domingo, 30 de diciembre de 2018

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

“¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?” 
En medio de estas celebraciones de Navidad, donde los buenos sentimientos, los reencuentros, los deseos de paz y armonía parece que nos llenan el corazón más que en ningún otro momento del año, nos encontramos a la familia de Nazaret. Y tenemos la oportunidad de recordar al contemplarla que nuestras familias son un espacio privilegiado de amor y de cuidado, nidos de sabiduría, donde siendo niños aprendimos las cosas realmente importantes, donde nos cuidaron con amor y donde nosotros tenemos el privilegio de poder cuidar a nuestros seres queridos.

En todas las lecturas se hace presente el amor como causa y sustento de las relaciones familiares, el respeto, el cuidado, la paciencia, el agradecimiento y la confianza, no son más que caras de ese gran poliedro que es el amor. Y ese amor nos ilumina incluso ante el desconcierto o el desacuerdo y nos muestra cómo debemos relacionarnos entre nosotros con respeto y libertad.

Y Dios, en medio de todo, pidiendo su espacio, llamándonos  para mostrarnos que cuando somos capaces de dedicarle tiempo nuestros horizontes se expanden, y aunque como Jesús volvamos a casa a nuestras tareas ordinarias, nunca volvemos de la misma manera si realmente abrimos nuestros ojos y nuestros oídos a su Palabra.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA


El nombre Samuel se explica con una etimología popular: "Dios escucha". Ana eligió este nombre para su hijo porque esa había sido su experiencia de Dios: Dios la había escuchado. Por esta razón, el niño fue llevado a la Casa de Dios y consagrado en su presencia.


Lectura del primer libro de Samuel 1, 20-22. 24-28


En aquellos días, Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: “Se lo he pedido al Señor”. El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: “No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré y él se presentará delante el Señor y se quedará allí para siempre”. Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una mediada de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí. Ella dijo: “Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a él: para toda su vida queda cedido al Señor”. Después se postraron delante del Señor.

Palabra de Dios.


Salmo 83, 2-3. 5-6. 9-10


R. ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa!


¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo! Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. R.


¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su fuerza en ti, al emprender la peregrinación! R.


Señor del universo, oye mi plegaria, escucha, Dios de Jacob; protege, Dios, a nuestro Escudo y mira el rostro de tu Ungido. R.


II LECTURA


Dios nos hace sus hijos, con lo cual pasamos a formar parte de su familia. Es un inmenso regalo pertenecer a la familia de Dios y vivir en comunión.


Lectura de la primera carta de san Juan 3, 1-2. 21-24


Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es éste: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Palabra de Dios.


ALELUYA        cf. Hech 16, 14b


Aleluya. Señor, toca nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. Aleluya.


EVANGELIO


A los 12 años, los niños judíos comenzaban a ser considerados maduros para participar plenamente en las ceremonias del culto. Allí, en el Templo de Jerusalén, la Casa de Dios, Jesús muestra mucho más que su madurez humana: declara que su misión tiene que ver con las cosas del Padre. Es una revelación incipiente, que por un tiempo permanecerá misteriosa para su familia. María y José serán testigos del crecimiento y la madurez de Jesús en la cotidianeidad de su hogar.


 Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 41-52


Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

A pesar de que las relaciones familiares de las lecturas están fuertemente condicionadas por su contexto no deja de sorprendernos como apelan a lo profundamente humano, empezando por el Eclesiástico, que nos invita a pagar la deuda de cuidado que tenemos con nuestros padres. Todos nacemos indefensos y profundamente dependientes. Si sobrevivimos fue por el amor y cuidado que recibimos. Al igual que Dios creó y cuidó a sus criaturas, nuestros padres así lo hicieron con nosotros, y respetarles, escucharles y cuidarles es nuestra forma de pagar esa deuda de cuidado que todos tenemos. Debemos pararnos a pensar que cuidar de nuestros ancianos y enfermos no es una carga, es un privilegio. ¿Cuántas personas que pierden a sus seres queridos de forma abrupta, o que no puede atenderlos en su enfermedad por la distancia o por su propia salud no querrían tener la oportunidad que a veces por cansancio miramos con desgana? ¿Quién no querría tener el tiempo para acompañar a su madre en su enfermedad o su hermano en sus problemas?

El Salmo no recuerda que las bendiciones del Señor siempre generan vida, fecundidad, expansión personal. Y Dios no nos promete ociosidad, sino algo tan sencillo como comer del fruto de nuestro trabajo y ser dichosos. Que satisfacción genera el trabajo bien hecho, y todavía más cuando los frutos de ese trabajo son compartidos o benefician a las personas que queremos. El trabajo bien entendido dignifica. Cuantos problemas genera la falta de trabajo o la explotación insana que destruye los sueños de aquellos que no pueden vivir dignamente de los frutos de su trabajo.

San Pablo habla del amor como vínculo de la unidad perfecta. Más que pensar en expresiones descontextualizadas hoy en día y que son reflejo de otras épocas pasadas, pensemos en cómo construir hoy relaciones familiares plenas, inspiradas a la luz del Evangelio.  Jesús genera nuevos modelos de relación desde el respeto a la identidad personal, escucha, acompaña, pregunta o responde, pero no impone, deja espacio a la persona para que haga su propio camino. Una familia construida desde el amor profundo no es aquella en la que no hay conflictos, sino aquella en la que los conflictos se resuelven desde el dialogo sincero y la confianza. Jesús mismo en el Evangelio de hoy toma sus propias decisiones, y decide quedarse en Jerusalén sin avisar a sus padres. Sus prioridades y las suyas no eran las mismas ¿Cuántas veces nos ha pasado a nosotros? ¿Cuantas veces no entendemos por qué para mi hijo o para mi madre “eso” es tan importante? El texto nos muestra cómo ser un buen hijo o un buen padre no consiste en vivir en un acuerdo permanente (que probablemente será superficial) sino en gestionar los conflictos de cada día desde la confianza que surge al saber que la persona que tenemos enfrente nos quiere y que aunque no nos entienda podemos contar con ella, y que siempre tendremos un sitio en su corazón.

