“Dichosa tú que has creído…”
La liturgia de hoy procede teniendo a la
vista las celebraciones próximas de la Navidad. Y nos presenta un capítulo importante de la vida de la
Virgen cual es la Visitación de nuestra Señora. Misterio en verdad de alegría y
encuentro familiar que está a la altura de lo que son las fiestas navideñas. No
en vano es un misterio gozoso del rosario, pues así lo sintió la Virgen al
compartir el misterio de su gravedad con los familiares cercanos y queridos. Se
celebra la fiesta de la familia alegrándose del estado de gravidez. Fiesta de
convivencia, solidaridad, familiaridad y proximidad con los seres queridos. Tal
es la buena noticia de encontrarse en cinta, convivir con quien también ha sido
agraciada por Dios con un hijo; estado de esperanza se le llama en lenguaje
cotidiano, pues el anuncio de un nuevo ser sigue siendo en nuestro mundo una de
las alegrías más señaladas. Es una alegría que no se esconde sino que busca
compartirse, comunicarse, ir a contárselo a nuestros allegados, proclamarlo de
viva voz, pues no es una vergüenza que se pasa a escondidas y en solitario. El
anuncio de estado de esperanza de quien es la humanidad de Dios es motivo para
festejarlo con la madre.
La alegría crece en el huerto de la
comunión, del convivir y del hacer partícipes a nuestros seres queridos de todo
lo bueno que nos suceda. Por el contrario, la amargura, el rencor, la ansiedad,
la crispación y el resentimiento pertinaz son incompatibles con la salvación
que va a inaugurar el nuevo ser, que es antes que nada un sentimiento de paz.
La salvación es el regalo con que Dios se une al estado de gravidez de la
Virgen y ella hace partícipes a sus
seres queridos.
DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I
LECTURA
David,
antes de ser rey, había sido un niño pastor de la aldea de Belén. Por eso, esa
pequeña aldea evocaba la gran expectativa mesiánica. Desde la aldea más
humilde, llegaría el pastor pacífico, el que conduciría a todo el pueblo en
nombre de Dios.
Lectura
de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así habla el Señor: “Tú, Belén Efratá,
tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el que debe gobernar a
Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso, el
Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se
mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del
nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande
hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz!”.
Palabra de Dios.
Salmo
79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R.
Restáuranos, Señor del universo.
Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes
el trono sobre los querubines, resplandece, reafirma tu poder y ven a
salvarnos. R.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu
mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.
Que tu mano sostenga al que está a tu
derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.
II
Lectura
La
vida de Jesús, terrena y corporal, es ofrenda para el Padre. Él vivió en las
mismas condiciones que nosotros, débiles y limitadas, y así, desde su plena
humanidad, realizó su obra de amor. Su cuerpo es una oblación santa.
Lectura
de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Hermanos: Cristo, al entrar en el mundo,
dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un
cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios
expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo ?como está escrito de mí
en el libro de la Ley? para hacer tu voluntad”. Él comienza diciendo: “Tú no
has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los
sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley”. Y luego
añade: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”. Así declara abolido el
primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad
quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una
vez para siempre.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 1, 38
Aleluya. Yo soy la servidora del Señor;
que se haga en mí según tu Palabra. Aleluya.
EVANGELIO
“Precisamente porque el ángel habló del
embarazo de Isabel como parte del plan de Dios, el apresuramiento de María
indica su obediencia a ese plan. Isabel es la madre de un profeta, y después de
saludar a María por el enorme honor de ser la madre del Mesías, continúa ‘in
crescendo’: ¡Dichosa la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron
dichas de parte de Dios! Esto reitera la suprema importancia de escuchar la
Palabra de Dios y cumplirla”.
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45
María partió y fue sin demora a un
pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e
Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las
mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre
de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en
mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor”.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.
Saltó
de alegría en mi vientre
Es lo que oímos en la Palabra de Dios. Y
lo repite dos veces el evangelio de hoy. Las bendiciones de Dios no esperan a
tener un certificado de fe de vida, sino que empiezan desde que Dios nos ama y
eso acontece desde el principio de la existencia. La teología usará después
este argumento para defender la Inmaculada Concepción, antes de su nacimiento.
Así son las bendiciones que llenan de
alegría. Por dos veces se subraya el saltar de alegría en el vientre de la
madre. Se salta de alegría porque se posee los dones de Dios. Es la alegría de
reconocer al Salvador, igual que harán después los pastores o los Reyes Magos.
