“Él los bautizará con Espíritu Santo y
fuego”
Falta una semana y un día para celebrar
la Navidad, la fiesta de la venida de Dios al mundo, para salvarnos, a través
de su Hijo Jesucristo.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
Si
en una ciudad, en este caso Jerusalén, o en una comunidad o familia, se vive la
presencia de Dios en la vida cotidiana, solo hay lugar para el regocijo y la
felicidad.
Lectura
de la profecía de Sofonías 3, 14-18a
¡Grita de alegría, hija de Sión!
¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El
Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus
enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún
mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus
manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Él
exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos
de alegría, como en los días de fiesta.
Palabra de Dios.
Salmo
Is 12, 2-6
R.
¡Aclamemos al Señor con alegría!
Este es el Dios de mi salvación: yo
tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue
mi salvación. R.
Ustedes sacarán agua con alegría de las
fuentes de la salvación. Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien
entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. R.
Canten al Señor porque ha hecho algo
grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante
de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.
II
LECTURA
Cuando
esperamos algo que nos hace bien, o que nos provoca algún tipo de felicidad,
estamos alegres por anticipado. Porque sabemos que lo que viene es bueno para
nosotros. La alegría se empieza a vivir aun antes de poseer el bien.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 4, 4-7
Hermanos: Alégrense siempre en el Señor.
Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos
los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada y, en cualquier
circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de
gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que
supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los
pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
ALELUYA Is 61, 1
Aleluya. El Espíritu del Señor está
sobre mí; él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres. Aleluya.
EVANGELIO
Quienes
se acercaban a Juan preguntaban qué debían hacer o cómo debían vivir después. A
cada uno de los que se acercaban con este planteo, Juan les daba una respuesta
de acuerdo a la actividad que cada uno desarrollaba. Porque no alcanza con el
gesto religioso, la piedad o un sacramento recibido. Se debe vivir (hacer) de
acuerdo a lo que se ha recibido y comprometerse con lo que se confiesa de acuerdo
a lo que cada uno pueda hacer en su medio, en su actividad.
Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 3, 2b-3. 10-18
Dios dirigió su palabra a Juan Bautista,
el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó a recorrer toda la
región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados. La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”. Él les
respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga
qué comer, haga otro tanto”. Algunos publicanos vinieron también a hacerse
bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Él les respondió:
“No exijan más de lo estipulado”. A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y
nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no
hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Como el pueblo estaba a la
expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la
palabra y les dijo a todos: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus
sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su
mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero
consumirá la paja en el fuego inextinguible”. Y por medio de muchas otras
exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Estad
siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres
Las lecturas de esta penúltima semana de
Adviento, como no nos debería extrañar, no se pueden entender sin una palabra
clave para su interpretación: la alegría. Las diferentes expresiones con la que
se explica, matiza y ajusta ese sentimiento son una constante en todas ellas:
alégrate, grita de gozo, regocíjate, disfruta, exulta, el Señor te ha
perdonado, no temerás mal alguno, Dios te renueva por su amor, gritad jubilosos,
confiaré y no temeré, alegrémonos siempre en el Señor, nada os preocupe..., y
es que en verdad "el Señor está cerca". Se nos exhorta a vivir la
alegría versus el temor y la preocupación.
Pero la alegría cristiana es la de un
Dios que no sólo está presente o vigente sino la de un Dios que se implica y se
alegra con la alegría de todas las personas. Un Dios que toma la iniciativa. La
alegría cristiana no es un estado de ánimo sino el reflejo de un Dios que se
acerca al hombre y de un hombre que sale al encuentro de Dios. Una alegría
cristiana que implica el contagio tanto mediante nuestra predicación como por
nuestra actuación justa, como recordará Juan a sus coetáneos. Si la única
manera de renovar el mundo es por el amor, como recuerda rotundamente el
profeta Sofonías y como en realidad nos enseña el misterio de la Encarnación,
la alegría es la medida del contagio de ese amor, de ese verdadero encuentro
entre Dios que busca al hombre y el hombre que busca a Dios.
Ser
justos, ser caritativos y ser empáticos
La enseñanza del Evangelio de este
domingo se puede dividir en dos partes. En la primera se nos habla de las
preguntas que tres tipologías de personajes muy diferentes (la gente que podría
entenderse como el pueblo fiel, unos judíos despreciables como los publicanos y
unos paganos como los soldados) hacen a Juan el Bautista. Estas preguntas son
las que nos iluminan sobre cómo llevar una vida recta y sabia para acoger al
Mesías que será el otro gran tema del Evangelio. Y es que la espera del Mesías
no es nunca una espera pasiva sino una esperanza activa; no es una simple
llegada sino una inestimable acogida. Juan puede parecer que a todas las
cuestiones responde con la misma ley: una calibrada justicia social. Pero en
realidad va mucho más allá. Se pone de relieve la necesidad de ser justos, de
ser caritativos y de ser empáticos. Tres virtudes que van más allá de la
siempre necesaria y por desgracia no alcanzada justicia social. En definitiva,
demostrar de forma activa la alegría cristiana de la que antes hemos hablado.