Que estos días de fiesta nos sirvan para recordar lo que es realmente importante: Jesús nace y con su nacimiento nos recuerda lo afortunados que somos porque un día todos fuimos ese niño recién nacido al que alguien cogió en brazos como un tesoro. Ojalá seamos capaces de mirar a nuestros seres queridos así y trasmitirles nuestro amor, sabiendo que por muy grande que sea nuestro amor, no será más que un pálido reflejo del amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.

ESTUDIO BÍBLICO.

¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas y en el evangelio de hoy, una carga muy peculiar de intimidades profundas. Es ahí donde Jesús se hace hombre también, donde su personalidad psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y donde madura un proyecto que un día debe llevar a cabo. Sabemos que históricamente quedan muchas cosas por explicar; es un secreto que guarda Nazaret como los vigilantes (Nazaret viene del verbo nasar, que significa vigilar o florecer; el nombre de Nazaret sería flor o vigilante). En todo caso, Nazaret, hoy y siempre, es una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hizo María.

I Lectura: Eclesiástico (3,3-7;14-17): El misterio creador de ser padres

La primera lectura de este domingo está tomada del Ben Sirá  o Eclesiástico. Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. Por eso Dios, a pesar de que lo confesamos como Omnipotente y Poderoso, no se encarnó, no se acercó a nosotros  sin ser hijo de una madre. Y también aprendió a tener un padre. La familia está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese proceso que no puede reducirse a lo biológico. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más fácil, y a veces irracional, del mundo. Ser padres, porque se tienen hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos que está en las manos de Dios.

Como el relato de Lucas estará centrado en la respuesta de Jesús a “las cosas de mi Padre”, se ha tenido en cuenta el elogio del padre humano de Jesús, que no es otro que José, tal como se le conocía perfectamente en Nazaret. Aunque Jesús, o Lucas más bien, ha querido decir que el “Padre” de Jesús es otro, no se quiere pasar por alto el papel del “padre humano” que tuvo Jesús en Nazaret. Incluso la arqueología nos muestra esa casa de José dónde se llevó a María; donde Jesús vivió con ellos hasta que, contando como con unos treinta años, abandonó su hogar para dedicarse a la predicación del Reino de Dios; donde posteriormente se reúne una comunidad judeo-cristiana para vivir sus experiencia religiosas.

II Lectura: Colosenses (3,12-21): Los valores de una familia cristiana

La lectura de este domingo es de Colosenses y está identificada en gran parte como un “código ético y doméstico”, porque nos habla del comportamiento de los cristianos entre sí, en la comunidad. Lo que se pide para la comunidad cristiana -misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia-, para los que forman el “Cuerpo de Cristo”, son valores que, sin mayor trascendencia, deben ser la constante de los que han sido llamados a ser cristianos. Son valores de una ética que tampoco se pueda decir que se quede en lo humano. No es eso lo que se puede pedir a nivel social. Aquí hay algo más que los cristianos deben saber aportar desde esa vocación radical de su vida. La misericordia no es propio de la ética humana, sino religiosa. Es posible que en algunas escuelas filosóficas se hayan pedido cosas como estas, pero el autor de Colosenses está hablando a cristianos y trata de modificar o radicalizar lo que los cristianos deben vivir entre sí; de ello se deben “revestir”.

El segundo momento es, propiamente hablando, el “código doméstico” que hoy nos resulta estrecho de miras, ya que las mujeres no pueden estar “sometidas” a sus maridos. Sus imágenes son propias de una época que actualmente se quedan muy cortas y no siempre son significativas. Todos somos iguales ante el Señor y ante todo el mundo, de esto no puede caber la menor duda. El código familiar cristiano no puede estar contra la liberación o emancipación de la mujer o de los hijos. Por ser cristianos,  no podemos construir una ética familiar que esté en contra de la dignidad humana. Pero es verdad que el código familiar cristiano debe tener un perfil que asuma los valores que se han pedido para “revestirse” y construir el  “cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Por tanto, la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia, que son necesarias para toda familia, lo deben ser más para una familia que se sienta cristiana. Si los hijos deben obedecer a sus padres, tampoco es por razones irracionales, sino porque sin unos padres que amen y protejan, la vida sería muy dura para ellos.

Evangelio: Lucas (2,41-52): "Las cosas de mi Padre"

III.1. Esta escena del evangelio, “el niño perdido”, ha dado mucho que hablar en la interpretación exegética. Para los que hacen una lectura piadosa, como se puede hacer hoy, sería solamente el ejemplo de cómo Jesús es “obediente”. Pero la verdad es que sería una lectura poco audaz y significativa. El relato tiene mucho que enseñar, muchas miga, como diría algún castizo. Es la última escena de evangelio de la Infancia de Lucas y no puede ser simplemente un añadido “piadoso” como alguno se imagina. Desde el punto de vista narrativo, la escena de mucho que pensar. Lo primero que debemos decir que es hasta ahora Jesús no ha podido hablar en estos capítulos (Lc 1-2). Siempre han hablado por él o de él. Es la primera palabra que Jesús va a pronunciar en el evangelio de Lucas.

III.2. El marco de referencia: la Pascua, en Jerusalén, como la escena anterior del texto lucano, la purificación (Lc 2,22-40), dan mucho que pensar. Por eso no podemos aceptar la tesis de algunos autores de prestigio que se han aventurado a considerar la escena como un añadido posterior. Reducirla simplemente a una escena anecdótica para mostrar la “obediencia” de Jesús a sus padres, sería desvalorizar su contenido dinámico. Es verdad que estamos ante una escena familiar, y en ese sentido viene bien en la liturgia de hoy. El que se apunte a la edad de los doce años, en realidad según el texto podríamos interpretarlo “después de los doce”, es decir, los treces años, que es el momento en que los niños reciben su Bar Mitzvá (que significa=hijo del mandamiento) y se les considera ya capaces de cumplirlos. A partir de su Bar Mitzvá es ya adulto y responsable de sus actos y de cumplir con los preceptos (las mitzvot). No todos consideran que este simbolismo esté en el trasfondo de la narración, pero sí considero que se debe tener en cuenta. De ahí que se nos muestre discutiendo con los “los maestros” en el Templo, al “tercer día”. Sus padres –habla su madre-, estaban buscándolo angustiados (odynômenoi). En todo caso, las referencias a los acontecimientos de la resurrección no deben dejar ninguna duda. Este relato, en principio, debe más a su simbología de la pascua que a la anécdota histórica de la infancia de Jesús. Por eso mismo, la narración es toda una prefiguración de la vida de Jesús que termina, tras pasar por la muerte, en la resurrección. Esa sería una exégesis ajustada del pasaje, sin que por ello se cierren las posibilidades de otras lecturas originales. Si toda la infancia, mejor, Lc 1-2, viene a ser una introducción teológica a su evangelio, esta escena es el culmen de todo ello.

