente esta parábola:
“El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su
campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del
trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también
apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le
dijeron: ‘Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que
ahora hay cizaña en él?’. Él les respondió: ‘Esto lo ha hecho algún enemigo’.
Los peones replicaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’. ‘No’, les dijo el
dueño, ‘porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el
trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los
cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y
luego recojan el trigo en mi granero’”. También les propuso otra parábola: “El
Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su
campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece
es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera
que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”. Después les dijo esta
otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una
mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”.
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les
hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Hablaré
en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo”.
Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se
acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. Él
les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo
es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son
los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la
cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se
arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin
del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su
Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el
horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que
oiga!”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Cuando el Antiguo Testamento habla del
poder de Dios, lo hace en términos muy grandilocuentes. Es un Ser todopoderoso,
que dividió el Mar Rojo y aniquiló al ejército del Faraón. Es un Dios ante
quien ha de postrarse toda la humanidad, incluidos los más ricos y poderosos.
Pero no es un tirano que usa caprichosamente su poder para mostrar su
superioridad y valía, sino que lo sabe administrar con amor y ternura. Siendo
inmensamente fuerte, es también inmensamente clemente y misericordioso. Así nos
los describen los pasajes del Libro de la Sabiduría y del Salmo 85 que hemos
escuchado.
En cambio, el Nuevo Testamento habla de
un modo diferente del poder del Hijo de Dios, y de su Santo Espíritu. Jesús
muestra su poder en su infinita humildad, en su supremo abajamiento. Siendo
Dios, se hizo siervo de todos y murió en la Cruz (cf. Fil 2), y, así, logró la
victoria más importante de la historia, venciendo al pecado y a la muerte. Sólo
Dios puede ser tan humildemente poderoso.
En el pasaje de la Carta a los Romanos
que hemos escuchado, san Pablo nos habla del misterioso poder del Espíritu
Santo, el cual habita oculto en lo más profundo de nuestra persona, y, desde
ahí, intercede por nosotros ante el Padre, pues nosotros no sabemos qué nos
conviene pedir. El Espíritu Santo es tan sutil que muchas personas no saben que
habita en su corazón. Sin embargo, ahí está, y cuando nos dejamos ayudar por
Él, cuando somos dóciles a su tenue soplo, Él nos infunde sus dones. Y hace que
nuestra oración ‒por Él inspirada‒ llegue hasta el Padre. Como Jesús, el
Espíritu Santo personifica el poder del débil. Mansamente, nunca se impone,
pero siempre se ofrece a ayudarnos con todo su poder y su gloria.
Este poder del débil está muy bien
representado por el polvo de levadura que se echa en la masa de harina para que
fermente y crezca profusamente, dando lugar a un sabroso pan. Es también como
la minúscula semilla de la mostaza, de apenas un milímetro de diámetro, que da
lugar a la hortaliza más grande, bajo la cual las aves pueden cobijarse. De
este modo es descrita en el Evangelio según san Marcos (cf. Mc 4,30-32). Sin
embargo, para mostrar lo mucho que crece el Reino de Dios, en los Evangelios
según san Lucas (cf. Lc 13,18-19) y san Mateo (cf. Mt 13,31-32) se describe a
la mostaza como un árbol sobre el cual anidan los pájaros. Así es el poder de
Dios: a partir de lo más débil brota lo más grande.
En los Evangelios encontramos varias
parábolas sobre la siembra. En una se nos dice que el sembrador esparce la
semilla de la Palabra de Dios generosamente, no sólo en tierra fértil, también
entre las piedras, al borde del camino y en las zarzas (cf. Mc 4,1-20). En otra
se nos dice que es Dios quien hace crecer lo sembrado, haga lo que haga el
labrador (cf. Mc 4,26-27). En la parábola de la cizaña se nos habla de un
sembrador que siembra buen trigo. Pero, cuando éste empieza a crecer, descubre
que hay también cizaña. La cual, además de ser un cereal de peor calidad, puede
ser tóxica.
¿Por qué ha pasado esto? Es decir: ¿Cómo
es posible que a Dios (el dueño de la mies) le hayan estropeado su trabajo?
Jesús les dice a sus discípulos que el Diablo, a escondidas, ha sembrado el mal
en el corazón de algunas personas, haciéndolas dañinas para el resto, como la
cizaña en un trigal.
Para comprender todo esto hay que tener
en cuenta que, siendo Dios bueno y clemente, nos ha dado libertad. Y esto
supone que otro pueda intervenir libremente para estropear lo que Dios dispone.
Efectivamente, el origen del mal está en el libre albedrío que tenemos las
personas. Ser libres, es decir, no ser marionetas de Dios, tiene un duro
precio: el mal puede actuar en nuestra vida.