Con otras palabras, y esta vez remitiéndonos a las palabras del apóstol san
Pablo a los Filipenses, de demostrar y dar a conocer la mesura del cristiano a
todas las personas, la mesura de su templanza y sobriedad.
Los
expectantes: precursores de Cristo en el mundo
La segunda parte del Evangelio,
continuando con sus propias palabras y también con lo que en él se nos ha
narrado, nos recuerdan que todo el pueblo estaba expectante a las palabras de
Juan el Bautista. Toda la gente que le rodeaba estaba expectante y pendiente no
sólo de lo que decía sino de saber quién era, de su identidad, de su papel en
sus historias de salvación personal, como se refleja en los diálogos, y
colectiva, al plantearse si era él el Mesías o debían aguardar a otro.
Nosotros, si en estas fechas ya tan
cercanas a la consumación del misterio de la Encarnación no estamos expectantes
ni a las palabras ni a la identidad del que va a nacer quizás estemos perdiendo
el hilo de la situación, el hilo de la realidad cristiana. Esta semana es Juan
el Bautista el que nos recuerda que Jesús viene para salvar, para bautizar con
el fuego del Espíritu Santo y podríamos también decir que para incendiar
nuestro mundo. Para ser una hoguera que no se apaga y vivir la presencia de ese
Espíritu en nuestra vida y nuestra comunidad. ¿Estamos preparados para acogerlo
o sólo queremos cumplir con el expediente de las fiestas?, ¿estamos dispuestos
a hablar, retransmitir y buscar la alegría o sólo queremos finalizar un año
más?
En definitiva, ¿estamos dispuestos a ser
humildes como Juan sólo siendo grandes por ser los Precursores de Cristo en el
mundo?
ESTUDIO BÍBLICO.
El Señor está cerca. El Domingo de la
Alegría.
La liturgia del Tercer Domingo de
Adviento está sembrada de llamadas a la alegría. Por eso, en la tradición
litúrgica de la Iglesia se ha conocido éste como el Domingo de
"Gaudete!", según el mensaje de la carta a los Filipenses (4,4-5) que
introduce la celebración y, asimismo, es el texto de la segunda lectura del
día, diciéndonos que el Señor está cerca. Ya no solamente se nos invita a
prepararnos a la Navidad mediante un cambio de vida y de mentalidad; sino que
se nos invita a prepararnos con “alegría” porque el Salvador está cerca. La
liturgia es expresiva.
Este domingo Tercero de Adviento nos
envuelve en el proceso de las condiciones de la verdadera alegría. El Adviento
tiene mucha razón al proclamar este mensaje que es más necesario que nunca.
Bajemos de todos los pedestales y de todas las petulancias para reconocer el
valor de nuestros límites. En el fondo, es una cosa bien concreta: dejemos de
vivir por encima de nuestras posibilidades, porque así no es posible la
verdadera alegría.
I
Lectura: Sofonías (3,14-18): No tengas miedo a la paz ¡Jerusalén!
I.1. En la primera lectura del profeta
Sofonías, la llamada es tan ardiente y tan profética como en Pablo a su
comunidad. Es una llamada a Jerusalén, la ciudad de la paz, la hija de Sión,
porque si quiere ser verdaderamente ciudad de Dios y de paz, tiene que caracterizarse
frente a las otras ciudades del mundo como ciudad de alegría. ¿Quién rompe hoy
el corazón de Jerusalén? ¿La religión, el fanatismo, el fundamentalismo? Ya en
su tiempo, el del rey reformador Josías (640-609 a. C.), el profeta debe hablar
contra los que en tiempo de Manasés y Amón habían pervertido al “pueblo
humilde”. El profeta no solamente es el defensor, la voz de Dios, sino del
pueblo sin rostro y que no puede cambiar el rumbo que los poderosos imponen,
como ahora. Fue un tiempo prolongado de luchas, de sometimientos religiosos a
ídolos extraños y a los señores sin corazón. El profeta reivindica una Sión
nueva donde se pueda estar con Dios y no avergonzarse. Y lo que suceda en
Jerusalén puede ser en beneficio de todos: ¡como ahora!
I.2. ¡Qué lejos está ahora la ciudad de
esa realidad teológica! Hoy sería necesario que judíos, musulmanes y cristianos
dejaran clamar al profeta para escuchar su mensaje de paz. Es verdad que el
profeta ofrecía la única alternativa posible, ya entonces, y que es decisiva
ahora: sólo el Dios de unos y otros, que es el mismo, es quien puede hacer
posible que las tres religiones monoteístas alaben a un mismo Señor: el que nos
ofrece el don de la alegría en la fraternidad y en la esperanza. Porque
solamente podrá subsistir una ciudad, todos sus habitantes, si se dejan renovar
por el amor de su Dios, como pide el profeta a los israelitas de su tiempo. ¿Es
esto realizable? Pues hay que proponer que una religión que no proporciona
alegría, no es una verdadera religión. Más aún: una religión que no proponga la
paz, con todas sus renuncias, no es verdadera religión. ¡Jerusalén, no tengas
miedo a la paz!