III.3. Las palabras de Jesús a su madre se han convertido en la clave del relato: “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Yo no estaría por la traducción “¿no sabíais que debo estar en la casa de mi padre?”, como han hecho muchos. El sentido cristológico del relato apoya la primera traducción. Jesús está entre los doctores porque debe discutir con ellos las cosas que se refieren a los preceptos que ellos interpretan y que sin duda son los que, al final, le llevarán a la muerte y de la muerte a la resurrección. Es verdad que con ello el texto quiere decir que es el Hijo de Dios,  de una forma sesgada y enigmática, pero así es. Como hemos insinuado antes, es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es.  Por eso debemos concluir que ni se ha perdido, ni se ha escapado de casa, sino que se ha entregado a una causa que ni siquiera “sus padres” pueden comprender totalmente. Y no se diga que María lo sabía todo (por el relato de la anunciación), ya que el mismo relato nos dirá al final que María: “guardaba todas estas cosas en su corazón” (2,51). Porque María en Lc 1-2, no es solamente María de Nazaret la muchacha de fe incondicional en Dios, sino que también representa a una comunidad que confía en Dios y debe seguir los pasos de Jesús.

III.4. Y como la narración de Lc 2,41-52 da mucho de sí, no podemos menos de sacar otras enseñanzas posibles. Si hoy se ha escogido para la fiesta de la Sagrada Familia, deberíamos tener muy en cuenta que la alta cristología que aquí se respira invita, sin embargo, a considerar que el Hijo de Dios se ha revelado y se ha hecho “persona” humana en el seno de una familia,  viviendo las relaciones afectivas de unos padres, causando angustia, no solamente alegría, por su manera de ser y de vivir en momentos determinados. Es la humanización de lo divino lo que se respira en este relato, como en el del nacimiento. El Hijo de Dios no hubiera sido nada para la humanidad si no hubiera nacido y crecido en familia, por muy Hijo de Dios que sea confesado (cosa que solamente sucede a partir de la resurrección). Aunque se deja claro todo con “las cosas de mi Padre”, esto no sucedió sin que haya pasado por nacer, vivir en una casa, respetar y venerar a sus padres y decidir un día romper con ellos para dedicarse a lo que Dios, el Padre, le pedía: anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Es esto lo que se preanuncia en esta narración, antes de comenzar su vida pública, en que fue necesario salir de Nazaret, dejar su casa y su trabajo… Así es como se ocupaba de las cosas del Padre. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


lunes, 24 de diciembre de 2018

NATIVIDAD DEL SEÑOR



NATIVIDAD DEL SEÑOR

Antes de la era cristiana, muchos pueblos de Europa celebraban en esta fecha una fiesta de la luz. En el hemisferio norte, a partir de esta noche comienza a extenderse la cantidad de horas de luz natural. Los antiguos romanos festejaban en esta noche el nacimiento del Sol invictus. Los cristianos comenzaron a utilizar esta fecha para celebrar el nacimiento de Jesús alrededor del año 350

"les traigo una buena noticia, una gran alegría 

para todo el pueblo"

En esta noche buena y santa predomina la imagen de un Niño y la estampa de un pesebre. Son los soportes que utiliza el evangelista Lucas para indicar que la “Palabra se hace carne”. Mañana intentaremos profundizar en la Palabra, en la Encarnación, en el misterio de Dios hecho hombre. Eso mañana. Esta noche prevalece el NIÑO en un PESEBRE.

Y, en esta noche buena y santa, celebramos el nacimiento del Niño, su cumpleaños. Y recordamos a María, su madre, y a José, del cual dirá unos doce años más tarde María a Jesús: “Tu padre y yo te buscábamos desconsolados” (Lc 2,48). Hubo otros testigos del misterio: ángeles, pastores y, según la tradición, algunos animales. Todo muy familiar y sencillo, porque aquel Niño, “Dios con nosotros” (Mt 1,23), todavía era más de María y José que de todos los que, con su nacimiento, venía a salvar.

Dos mil doce años han pasado, dos mil doce navidades. Mucho tiempo, demasiado, para que podamos ceñirnos con exactitud a lo que aquella noche sucedió. Pero, aparte los detalles, lo fundamental es lo mismo. Nosotros lo adornamos lo mejor que podemos, haciendo más caso al corazón que a la historia, pero es porque lo queremos agradecer y rememorar como se agradecen y recuerdan los dones y gracias de un Niño.

En esta noche santa todos los caminos conducen a Belén. Todos somos peregrinos –viatores- que, cansados y agobiados de tanto invierno y tanta oscuridad, vamos en busca de este Niño, de su cercanía y su ternura. Al fin y al cabo, es sólo un Niño. “Un Niño nos ha nacido; un Hijo se nos ha dado” (Is 9,5). Si nos dejamos sorprender por esta estampa y esta imagen como los pastores, con seguridad que será el Niño quien coordine nuestros cantos –esta noche, villancicos- y nuestro corazón se irá llenando de una alegría similar a la que ellos sintieron en Belén.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Esta noche expresa la noche de la humanidad y nuestras propias noches. En esta noche, la luz quiere brillar poniendo fin a la guerra, la opresión y la vergüenza. Y desde esta noche, ya nada podrá apagar esa luz.

Lectura del libro de Isaías 9, 1-6

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 95, 1-3. 11-13

R. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.

Día tras día, proclamen su victoria, anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. R.

Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. R.

Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad. R.

II LECTURA

La venida de Jesús nos enseña "a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa"; porque la salvación que nos ha traído exige también una conducta acorde a lo recibido.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2,11-14

La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

La alegría del nacimiento se produce en un determinado momento y lugar. Y Lucas se encarga de detallar bien los tiempos en que el nacimiento de Jesús cambia la historia de los hombres. HOY, el Señor llega allí donde estamos, y nos sorprende.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 1-14

Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Crónica administrativa

El evangelista san Lucas nos narra el nacimiento de Jesús como si se tratara de un acto puramente administrativo dentro del Imperio Romano.

