Empezamos
el tiempo llamado de “Adviento”. Le seguirán otros: Navidad, Cuaresma y Pascua.
Todos ellos significan ciclos espirituales por los que pasamos las personas y
las comunidades. Nos configuran distintos periodos de tiempo que nos hacen
madurar espiritualmente y que nos ayudan cada año a profundizar en el propósito
de nuestra vida. ¿Cuál será la esencia del ciclo espiritual del Adviento?
Podemos apuntar una palabra: llegada.
El
Adviento es un tiempo de llegada de las cosas de Dios envueltas en
circunstancias personales, comunitarias, sociales que irán variando según los
lugares en donde nos encontremos. No es tanto un tiempo de clamar: ¡Ven Señor
Jesús! Jesús ya vino hace 2018 años. Es un tiempo de levantar la cabeza, los
ojos, el corazón, la vida, la comunidad al Reino de Dios, a un mundo nuevo que
está llegando cada día más y que un día llegará plenamente. El Evangelio de San
Lucas y su anexo (los “Hechos de los apóstoles”), la carta de San Pablo a los
Tesalonicenses (2ª lectura) nos ayudarán a ahondar en esa presencia del “retoño
legítimo de David que hará justicia y derecho en la tierra” que anunciaba
Jeremías (1ª Lectura) y nos darán fuerzas para lograr su plenitud.
Adviento
es un tiempo de pararnos y ver las señales (evangelio) del Reino que llega a
nivel del planeta tierra, a nivel de las relaciones sociales y también a nivel
personal. Es verdad que también se tambalearán las fuerzas del universo; es
decir algunas realidades que parecían tener consistencia hasta ahora (la paz,
la honradez, la esperanza, la convivencia, la solidaridad, el amor). Pero el
Adviento nos invita a ver en todo ello –señales y fracasos- motivos de camino,
de lucha, de indignación y de confianza porque hay salida. “Un tal Jesús”
(título del libro de los hermanos Vigil) vino un día no muy lejano a mostrarnos
el camino de la creación de un mundo nuevo y sigue ahí caminando a nuestro lado
alentándonos con su Espíritu.
DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
“El Mesías, nuestro rey esperado,
probablemente pase por similares experiencias, porque como enseñaron nuestros
Maestros, los sucesos de los antiguos sirven como señales para los nuevos. Así
que no esperemos terremotos, cometas cayendo, inundaciones, guerras nucleares,
estrellas en los cielos, invasión de platos voladores, camellos con reyes
desconocidos.
Esperemos que acontecimientos normales se transformen en
liberación. Esperemos a que lo normal y probable, tantas veces imposible de lograr,
como la paz, la armonía entre los diversos grupos humanos o el cuidado del
planeta, se haga posible”
Lectura del libro de Jeremías 33, 14-16
Llegarán
los días –oráculo del Señor– en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca
de la casa de Israel y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo,
haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el
derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará
segura. Y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.
Palabra
de Dios.
Salmo 24, 4-5a. 8-10. 14
R. A ti, Señor, elevo mi alma.
Muéstrame,
Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu
fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador. R.
El
Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él
guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres.
R.
Todos
los senderos del Señor son amor y fidelidad, para los que observan los
preceptos de su alianza. El Señor da su amistad a los que lo temen y les hace
conocer su alianza. R.
II LECTURA
Esperamos un encuentro definitivo. Sin saber
cuándo o cómo será, creemos que será definitivo. Nos preparamos para ese
encuentro. Y, ¿cómo lo hacemos? San Pablo nos ayuda a descubrirlo: a través del
amor mutuo y solidario.
Lectura de la primera carta del Apóstol san
Pablo a los cristianos de Tesalónica 3, 12—4, 2
Hermanos:
Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los
demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus
corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro
Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. Amén. Por lo
demás, hermanos, les rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan
conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para
agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos
todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor
Jesús.
Palabra
de Dios.
ALELUYA Sal 84, 8
Aleluya.
¡Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! Aleluya.