¿Qué se puede hacer con ello?
¿Suprimimos el mal? ¿Eliminamos a las malas personas? Ésta última es la fácil
solución que proponen los ayudantes del dueño de la mies. Pero, pensemos: ¿a
qué grupo pertenecemos nosotros? Solemos pensar que la cizaña son los que nos
hacen daño y nos complican la vida. Pero, ¿y nosotros?, ¿de verdad que sólo hay
bien en nuestro corazón? ¿En mi interior no hay mal? ¿Soy realmente una buena
persona? ¿Estoy totalmente seguro de que si ahora Dios echase al fuego la
cizaña que hay en el mundo, no iría yo también con ella? La respuesta es simple:
nadie es perfecto, por eso todos necesitamos de la misericordia de Dios para
salvarnos.
Afortunadamente, Dios, siendo
todopoderoso, también es bueno y clemente, y deja que sigamos en este mundo, a
pesar de que a veces hacemos daño y complicamos la vida a otras personas.
Cuando llegue el final de los tiempos, Dios enviará a sus ángeles para que
erradiquen el mal. Sólo así podremos gozar de la eterna felicidad.
¿Mientras tanto qué podemos hacer?
Seguir el ejemplo de Jesús, porque sólo la humildad puede vencer al mal en
nuestro mundo. Ese es el poder del débil, el camino de la Cruz, un camino de
abajamiento que nos conduce a la resurrección.
Siguiendo las palabras de san Pablo,
dejemos que sea el Espíritu Santo el que nos indique qué debemos pedir y cómo
debemos relacionarnos con Dios y las personas. Así, con la ayuda divina,
podremos vivir santamente en un mundo en el que abunda la cizaña.
ESTUDIO BÍBLICO
Iª
Lectura: Sabiduría (12,13.16-19): Un Dios justo e indulgente
I.1. La lectura, del libro de la
Sabiduría, viene en el contexto de las afirmaciones sobre el monoteísmo de
Israel frente a los egipcios y los cananeos. Forma parte de una sección
apologética sobre el único Dios al que merece la pena otorgarle confianza, el
Dios de Israel, que supera en poder y en amor a los dioses de los egipcios y
los cananeos. Sabemos que hoy no se plantea así el tema de Dios, por lo menos
desde el punto de vista ecuménico. Pero lo que vale en definitiva, como
teología positiva, son las acciones de este Dios: El cuida de todo lo que
existe y a nadie tiene que demostrar que es justo. ¿Cómo? porque su fuerza, su
poderío, está en la justicia, en la indulgencia, en la benignidad. Esta última
sección, pues, ilustra el monoteísmo de Israel frente a los dioses cananeos,
porque ellos (que no existen, que no son nada), admitían sacrificios de niños y
de seres humanos.
I.2. El Dios de Israel, por el
contrario, al otorgar a todos los hombres la dignidad de ser hijos, dignifica
la misma religión y condena con ello todo lo que no sea una religión de vida y
de amor. Este sería el sentido actual de este texto con el que conviene medirse
para que aprendamos a hacer de la religión camino de vida y no de muerte.
Incluso los que no cuentan con Dios, por ateos o agnósticos, no deben temer, ya
que Dios sí cuenta con ellos, con sus valores y con sus compromisos, porque El
es un Dios justo.
IIª
Lectura: Romanos (8,26-27): El Espíritu, presencia en nuestra debilidad
II. 1. Por tercer domingo consecutivo,
volvemos sobre la carta a los Romanos (8,26-27) y sobre el papel del Espíritu
en la vida cristiana. En este caso, Pablo afronta en dos versos preciosos una
de las experiencias más grandes del ser humano: la interiorización de la
oración. El Espíritu que conoce nuestra debilidad, -al contrario de la Ley-,
que sabe hasta dónde podemos llegar y hasta dónde no, vive dentro de nosotros
para poder acceder a la intimidad de Dios para pedirle, rogarle y exponerle
nuestras cosas, nuestras necesidades y nuestros anhelos.