Se habla de una orden para llevar a cabo un censo en el Imperio. Algo que, por su extensión, sólo podía firmarlo Augusto, el Emperador de Roma. Como ejecutor más inmediato, Quirino, gobernador de la provincia senatorial de Siria. Los personajes de nuestra historia, José y María, suben a Belén, por ser de la estirpe de David. Al sentir allí María la llegada del parto y no haber sitio para ella en la posada, se refugian junto a un pesebre, donde tiene lugar el nacimiento de Jesús.

Sólo crónica. Pero, como en toda crónica, los detalles, la precisión y las palabras, marcan toda la diferencia. En orden descendente: Augusto, Quirino, Nazaret, Belén de Judea, José y María, la posada llena, el pesebre y Jesús. Sobresale el contraste intencionado entre Augusto, el emperador del mundo, y un niño recién nacido, nada, aparentemente nadie, pero realmente el Hijo de Dios.

Liturgia celestial

En la narración de San Lucas hay crónica, pero no sólo. Hay unas pautas, como una luz que ilumina el misterio que se encierra en esa crónica y en esos acontecimientos. Y esa luz se dirige hacia arriba, hacia el cielo.

En un segundo momento, entran en escena los ángeles que anuncian “la gran alegría, la buena noticia para todo el pueblo –para todo el mundo-“, el nacimiento del Mesías, del Salvador. “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”.

A Dios la gloria y a nosotros, los humanos, la paz. Este es el mensaje y el deseo de Dios desde Nochebuena hasta siempre. Esta es la encomienda que nochebuena nos entrega: Paz. Con nosotros mismos para poder tenerla con los demás; y con nosotros y con los demás para poder tenerla con Dios. Esta es la forma que Dios busca para que le glorifiquemos en el cielo. ¿Cómo reconocer la paz a la que se refiere Dios por medio de los ángeles? Los signos se nos han dado: “Ahí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Un Niño, sólo un Niño, con el sello de Dios, la sencillez y el desprendimiento.

Liturgia terrenal

La celebración y la liturgia más humana la protagonizan los pastores. Estaban guardando el ganado en las colinas, más que montañas, de Belén. “Estaban velando, por turno, su rebaño”. Y es a ellos a quienes se dirige el ángel: “No temáis, os anuncio la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo”. Y los pastores, gente sencilla, van a Belén, se dirigen al portal, felicitan a María y a José, y les dicen cuanto han visto y oído.

Cada detalle es importante. Pero, por encima de los detalles están las personas. Y a mí me llaman la atención en este misterio Dios que habla y María que escucha. Todo propiciado por el Niño Dios.

Dios y María

“No temáis”, dice Dios, por medio del ángel. No temamos. Es un sentimiento muy humano ante lo desconocido y ante lo que nos supera. María tuvo que escuchar lo mismo nueve meses antes a otro ángel que hablaba en nombre de Dios. Jesús tuvo que repetir lo mismo que su Padre muchas veces a lo largo de su vida: “No temáis”. No temáis a nada ni a nadie, porque la seguridad que da el Niño, compatible con todas las miserias y carencias humanas que podamos imaginar, es superior a todo. No temáis, no temamos, porque estamos en las mejores manos; y de esas manos nadie nos podrá apartar más que nosotros mismos. Y que se nos note que no tememos, que sólo cantamos, celebramos y agradecemos.

“Os traigo la buena noticia, la gran alegría”, dice Dios a los pastores por medio del ángel. La noticia esperada durante siglos y preparada por medio de profetas, reyes y sacerdotes. La noticia más consoladora para quienes se sentían dominados por potencias extranjeras. La gran alegría de tener entre ellos al Hijo de Dios, al Mesías. Para nosotros, que sabemos más que los pastores de Belén, la alegría de todo lo que significó el Niño cuando se hizo adulto y nos mostró el rostro de su Padre antes de ofrecerse a él por nuestra salvación.

“María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Las cosas de Dios y, en particular, las cosas de aquel Niño. Y así empezó a ser la primera cristiana, la primera creyente, el modelo de la mujer orante. Se fijaba en todo, lo memorizaba, lo guardaba, lo meditaba, lo oraba y lo practicaba. Y todo con la sencillez de quien sólo se consideraba la “sierva del Señor”, aunque ella y nosotros sabemos que era su Madre. Todo un misterio. Todo un ejemplo, como el silencio y el saber estar de José.

Si como María hemos adorado al Niño, como María guardemos el misterio en nuestro corazón. Si, como los pastores, hemos visto, oído o al menos intuido, el misterio que celosamente guardamos, como los pastores vayamos y contemos.

ESTUDIO BÍBLICO

Primera Lectura: Isaías, 9,2-7.

Marco: Este fragmento está integrado en el Libro del Enmanuel: ¡Dios con nosotros! La liturgia de esta noche celebra sacramentalmente y centra su atención en el nacimiento temporal del Hijo de Dios hecho hombre.

Reflexiones

1ª) ¡Dios es la luz de los hombres que disipa las tinieblas!

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. El binomio luz-tinieblas está presente en toda la historia de la salvación. En los orígenes las tinieblas lo invadían todo. La intervención creadora de Dios con su Palabra y con su Espíritu será una victoria de la luz sobre las tinieblas. Todo el universo brillaba con luz esplendorosa... Para tus fieles brillaba una espléndida luz... Cuando un silencio apacible lo envolvía todo, y la noche llegaba a la mitad de su veloz carrera, tu omnipotente palabra se lanzó desde el cielo, desde el trono real, cual implacable guerrero... traía como aguda espada un decreto irrevocable (Sb 18,14s). Con el Nacimiento del Mesías se tiende un puente entre las tinieblas y la luz. En adelante el hombre podrá vivir siempre en la luz. Nuestro mundo actual necesita de la luz como en pocas etapas de la historia. De la luz que viene de Dios y que alcanza a la vida humana en todos sus niveles. Los creyentes somos invitados esta noche a dejarnos empapar de la luz del Mesías que se nos regala y luego ser lámparas encendidas a nuestro alrededor.

