NATIVIDAD DEL SEÑOR
Antes de la era cristiana, muchos
pueblos de Europa celebraban en esta fecha una fiesta de la luz. En el
hemisferio norte, a partir de esta noche comienza a extenderse la cantidad de
horas de luz natural. Los antiguos romanos festejaban en esta noche el nacimiento
del Sol invictus. Los cristianos comenzaron a utilizar esta fecha para celebrar
el nacimiento de Jesús alrededor del año 350
"les traigo una buena noticia, una gran alegría
para todo el pueblo"
para todo el pueblo"
En esta noche buena y santa
predomina la imagen de un Niño y la estampa de un pesebre. Son los soportes que
utiliza el evangelista Lucas para indicar que la “Palabra se hace carne”.
Mañana intentaremos profundizar en la Palabra, en la Encarnación, en el
misterio de Dios hecho hombre. Eso mañana. Esta noche prevalece el NIÑO en un
PESEBRE.
Y, en esta noche buena y santa,
celebramos el nacimiento del Niño, su cumpleaños. Y recordamos a María, su
madre, y a José, del cual dirá unos doce años más tarde María a Jesús: “Tu
padre y yo te buscábamos desconsolados” (Lc 2,48). Hubo otros testigos del
misterio: ángeles, pastores y, según la tradición, algunos animales. Todo muy
familiar y sencillo, porque aquel Niño, “Dios con nosotros” (Mt 1,23), todavía
era más de María y José que de todos los que, con su nacimiento, venía a
salvar.
Dos mil doce años han pasado, dos
mil doce navidades. Mucho tiempo, demasiado, para que podamos ceñirnos con
exactitud a lo que aquella noche sucedió. Pero, aparte los detalles, lo
fundamental es lo mismo. Nosotros lo adornamos lo mejor que podemos, haciendo
más caso al corazón que a la historia, pero es porque lo queremos agradecer y
rememorar como se agradecen y recuerdan los dones y gracias de un Niño.
En esta noche santa todos los
caminos conducen a Belén. Todos somos peregrinos –viatores- que, cansados y
agobiados de tanto invierno y tanta oscuridad, vamos en busca de este Niño, de
su cercanía y su ternura. Al fin y al cabo, es sólo un Niño. “Un Niño nos ha
nacido; un Hijo se nos ha dado” (Is 9,5). Si nos dejamos sorprender por esta
estampa y esta imagen como los pastores, con seguridad que será el Niño quien
coordine nuestros cantos –esta noche, villancicos- y nuestro corazón se irá
llenando de una alegría similar a la que ellos sintieron en Belén.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
Esta
noche expresa la noche de la humanidad y nuestras propias noches. En esta
noche, la luz quiere brillar poniendo fin a la guerra, la opresión y la
vergüenza. Y desde esta noche, ya nada podrá apagar esa luz.
Lectura del libro de Isaías 9, 1-6
El pueblo que caminaba en las
tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la
oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado
el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como
cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba
sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has
destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y
las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa
sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios
fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande,
y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo
establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para
siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
SALMO
Salmo 95, 1-3. 11-13
R. Hoy nos ha nacido un Salvador:
el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su
victoria, anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los
pueblos. R.
Alégrese el cielo y exulte la
tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos
sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a
los pueblos con su verdad. R.
II LECTURA
La
venida de Jesús nos enseña "a renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa";
porque la salvación que nos ha traído exige también una conducta acorde a lo
recibido.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a Tito 2,11-14
La gracia de Dios, que es fuente de
salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar
la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con
sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la
manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se
entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y
crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
La
alegría del nacimiento se produce en un determinado momento y lugar. Y Lucas se
encarga de detallar bien los tiempos en que el nacimiento de Jesús cambia la historia
de los hombres. HOY, el Señor llega allí donde estamos, y nos sorprende.
Ì Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 1-14
Apareció un decreto del emperador
Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer
censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a
inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David,
salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad
de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio
a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban
unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto,
se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su
luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman,
porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy,
en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y
esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en
pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de
pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
"¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados
por él!".
Palabra del Señor.
COMPARTIMOS LA PALABRA
Crónica administrativa
El evangelista san Lucas nos narra
el nacimiento de Jesús como si se tratara de un acto puramente administrativo
dentro del Imperio Romano.