Y es la alegría de cuantos en el tiempo reconocen la mano de Dios sobre ellos y
agradecen profundamente ser deudores del bien inmenso de su salvación. Ser
destinatarios de la bendición de Dios desde la infancia, sentirse hermano de
quienes son bendecidos por Dios, poder comunicar y celebrar la solidaridad con
quienes Dios ha bendecido. Eso es una alegría inmensa, digna de una celebración
festiva. Hay que celebrarlo con regocijo. Por eso la Navidad es tiempo de
alegría, porque es regalo de Dios en este tiempo y ahora. Y no renunciar a esta
alegría porque hoy la haya acaparado una sociedad pagana, pretenciosa y plagada
de lacras mortales. Hay que alegrarse de los dones de Dios en la criatura más
impotente, como es la del niño en el vientre. Es un regalo depositado en el
vientre de María; si, en el vientre, no
en su corazón ni en su espíritu. Es el realismo de la encarnación de la persona
divina. El que será la salvación de las gentes en su nacimiento había sido ya
antes depositado en el vientre.
Por ello hay que compartir el gozo,
visitar la familia aunque esté “en la montaña” alejada, en “una casa” que no es
la propia y “saludando” a un pariente con el que no se convive. Hasta tanto
llega el gozo y reconocimiento de quien nos otorga el supremo bien de nuestra
salvación. Siendo alegres y haciendo participar de nuestra alegría.
No pueden participar de este sentimiento
de gozo quienes, en vez de participar en los sentimientos de gozo por el hijo
que llevan en sus entrañas y comparten con los demás, niegan la vida a ese ser
indefenso y convierten así lo que debiera ser un día de alegría y gozo en la
indigna destrucción de ese ser ya bendecido con una vida y roban al feto el regalo maravilloso de la vida.
Dichosa tú que has creído… porque se
cumplirá lo que te ha dicho el Señor
He aquí una nueva bienaventuranza, que
no está entre las recogidas en el evangelio por Mateo. Es la de los que prestan
su fe y asentimiento a los planes de Dios y sin indagar ulteriormente, que
aceptan todo lo que viene de Dios, los caminos que él nos traza continuamente
pero sin cuestionarlos ni menos pedirle cuentas; en el mundo hay muchos que han
perdido su fe por sentirse maltratados o preteridos por Dios. En cambio,
quienes aceptan los caminos del Señor y siguen amándole, esos son los que han
creído. Es en quienes se cumple la palabra de Dios, los que se suben al tren de
la salvación, los que se apuntan en la carrera de la vida aunque no sean
atletas. Fe es aceptar un regalo sin comprenderlo, callarse ante lo
desconocido; todo lo que nos sucede tiene el visto bueno de Dios. Si pedimos
explicación a Dios suponiendo que tiene que justificarse, no tenemos fe.
Por eso es la bienaventuranza de quienes
se someten a la voluntad de Dios, aceptan todo regalo que viene de Dios aunque
no entrara en sus previsiones humanas y celebran festivamente ese regalo con
sus personas queridas. De estos… es el
reino de Dios. Celebrar la Visitación de nuestra Señora es sumergirse en lo
auténtico de las fiestas navideñas. Es lo primero que hizo la humanidad de
Jesús al existir en el mundo: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad” (2ª
lectura).
ESTUDIO BÍBLICO.
El
silencio de María en la fe y la esperanza
I
Lectura: Miqueas (5,1-4): El misterio de lo pequeño
I.1. Las lecturas de este domingo
quieren magnificar todo esto que está llegando como lo más concreto de la
Navidad. El profeta Miqueas, contemporáneo del gran profeta Isaías, con
palabras menos brillantes que ese maestro, pero con intuición no menos radical,
presenta los tiempos salvíficos desde la humildad de Belén, donde había nacido
David. Por lo mismo, el Mesías debe
venir de otra manera a como se le esperaba. Su experiencia de la invasión
asiria y su escándalo de cómo siente y vive Jerusalén, la capital, le inspira
un mensaje que ha sido “adaptado” como oráculo mesiánico sobre Belén, el pueblo
donde nació el rey David.