2ª) ¡Dios nos hizo para la felicidad y nos quiere felices!

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia. Una lectura atenta de la Escritura, especialmente del profeta Isaías, nos convencerá de la importancia que la alegría tiene en el plan de Dios. Ya desde la creación nos hizo para la felicidad. Dios que es eterna y plenamente feliz proyectó sobre su creación, especialmente sobre el hombre, esta realidad profunda en que Él vive. La venida del Mesías, que restaurará el plan de Dios no podía estar ajena a esta experiencia de alegría y felicidad. Todos somos conscientes de que vivimos en un mundo muy ruidoso, que acaso ríe a carcajadas. Pero está muy ayuno de la verdadera alegría y felicidad que el profeta entiende ha de ser la proyección visible de la que Dios posee. Los creyentes hemos de ir por el mundo irradiando una alegría (muchas veces incomprensible) que nadie nos puede quitar, porque es la que necesita el mundo que nos rodea. Porque, en palabras de la Doctora Santa Teresa, "un santo (discípulo de Jesús) triste es un triste santo".

3ª) ¡Dios entre los hombres: una promesa desbordante!

Porque un niño nos ha nacido... Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Es una de las más bellas profecías mesiánicas. Utiliza imágenes apropiadas enmarcadas, lógicamente, en el mundo religioso y cultural en el que él vive. Todas estas imágenes y calificativos apuntan y convergen en el gobernante ideal que conduce a su pueblo hacia la paz. Esta palabra, que aparecerá de nuevo a lo largo de este tiempo navideño, engloba según la comprensión bíblica todos los bienes de salvación que Dios ofrece al hombre: desde los más espirituales hasta los más tangibles y experimentables. El mundo cuenta, entre sus tesoros más inapreciables, la presencia siempre actual del Príncipe de la paz que quiere conducirlo hacia ella. Necesitamos tomar más en serio la paz y la equidad en el mundo. En todas sus manifestaciones: la paz íntima del corazón zarandeado por innumerables preocupaciones, en las familias, en la convivencia cotidiana, en las relaciones públicas nacionales o internacionales. La paz que está amenazada por todas partes. Dios es un Dios de paz no de aflicción.

Segunda Lectura: (Tito 2,11-14)

Marco: Dirige la mirada y la atención hacia los deberes en los diferentes estados de la vida. Precisamente las palabras que vamos a proclamar expresan el fundamento de estas exigencias.

Reflexiones

1ª) ¡Dios ofrece gratuitamente la salvación a todos los hombres!

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres. Toda la Escritura, desde la primera promesa de salvación (Gn 3,15) pasando por la promesa hecha a Abrahán (Gn 12,1ss) y realizada en plenitud en Jesucristo es una proclamación del proyecto universal de Dios en favor de todos los hombres de todos los tiempos. Dios no tiene acepción de personas, no excluye a nadie del banquete festivo de su Reino. Y se ha cumplido con la Encarnación de Jesucristo, consumado plenamente en el misterio pascual. Esta oferta de Dios tiene consecuencias concretas y exigentes. Si este el proyecto de Dios, el Padre de todos, todos los creyentes han de ir por el mundo proclamando con sus vidas esta realidad. Es necesario romper fronteras y derribar obstáculos que surgen por todas partes. Hoy experimentamos a todos los niveles la grave realidad de los racismos y discriminaciones de todo género. Navidad es la realización del recorrido de Dios (infinito) al hombre finito. Y es una invitación urgente a que todos realicemos el recorrido que va de mí a mi hermano y de mi hermano a mí.

2ª) ¡La gratuidad de Dios exige una respuesta convincente!

Llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos... Para prepararse un pueblo dedicado a las buenas obras. El autor de la Carta a Tito se encuentra en un momento en el que los cristianos parecen perder el primer frescor del evangelio. La Iglesia en aquellos momentos padece crisis muy alarmantes tanto en el ámbito doctrinal como práctico. El autor de esta carta se ve en la obligación pastoral de llamar la atención. Ciertamente Dios ha puesto toda la creación al servicio del hombre, de todos los hombres. Hoy se nos invita a vivir en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad. La utilización de todos los bienes de la naturaleza y de todos los recursos exige la justa distribución de los mismos. Navidad debería ser un momento privilegiado para que los creyentes reflexionasen sobre su actuación en todos los ámbitos: laboral, nacional e internacional para comprobar qué hemos hecho y qué estamos haciendo con los bienes que son de todos. La contemplación de la escena de Belén plantea graves y urgentes interrogantes y está clamando por profundas y serias actuaciones de los discípulos de Jesús.

3ª) ¡El proyecto de Dios sobre los hombres es único en sus etapas!

Aguardamos la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: Jesucristo. El misterio que celebramos esta noche nos invita a dirigir la mirada en tres direcciones: futuro, presente y pasado. El futuro de la vuelta gloriosa del Señor es un acicate para el presente de la historia de la salvación que se apoya en el pasado de las maravillas de Dios que ahora actualizamos. La Escritura nos urge a vivir aquel pasado como un "recuerdo", es decir, una actualización y presencialización de lo que aquello significó y sigue significando. Esta noche santa, que no debe esfumarse en una inoperante memorización, debe urgir al creyente a contemplar reposadamente aquel acontecimiento y por qué se ha producido. En silencio junto a José y María es necesario y urgente meditar en lo sucedido. Dios, infinitamente rico, pobre. Dios, infinitamente santo, asume la naturaleza humana menos en el pecado. Algo debería cambiar en nuestra vida.

Evangelio: (Lucas 2,1-14)

Marco: La conjunción de unas circunstancias históricas, aparentemente fortuitas, y el proyecto misterios de Dios dan como resultado el nacimiento del Mesías en Belén. Roma decide ordenar en todo el imperio un censo y todos deben empadronarse en su lugar de origen. Sea lo que sea el censo de Quirino, la realidad es que Jesús, naciendo en Belén, significa visiblemente su pertenencia a la descendencia de David.

Reflexiones

1ª) ¡El nacimiento de Jesús en medio de la historia: Dios realmente entre los hombres, entre los pobres!

Salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.... Historia y proyecto de Dios. La Escritura nos invita a contemplar siempre el proyecto de Dios inmerso en la historia de los hombres. No permite la huida de esta historia, aunque parezca desconcertante. Esta es la característica de la fe cristiana que es histórica, es decir, que contempla a un Dios transcendente y poderoso acomodándose pedagógicamente al desarrollo de la historia para realizar su proyecto salvador en favor de los hombres. Y el acontecimiento central de esta historia de la salvación, como no podía ser de otro modo, se realiza también en un marco histórico concreto y desconcertante. Por mandato de un emperador, usurpador e invasor del país del pueblo de Dios, el Mesías va a nacer en Belén. Dios actúa así. La grave tentación de nuestro mundo es la huída a no sabe dónde. El hombre intenta huir, alejarse de la historia real, porque sospecha, intuye o experimente que en el marco de la historia todo es paradójico y desconcertante. Y el creyente está asaltado por esa misma tentación. La realidad y el mensaje de esta Noche santa le invita con urgencia a tomar en serio el marco histórico en que le ha tocado vivir. Pablo nos invita a redimir el tiempo y el espacio. Esa es nuestra tarea: hacer de esta desconcertante y escandalosa historia una historia de la salvación en todos los ámbitos en que se desenvuelven nuestras vidas.

2ª) ¡Desconcertante y esperanzador mensaje: os traigo una gran alegría para todo el pueblo!

No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Son un relato de anunciación, una revelación. Cuando se hace presente Dios por medio de sus mensajeros, los receptores siempre sienten temor y espanto ante lo inesperado y lo divino. Pero lo importante es el mensaje que se quiere revelar. Es necesario saborear todo el sentido que el Espíritu Santo nos ofrece a través del evangelista. Estos títulos aplicados a Jesús los reveló el Espíritu a la Iglesia después de la Pascua. Pero ahora se anticipan a la Infancia para revelarnos la hondura de la presencia de Dios en aquel marco tan sumamente austero y simple. ¡Dios es así! estamos saboreando la Navidad desde la Pascua y el don del Espíritu. Y esto es la gran Buena Noticia que el mundo necesita. Debemos prestar hoy especial cuidado al actualizar este acontecimiento. Lo estamos reviviendo desde el misterio pascual. Eso significa para el creyente un compromiso serio frente a la historia que vive. En la Pascua se produjo la gran liberación, para que en la Navidad celebrada hoy se realice de nuevo. No celebraremos bien la Navidad si no se rompe a nuestro alrededor algún lazo esclavizador que imposibilita la verdadera comunión en la familia, en el trabajo, en nuestros compromisos sociales.

3ª) ¡Gloria y paz!

Una legión del ejército celestial alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. En el lenguaje de la Biblia la "gloria" designa la automanifestación gloriosa de Dios. La gloria se manifiesta en la creación, pero sobre todo en la historia de la salvación (grandes gestas de Dios). Al fin de los tiempos se espera una manifestación definitiva de la "gloria" mediante la salvación de Israel. Esta Noche, como la de Pascua, son apropiadas para recordar, experimentar, proclamar, y recibir la gloria de Dios. Gloria y paz. La paz es el bienestar en el más amplio sentido de la palabra, la dicha, la salud corporal, la tranquilidad, el entendimiento pacífico entre los pueblos y los hombres, la salvación entendida como una realidad estable. Se participa a la vez en la paz y en los dones salvíficos. La Escritura testimonia que en estrecha relación con la paz se encuentra la justicia sin la cual aquella es imposible. La gloria y la paz están estrechamente vinculadas entre sí y con el plan salvador de Dios, de tal manera que la paz es la síntesis y la suma de todos los bienes salvíficos que Dios ofrece gratuitamente al hombre y en cuya recepción y proclamación se manifiesta la gloria de Dios. El profeta Isaías proclamaba: Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra (Is 2,4). Esta palabra nos urge hoy a educarnos para la paz y no para la guerra. Los acontecimientos que se agolpan parecen desmentir este proyecto amoroso de Dios. Las naciones se preparan cada vez más para la guerra. Pero la verdadera paz no se construye sólo desde arriba. El edificio de la paz se comienza a construir desde abajo: nuestra propia intimidad y nuestra comunión con el Príncipe de la paz hasta alcanzar a las múltiples relaciones sociales y humanas. La paz es muy frágil y muy necesaria para los hombres. ¡Así se celebra bien el Nacimiento del Príncipe de la paz! Los creyentes debemos, esta Noche, asumir gozosamente la misión de hacer sensible y tangible al mundo la gloria de Dios respondiendo a su proyecto salvador y asumiendo el compromiso de llevarlo a los demás mediante la construcción de la paz. Dichosos los que promueven la paz porque ellos son hijos de Dios (Mt 5,9). Es el resultado del misterio pascual de Cristo: Por medio de él quiso reconciliar consigo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra, trayendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz (Cl 1,20).


domingo, 23 de diciembre de 2018

DOMINGO 4º DE ADVIENTO


“Dichosa tú que has creído…”

La liturgia de hoy procede teniendo a la vista las celebraciones próximas de la Navidad. Y nos presenta  un capítulo importante de la vida de la Virgen cual es la Visitación de nuestra Señora. Misterio en verdad de alegría y encuentro familiar que está a la altura de lo que son las fiestas navideñas. No en vano es un misterio gozoso del rosario, pues así lo sintió la Virgen al compartir el misterio de su gravedad con los familiares cercanos y queridos. Se celebra la fiesta de la familia alegrándose del estado de gravidez. Fiesta de convivencia, solidaridad, familiaridad y proximidad con los seres queridos. Tal es la buena noticia de encontrarse en cinta, convivir con quien también ha sido agraciada por Dios con un hijo; estado de esperanza se le llama en lenguaje cotidiano, pues el anuncio de un nuevo ser sigue siendo en nuestro mundo una de las alegrías más señaladas. Es una alegría que no se esconde sino que busca compartirse, comunicarse, ir a contárselo a nuestros allegados, proclamarlo de viva voz, pues no es una vergüenza que se pasa a escondidas y en solitario. El anuncio de estado de esperanza de quien es la humanidad de Dios es motivo para festejarlo con la madre.

La alegría crece en el huerto de la comunión, del convivir y del hacer partícipes a nuestros seres queridos de todo lo bueno que nos suceda. Por el contrario, la amargura, el rencor, la ansiedad, la crispación y el resentimiento pertinaz son incompatibles con la salvación que va a inaugurar el nuevo ser, que es antes que nada un sentimiento de paz. La salvación es el regalo con que Dios se une al estado de gravidez de la Virgen y ella hace partícipes a sus  seres queridos.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

David, antes de ser rey, había sido un niño pastor de la aldea de Belén. Por eso, esa pequeña aldea evocaba la gran expectativa mesiánica. Desde la aldea más humilde, llegaría el pastor pacífico, el que conduciría a todo el pueblo en nombre de Dios.

Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4a

Así habla el Señor: “Tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti, me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz!”.
Palabra de Dios.

Salmo 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19

R. Restáuranos, Señor del universo.

Escucha, Pastor de Israel, tú que tienes el trono sobre los querubines, resplandece, reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.

Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que tú hiciste vigoroso. R.

Que tu mano sostenga al que está a tu derecha, al hombre que tú fortaleciste, y nunca nos apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre. R.

II Lectura   

La vida de Jesús, terrena y corporal, es ofrenda para el Padre. Él vivió en las mismas condiciones que nosotros, débiles y limitadas, y así, desde su plena humanidad, realizó su obra de amor. Su cuerpo es una oblación santa.

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10

Hermanos: Cristo, al entrar en el mundo, dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo ?como está escrito de mí en el libro de la Ley? para hacer tu voluntad”. Él comienza diciendo: “Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley”. Y luego añade: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 1, 38

Aleluya. Yo soy la servidora del Señor; que se haga en mí según tu Palabra. Aleluya.

EVANGELIO

 “Precisamente porque el ángel habló del embarazo de Isabel como parte del plan de Dios, el apresuramiento de María indica su obediencia a ese plan. Isabel es la madre de un profeta, y después de saludar a María por el enorme honor de ser la madre del Mesías, continúa ‘in crescendo’: ¡Dichosa la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte de Dios! Esto reitera la suprema importancia de escuchar la Palabra de Dios y cumplirla”.


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-45

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Saltó de alegría en mi vientre

Es lo que oímos en la Palabra de Dios. Y lo repite dos veces el evangelio de hoy. Las bendiciones de Dios no esperan a tener un certificado de fe de vida, sino que empiezan desde que Dios nos ama y eso acontece desde el principio de la existencia. La teología usará después este argumento para defender la Inmaculada Concepción, antes de su nacimiento.

Así son las bendiciones que llenan de alegría. Por dos veces se subraya el saltar de alegría en el vientre de la madre. Se salta de alegría porque se posee los dones de Dios. Es la alegría de reconocer al Salvador, igual que harán después los pastores o los Reyes Magos. Y es la alegría de cuantos en el tiempo reconocen la mano de Dios sobre ellos y agradecen profundamente ser deudores del bien inmenso de su salvación. Ser destinatarios de la bendición de Dios desde la infancia, sentirse hermano de quienes son bendecidos por Dios, poder comunicar y celebrar la solidaridad con quienes Dios ha bendecido. Eso es una alegría inmensa, digna de una celebración festiva. Hay que celebrarlo con regocijo. Por eso la Navidad es tiempo de alegría, porque es regalo de Dios en este tiempo y ahora. Y no renunciar a esta alegría porque hoy la haya acaparado una sociedad pagana, pretenciosa y plagada de lacras mortales. Hay que alegrarse de los dones de Dios en la criatura más impotente, como es la del niño en el vientre. Es un regalo depositado en el vientre de María; si, en el vientre,  no en su corazón ni en su espíritu. Es el realismo de la encarnación de la persona divina. El que será la salvación de las gentes en su nacimiento había sido ya antes depositado en el vientre. 

Por ello hay que compartir el gozo, visitar la familia aunque esté “en la montaña” alejada, en “una casa” que no es la propia y “saludando” a un pariente con el que no se convive. Hasta tanto llega el gozo y reconocimiento de quien nos otorga el supremo bien de nuestra salvación. Siendo alegres y haciendo participar de nuestra alegría.

No pueden participar de este sentimiento de gozo quienes, en vez de participar en los sentimientos de gozo por el hijo que llevan en sus entrañas y comparten con los demás, niegan la vida a ese ser indefenso y convierten así lo que debiera ser un día de alegría y gozo en la indigna destrucción de ese ser ya bendecido con una vida y roban al feto  el regalo maravilloso de la vida.

Dichosa tú que has creído… porque se cumplirá lo que te ha dicho el Señor
He aquí una nueva bienaventuranza, que no está entre las recogidas en el evangelio por Mateo. Es la de los que prestan su fe y asentimiento a los planes de Dios y sin indagar ulteriormente, que aceptan todo lo que viene de Dios, los caminos que él nos traza continuamente pero sin cuestionarlos ni menos pedirle cuentas; en el mundo hay muchos que han perdido su fe por sentirse maltratados o preteridos por Dios. En cambio, quienes aceptan los caminos del Señor y siguen amándole, esos son los que han creído. Es en quienes se cumple la palabra de Dios, los que se suben al tren de la salvación, los que se apuntan en la carrera de la vida aunque no sean atletas. Fe es aceptar un regalo sin comprenderlo, callarse ante lo desconocido; todo lo que nos sucede tiene el visto bueno de Dios. Si pedimos explicación a Dios suponiendo que tiene que justificarse, no tenemos fe.

Por eso es la bienaventuranza de quienes se someten a la voluntad de Dios, aceptan todo regalo que viene de Dios aunque no entrara en sus previsiones humanas y celebran festivamente ese regalo con sus personas queridas.  De estos… es el reino de Dios. Celebrar la Visitación de nuestra Señora es sumergirse en lo auténtico de las fiestas navideñas. Es lo primero que hizo la humanidad de Jesús al existir en el mundo: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad” (2ª lectura).

ESTUDIO BÍBLICO.