II
Lectura: Filipenses (4,4-5): La terapia teológica de la alegría
II.1. El texto de la carta viene a ser
como una conclusión, casi proverbial en la tradición y religiosidad cristiana:
Así traduce la Vulgata: gaudete in Domino semper el “chairete en Kyríô pántote”
(alegraos siempre en el Señor). Incluso no sabemos si estos versos están en su
sitio, porque parece ser que Pablo escribe en distintos momentos algunas notas
a la comunidad de Filipos. Sea como fuere desde el punto de vista literario, lo
que el apóstol pide a su querida comunidad, sigue siendo decisivo para nosotros
los cristianos de hoy. Dos veces repite el “gaudete” ¿qué más se puede pedir?
Pero es verdad que hay alegrías y alegría. Pablo dice “en el Señor” y esto no
debe ser simplemente estético o psicológico. Bien es verdad que la terapia
humana de la alegría es muy beneficiosa. Pues con más razón la terapia religiosa
de que el Señor nos quiere alegres. Es una terapia teológica muy necesaria.
II.2. No podemos olvidar que ésta debe
ser la actitud cristiana, la alegría que se experimenta desde la esperanza, de
tal manera que de esa forma nunca se teme al Señor, sino que nos llenamos de
alegría, como recomienda San Pablo a su querida comunidad de Filipos. Nuestro
encuentro definitivo con el Señor, cuando sea, debe tener como identidad esa
alegría. Ya sabemos que la alegría es un signo de la paz verdadera, de un estado
de serenidad, de sosiego, de confianza. De ahí que nuestro encuentro con el
Señor no puede estar enmarcado en elementos apocalípticos, sino en la serenidad
y la confianza de la alegría de encontrarnos con Aquél que nos llama a ser lo
que no éramos y a vivir una felicidad que procede de su proyecto liberador. Es
decir, encontrarse con el Señor del Adviento debe ser una liberación en todos
los órdenes. Por tanto, el hombre, y más el hombre de hoy, debe tomarse en
serio la alegría, como se toma en serio a sí mismo. El hombre sin alegría no es
humano; y la persona que no es humana, no es persona.
Evangelio.
Lucas (3,10-18): La alegría del compartir
III.1. El evangelio es la continuación
del mensaje personal del Bautista que ha recogido la tradición sinóptica y se
plasma con matices diferentes entre Mateo y Lucas. Nuestro evangelio de hoy
prescinde de la parte más determinante del mensaje del Bautista histórico
(3,7-9), en coincidencia con Mateo, y se centra en el mensaje más humano de lo
que hay que hacer. Con toda razón, el texto de los vv. 10-18 no aparece en la
fuente Q de la que se han podido servir Mateo y Lucas. Se considera tradición
particular de Lucas con la que enriquece constantemente su evangelio. No quiere
decir que Lucas se lo haya inventado todo, pero en gran parte responde, como en
este caso, a su visión particular del Jesús de Nazaret y de su cristología.
III.2. Por tanto, podemos adelantar que
Lucas quiere humanizar, con razón, el mensaje apocalíptico del Bautista para
vivirlo más cristianamente. En realidad es el modo práctico de la vivencia del
seguimiento que Lucas propone a los suyos. Acuden al Bautista la multitud y nos
pone el ejemplo, paradigmático, de los publicanos y los soldados. Unos y otros,
absolutamente al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Lucas no ha
podido entender a Juan el Bautista fuera de este mensaje de la verdadera
salvación de Dios. Este cristianismo práctico, de desprendimiento, es una
constate en su obra.
III.3. Nos encontramos con la llamada a
la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no
menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio. El mensaje del Bautista, la
figura despertadora del Adviento, es bien concreto: el que tiene algo, que lo
comparta con el que no tiene; el que se dedica a los negocios, que no robe,
sino que ofrezca la posibilidad de que todos los que trabajan puedan tener lo
necesario para vivir en dignidad; el soldado, que no sea violento, ni reprima a
los demás. Estos ejemplos pueden multiplicarse y actualizarse a cada situación,
profesión o modo de vivir en la sociedad. Juan pide que se cambie el rumbo de
nuestra existencia en cosas bien determinantes, como pedimos y exigimos
nosotros a los responsables el bienestar de la sociedad. No es solamente un
mensaje moralizante y de honradez, que lo es; es, asimismo, una posibilidad de
contribuir a la verdadera paz, que trae la alegría. (Fray Miguel de Burgos
Núñez, O. P.).
No hay comentarios:
Publicar un comentario