I.2. Como sucede en muchos oráculos
proféticos no hay nitidez entre el presente inmediato y el futuro. Si miramos
el texto en profundidad podría inferir algunos aspectos interesantes y
teológicos: Del nuevo rey se destaca: 1) sus orígenes humildes, como humildes
fueron los orígenes de David, significados en la aldea de Belén; 2) su
continuidad con la dinastía davídica, que gobierna al pueblo "desde tiempo
inmemorial"; 3) será el final del tiempo actual de abandono y dispersión:
el pueblo entero, incluso el Reino del Norte destruido, será nuevamente reunido;
4) en él se manifestará la obra de Dios que, a través de este rey, velará por
su pueblo; 5) el objetivo es que el pueblo pueda vivir en paz, liberado de las
angustias que ahora sufre: por eso este rey tiene como nombre la misma paz.
I.3. Este oráculo del profeta Miqueas
sobre Belén de Éfrata es asumido en la tradición cristiana por el uso que hacen
de él claramente Mateo (2,5-6) y Juan (7,42), con una pregunta con la que se
quiere parafrasear una tradición judía. Se consigna la villa de Belén de Judá
como el lugar de nacimiento del Mesías esperado. Pero la verdad es que Jesús
nunca dio a entender que hubiera nacido en Belén de Judá y más bien parece
nacido en Nazaret (cf. Jn 1,45-46; 19,19). Por eso habría que pensar que, fuera
de este texto que la tradición cristiana valora en profundidad, el judaísmo
oficial pensaba más en Jerusalén, como “ciudad de David” que le pertenecía por
conquista. Luego, los cristianos, al aceptar a Jesús como Mesías, después de la
resurrección, vieron lógico que naciera en Belén. Pero, asimismo, quisieron ver
en el cumplimiento de este oráculo el sentido de lo pequeño y de lo
insignificante frente al poder de la capital, donde se decidió la muerte de
Jesús. Porque ése es, sin duda, el sentido que también tiene el texto del
profeta Miqueas.
II
Lectura: Hebreos (10,5-10): Una vida personal para unirnos a Dios
II.1. En la carta a los Hebreos
(10,5-10) aparece otro lenguaje distinto para hablar también de la encarnación
y de la disponibilidad del Hijo eterno de Dios para ser uno de nosotros, para
acompañarnos en ser hombres. Su vida es una ofrenda, no de sacrificios y
holocaustos, que no tienen sentido, sino de entrega a nosotros. El texto está
construido con el apoyo en el Salmo 40. El autor de la carta rechaza los
sacrificios (cuatro géneros de sacrificios) para mostrar su inoperancia: en
realidad todos los sacrificios de animales y ofrendas de cualquier tipo, y
presenta la vida de Cristo, el Sumo Sacerdote, como verdadero sacrificio:
porque es personal.
II.2. El autor considera que es un
oráculo de la venida y de la presencia de Cristo: “He aquí que vengo para hacer
tu voluntad”. La “encarnación”, pues, viene a sustituir los sacrificios
antiguos, porque “Alguien” ha venido de parte de Dios para personalizar
humanamente la voluntad de Dios. El culto ritual, pues, frente a la encarnación
es lo que el autor infiere de todo este contexto del Sal 40. De esa manera ya
desde su “venida”, desde su encarnación, desde su nacimiento, se muestra el
misterio de la ofrenda que va a la par con la conciencia más radical. Por eso,
en virtud de esta voluntad de Dios, la historia humana y religiosa no se
resuelve con la inoperancia de ofrendas sin alma y sin corazón. Dios tenía un
proyecto de estar con nosotros para siempre (de una vez por todas). El “cuerpo”
en este caso es la persona, su historia desde el primer momento hasta el final.
Evangelio:
Lucas (1,39-45): María: confianza absoluta en Dios
III.1. El evangelio de Lucas relata la
visita de María a Isabel; una escena maravillosa; la que es grande quiere
compartir con la madre del Bautista el gozo y la alegría de lo que Dios hace
por su pueblo. Vemos a María que no se queda en el fanal de la “anunciación” de
Nazaret y viene a las montañas de Judea. Es como una visita divina, (como si
Dios saliera de su templo humano) ya que podría llevar ya en su entrañas al que
es “grande, Hijo del Altísimo” y también Mesías porque recibirá el trono de
David. ¡Muchos títulos, sin duda! Es verdad que discuten los especialistas si
el relato permite hacer estas afirmaciones. Podría ser que todavía María no
estuviera embarazada y va a la ciudad desconocida de Judea para experimentar el
“signo” que se le ha dado de la anunciación de su pariente en su ancianidad.
Por eso es más extraño que María vaya a visitar a Isabel y que no sea al revés.
La escena no puede quedar solamente en una visita histórica a una ciudad de
Judá. Sin embargo, esa visita a su parienta Isabel se convierte en un elogio a
María, “la que ha creído” (he pisteúsasa). Gabriel no había hecho elogio alguno
a las palabras de María en la anunciación: “he aquí la esclava del Señor…”,
sino que se retira sin más en silencio. Entonces esta escena de la visitación
arranca el elogio para la creyente por parte de Isabel e incluso por parte del
niño que ella lleva, Juan el Bautista.
III.2. Vemos a María ensalzada por su
fe; porque ha creído el misterio escondido de Dios; porque está dispuesta a
prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan; porque puede traer
en su seno a Aquél que salvará a los hombres de sus pecados. Este
acontecimiento histórico y teológico es tan extraordinario para María como para
nosotros. Y tan necesario para unos y para otros como la misma esperanza que
ponemos en nuestras fuerzas. Eso es lo que se nos pide: que esa esperanza
humana la depositemos en Jesús. Pero es verdad que leído en profundidad este
relato tiene como centro a María, aunque sea por lo que Dios ha hecho en ella.
Dios puede hacer muchas cosas, pero los hombres pueden “pasar” de esas acciones
y presencias de Dios. El relato, sin embargo, quiere mostrarnos el ejemplo de
esta muchacha que con todo lo que se le ha pedido pone su confianza en Dios.
Por el término que usa Lucas en boca de Isabel “he pisteúsasa”, la que ha
creído, significa precisamente eso: una confianza absoluta en Dios. Si no es
así, la salvación de Dios puede pasar a nuestro lado sin darnos cuenta de ello.
María y Dios o Dios es María son la esencia de este relato. No es que carezca
de su dimensión cristológica, pero todavía no es el momento, para Lucas, de conceder
el protagonismo necesario a su hijo Jesús. Asimismo, el salto en el vientre de
Juan también es primeramente por la “confianza” de María en Dios. Eso es lo que
la hace, pues, la “hija de Sión” del profeta Sofonías.
III.3. Porque hoy también hay una
"hija de Sión" y una presencia de Dios en nuestro mundo: Es la
comunión de los servidores, de las personas audaces, de los profetas sin
nombre, de los que hacen la paz y de los que sufren por la justicia. Una hija o
comunidad que supera los límites de cualquier Iglesia determinada y configurada
como perfecta. Son como la prolongación de María de Nazaret ante la necesidad
que Dios tiene de los hombres para estar cercano a cada uno de nosotros. De ahí
que en el Cuarto Domingo de Adviento la liturgia expone el misterio de Dios a
nuestra devoción. Y debemos aprender, no a soportar el misterio, sino a amarlo,
porque ese misterio divino es la encarnación. Ello significa que la vida se
realiza en conexiones mayores de las que el hombre puede disponer y comprender.
La vida tiene cosas más profundas para que el hombre pueda gobernarlas,
comprenderlas o producirlas a su antojo. Y es que todo lo que nosotros creemos
que es lo último, en realidad es lo penúltimo; así nos sucede casi siempre. Y
por eso es tan necesaria la fe. De ahí que, con toda razón, este Domingo
propone como clave de vivencias la fe; fe en la encarnación, en que Dios
siempre esta a nuestro lado, en que debe existir un mundo mejor que este. Y esa
fe se nos propone en María de Nazaret, para que advirtamos que el hombre que
quiere ser como un dios, se perderá; pero quien acepte al Dios verdadero,
vivirá con El para siempre.
III.4. El Cuarto Domingo de Adviento es
la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del Adviento:
María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano,
accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María es el
símbolo de una alegría recóndita. En la anunciación, acontecimiento que el
evangelio de hoy presupone, encontramos la hora estelar de la historia de la
humanidad. Pero es una hora estelar que acontece en el misterio silencioso de
Nazaret, la ciudad que nunca había aparecido en toda la historia de Israel. Es
en ese momento cuando se conoce por primera vez que existe esa ciudad, y allí
hay una mujer llamada María, donde se llega Dios, de puntillas, para
encarnarse, para hacerse hombre como nosotros, para ser no solamente el Hijo
eterno del Padre, sino hijo de María y hermano de todos nosotros. (Fray Miguel
de Burgos Núñez, O. P.).
AYCE & CASINO - Jeopardy
ResponderEliminarRead this video to find 통영 출장샵 out the answers to the 동두천 출장마사지 last of Jeopardy's 광명 출장마사지 questions 진주 출장마사지 in this game. Learn how 동두천 출장마사지 to play it,