“TE DOY UN CORAZÓN SABIO E
INTELIGENTE”
La oración sincera es la que procura un
encuentro con Dios que en el que se deja transformar el corazón. Una oración
desinteresada orientada al bien de todos es la que refleja la generosidad de
aquel espíritu que se ve liberado por la acción de Dios. Un espíritu liberado y
agradecido por lo que Dios le ha dado, consciente de su responsabilidad, y
dispuesto a llevarla a cabo con valentía.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
¡Qué
ejemplo para cualquiera que asuma algún tipo de poder, el que alguien se
humille ante Dios en el mismo momento que recibe el poder! Salomón sabe que no
es un dios, sino un hombre, y por eso apoyará su gobierno en la sabiduría de
Dios, que le ayudará a gobernar.
Lectura
del primer libro de los Reyes 3, 5. 7-12
El Señor se apareció a Salomón en un
sueño, durante la noche. Y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Salomón respondió:
“Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a
mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. Tu servidor está
en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se
puede contar ni calcular. Concede entonces a tu servidor un corazón
comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De
lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el
tuyo?”. Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, y le dijo:
“Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza,
ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario
para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un
corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti,
ni habrá nadie como tú después de ti”.
Palabra de Dios.
Salmo
118, 57. 72. 76-77. 127-130
R.
¡Cuánto amo tu ley, Señor!
El Señor es mi herencia: yo he decidido
cumplir tus palabras. Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y
la plata. R.
Que tu misericordia me consuele, de
acuerdo con la promesa que me hiciste. Que llegue hasta mí tu compasión, y
viviré, porque tu ley es toda mi alegría. R.
Yo amo tus mandamientos y los prefiero
al oro más fino. Por eso me guío por tus preceptos y aborrezco todo camino
engañoso. R.
Tus prescripciones son admirables: por
eso las observo. La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al
ignorante. R.
II
LECTURA
Si
amamos a Dios, como dice Pablo, todo lo que nos ocurra, lo que hagamos, lo que
pensemos, será bueno, porque sabremos integrarlo a nuestro caminar en la fe.
Nada de lo que vivimos es ajeno a nuestro proceso de encuentro con Dios.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 28-30
Hermanos: Sabemos que Dios dispone todas
las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su
designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a
reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos
hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también
los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
Palabra de Dios.
ALELUYA cf. Mt 11, 25
Aleluya. Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños.
Aleluya.
EVANGELIO
El
Reino está escondido, oculto, sólo que a veces es necesario escarbar un poco,
no quedarse en la superficie, buscar algo más allá de lo visible. Seguramente
que, al hallarlo, se nos revelará majestuoso, liberador y con una gran riqueza
para nuestra vida.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo 13, 44-52
Jesús dijo a la multitud: “El Reino de
los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra,
lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el
campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba
a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo
que tenía y la compró. El Reino de los Cielos se parece también a una red que
se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores
la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que
no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los
malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá
llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le
respondieron. Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino
de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y
lo viejo”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Saber discernir
En un diálogo cercano y sincero con
Dios, ante la posibilidad de pedir un gran imperio, mayores riquezas, o un
poder infinito, Salomón hace una sencilla petición: “un corazón dócil, para
saber discernir el bien del mal”. Pide sabiduría para discernir y gobernar a un
pueblo numeroso ante el que se siente pequeño. No antepone su egoísmo a la
responsabilidad que tiene de regir a su pueblo. No pide inmediatez en la
resolución de los problemas, sino que pide discernimiento para escuchar y
gobernar: es lo que necesita un rey, aquel que rige su vida y pone en manos de
Dios todo.
El Dios de Salomón es un Dios que cumple
su promesa y le hace ver la generosidad de su corazón, por comprender que su
responsabilidad de gobernar a su pueblo es anterior a toda comodidad, riqueza,
fama, o poderío. Quien sabe gobernar sabrá discernir, separar, escuchar, y
decidir lo mejor para su pueblo. El bien común por encima del bien personal.
Confiar en lo otorgado por Dios: te doy un corazón sabio e inteligente no
conocido jamás, es lo que se sugiere en la vida espiritual. Partir de la bondad
de Dios, en que el discernir en sabiduría e inteligencia está presente en
nuestras vidas.
Muy distinto es la situación de nuestros
líderes actuales, donde lo primero es la riqueza que no tienen, donde la
corrupción es lo primero que aparece a la luz de la mañana. Ya nadie pide luz
para escuchar y discernir el bien del mal. Ni siquiera hay una ética que
prevalezca por encima de todo afán de poseer riquezas. Nuestros líderes carecen
esa capacidad de separar lo personal del bien común. El afán de poder les
ciega, y les impide ver lo mejor para su pueblo.
La finalidad del amor a Dios es el bien
En el pasaje fundamental de la carta a
los Romanos que se contempla este domingo, se expone el plan completo de Dios:
Toda vocación, elección, predestinación, justificación, y glorificación están
en función de ser predestinados a ser imagen de su Hijo, para que Él fuera el
primogénito de muchos hermanos.
Sacar lo nuevo y lo antiguo
Jesús explica en pequeñas parábolas el
significado que tiene el reino de los cielos para él. Lo explica con el tesoro
escondido en medio del campo, el campo sólo tiene valor por lo que en él hay
escondido. Habrá que buscarlo, localizarlo, encontrarlo y descubrirlo. El reino
de los cielos es lo que vale la perla fina de gran valor, que obliga a vender
todo lo que se tiene para adquirir la de mayor valor. Es también la red que
pesca buenos y malos, y que al final de la jornada se separan los buenos de los
malos.
El Reino de los cielos es la nueva
visión de Dios que propone Jesús de Nazaret, lejos de la interpretación que dan
los escribas y los fariseos. Todo tiene un valor, pero lo mejor, lo de mayor
valor lo que separa lo bueno del malo, está en la comprensión de Jesús como
juez y señor de la historia.
ESTUDIO BÍBLICO.
Iª
Lectura: 1 Reyes (3, 5.7-12): Sólo se es grande por la sabiduría
I.1. Dicen los especialistas que este c.
3 de 1º de los Reyes es un texto auténticamente "deuteronomista" que
refleja el pensamiento y la teología de esa escuela que habría de encargarse de
redactar y poner los fundamentos "espirituales" de la historia pura y
dura -y a veces perversa-,del pueblo de Israel, de sus reyes y magistrados. Una
escuela llena de sabiduría y de carisma profético. Esta oración de Salomón en
Gabaón, como un sueño, bien puede ser el modelo teológico de la
"reforma" que buscó dicha escuela que se amparaba en el libro del
Deuteronomio.
I.2. La petición del Salomón del v. 9 es
verdaderamente estimulante: "un corazón que escuche" (leb shomea),
como escuchan los sabios a Dios, para hacer justicia al pueblo. Recién elegido
rey de Judá e Israel, los deuteronomistas han sabido plasmar en la figura de
Salomón lo que entonces necesitaba el pueblo y el reino. Después de las guerras
y batallas de David, era necesaria un "etapa de sabiduría" para
atender al pueblo mismo, a los pequeños, a los huérfanos y a las viudas. Porque
un verdadero rey tiene su poder en esta sabiduría, que muchos reyes y
magistrados han despreciado.
I.3. Un corazón que escuche, es decir,
sabio, para poder discernir entre lo malo y lo bueno. El sabio, sin duda, es
como el profeta que está abierto a la voz de Dios y a su voluntad. No es
profeta el que anuncia el futuro como un adivino que echa las cartas, sino quien
sabe escuchar la voz o los silencios de Dios para entregarlo todo después a los
hombres. La escuela de la sabiduría es, como muy bien lo expresa nuestro texto,
un "corazón escuchante", que quiere aprender a impartir justicia y a
conceder lo necesario a los que han sido desposeídos de casi todo.
IIª
Lectura: Romanos (8,28-30): El designio de salvación divino para el hombre
nuevo
II.1. El texto de la
"predestinación", como se conoce esta pequeña perícopa del c. 8 de la
carta a los Romanos se presta a muchas lecturas y de hecho así ha sucedido a lo
largo de la interpretación de esta carta paulina. Es un texto que parece estar
imbuido de un carácter bautismal para comentar el sentido de la elección que
Dios hace de aquellos que le aman. Quiere decir que probablemente se comentaba
algo así a los bautizados que habían optado por ser cristianos, es decir,
semejantes al Hijo, a Cristo.