EVANGELIO
Ver al Señor que desciende es una hermosa
imagen. Consideramos que el Señor volverá del mismo modo que se elevó desde
este mundo. Por eso, repetimos imágenes maravillosas y que nos ayudan a ver que
el Señor nunca nos abandonará. En este tiempo de Adviento, que hoy empezamos,
esperamos no solamente la venida de Jesús hecho hombre y nacido de mujer, sino
también su retorno triunfante, glorioso, y resucitado.
✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21,
25-28. 34-36
Jesús
dijo a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y
la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la
expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de
gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza,
porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir
por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese
día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a
todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente,
para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros
ante el Hijo del hombre”.
Palabra
del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
En la
introducción se decía que el Adviento es el ciclo espiritual que nos invita a
ahondar en la llegada, o en la venida, del Reino de Dios. Los primeros
cristianos especialmente y también los de otras épocas y los de la época actual
en el Adviento ahondamos en la venida de Jesús y el Reino y promovemos su
venida definitiva. Es lo que los cristianos de la primera generación llamaban
preparar la “Parusía”. “Parusía” era en el lenguaje civil la “venida” o
“llegada” del emperador con pompa y boato. Pero “Parusía” era para los
seguidores de Jesús su llegada definitiva y la instauración en el mundo de un
nuevo orden, nada parecido al anterior, donde se diera de verdad el
cumplimiento de los derechos humanos. Donde “los jefes de las naciones no
dominen sobre ellas y los poderosos no hagan sentir su autoridad” (Mt.20,25-27)
La “llegada” a nivel personal
Siempre
ha estado ahí ese anhelo, esa mirada, esa pregunta por la llegada a cada
corazón. No siempre sabemos ponerle nombre, pero, tenemos sed de Jesús, de
justicia, de respuestas, sobre todo, de amor. De un amor radical, profundo,
incondicional y eterno. En este tiempo de Adviento se nos recuerda que Jesús y
su Reino están viniendo a nuestro corazón. En este tiempo de Adviento se nos
pide un toque de atención para no distraernos con anhelos que se agotan pronto,
con hambres que no nos satisfacen, con motivos que nos entretienen pero no nos
dan sentido. San Agustín llamaba a esta búsqueda “corazón inquieto”: “nos has
hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti”. En
Adviento vamos a dar alas a ese anhelo de absoluto que no puede resolverse en
el tiempo y el espacio pero que si puede mostrarse ya en pequeñas actitudes que
vamos a ir poniendo en nuestra vida.
La “llegada” del Reino a nivel global
También
hace un tiempo el Papa Francisco publicó su encíclica “Laudato si” sobre el
cuidado de la casa común que es nuestro mundo. En ella se pregunta cómo es
posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del
ambiente y en el sufrimiento de los excluidos. “El desafío urgente de proteger
nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en
la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas
pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su
proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee
la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer,
alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la
actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que
compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para
resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas
de los más pobres del mundo (Laudato si, nº 13). El ámbito de la miseria y de
la degradación del medio ambiente también es un espacio que requiere nuestra
reflexión y compromiso político y social alentado por las palabras del Papa
Francisco.
La “llegada” a nivel eclesial
Es
evidente que la llegada del Papa Francisco ha supuesto la entrada de un aire
fresco por las puertas y ventanas de la Iglesia.” Evangeli Gaudium” recogió su
programa. Hace falta que personas y comunidades recojamos su legado y allí
donde se desenvuelve nuestra vida cristiana cada día hagamos posible que estás
palabras tomen cuerpo. Hay ámbitos que deben crecer: la renovación de nuestras
celebraciones litúrgicas, la profundización en la palabra de Dios mediante la
“lectio divina”, la promoción de la mujer y del laicado en nuestras parroquias
y comunidades, la democratización de nuestras parroquias y comunidades, la
opción preferencial por los pobres, la creación de comunidades vivas. La
presencia de Jesús y su Reino se debe notar en estas cosas. Lo mismo que debe
notarse en nuestras “iglesias domesticas”. La familia ha de ser un espacio de
vivencia y educación en los valores de Jesús, poniendo un especial énfasis en
la igualdad de hombre y mujer, en la educación en la fe de los hijos, en la
apertura a las necesidades que nos rodean, y en el especial cuidado de los
mayores. El reciente Sínodo de la Familia nos dará pautas para acercarnos con
cariño a aquellas familias que necesiten una especial atención.
