domingo, 2 de julio de 2017

DOMINGO 13º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Perder la vida para encontrarla”
  
Este domingo, el Evangelio nos sitúa en la parte final de las instrucciones de Jesús al enviar a sus discípulos para anunciar la Buena Nueva. Seguimos en contexto de envío y misión; esto de por sí ya es una clave para interpretar el texto. La misión de los discípulos tiene sus exigencias radicales, pero también sus recompensas. Asumir nuestro compromiso bautismal –nos lo recuerda el apóstol Pablo- indefectiblemente nos pone ante una decisión, ante una opción; hay que jugársela, tomar posturas y opciones claras.

Las Palabras de hoy nos interpelan acerca de nuestra capacidad de entrega y acogida a la persona de Jesús y su Evangelio.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

La mujer supo reconocer que Eliseo era un hombre de Dios. Por eso, ella no escatimó nada. Por el contrario, tuvo la sabiduría para saber a quien ofrecer sus recursos –habitación y sustento– lo que constituía para ella y su familia una ganancia. Porque cuando Dios pasa por la vida, también en la presencia de sus santos y santas, toda la existencia queda transformada.

Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 8-11. 14-16a

Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. Ella dijo a su marido: “Mira, me he dado cuenta de que ese que pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá donde alojarse”. Un día Eliseo llegó por allí, se retiró a la habitación de arriba y se acostó. Entonces llamó a Guejazí, su servidor, y le preguntó: “¿Qué se puede hacer por esta mujer?”. Guejazí respondió: “Lamentablemente, no tiene un hijo y su marido es viejo”. “Llámala”, dijo Eliseo. Cuando la llamó, ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: “El año próximo, para esta misma época, tendrás un hijo en tus brazos”.
Palabra de Dios.

Salmo 88, 2-3. 16-19

R. Cantaré eternamente el amor del Señor.

Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.

¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro; se alegrarán sin cesar en tu Nombre, serán exaltados a causa de tu justicia. R.

Porque tú eres su gloria y su fuerza; con tu favor, acrecientas nuestro poder. Sí, el Señor es nuestro escudo, el Santo de Israel es realmente nuestro rey. R.

II LECTURA

San Pablo expone todas las consecuencias que el bautismo tiene en nuestra vida. El bautismo nos hace participar de la Pascua de Jesús: muere el pecado y surge la vida nueva. En esta gracia, se desarrolla nuestra existencia.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 6, 3-4. 8-11

Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

ALELUYA        1Ped 2, 9

Aleluya. Ustedes, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz. Aleluya.



EVANGELIO

El seguimiento de Jesús tiene exigencias fuertes. “No anteponer nada al amor de Cristo”, como san Benito dirá en el siglo VI. El seguimiento de Jesús y la opción fundamental por el Reino ordenan todos nuestros amores y hace que pongamos en primer lugar a los pequeños. Así la vida se llena de sentido, así la ganamos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 37-42

Dijo Jesús a sus apóstoles: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La nueva familia en Jesús: amar más…

El texto de Mt que leemos hoy es uno de esos textos que se prestan a muchos malentendidos, por eso es necesario leerlas e interpretarlas a luz de la decisión que impone seguir a Jesús, ser un discípulo y discípula.

Se compara el amor a Jesús con el amor al padre, a la madre, al hijo y a la hija; es decir, a los miembros básicos de la familia. Sabemos que, para los judíos, la familia tenía un valor fundamental y lo sigue teniendo para muchas culturas hoy en día. Los vínculos familiares son los más importantes y “sostenedores” de las personas. Las exigencias de Jesús parecen excesivas.

Por eso, hay que comprenderlas a la luz de la opción de seguir al Maestro. En un contexto de persecución, los discípulos, tenían que tomar opciones a la hora de vivir su fe en Jesús de Nazareth. Ser discípulo traía consigo la indefectible división en el círculo familiar, entre los que creían y aquellos que no. Y es ahí, donde el discípulo y la discípula debe optar, es decir, “amar más a Jesús”. La nueva familia conformada en Jesús, por sus seguidores exige “amar más…”

Podemos preguntarnos nosotros hoy: ¿cómo es mi amor a Jesús? ¿de verdad, amo más a Jesús? ¿Qué supone para mí amar más a Jesús?

Perder la vida para encontrarla…

Realmente las palabras de Jesús son paradójicas, desafían cualquier lógica humana para su comprensión. Ayer y hoy lo sigue haciendo: he ahí el poder el Evangelio. El discípulo está invitado a cargar “su cruz” y seguir al Maestro. La opción por la persona de Jesús tiene su “cara de muerte”, su dimensión de persecución y pérdida de la propia vida: así el discípulo se hará semejante a su Maestro.

Mateo nos hace saber que la urgencia del evangelio invita incluso, a perder la vida; “todo y nada vale” a la hora de anunciar la Buena Noticia de Jesús. Perder la vida por Jesús y su evangelio es equivalente a encontrarla y ganarla; y por el contrario, “salvar” o encontrar la vida a costa del evangelio, equivale a perderla. Esta es la ilógica del proyecto de Jesús.

Podemos preguntarnos hoy: ¿estoy dispuesto/a a “perder” la vida por el Evangelio? ¿Qué significa para mí, “perder la vida”?

Recibir a Jesús…

El largo discurso de las instrucciones a los discípulos misioneros –en palabras de Aparecida - termina con una promesa de recompensa. Jesús promete que nada quedará sin recompensa. Es interesante el movimiento que se produce entre los sujetos del texto: va desde el mayor (un profeta) hasta el menor de todos (pequeños). Esto nos sugiere que el Evangelio siempre debe llegar hasta los más pequeños, los más humildes de este mundo. Tanto el profeta como “el pequeño”, recibirán recompensa.

Jesús se identifica con sus discípulos, con sus “pequeños” y afirma una de las más grandes verdades de su evangelio: el que recibe a sus discípulos, lo recibe a El mismo y el que lo recibe a El, recibe al Padre que lo envió. Este misterio de identificación “sacramental” humano-divino es un desafío a nuestras estrecheces mentales e ideológicas: El Padre está en los pequeños, en los discípulos. Por eso, no quedará sin recompensa lo mínimo que alguien puede ofrecer: un vaso de agua.

Si los versículos anteriores (37-39) invitaban a la entrega radical, creo que estos últimos, nos invitan a pensar en nuestra capacidad de acogida, de recibimiento, de apertura a todos aquellos profetas y pequeños discípulos de Jesús de Nazareth.

Podemos preguntarnos: ¿Soy consciente de recibir a Jesús? ¿Cómo es mi capacidad de acogida y apertura a los otros? ¿Soy capaz de compartir al menos un vaso de agua? ¿Qué significa eso para mí?





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