II.2. Pero ¿verdaderamente estamos
predestinados unos y otros a la salvación o a la condenación? No olvidemos que
en el texto se está hablando única y exclusivamente del
"designio"(próthesis) de Dios; pero Dios no tiene para la humanidad
más que un proyecto de salvación que ha revelado en su Hijo Jesucristo. Porque
Cristo no ha venido a otra cosa que a salvar a los hombres. En el mismo texto
esto se expresa magistralmente en el sentido de que nos ha predestinado a
"ser semejantes a la imagen de su Hijo", que no es otra cosa que la
"glorificación" (edóxasen). Esto significa que Dios tiene sobre toda
la humanidad el designio de lo que ha realizado ya en su Hijo: la resurrección,
la vida nueva, que se expresa mediante ese término de la
"glorificación".
II.3. El uso de la forma
verbal(proôrisein) indica que se trata del inalterable plan de salvación
trazado por Dios en favor de sus criaturas, gracias a la encarnación, muerte y
resurrección de Jesús nuestro Salvador. El destino o la suerte de cada uno o de
los nuestros (el fatum para los romanos; para los griegos están los vocablos
moira y eimarmene) no es lo que está contemplado aquí directamente, aunque no
podemos olvidar que para construir este hermoso capítulo, Pablo ha debido estar
en esa sintonía inculturada. Pero lo que nuestro texto expresa es el plan
salvador de Dios, en el que no quedan las cosas al azar, ni siquiera a un libre
albedrío barato. Lo que se quiere afirmar rotundamente es que Dios tiene un
designio de glorificación del que nadie podría apartarlo («nadie podrán
apartarnos del amor de Dios», dirá al final Rom 8,39).
Evangelio:
Mateo (13,44-52): El tesoro de la sabiduría del Reino
III.1. El texto evangélico de hoy es el
final del c.13 de Mateo, el capítulo de las parábolas por antonomasia, en que
una y otra vez se compara el "Reino de los cielos" con las cosas de
este mundo, de la tierra, del campo, de la cizaña. En este caso, nos hemos de
fijar en el tesoro del campo y la perla (vv. 44-46). Son como dos parábolas en
una, aunque pudieran ser independientes en su momento. Las dos parábolas, tras
una introducción idéntica, narran el descubrimiento de algo tan valioso que los
protagonistas (un hombre cualquiera y un comerciante) no dudan ni un instante
en vender todo lo que tienen para adquirirlo; lo hallado es tan extraordinario
que están dispuestos a desprenderse de cuanto poseen con tal de apropiárselo.
No todos los días tiene uno la suerte de descubrir un tesoro o una perla de
inmenso valor. Cualquier hombre sería feliz con un descubrimiento semejante.
Por eso, haría todo lo posible por obtenerlo, aunque para ello tuviera que
pagar un alto precio. En las dos parábolas, los bienes que poseen los
protagonistas del relato, pocos o muchos, son suficientes para que con su
totalidad puedan adquirir lo que han encontrado. En ambos casos, el acento
recae sobre el descubrimiento y sobre la decisión que toman los dos protagonistas.
III.2. Efectivamente, la decisión que
toman parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar
que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es
sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Los elementos secundarios de las
narraciones -si entendemos que son dos-, no dejan de tener sentido, aunque ya
sabemos que en la interpretación de los parábolas no debemos exagerar o
alegorizar cada una de las cosas que aparecen. Bien es verdad que en la primera
hay un elemento sorpresa, porque es como el hombre que está en el campo, muy
probablemente contratado, y encuentra el tesoro por casualidad. En el caso del
mercader que recorre los bazares, sin duda, que siempre espera encontrar algo
extraordinario y por eso porfía.
III.3. Como en los dos casos la
comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien
en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando
uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de
encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él,
entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es
capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene,
por ello.
III.4. ¿Es que el reino de Dios es un
tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de
gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha
convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas
dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la
alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo (extraña que el
mercader de perlas no tenga esta reacción primera, aunque sea la misma
decisión). No he encontrado mejor conclusión que esta: «El Reino aparece así
como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los
que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al
final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y
haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más
valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a
anteponerlo a cualquier otro bien» (cf. F. Camacho Acosta, Las parábolas del
tesoro y la perla, Isidorianum, 2002). (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).
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