II.2. Por eso, cuando Dios examina nuestro
corazón no lo encuentra vacío, sino que allí el Espíritu se ha metido hasta el
fondo de nuestro ser. Esa simbiosis teológica es una de las afirmaciones más
atrevidas de la teología paulina y uno de los aportes más comprometidos. Por
medio del Espíritu, pues, aprendemos, no solamente que Dios nos ha creado, sino
que no nos abandona nunca a la impotencia de nuestra debilidad. Por eso, el
Dios de Jesús, que es el Dios de Israel, es un Dios comprometido. El mismo
Espíritu de Dios gime dentro de nosotros, sufre con nosotros, anhela con
nosotros la liberación. No estamos solos, sino que nos acompaña Dios con su
Espíritu
II.3. Pablo no habla en este caso de
experiencia extraordinaria del Espíritu que algunos buscan en dones
extraordinarios, como la "glosolalia" descrita en 1Cor 14. Se trata
de esa presencia permanente del Espíritu de Dios en nuestro espíritu personal,
que nos acompaña, que nos conoce, que nos estimula. En el fondo es una
presencia continua de Dios en toda persona a la que siempre podemos recurrir,
en todo momento. El Espíritu no está en nosotros para pronunciar palabras
irreconocibles o imposibles (como sucede en la famosa “glosolalia”), sino que
es un “paráclito”, protector y acompañante divino, que se hace humano en
nuestra debilidad para impulsarnos hacia Dios y hacia la felicidad.
Evangelio:
(Mateo 13,24-43): La cizaña llama a la paciencia: ¡Dios no corta por lo sano!
III.1. El evangelio nos expone hoy la
parábola de la cizaña que aparece en medio del trigo. Todos conocemos los
pormenores de esta narración: el vecino enemigo que siembra cizaña, que al
principio se parece al trigo y luego lo ahoga, como el mal ahoga frecuentemente
al bien. Es una parábola de ingentes resortes psicológicos y de experiencia;
hasta un niño puede percatarse de la gravedad de lo que ha sucedido y de lo
difícil que es tomar una decisión. El dueño sabe que había dado buena semilla
para sembrar, y desde el principio habla a sus servidores de un enemigo. En
realidad todo esto es secundario hasta llegar a la pregunta clave: ¿quieres que
arranquemos la cizaña?
III.2. Sabemos que Mateo suele
alegorizar muchos las explicaciones de las parábolas que ha encontrado en la
tradición. En este caso conocemos por el Evangelio de Tomás (57) cómo pudo ser
la parábola más primitiva que pretendía llamar a la paciencia de los
impacientes frente al mal o frente a los que son malos. Porque se trata de
hablar de Dios que no actúa como muchos fundamentalistas o apocalípticos
quisieran. Dios tiene sus propios caminos. Y la propuesta original de Jesús era
precisamente la de imitar al hombre de la parábola, no la de esperar para ver
que en el "juicio final" los malos serán castigados. El sentido,
pues, es bien distinto y debemos recuperar el tenor de la parábola de Jesús.
III.3. Sorprende, desde luego, la
seguridad del dueño, su paciencia, su confianza, diríamos que su benignidad y
justicia a la espera de los acontecimientos finales. Esta parábola, exclusiva
de Mateo, no aparece en los otros evangelistas. Sabemos, pues, que no es
solamente Dios quien siembra, sino que hay otros que lo hacen. Pero lo
importante y decisivo es saber esperar. La moralización, en este caso, es importante:
no hace falta ser duros como el pedernal, fundamentalistas; al bien y a la
bondad hay que darle sus oportunidades. Sólo cuando se tiene la paciencia de
Dios es posible acertar en los juicios, porque nuestro Dios es un Dios
comprometido con todos sus hijos.
III.4. No es razonable defender que el
hombre solamente puede acceder a Dios cuando es perfecto; eso es puro
fundamentalismo y teológicamente es indefendible. En la religión evangélica
planteada por Jesús, toda persona tiene sus oportunidades desde sus
experiencias de gracia y también de miseria. Esta parábola de la cizaña y el
trigo puede ser una descripción de nuestra propia vida personal. Sentirse
alejado de Dios cuando en nosotros crece el mal sería un suicidio espiritual
que no se contempla en lo que pudo ser la parábola original de Jesús. Todos
sabemos que debemos dar cuenta de nuestra vida, pero la "paciencia"
divina es un regalo que todos necesitamos.
III.5. Una religión no se mide por la
enjundia de su “perfección”, sino por la entraña de su misericordia. No está
descartada la vocación a ser santos, pero la verdadera entraña de la religión
de Jesús, de la relación con su Dios, es que nunca perdamos la imagen de ser
“hijos de Dios” y podamos acudir a Él en nuestras necesidades. No es posible
entender esta parábola sino en el contexto del judaísmo que Jesús vivió. En su
teología oficial cabía la misericordia, lo contrario sería denigrar la religión
de los profetas… pero si esto es papel mojado, entonces todo venía a ser una
religión de “puros” y Dios sabe que esto no es posible. Así experimentó Jesús a
Dios para trasmitirlo a todos y por eso nos ofrece este mensaje en una parábola
como ésta de la cizaña: la paciencia de Dios hace posible la conversión y la
fidelidad. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario