domingo, 28 de octubre de 2018

DOMINGO 30º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Maestro, que pueda ver”

Las lecturas de este domingo giran en torno a la salvación. Comenzamos escuchando un pequeño fragmento de los oráculos del profeta Jeremías. Es un mensaje para la porción del Pueblo de Israel que vive desterrada en el extranjero. Para ellos tiene palabras de consuelo y esperanza.

En el salmo 125 el salmista da gracias a Dios porque ha cambiado la suerte de su pueblo, el cual está contento y feliz por todo el bien que Él le ha hecho.

El autor de la carta a los Hebreos nos dice que Jesús, como sumo sacerdote, puede ejercer su labor de mediación salvadora ante el Padre porque Él mismo le ha llamado para ello.

Y en el Evangelio según san Marcos hemos escuchado el pasaje de la curación de Bartimeo, el ciego de Jericó, alguien a quien Jesús hace feliz curándole y, sobre todo, transformando totalmente la vida.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Una gran asamblea se reúne desde los confines de la tierra. Dios ha abierto y ha allanado el camino para que sea posible el encuentro. Todo se convierte de lejanía en cercanía, de tristeza en gozo. Así se renueva la vida cuando llega la salvación.

Lectura del libro de Jeremías 31, 7-9

Así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!”. Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí! Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.
Palabra de Dios.
Salmo 125, 1-6

R. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. R.

Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! R.

¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. R.

El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas. R.

II Lectura

Este párrafo describe claramente cuáles eran las funciones de un sacerdote judío en el templo de Jerusalén: interceder y ofrecer sacrificios. Por entonces, sólo podían ejercer esa profesión los descendientes de la familia de Aarón, porque los sacerdotes se casaban y el puesto pasaba de padres a hijos. Jesucristo, que no provenía de familia sacerdotal, fue el sacerdote que intercedió por nosotros ante Dios con su vida y su muerte. Esa fue su mayor ofrenda de amor.
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6

Hermanos: Todo Sumo Sacerdote del culto antiguo es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de Aquel que le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”. Como también dice en otro lugar: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Cf. 2Tim 1, 10

Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús estaba en camino. Y Bartimeo estaba al costado del camino, ciego y solo. Sin embargo, Bartimeo llegó a percibir que por allí estaba pasando la salvación, y por eso gritó. Todo en él brota como vida nueva: salta, tira el manto y se acerca. Y se convirtió también él en caminante, tras las huellas de Jesús.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52

Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Cuando en los Evangelios se da el nombre de un personaje al que Jesús hace el bien, es porque, con mucha probabilidad, esa persona pasó a formar parte de una comunidad cristiana. Por eso el evangelista conoce su nombre. Hay un conocido personaje de Jericó que se convirtió en discípulo de Jesús: el publicano Zaqueo (cf. Lc 19,1-10). Él se subió a un árbol para poder contemplar a Jesús. Y Éste le vio, fue a comer a su casa y le salvó de su vida de pecado.

Pues bien, el pasaje de hoy nos habla de otra conversión que tuvo lugar en Jericó. Es la del ciego Bartimeo, quien, como Zaqueo, también quería conocer a Jesús. Pero, en este caso, no se subió a un árbol, sino que se puso a vocear con todas sus fuerzas para llamar la atención. Y lo consiguió: Jesús, que estaba saliendo de la ciudad, se paró y pidió a sus discípulos que le trajeran a esta persona. Efectivamente, era tal el griterío de Bartimeo, que Jesús se dio cuenta de que estaba realmente interesado por verle, más aún, que estaba desesperado. Por eso le llamó.

Y entonces Bartimeo hace una cosa muy importante: «soltó el manto», que, probablemente, era casi lo único que poseía. Es decir, no tuvo reparos en quedarse sin nada para poder ver a Jesús. Y Él también se dio cuenta de eso. Jesús vio que Bartimeo fue capaz de desprenderse de todo con tal de verle. Tanto sus desesperadas voces como su desprendimiento radical hicieron ver a Jesús que ese pobre ciego creía en Él muy firmemente: Bartimeo no quería verle por mero capricho o buscando simplemente su curación. Jesús sabía que él buscaba algo mucho más importante, algo que sólo Dios le podía dar.

Por eso dice Jesús a sus discípulos: «llamadlo». No dice: «traedlo» o «buscadlo». El término «llamar» tiene un significado muy concreto en los Evangelios: Jesús nos llama a ser discípulos suyos, nos llama a formar parte de su Iglesia. Jesús no quiere limitarse a curar la ceguera de Bartimeo, quiere sacarle de su vida sin sentido para introducirle en un mundo nuevo: el Reino de Dios.

Y cuando llevan a Bartimeo ante Jesús, Éste le hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?». Parece una obviedad: ¿qué otra cosa va a querer si no que le cure? Pero hay que tener en cuenta algo: la ceguera era una enfermedad maldita en aquella sociedad, porque pensaban que los ciegos habían sido castigados por Dios. Por eso, reconocer públicamente que uno es ciego, es reconocer que es un notorio pecador. Y es ahí a donde Jesús quería ir. Curarle la ceguera a Bartimeo no era más que una excusa para darle lo que realmente deseaba: la salvación. Entonces, Bartimeo, humildemente reconoce que está ciego y le dice: «Maestro, que pueda ver».

Jesús conocía la fe Bartimeo, pues había visto la desesperación con la que le llamó a gritos, le decisión con la que dejó su manto tirado en el suelo, la docilidad con la siguió a sus discípulos y la humildad con la que reconoció públicamente su ceguera. Por eso le dice: «Anda, tu fe te ha curado». La vida de Bartimeo había quedado paralizada no sólo por su ceguera, sino sobre todo por su conciencia de pecado. Bartimeo pensaba que había sido maldecido por Dios, y no había nada peor que le pudiera pasar a un judío. Por eso Jesús le dice: «anda», es decir, «vuelve a caminar normalmente en la vida, eres una persona querida por Dios».

Y acaba este pasaje diciendo: «Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino». En efecto, Bartimeo se convirtió en discípulo de Jesús y, más tarde, pasó a ser un conocido cristiano, pues su historia de conversión corrió de boca en boca por las primeras comunidades cristianas, llegando a oídos de los evangelistas, los cuales, inspirados por el Espíritu Santo, la incluyeron en los textos evangélicos. 

Este pasaje nos deja varias interrogantes importantes para que recapacitemos y hagamos un examen de nuestra fe: ¿buscamos nosotros a Jesús con el ansia de este pobre ciego?, ¿somos capaces de dejarlo todo por ir al encuentro de Jesús?, ¿nos sentimos realmente llamados por Él? Y, lo más significativo de este pasaje: si Jesús nos preguntase qué queremos que haga por nosotros, ¿qué le diríamos? Bartimeo tenía muy claro qué era lo que más necesitaba. ¿Somos conscientes de lo que realmente necesitamos para salvarnos?

Hermanos, este pasaje toca lo más hondo de nuestra persona. Todos, de algún modo, estamos «ciegos». En todos nosotros hay algo que nos impide estar a bien con Dios. Todos necesitamos que Jesús nos ayude a convertirnos interiormente, es decir, a madurar espiritualmente. Pidámosle el valor y la humildad necesarios para decirle: «Maestro, que pueda ver».


ESTUDIO BÍBLICO.

¡Maestro, que pueda ver!

El milagro de la fe

I Lectura: Jeremías (31,7-9): En las manos de Dios, que es Padre

I.1. Esta lectura, de profeta Jeremías, nos ofrece un mensaje de salvación que es digno de resaltar, ya que a este profeta le tocó vivir la tragedia más grande de su pueblo: el destierro de Babilonia. El destierro y su vuelta es semejante al éxodo. El destierro ha marcado a Israel casi como el éxodo. En realidad estos veros que hoy leemos no los podríamos clasificar de fáciles. Se habla ¿a Israel o a Judá? ¿Son de Jeremías o de sus discípulos? La vuelta se describe no solamente como posesión de la tierra, sino también como nueve hermanamiento de los del norte y los del sur, de Israel y Judá. Es un retorno idílico, utópico que solamente está en las manos de Dios. Para un profeta verdadero toda la historia está en las manos de Dios y el pueblo debe estar abierto a las mejores sorpresas.

I.2. Jeremías fue un profeta crítico, radical, pero en este caso saca de su corazón la mejor inspiración para poner de manifiesto que de un «resto», de lo que es insignificante, puede resurgir la esperanza, e incluso el antiguo pueblo del norte, Israel, volverá a unirse al del sur, Judá, para juntos emprender un marcha hacia la fuente de agua viva, que es Dios. Desde los cuatro puntos cardinales afluirán hacia una gran asamblea (que no se dice dónde), en la que caben ciegos, cojos, mujeres encinta; es decir, todos están llamados a la esperanza. ¿Por qué? La razón de este oráculo la encontramos al final: porque Dios es un Padre. Esta será también la teología de Jesús. Dios está cerca de los suyos como un padre, algo a lo que no se había atrevido la teología oficial judía. Y la verdad es que mientras no experimentemos a Dios como un padre y como una madre, no entenderemos que creer en Dios tiene sentido eterno.

II Lectura: Hebreos (5,1-6): Solidaridad sacerdotal de Jesús

II.1. La carta a los Hebreos sigue ofreciéndonos la teología de Jesucristo como sumo sacerdote, que es uno de los temas claves de esta carta. Como sacerdote debe ser sacado de entre los hombres. No comienza siendo sacerdote “desde el cielo”, sino desde la tierra, desde lo humano. Y además, este sacerdote “humano”, para introducirnos en lo “divino”, no ofrece cosas extrañas o externas a él, sino su propia vida como “expiación” porque se siente compasivo con sus hermanos y los pecados del pueblo. Es un lenguaje sacrificial, imprescindible para aquella mentalidad, pero que va más allá de lo puramente sacrificial o ritual. En su vida sacerdotal, Jesús, no necesito más que su propia vida para ofrecerla a Dios. Esta es la verdadera solidaridad con sus hermanos los hombres.

II.2. En la lectura de hoy, pues, se resalta especialmente que este sacerdote está «entre los hombres», no está alejado de nosotros. Y aquí es donde Jesús es único, porque sabemos que entre los hombres se viven las miserias de pecado. Y está ahí, justamente, para intervenir en favor nuestro, nunca estará contra nosotros. Está ahí para disculparnos, para explicar nuestras debilidades, para defendernos contra toda arrogancia. Estando entre nosotros, percibe mejor que nadie que muchas veces nos equivocamos por ignorancia o por debilidad. Esta tarea de Cristo como Sumo Sacerdote viene a poner de manifiesto que no era así en las instituciones del pueblo judío y que los sacerdotes hicieron todo más difícil para el pueblo alejándose de él. Sabemos que los sacrificios son signos y símbolos de lo que se busca y de lo que se tiene en el corazón, y es ello lo que Jesús (que recibe esta misión de Dios) realiza ante Dios por nosotros.

III. Evangelio: Marcos (10,46-52): El seguimiento y la fe de un ciego

III.1. En el evangelio de hoy, Marcos nos relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Se sitúa en Jericó, la ciudad desde la que se subía a la ciudad santa en el peregrinar de los que venían desde Galilea. Jesús se encuentra al borde del camino a un ciego. Por razones que se explican, incluso ecológicamente, los ciegos abundaban en aquella zona. Está al borde del camino, marginado de la sociedad, como correspondía a todos los que padecían alguna tara física. Pero su ceguera representa, a la vez, una ceguera más profunda que afectaba a muchos de los que estaban e iban tras Jesús porque realizaba cosas extraordinarias. El camino de Jesús hasta Jerusalén es muy importante en todos los evangelios (más en Lucas). En ese camino encontrará mucho gente. Los ciegos no tienen camino, sino que están fuera de él. Jesús, pues, le ofrecerá esa alternativa: un camino, una salida, un cambio de situación social y espiritual.

III.2. El gesto del ciego que abandona su manto y su bastón, donde se apoyaba hasta entonces su vida, contrasta con la fuerza que le impulsa a “ir a Jesús” que le llama. ¿Por qué le “llamó” Jesús y no se acerca él hasta el ciego? La misma gente vuelve a repetirle: él te llama. Las palabras y los gestos simbólicos de la narración hay que valorarlos en su justa medida. Diríamos que hoy en el texto son más importantes de lo que parece a primera vista. Jesús “le llama”. La llamada de Jesús, al que el ciego interpela como “hijo de David” tiene mucho trasfondo. Jesús ha llamado a seguirle a varias personas; ahora “llama” a un ciego para que se acerque. No le llama aparentemente para seguirle, sino para curarle, pero la curación verdadera será el “seguirle” camino de Jerusalén, en una actitud distinta de los mismos discípulos que habían discutido por el camino “quién es el mayor”. El ciego no estará preocupado por ello. De ahí que la escena del ciego Bartimeo en este momento, antes de subir a Jerusalén, donde se juega su vida, es muy significativa.

III.3. La insistencia del ciego en llamar a Jesús muestra que lo necesita de verdad y lo quiere seguir desde una profundidad que no es normal entre la multitud. Jesús le pide que se acerque, le toca, lo trata con benevolencia; entonces su ceguera se enciende a un mundo de fe y de esperanza. Después no se queda al margen, ni se marcha a Jericó, ni se encierra en su alegría de haber recuperado la vista, sino que se decide a seguir a Jesús; esto es lo decisivo del relato. En el evangelio de Marcos el camino que le lleva a Jerusalén le conducirá necesariamente hasta la muerte. La vista recuperada le hace ver un Dios nuevo, capaz de iluminar su corazón y seguir a Jesús hasta donde sea necesario. Vemos, pues, que un relato de milagro no queda solamente en eso, sino que se convierte en una narración que nos introduce en el momento más importante de la vida de Jesús: su pasión y muerte en Jerusalén. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



domingo, 21 de octubre de 2018

DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El que quiera ser grande, sea vuestro servidor”

Aunque este imponderable regalo salió bueno de las manos de Dios, de hecho, la Creación entera se ve sometida al sufrimiento, manifestado, entre otros modos, por medio de un gemido intenso, que percibía con lucidez san Pablo (Rm 8, 22). Una diversidad de dolor aflige especialmente a los animados y, señaladamente, a los humanos. El Mesías que presenta hoy el profeta Isaías está todo él embebido en el sufrimiento, aquejado por «fatigas del alma» y dañado por las más variadas dolencias. Pleno de dolor y, sin embargo, lo asume y acepta libremente (Is 53, 4).

Inmerso ya el «Deseado de las naciones» en la historia de la humanidad, declara a Santiago y Juan su soberana disponibilidad para «beber el cáliz» (Mc 10, 35). Previamente, había expresado ya a todos los apóstoles el alcance de tal imagen: «El Hijo del hombre será entregado… lo condenarán a muerte y entregarán a los gentiles» (Mc 10, 33).

La Creación, los individuos, el Mesías ya encarnado, sus seguidores… ¡Todos aquejados por los padecimientos! ¿Qué sentido tiene? ¿Existe una vía de salida para este misterio, también en el momento actual?

Hoy la Palabra de Dios invita y sostiene en un empeño orientado a encontrar respuestas para semejantes interrogantes. La fe sigue acompañando, para que pueda sobrepasarse lo puramente razonable.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Estos versículos forman parte de uno de los cuatro “Cánticos del Servidor de Yavé” que se encuentran en el libro del profeta Isaías. El servidor acepta dar sentido a su sufrimiento y convertirlo en ofrenda. De este sufrimiento, Dios es capaz de hacer surgir vida y exaltación.

Lectura del libro de Isaías 53, 10-11

El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 4-5. 18-20. 22

R. Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.

La palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

“La carta presenta la solidaridad de Cristo con los hombres. Ningún ser humano puede sentirse oprimido por una situación dolorosa sin encontrar al mismo tiempo a Cristo a su lado. Lejos de abrir un foso entre Cristo y nosotros, nuestras pruebas y debilidades se han convertido en el lugar privilegiado de nuestro encuentro con él, y no solamente con él, sino con Dios mismo, gracias a Cristo”.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16

Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Mc 10, 45

Aleluya. El Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud. Aleluya.

EVANGELIO

Los discípulos de Jesús estamos embotados por los criterios de éxito de este mundo. Por eso queremos privilegios que nos aseguren un lugar destacado. Jesús, el servidor sufriente, nos instruye sobre el único modo de ser parte del Reino de Dios: sirviendo, dando vida y aceptando el sufrimiento que este servicio lleva implícito.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 35-45

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”. Ellos le dijeron: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?”. “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó: “Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El enigma del dolor, con todas sus aristas bien penosas, no se encuentra de tal modo sellado, que resulte imposible adentrarse en él, para encontrarle un sentido. Lo aclaran los textos del presente domingo, a partir ya del anuncio mesiánico que ofrece Isaías en la primera lectura (Is 53, 1-11). Es verdad que la oferta plena se halla en la consideración del comportamiento y palabras de Jesús.

En el breve fragmento del profeta se advierte que la aflicción —que carga sobre la humanidad del Mesías— no tiene la última palabra, ni será capaz de cerrar el curso de la historia o acabar con la estirpe humana. No deshará tampoco los planes de Dios. El horizonte, lejos de cerrarse inexorablemente, se amplía. El Redentor, todavía prometido, se presenta con plena voluntad para entregarse a sí mismo en expiación y así remover lo que es causa y raíz de los desajustes. La reparación por el pecado no podrá realizarla sino el Mesías ya encarnado, plenamente Dios y plenamente hombre, «entero en lo suyo y entero en lo nuestro», como escribía san León Magno hacia mediados del siglo V. La expiación nunca pudo hacerse, sino por Cristo, el Cordero que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29), como lo manifiesta con fuerza santo Tomás (Suma de Teología I-II, q. 103, a. 2, c). Es el siervo anunciado que justificara a muchos cargando con sus culpas.

La presencia de Jesús en la historia, confirma lo anunciado también por el Salmo responsorial (Sal 33, 5, 18-23). Se pone de parte de la justicia y el derecho, revela el amor de Dios del que está llena la tierra, se muestra totalmente volcado hacia los que esperan en él. Sostiene en lo penoso de la vida y salva de la muerte. Es socorro y escudo para quien pone en él la esperanza.

Los apóstoles fueron conscientes de sus límites y, a la par, del poder, grandeza y gloria que asistía a Jesús. Algo que se necesita siempre para enfilar la senda de la salvación. Lo encuentran indefectiblemente de cara, atento, sensible y comprensivo a sus súplicas. También optimista, con relación a las posibilidades de aquellos discípulos (Mc 10, 35-45).

La llave o clave para franquear lo «racionalmente inexplicable» está en el amor, un amor autenticado y acrisolado en el servicio y, desde él, en la disponibilidad para dar a manos llenas, a entregar y entregarse, no de cualquier modo, sino en rescate «por muchos», es decir, por todos. Es lo que dice y hace Jesús. Su rescate, que conduce hacia la libertad del servicio, da mucho más de lo que se había perdido o malogrado. Él actúa la llave con la que penetra en los cielos, pero la deposita sobre las manos que están firmes en la fe, aun afectadas por la flaqueza, que, sin duda, él mismo experimentaba, «exactamente igual que nosotros» (Hb 4, 14-16).

El panorama, a simple vista, no se presenta como un campo inevitablemente florido. Más aun, basta el azote del viento para que las flores ya no existan (Sal 102, 15). Pero no se marchita nunca la flor de los campos, ni el lirio de los valles (Cant 2, 1, Vulgata). Es Cristo quien anima a toda la humanidad con las palabras que hoy se proclaman: «Acerquémonos, confiadamente, al trono de gracia a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una vida oportuna» (Hb 4, 16).

Es este, puede asegurarse, el mensaje del DOMUND que hoy se celebra y que invita a la gratitud y al incremento de un servicio infatigable y sin fronteras al Evangelio. Un gran medievalista participaba en sus clases una convicción a la que había llegado, tras muchos años dedicado al estudio de la historia: «La Iglesia —decía— está Viva, cuando es Misionera. Pierde Vitalidad y Enferma, cuando se Repliega hacia dentro de sí misma» (Friedrich Kempf).

ESTUDIO BÍBLICO.

La grandeza del Dios que sirve a los hombres

I Lectura: Isaías (53,10-11): Un Mesías que ha de sufrir

I.1. La primera lectura corresponde a un texto que se conoce actualmente como Trito-Isaías, un discípulo lejano, quizá después del destierro de Babilonia (s. VI) del gran maestro del s. VIII, que ha dado nombre al libro. Pero además, este es uno de los textos más claros en los que se pone de manifiesto el valor redentor del sufrimiento (forma un conjunto con Is 52,13-53,12), de tal manera que es la Iglesia primitiva, después de lo que sucedió con la muerte y resurrección de Jesús, quien se atrevió a desafiar a la teología oficial del judaísmo y hablar de un Mesías que podía sufrir para salvar a su pueblo.

I.2. Esto era lo que no admitía el judaísmo y lo que encontró la Iglesia primitiva como la identidad de su Mesías salvador. ¿Cómo podía ser eso que el Mesías no participara de los sufrimientos del pueblo? Un Mesías que viniera a pasearse en medio del pueblo sin experimentar sus llantos no sería un verdadero liberador. Si Dios sufre con su pueblo, también debía sufrir su enviado.

II Lectura: Hebreos (4,14-16): La misericordia sacerdotal de Jesús

II.1. La segunda lectura continúa con la carta a los Hebreos en la que se nos muestra el papel del Hijo de Dios como Sumo Sacerdote. El autor quiere marcar las diferencias con el sumo sacerdote de esta tierra, que tenía el privilegio de entrar en el “Sancta Sanctorum” del templo de Jerusalén. Pero allí no había nada, estaba vacío. Por ello, se necesitaba un Sumo Sacerdote que pudiera introducirnos en el mismo seno del amor y la misericordia de Dios que está en todas partes, cerca de los que le buscan y le necesitan. Para ser sacerdote no basta estar muy cerca de Dios, sino también muy cerca de los hombres y de sus miserias. Es eso lo que se muestra en este momento en el texto de la carta a los hebreos en que se comienza una sección sobre la humanidad del Sumo Sacerdote.

II.2. Este Sumo Sacerdote, aprendió en la debilidad, como nosotros, aunque nunca se apartó del camino recto y verdadero: ¡nunca pecó!. Es uno de los pasajes más bellos en esta teología que el autor de la carta hace sobre el sacerdocio de Jesús. Esto da una confianza en el Dios al que El nos lleva, que supera la rigidez de un sacerdocio ritualista o simplemente formal. El sacerdocio de Jesús se amasa en la debilidad de nuestra existencia para conducirnos al Dios vivo y verdadero, al que no le importan los sacrificios rituales, sino el corazón del hombre. Si bien el título de Sumo Sacerdote no es muy halagüeño y se usa poco en el NT, debemos reconocer que estos versos de la carta a los Hebreos logran una teología nueva del verdadero sacerdocio de Jesús: es sumo sacerdote, porque es misericordioso.

Evangelio: Marcos (10,35-45): La propuesta de la gloria “sin poder”

III.1. El evangelio nos ofrece una escena llena de paradojas, en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén. Ha precedido a todo esto el tercer anuncio de la pasión (Mc 10,33). La intervención de los hijos del Zebedeo no estaría en sintonía con ese anuncio de la pasión. Es, pues, muy intencionado el redactor de Marcos al mostrar que el diálogo con los hijos del Zebedeo necesitaba poner un tercer anuncio. El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.

III.2. Pensaban los discípulos que iban a conseguir la grandeza y el poder, como le piden los hijos del Zebedeo: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento y lo que haga falta. Es verdad que en el AT la “copa” también puede ser una participación en la alegría (cf Jr 25,15; 49,12; Sal 75,9; Is 51,17). Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos (fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda), como ignominia que confunde su causa con los intereses de este mundo. Esta es una lección inolvidable que pone de manifiesto que seguir a Jesús es una tarea incomensurable.

III.3. Es verdad que los discípulos podrán rehacer su vida, cambiar de mentalidad para anunciar el evangelio, pero hasta ese momento, Jesús camina hacia Jerusalén con las ideas lúcidas del profeta que sabe que su causa pude ser confundida por los que le rodean y por los que se han convertido en contrarios a su mensaje del Reino. Los grandes tienen una patología clara: dominan, esclavizan, no dejan que madure nadie en la esencia ética y humana. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa, aunque sea pasando por la cruz. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por lo poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad. Es eso lo que encarna Jesús, el profeta de Nazaret.

III.4. Llama la atención el v. 45, “el dicho” sobre el rescate (lytron) por todos. Este dicho puede estar inspirado en Is 53,12. No se trata propiamente de sacrificio ni de expiación, porque Dios no necesita que alguien pague por los otros. No es propiamente hablando una idea de sustitución, aunque algunos insisten demasiado en ello. Es, en definitiva, una idea de solidaridad con la humanidad que no sabe encontrar a Dios. Y para ello Él debe pasar por la muerte. No porque Dios lo quiera, sino porque los poderosos de este mundo no le han permitido hacer las cosas según la voluntad de Dios. Pensar que Jesús venía a sufrir o quería sufrir sería una concepción del cristianismo fuera del ámbito y las claves de la misericordia divina. El Hijo del Hombre debe creer en el ser humano y vivir en solidaridad con él. El Cur Deus homo? (por qué Dios se hizo hombre) de Anselmo de Canterbury, debería haberse inspirado mejor en esta idea de la solidaridad divina con la humanidad que en la visión “jurídica” de una deuda y un pago, que sería imposible. Dios no cobra rescates con la vida de su Hijo, sino que lo ofrece como don gratuito de su amor. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).








domingo, 14 de octubre de 2018

DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Es imposible para los hombres, no para Dios”

La sabiduría era el objetivo del hombre griego, sabio era el que se podía llamar santo en el judaísmo. Pero estos libros sapienciales como el de “Sabiduría” al que pertenece la primera lectura, están escrito bajo la influencia del pensamiento griego. Entienden al sabio, como el buen judío. La sabiduría es lo más valioso. En la segunda lectura la sabiduría en dejarse penetrar de la Palabra de Dios. Ella consigue lo que lo propio de la Sabiduría, discernir con prudencia y ubicarnos bien en la vida, darle sentido. El joven del texto evangélico se manifiesta más elemental a la hora de organizar su vida, lo importante era cumplir los mandamientos.


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El que proclama estas palabras, reconoce que la sabiduría “le ha venido”. No se trata de la inteligencia que busca conocimientos, sino de la virtud que Dios regala para conocerlo a él y su misterio de amor. Pidamos que esta sabiduría también venga a nosotros.

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-11

Oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.
Palabra de Dios.
Salmo 89, 12-17

R. Señor, sácianos con tu amor.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Alégranos por los días en que nos afligiste, por los años en que soportamos la desgracia. R.

Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

II LECTURA

Dejemos que la Palabra penetre realmente hasta lo más profundo de nosotros para que separe no solo los órganos, sino también aquello que tiene que cambiar y transformar desde nuestro interior.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13

Hermanos: La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de Aquel a quien debemos rendir cuentas.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Mt 5, 3

Aleluya. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

EVANGELIO

La riqueza es, sin dudas, una gran atracción. Suele darnos seguridades, prestigio y poder. Tener todo eso puede hacernos olvidar de la necesidad de Dios, de nuestra fragilidad y pobre humanidad. Asimismo, puede hacernos dejar de lado a nuestros hermanos y buscar únicamente nuestro bien. ¿Se puede evitar esto? La respuesta de parte de Jesús es terminante: sí, pero no por los méritos humanos, porque “para los hombres es imposible, pero no para Dios”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-30

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”. Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Ser modesto

Siempre me ha parecido que este joven era un tanto pretencioso. Se creía demasiado bueno. Dice que “desde pequeño” había cumplido todos los mandamientos. ¿Quién se atreve a decir esto? No digo que el joven hubiera matado o cometido adulterio, es posible que, a pesar de que tenía mucho dinero, nunca hubiera estafado a nadie. Podemos creer que honraba a su padre y a su madre, que hacía por ellos todo lo que estaba en sus manos, algo que no es tan fácil porque siempre se puede hacer más. ¿Nunca mentiría, por ejemplo? ¿Nunca se le escaparía un comentario negativo sobre alguien, ni siquiera contra sus competidores comerciales? Cumplir todos los mandamientos y cumplirlos perfectamente rebasa la capacidad humana. El pecado siempre está presente. Por eso Jesús le dice “no hay nadie bueno más que Dios”. Para querer seguir a Jesús hay que acercarse a él como pecador, no como santo.

Saber discernir y saber elegir

Pronto quedó claro que lo más importante para él no era seguir a Jesús. Quería seguirlo, pero llevando consigo sus riquezas, es decir, sin cambiar de vida. Y no eran las pobres redes, ni vieja barca lo que tenía que abandonar, como les sucedió a los apóstoles, sino fuertes riquezas. Y, ya sabemos, las riquezas atan. Cuando se es muy rico fácilmente se puede ser muy esclavo de esas riquezas. Los bienes materiales nos permiten cierta autonomía, cierta libertad, impiden que seamos esclavos de las necesidades más perentorias; pero cuando ocupan la preocupación fundamental de la vida, que es lo que le pasaba a este joven, acaban esclavizando.

Buscar lo eterno. ¿Qué es lo eterno?

El joven se encuentra en una profunda contradicción: quiere “heredar la vida eterna”, pero a la vez no quiere desprenderse de lo bienes no eternos, los bienes materiales. ¿Querría comprar la vida eterna con dinero? La vida eterna se hereda cuando ya aquí, en la tierra damos máximo valor a lo eterno, a lo que es más fuerte que la muerte.

Ser sabio, y estoy pensando en la primera lectura, implica, entre otras cosas saber que existe algo más importante que las riquezas. La sabiduría es más valiosa que los bienes materiales, la sabiduría es saber qué hacer con la vida de uno: con lo que uno es y con lo que uno tiene. Ser sabio es apreciar por encima de todo lo más precioso, aquello que, además, en definitiva será lo más útil. Y esto son los valores que llamamos eternos, aquellos que son más fuertes que la muerte, los que realmente permiten “heredar la vida eterna”: el amor, la verdad, la generosidad con el otro, la intimidad con Dios, lo que con nosotros llevaremos, cuando dejemos todo aquí.

La verdadera Sabiduría

El joven era rico en bienes y pobre en sabiduría. Ser sabio es saber actuar desde el amor, desarrollar la capacidad de amar, estar preocupado por conocer la verdad de lo que somos, no simplemente tener bien contabilizados nuestros bienes. Ser sabio es saber que necesitamos del otro, que necesitamos superar la soledad a la que te puede conducir tener mucho dinero. Soledad que no desaparece cuando otros se acercan simplemente por el olor del dinero. Ser sabio es, incluso, saber vivir en medio de la enfermedad, de las situaciones difíciles sin perder la esperanza. Ser sabio es saber vivir, como decía san Pablo, en la riqueza y en la penuria, tener como quien no tiene, que decía también el Apóstol.

El sabio cristiano, seguidor de Cristo

Y, para un cristiano, ser sabio es seguir a Cristo, no permitir que los bienes que tenemos nos impidan estar libres para seguir a Cristo. El mismo Cristo prometió a quienes le seguían la vida eterna y el ciento por uno en ésta. Pero es necesario seguirle “ligeros de equipaje, como los hombres de la mar”, que diría Antonio Machado. No lastrados por bienes que nos apegan a la tierra, pues son bienes exclusivos de ella, sometidos a la fuerza de la gravedad que impide volar, despegarse de lo efímero, de lo aparente, de lo que produce satisfacciones inmediatas y a la vez insatisfacciones crónicas. Con los bienes tenemos que fabricarnos una morada en el cielo, como dice Cristo, a base de ser generosos, de ponerlos al servicio de la comunidad, de contar con los pobres. Sabiendo que el otro es más importante que mis bienes, y yo soy mejor cuando con lo que soy y con lo que tengo sirvo al otro. Así se sigue a Jesús, que vino a servir, que fue el Emmanuel, el hombre para los hombres; ese es el modo de “heredar la vida eterna”.

ESTUDIO BÍBLICO.

La sabiduría del seguimiento de Jesús

I Lectura: Sabiduría (7,7-11): La sabiduría nos hace "divinos"

I.1. Esta lectura nos ofrece uno de los pensamientos más bellos sobre la sabiduría. Forma parte de una reflexión más amplia sobre la igualdad de los hombres en su naturaleza, y cómo esta nos perfecciona humanamente. Se supone que el autor es como un rey (algunos han pensado que era Salomón, pero no es así). Y este rey se considera igual a todos los hombres, porque los reyes y cualquier ser humano nacen lo mismo que todos y mueren lo mismo que todos, como le sucede a los animales. Pero lo que hace a los seres humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la que compartimos la vida misma de Dios.

I.2. Este don no solamente enseña a gobernar a los reyes, sino a ser divinos a los hombres, porque es la riqueza más alta. Con ello se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la existencia. Las personas sin «adentros» prefieren el oro, la plata y las piedras preciosas; el dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá aprendido un sentido distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del hambre; del sufrimiento y la desesperación. Con ella vienen riquezas, valoraciones y sentimientos que no se pueden comprar con todo el oro del mundo. Porque la verdadera sabiduría enseña a tener y vivir con dignidad.

II Lectura: Hebreos (4,12-13): La fuerza de la palabra de Dios

La lectura de Hebreos nos ofrece una reflexión sobre la Palabra de Dios que se entiende como el anuncio de las promesas del AT y, en nuestro caso, la predicación cristiana. El autor está exhortando a la comunidad a peregrinar, sabiendo que nos acompaña Cristo, el Sumo Sacerdote. Por lo mismo, es con la Palabra del Señor con la que podemos caminar por la vida. Esa Palabra es como una espada de dos filos que llega hasta lo más profundo del corazón humano; descubre nuestros sentimientos, nuestras debilidades, y por impulso de la misma podemos confiarnos a nuestro Dios. Pues esa palabra no es ideología, ni algo vacío. En este caso, debemos decir que nuestro texto tiene mucho que ver con el pasaje de la Sabiduría (Sab 7,22-8,1). La Palabra de Dios, pues, es para el cristiano la fuente de la sabiduría.

Evangelio: Marcos (10,17-30): El seguimiento, sabiduría frente a las riquezas

III.1. El evangelio nos ofrece una escena muy conocida: el joven rico y su pretensión de obtener la salvación (“heredar la vida eterna”). Es verdad que este texto es un conjunto no demasiado homogéneo. Los grandes maestros han pensado, no sin razón, que son varios textos en torno a palabras de Jesús sobre el peligro de las riquezas y sobre la vida eterna, las que se han conjuntado en esta pequeña historia. Es muy razonable distinguir tres partes: a) la escena del joven rico (vv.17-22); b) la dificultad para entrar en el Reino de Dios (vv. 23-27); c) las renuncias de los verdaderos discípulos (vv.28-30). Todo rematado sobre el dicho “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (v. 31). Las dos primeras tienen una conexión más fuerte que la tercera. Es verdad que todo el conjunto gira en torno a las claves del verdadero seguimiento. No se trata de una enseñanza sobre el voto de pobreza de los monjes, sino de algo que afecta a la salvación para todos.

III.2. Entre las muchas lecturas que se pueden hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este pasaje la llamada al "seguimiento" y tener un tesoro en el cielo. Se ha comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús le propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a Jesús… y encontrará un camino nuevo.

III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas, buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer... todo eso no es la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone este historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.

III.4. Por eso tiene sentido lo que después le preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil que los ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de descodificarse de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de Dios y de los hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen siendo un peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de seguridad. Y reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que "lo que es imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios" (v. 27). Por consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este hombre concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un criterio para todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).