ESTUDIO BÍBLICO
Se acerca nuestra liberación
Iª Lectura: Jeremías (33,14-15): El Señor es
nuestra justicia
I.1.
Forma parte esta hermosa lectura de los oráculos de salvación del profeta,
oráculos que presentan al pueblo la restauración, oráculos de esperanza (cc.
30-33). Todos estos epígrafes encuentran su equivalencia en esos oráculos que
proponían la restauración del reino del Norte, Israel y también para Judá.
Quizá no responden a una etapa demasiado concreta de su vida de profeta
“quemado” por la palabra de Dios. Pero un profeta no sería verdadero si además
de anunciar el “juicio” no se atreviera también con la salvación y la
restauración. Jeremías, asimismo, tenía alma y sensibilidad para ello. Un
profeta perseguido como él siempre se atreve a ver más allá de lo que los demás
ven o experimentan. Es un oráculo que se repite en su obra como podemos cotejar
en Jr 23,5-6. El profeta juega con el nombre nuevo que ha de llevar el
descendiente de David: “Señor, justicia nuestra” (Yhwh sidquenû), de la misma
manera que Isaías 7,14 le pondrá, simbólicamente, al descendente de Acaz, “Dios
con nosotros” (Inmanûel), y ya sabemos la trascendencia que ese nombre ha
tenido para la teología mesiánica cristiana. Los nombres significan mucho en la
Biblia y si son simbólicos con más razón.
I.2. El
exhorto del profeta Jeremías reza así: el Señor es nuestra justicia. No es un
título, sino el proyecto y el compromiso del Dios de la Alianza, con Israel y
con todos los pueblos. Ese es el Dios que se encarna, el que hace justicia. Que
es más que dar a cada uno lo que le pertenece. Esa idea de justicia (sdq) es
algo pobre para el Dios de Jesucristo. Significa mucho más: Dios levanta al
oprimido; hace valer al que no vale, porque a Él todos los seres humanos le
importan como hijos; hace abajarse al que se ha levantado hasta las nubes sin
valer, apoyándose en un poder que no le pertenece. Ese proyecto y ese
compromiso divino, sin embargo, no se impone por la fuerza, como hacen los
poderosos de este mundo con sus estrategias, sino que se nos llama en el
Adviento a considerarlo como una espera y esperanza para convertirnos a El. Así
podemos precisar el primer paso del Adviento: la conversión al Dios de una
justicia prodigiosa. Y la conversión es mucho mas que hacer penitencia; es un
cambio de mentalidad, un cambio de rumbo en nuestra existencia, un cambio de
valores. Porque cuando se cambian los valores de nuestra vida, transformamos
nuestra forma de ser, de vivir y de actuar.
IIª Lectura: Iª Tesalonicenses (3,12-4,2): La
dedicación a lo divino
II.1.
Esta es una invocación de Pablo, urgido y urgiendo a la comunidad para
preparase a la pronta “venida del Señor”. Hoy día no cabe duda que Pablo pensó
ver este momento con sus ojos. Como la mayoría de los primeros cristianos
pensaba que la “parusía”, la presencia efectiva del Señor resucitado estaba a
punto de llegar. Después fue cambiando poco a poco esa mentalidad influida por
un perfil apocalíptico por una visión histórica más concorde con la realidad de
“transformar” el mundo y “transformarse” personalmente a imagen de Cristo, por
medio del amor y de la muerte. Eso es lo que se infiere del final de esta
invocación que habla de la “manifestación (parousía) de nuestro Señor
Jesucristo”. Después Pablo llegaría a la conclusión personal de que esa
experiencia de la manifestación había que vivirla personalmente en el momento
de la muerte (cf 2Cor 4,7-15; Flp 3,7-11).
II.2.
En todo caso ¿qué expone como punto práctico?: pues una disposición que hay que
tener para el día del encuentro del Señor (también expresado en lenguaje
apocalíptico): un amor más grande a todos los hombres, porque esa es la forma
de progresar en la santidad. Muchas veces nos preguntamos qué es ser santo.