Se habla de una orden para llevar a
cabo un censo en el Imperio. Algo que, por su extensión, sólo podía firmarlo
Augusto, el Emperador de Roma. Como ejecutor más inmediato, Quirino, gobernador
de la provincia senatorial de Siria. Los personajes de nuestra historia, José y
María, suben a Belén, por ser de la estirpe de David. Al sentir allí María la
llegada del parto y no haber sitio para ella en la posada, se refugian junto a
un pesebre, donde tiene lugar el nacimiento de Jesús.
Sólo crónica. Pero, como en toda
crónica, los detalles, la precisión y las palabras, marcan toda la diferencia.
En orden descendente: Augusto, Quirino, Nazaret, Belén de Judea, José y María,
la posada llena, el pesebre y Jesús. Sobresale el contraste intencionado entre
Augusto, el emperador del mundo, y un niño recién nacido, nada, aparentemente
nadie, pero realmente el Hijo de Dios.
Liturgia celestial
En la narración de San Lucas hay
crónica, pero no sólo. Hay unas pautas, como una luz que ilumina el misterio
que se encierra en esa crónica y en esos acontecimientos. Y esa luz se dirige
hacia arriba, hacia el cielo.
En un segundo momento, entran en
escena los ángeles que anuncian “la gran alegría, la buena noticia para todo el
pueblo –para todo el mundo-“, el nacimiento del Mesías, del Salvador. “Gloria a
Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.
A Dios la gloria y a nosotros, los
humanos, la paz. Este es el mensaje y el deseo de Dios desde Nochebuena hasta
siempre. Esta es la encomienda que nochebuena nos entrega: Paz. Con nosotros
mismos para poder tenerla con los demás; y con nosotros y con los demás para
poder tenerla con Dios. Esta es la forma que Dios busca para que le
glorifiquemos en el cielo. ¿Cómo reconocer la paz a la que se refiere Dios por
medio de los ángeles? Los signos se nos han dado: “Ahí tenéis la señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Un Niño,
sólo un Niño, con el sello de Dios, la sencillez y el desprendimiento.
Liturgia terrenal
La celebración y la liturgia más
humana la protagonizan los pastores. Estaban guardando el ganado en las
colinas, más que montañas, de Belén. “Estaban velando, por turno, su rebaño”. Y
es a ellos a quienes se dirige el ángel: “No temáis, os anuncio la buena
noticia, la gran alegría para todo el pueblo”. Y los pastores, gente sencilla,
van a Belén, se dirigen al portal, felicitan a María y a José, y les dicen
cuanto han visto y oído.
Cada detalle es importante. Pero,
por encima de los detalles están las personas. Y a mí me llaman la atención en
este misterio Dios que habla y María que escucha. Todo propiciado por el Niño
Dios.
Dios y María
“No temáis”, dice Dios, por medio
del ángel. No temamos. Es un sentimiento muy humano ante lo desconocido y ante
lo que nos supera. María tuvo que escuchar lo mismo nueve meses antes a otro
ángel que hablaba en nombre de Dios. Jesús tuvo que repetir lo mismo que su
Padre muchas veces a lo largo de su vida: “No temáis”. No temáis a nada ni a
nadie, porque la seguridad que da el Niño, compatible con todas las miserias y
carencias humanas que podamos imaginar, es superior a todo. No temáis, no
temamos, porque estamos en las mejores manos; y de esas manos nadie nos podrá
apartar más que nosotros mismos. Y que se nos note que no tememos, que sólo
cantamos, celebramos y agradecemos.
“Os traigo la buena noticia, la
gran alegría”, dice Dios a los pastores por medio del ángel. La noticia
esperada durante siglos y preparada por medio de profetas, reyes y sacerdotes.
La noticia más consoladora para quienes se sentían dominados por potencias
extranjeras. La gran alegría de tener entre ellos al Hijo de Dios, al Mesías.
Para nosotros, que sabemos más que los pastores de Belén, la alegría de todo lo
que significó el Niño cuando se hizo adulto y nos mostró el rostro de su Padre
antes de ofrecerse a él por nuestra salvación.
“María, por su parte, guardaba
todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Las cosas de Dios y, en
particular, las cosas de aquel Niño. Y así empezó a ser la primera cristiana,
la primera creyente, el modelo de la mujer orante. Se fijaba en todo, lo
memorizaba, lo guardaba, lo meditaba, lo oraba y lo practicaba. Y todo con la
sencillez de quien sólo se consideraba la “sierva del Señor”, aunque ella y
nosotros sabemos que era su Madre. Todo un misterio. Todo un ejemplo, como el
silencio y el saber estar de José.
Si como María hemos adorado al
Niño, como María guardemos el misterio en nuestro corazón. Si, como los
pastores, hemos visto, oído o al menos intuido, el misterio que celosamente
guardamos, como los pastores vayamos y contemos.
ESTUDIO BÍBLICO
Primera Lectura: Isaías, 9,2-7.
Marco: Este fragmento está
integrado en el Libro del Enmanuel: ¡Dios con nosotros! La liturgia de esta
noche celebra sacramentalmente y centra su atención en el nacimiento temporal
del Hijo de Dios hecho hombre.
Reflexiones
1ª) ¡Dios es la luz de los hombres
que disipa las tinieblas!
El pueblo que caminaba en tinieblas
vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. El
binomio luz-tinieblas está presente en toda la historia de la salvación. En los
orígenes las tinieblas lo invadían todo. La intervención creadora de Dios con
su Palabra y con su Espíritu será una victoria de la luz sobre las tinieblas.
Todo el universo brillaba con luz esplendorosa... Para tus fieles brillaba una
espléndida luz... Cuando un silencio apacible lo envolvía todo, y la noche
llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotente palabra se lanzó desde
el cielo, desde el trono real, cual implacable guerrero... traía como aguda
espada un decreto irrevocable (Sb 18,14s). Con el Nacimiento del Mesías se
tiende un puente entre las tinieblas y la luz. En adelante el hombre podrá
vivir siempre en la luz. Nuestro mundo actual necesita de la luz como en pocas
etapas de la historia. De la luz que viene de Dios y que alcanza a la vida
humana en todos sus niveles. Los creyentes somos invitados esta noche a
dejarnos empapar de la luz del Mesías que se nos regala y luego ser lámparas
encendidas a nuestro alrededor.
2ª) ¡Dios nos hizo para la
felicidad y nos quiere felices!
Acreciste la alegría, aumentaste el
gozo: se gozan en tu presencia. Una lectura atenta de la Escritura,
especialmente del profeta Isaías, nos convencerá de la importancia que la
alegría tiene en el plan de Dios. Ya desde la creación nos hizo para la
felicidad. Dios que es eterna y plenamente feliz proyectó sobre su creación,
especialmente sobre el hombre, esta realidad profunda en que Él vive. La venida
del Mesías, que restaurará el plan de Dios no podía estar ajena a esta
experiencia de alegría y felicidad. Todos somos conscientes de que vivimos en
un mundo muy ruidoso, que acaso ríe a carcajadas. Pero está muy ayuno de la
verdadera alegría y felicidad que el profeta entiende ha de ser la proyección
visible de la que Dios posee. Los creyentes hemos de ir por el mundo irradiando
una alegría (muchas veces incomprensible) que nadie nos puede quitar, porque es
la que necesita el mundo que nos rodea. Porque, en palabras de la Doctora Santa
Teresa, "un santo (discípulo de Jesús) triste es un triste santo".
3ª) ¡Dios entre los hombres: una
promesa desbordante!
Porque un niño nos ha nacido...
Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Es
una de las más bellas profecías mesiánicas. Utiliza imágenes apropiadas
enmarcadas, lógicamente, en el mundo religioso y cultural en el que él vive.
Todas estas imágenes y calificativos apuntan y convergen en el gobernante ideal
que conduce a su pueblo hacia la paz. Esta palabra, que aparecerá de nuevo a lo
largo de este tiempo navideño, engloba según la comprensión bíblica todos los
bienes de salvación que Dios ofrece al hombre: desde los más espirituales hasta
los más tangibles y experimentables. El mundo cuenta, entre sus tesoros más
inapreciables, la presencia siempre actual del Príncipe de la paz que quiere
conducirlo hacia ella. Necesitamos tomar más en serio la paz y la equidad en el
mundo. En todas sus manifestaciones: la paz íntima del corazón zarandeado por
innumerables preocupaciones, en las familias, en la convivencia cotidiana, en
las relaciones públicas nacionales o internacionales. La paz que está amenazada
por todas partes. Dios es un Dios de paz no de aflicción.
Segunda Lectura: (Tito 2,11-14)
Marco: Dirige la mirada y la
atención hacia los deberes en los diferentes estados de la vida. Precisamente
las palabras que vamos a proclamar expresan el fundamento de estas exigencias.
Reflexiones
1ª) ¡Dios ofrece gratuitamente la salvación
a todos los hombres!