Pues aquí encontramos una buena respuesta: es vivir amando siempre, cada vez
más, sin excepción, como Dios mismo hace. Por eso se le define a Él como el
Santo: porque no excluye a nadie de su amor. Sin duda que el Apóstol nos habla
de algo inconmensurable, utópico: ¡cuando amemos a todos los hombres! Así es la
respuesta, la conversión, al Dios de la justicia, al Dios de la encarnación, al
Dios de la Navidad, para lo que nos prepara el Adviento. ¿Cómo podemos, pues,
vivir dedicados a Dios? Amando a todos los hombres. Esa es la dedicación del
cristiano a lo divino.
Evangelio: Lucas (21,25-28.34-36): Se acerca
nuestra liberación
III.1.
Todos los años comenzamos el nuevo ciclo litúrgico con el Adviento, que es
presencia y es llegada. Es una presencia de siempre y constantemente renovada,
porque nos preparamos para celebrar el misterio del Dios que se encarna en la
grandeza de nuestra miseria humana. En el Primer Domingo de Adviento,
"Ciclo C" del año litúrgico, que estará apoyado fundamentalmente en
el evangelio de Lucas, se ofrece un mensaje lleno de fuerza, una llamada a la
esperanza, que es lo propio del Adviento: Levantad vuestras cabezas porque se
acerca vuestra liberación. Esa es la clave de la lectura evangélica del día. No
son los signos apocalípticos los que deben impresionar, sino el mensaje de lo
que se nos propone como oferta de parte de Dios. Los signos apocalípticos, en
este mundo, siempre han ocurrido y siempre estarán ocurriendo.
III.2.
Lucas también nos ha trasmitido el discurso apocalíptico en boca de Jesús (c.
21) a semejanza de lo que hace Mc 13. En Lucas comienza con una enseñanza que
contrasta con la actitud de algunos que están mirando y contemplando la
grandeza del templo (21,5ss). Los vv. 25-28 se centran en la famosa venida
(parousía) del Hijo del hombre que ha de arrancar de los cristianos, ¡no
pánico!, sino una actitud contraria: ¡levantar la cabeza, porque ese es el
momento de la liberación!. Digamos que esta última expresión es lo propia de
Lucas ante las palabras que le ha suministrado la tradición apocalíptica sobre
la llegada misteriosa del Hijo del hombre. Lucas es muy conciso sobre los
signos extraordinarios que acompañarán ese momento. Pero no puede sustraerse
totalmente a esos signos. Y especialmente significativo es en Lucas la actitud
que se ha de tener ante todo eso: vigilad (agrupneô) con la oración (v.36). Es
lo propio de Lucas: la vigilancia que pide es teológica, la que mantiene
abiertos los ojos del alma y de la vida. En la obra de Lucas, el talante de
oración es la clave de las grandes decisiones de Jesús y de la comunidad. Y
este momento que describe es clave en cada historia personal y de toda la
humanidad. En definitiva, la llamada a la “vigilancia en la oración” responde
muy bien a la visión cristológica del tercer evangelista: eso quiere decir que
la conducta del cristiano debe inspirarse más en la esperanza que en el temor.
No en vano Lucas se ha cuidado mucho de presentar a Jesús, en este caso sería
el mismo Hijo del hombre, más como salvador de todos que como juez de todos.
III.3.
A los hombres, continuamente se nos escapan muchas cosas por los "agujeros
negros" de nuestro universo personal, pero la esperanza humana y cristiana
no se puede escapar por ellos, porque eso se vive en la mismidad de ser humano.
Lo apocalíptico, mensaje a veces deprimente, tiene la identidad de la profunda
conmoción, pero no es más que la expresión de la situación desamparada del ser
humano. Y sólo hay un camino para no caer en ese desamparo inhumano: vigilar,
creer y esperar que del evangelio, del mensaje de Jesús, de su Dios y nuestro,
nos viene la salvación, la redención, la liberación. Por eso, en la liturgia
del Primer Domingo de Adviento se pide y se invoca a la libertad divina para
que salga al encuentro del impulso desvalido de nuestra impotencia. (Fray
Miguel de Burgos Núñez O.P.).
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