Ha aparecido la gracia de Dios, que
trae la salvación para todos los hombres. Toda la Escritura, desde la primera
promesa de salvación (Gn 3,15) pasando por la promesa hecha a Abrahán (Gn
12,1ss) y realizada en plenitud en Jesucristo es una proclamación del proyecto
universal de Dios en favor de todos los hombres de todos los tiempos. Dios no
tiene acepción de personas, no excluye a nadie del banquete festivo de su
Reino. Y se ha cumplido con la Encarnación de Jesucristo, consumado plenamente
en el misterio pascual. Esta oferta de Dios tiene consecuencias concretas y
exigentes. Si este el proyecto de Dios, el Padre de todos, todos los creyentes
han de ir por el mundo proclamando con sus vidas esta realidad. Es necesario
romper fronteras y derribar obstáculos que surgen por todas partes. Hoy
experimentamos a todos los niveles la grave realidad de los racismos y
discriminaciones de todo género. Navidad es la realización del recorrido de
Dios (infinito) al hombre finito. Y es una invitación urgente a que todos
realicemos el recorrido que va de mí a mi hermano y de mi hermano a mí.
2ª) ¡La gratuidad de Dios exige una
respuesta convincente!
Llevar desde ahora una vida sobria,
honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos... Para prepararse un
pueblo dedicado a las buenas obras. El autor de la Carta a Tito se encuentra en
un momento en el que los cristianos parecen perder el primer frescor del
evangelio. La Iglesia en aquellos momentos padece crisis muy alarmantes tanto
en el ámbito doctrinal como práctico. El autor de esta carta se ve en la
obligación pastoral de llamar la atención. Ciertamente Dios ha puesto toda la
creación al servicio del hombre, de todos los hombres. Hoy se nos invita a
vivir en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad. La
utilización de todos los bienes de la naturaleza y de todos los recursos exige
la justa distribución de los mismos. Navidad debería ser un momento
privilegiado para que los creyentes reflexionasen sobre su actuación en todos
los ámbitos: laboral, nacional e internacional para comprobar qué hemos hecho y
qué estamos haciendo con los bienes que son de todos. La contemplación de la
escena de Belén plantea graves y urgentes interrogantes y está clamando por
profundas y serias actuaciones de los discípulos de Jesús.
3ª) ¡El proyecto de Dios sobre los
hombres es único en sus etapas!
Aguardamos la aparición gloriosa
del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. El misterio que celebramos esta
noche nos invita a dirigir la mirada en tres direcciones: futuro, presente y
pasado. El futuro de la vuelta gloriosa del Señor es un acicate para el
presente de la historia de la salvación que se apoya en el pasado de las
maravillas de Dios que ahora actualizamos. La Escritura nos urge a vivir aquel
pasado como un "recuerdo", es decir, una actualización y
presencialización de lo que aquello significó y sigue significando. Esta noche
santa, que no debe esfumarse en una inoperante memorización, debe urgir al
creyente a contemplar reposadamente aquel acontecimiento y por qué se ha
producido. En silencio junto a José y María es necesario y urgente meditar en
lo sucedido. Dios, infinitamente rico, pobre. Dios, infinitamente santo, asume
la naturaleza humana menos en el pecado. Algo debería cambiar en nuestra vida.
Evangelio: (Lucas 2,1-14)
Marco: La conjunción de unas
circunstancias históricas, aparentemente fortuitas, y el proyecto misterios de
Dios dan como resultado el nacimiento del Mesías en Belén. Roma decide ordenar
en todo el imperio un censo y todos deben empadronarse en su lugar de origen.
Sea lo que sea el censo de Quirino, la realidad es que Jesús, naciendo en
Belén, significa visiblemente su pertenencia a la descendencia de David.
Reflexiones
1ª) ¡El nacimiento de Jesús en
medio de la historia: Dios realmente entre los hombres, entre los pobres!
Salió un decreto del emperador
Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.... Historia y proyecto de
Dios. La Escritura nos invita a contemplar siempre el proyecto de Dios inmerso
en la historia de los hombres. No permite la huida de esta historia, aunque
parezca desconcertante. Esta es la característica de la fe cristiana que es
histórica, es decir, que contempla a un Dios transcendente y poderoso
acomodándose pedagógicamente al desarrollo de la historia para realizar su
proyecto salvador en favor de los hombres. Y el acontecimiento central de esta
historia de la salvación, como no podía ser de otro modo, se realiza también en
un marco histórico concreto y desconcertante. Por mandato de un emperador,
usurpador e invasor del país del pueblo de Dios, el Mesías va a nacer en Belén.
Dios actúa así. La grave tentación de nuestro mundo es la huída a no sabe
dónde. El hombre intenta huir, alejarse de la historia real, porque sospecha,
intuye o experimente que en el marco de la historia todo es paradójico y
desconcertante. Y el creyente está asaltado por esa misma tentación. La
realidad y el mensaje de esta Noche santa le invita con urgencia a tomar en
serio el marco histórico en que le ha tocado vivir. Pablo nos invita a redimir
el tiempo y el espacio. Esa es nuestra tarea: hacer de esta desconcertante y
escandalosa historia una historia de la salvación en todos los ámbitos en que
se desenvuelven nuestras vidas.
2ª) ¡Desconcertante y esperanzador
mensaje: os traigo una gran alegría para todo el pueblo!
No temáis, os traigo la buena
noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Son un relato de anunciación, una
revelación. Cuando se hace presente Dios por medio de sus mensajeros, los
receptores siempre sienten temor y espanto ante lo inesperado y lo divino. Pero
lo importante es el mensaje que se quiere revelar. Es necesario saborear todo
el sentido que el Espíritu Santo nos ofrece a través del evangelista. Estos
títulos aplicados a Jesús los reveló el Espíritu a la Iglesia después de la
Pascua. Pero ahora se anticipan a la Infancia para revelarnos la hondura de la
presencia de Dios en aquel marco tan sumamente austero y simple. ¡Dios es así!
estamos saboreando la Navidad desde la Pascua y el don del Espíritu. Y esto es
la gran Buena Noticia que el mundo necesita. Debemos prestar hoy especial
cuidado al actualizar este acontecimiento. Lo estamos reviviendo desde el misterio
pascual. Eso significa para el creyente un compromiso serio frente a la
historia que vive. En la Pascua se produjo la gran liberación, para que en la
Navidad celebrada hoy se realice de nuevo. No celebraremos bien la Navidad si
no se rompe a nuestro alrededor algún lazo esclavizador que imposibilita la
verdadera comunión en la familia, en el trabajo, en nuestros compromisos
sociales.
3ª) ¡Gloria y paz!
Una legión del ejército celestial
alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los
hombres que Dios ama. En el lenguaje de la Biblia la "gloria" designa
la automanifestación gloriosa de Dios. La gloria se manifiesta en la creación,
pero sobre todo en la historia de la salvación (grandes gestas de Dios). Al fin
de los tiempos se espera una manifestación definitiva de la "gloria"
mediante la salvación de Israel. Esta Noche, como la de Pascua, son apropiadas
para recordar, experimentar, proclamar, y recibir la gloria de Dios. Gloria y
paz. La paz es el bienestar en el más amplio sentido de la palabra, la dicha,
la salud corporal, la tranquilidad, el entendimiento pacífico entre los pueblos
y los hombres, la salvación entendida como una realidad estable. Se participa a
la vez en la paz y en los dones salvíficos. La Escritura testimonia que en
estrecha relación con la paz se encuentra la justicia sin la cual aquella es
imposible. La gloria y la paz están estrechamente vinculadas entre sí y con el
plan salvador de Dios, de tal manera que la paz es la síntesis y la suma de
todos los bienes salvíficos que Dios ofrece gratuitamente al hombre y en cuya
recepción y proclamación se manifiesta la gloria de Dios. El profeta Isaías
proclamaba: Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No
alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra (Is
2,4). Esta palabra nos urge hoy a educarnos para la paz y no para la guerra.
Los acontecimientos que se agolpan parecen desmentir este proyecto amoroso de
Dios. Las naciones se preparan cada vez más para la guerra. Pero la verdadera
paz no se construye sólo desde arriba. El edificio de la paz se comienza a
construir desde abajo: nuestra propia intimidad y nuestra comunión con el
Príncipe de la paz hasta alcanzar a las múltiples relaciones sociales y
humanas. La paz es muy frágil y muy necesaria para los hombres. ¡Así se celebra
bien el Nacimiento del Príncipe de la paz! Los creyentes debemos, esta Noche,
asumir gozosamente la misión de hacer sensible y tangible al mundo la gloria de
Dios respondiendo a su proyecto salvador y asumiendo el compromiso de llevarlo
a los demás mediante la construcción de la paz. Dichosos los que promueven la
paz porque ellos son hijos de Dios (Mt 5,9). Es el resultado del misterio
pascual de Cristo: Por medio de él quiso reconciliar consigo todas las cosas,
tanto las del cielo como las de la tierra, trayendo la paz por medio de su
sangre derramada en la cruz (Cl 1,20).
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