El silencio de María en la fe y la esperanza

I Lectura: Miqueas (5,1-4): El misterio de lo pequeño

I.1. Las lecturas de este domingo quieren magnificar todo esto que está llegando como lo más concreto de la Navidad. El profeta Miqueas, contemporáneo del gran profeta Isaías, con palabras menos brillantes que ese maestro, pero con intuición no menos radical, presenta los tiempos salvíficos desde la humildad de Belén, donde había nacido David. Por lo mismo, el Mesías  debe venir de otra manera a como se le esperaba. Su experiencia de la invasión asiria y su escándalo de cómo siente y vive Jerusalén, la capital, le inspira un mensaje que ha sido “adaptado” como oráculo mesiánico sobre Belén, el pueblo donde nació el rey David.

I.2. Como sucede en muchos oráculos proféticos no hay nitidez entre el presente inmediato y el futuro. Si miramos el texto en profundidad podría inferir algunos aspectos interesantes y teológicos: Del nuevo rey se destaca: 1) sus orígenes humildes, como humildes fueron los orígenes de David, significados en la aldea de Belén; 2) su continuidad con la dinastía davídica, que gobierna al pueblo "desde tiempo inmemorial"; 3) será el final del tiempo actual de abandono y dispersión: el pueblo entero, incluso el Reino del Norte destruido, será nuevamente reunido; 4) en él se manifestará la obra de Dios que, a través de este rey, velará por su pueblo; 5) el objetivo es que el pueblo pueda vivir en paz, liberado de las angustias que ahora sufre: por eso este rey tiene como nombre la misma paz.

I.3. Este oráculo del profeta Miqueas sobre Belén de Éfrata es asumido en la tradición cristiana por el uso que hacen de él claramente Mateo (2,5-6) y Juan (7,42), con una pregunta con la que se quiere parafrasear una tradición judía. Se consigna la villa de Belén de Judá como el lugar de nacimiento del Mesías esperado. Pero la verdad es que Jesús nunca dio a entender que hubiera nacido en Belén de Judá y más bien parece nacido en Nazaret (cf. Jn 1,45-46; 19,19). Por eso habría que pensar que, fuera de este texto que la tradición cristiana valora en profundidad, el judaísmo oficial pensaba más en Jerusalén, como “ciudad de David” que le pertenecía por conquista. Luego, los cristianos, al aceptar a Jesús como Mesías, después de la resurrección, vieron lógico que naciera en Belén. Pero, asimismo, quisieron ver en el cumplimiento de este oráculo el sentido de lo pequeño y de lo insignificante frente al poder de la capital, donde se decidió la muerte de Jesús. Porque ése es, sin duda, el sentido que también tiene el texto del profeta Miqueas.

II Lectura: Hebreos (10,5-10): Una vida personal para unirnos a Dios

II.1. En la carta a los Hebreos (10,5-10) aparece otro lenguaje distinto para hablar también de la encarnación y de la disponibilidad del Hijo eterno de Dios para ser uno de nosotros, para acompañarnos en ser hombres. Su vida es una ofrenda, no de sacrificios y holocaustos, que no tienen sentido, sino de entrega a nosotros. El texto está construido con el apoyo en el Salmo 40. El autor de la carta rechaza los sacrificios (cuatro géneros de sacrificios) para mostrar su inoperancia: en realidad todos los sacrificios de animales y ofrendas de cualquier tipo, y presenta la vida de Cristo, el Sumo Sacerdote, como verdadero sacrificio: porque es personal.

II.2. El autor considera que es un oráculo de la venida y de la presencia de Cristo: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”. La “encarnación”, pues, viene a sustituir los sacrificios antiguos, porque “Alguien” ha venido de parte de Dios para personalizar humanamente la voluntad de Dios. El culto ritual, pues, frente a la encarnación es lo que el autor infiere de todo este contexto del Sal 40. De esa manera ya desde su “venida”, desde su encarnación, desde su nacimiento, se muestra el misterio de la ofrenda que va a la par con la conciencia más radical. Por eso, en virtud de esta voluntad de Dios, la historia humana y religiosa no se resuelve con la inoperancia de ofrendas sin alma y sin corazón. Dios tenía un proyecto de estar con nosotros para siempre (de una vez por todas). El “cuerpo” en este caso es la persona, su historia desde el primer momento hasta el final.

Evangelio: Lucas (1,39-45): María: confianza absoluta en Dios
III.1. El evangelio de Lucas relata la visita de María a Isabel; una escena maravillosa; la que es grande quiere compartir con la madre del Bautista el gozo y la alegría de lo que Dios hace por su pueblo. Vemos a María que no se queda en el fanal de la “anunciación” de Nazaret y viene a las montañas de Judea. Es como una visita divina, (como si Dios saliera de su templo humano) ya que podría llevar ya en su entrañas al que es “grande, Hijo del Altísimo” y también Mesías porque recibirá el trono de David. ¡Muchos títulos, sin duda! Es verdad que discuten los especialistas si el relato permite hacer estas afirmaciones. Podría ser que todavía María no estuviera embarazada y va a la ciudad desconocida de Judea para experimentar el “signo” que se le ha dado de la anunciación de su pariente en su ancianidad. Por eso es más extraño que María vaya a visitar a Isabel y que no sea al revés. La escena no puede quedar solamente en una visita histórica a una ciudad de Judá. Sin embargo, esa visita a su parienta Isabel se convierte en un elogio a María, “la que ha creído” (he pisteúsasa). Gabriel no había hecho elogio alguno a las palabras de María en la anunciación: “he aquí la esclava del Señor…”, sino que se retira sin más en silencio. Entonces esta escena de la visitación arranca el elogio para la creyente por parte de Isabel e incluso por parte del niño que ella lleva, Juan el Bautista.

III.2. Vemos a María ensalzada por su fe; porque ha creído el misterio escondido de Dios; porque está dispuesta a prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan; porque puede traer en su seno a Aquél que salvará a los hombres de sus pecados. Este acontecimiento histórico y teológico es tan extraordinario para María como para nosotros. Y tan necesario para unos y para otros como la misma esperanza que ponemos en nuestras fuerzas. Eso es lo que se nos pide: que esa esperanza humana la depositemos en Jesús. Pero es verdad que leído en profundidad este relato tiene como centro a María, aunque sea por lo que Dios ha hecho en ella. Dios puede hacer muchas cosas, pero los hombres pueden “pasar” de esas acciones y presencias de Dios. El relato, sin embargo, quiere mostrarnos el ejemplo de esta muchacha que con todo lo que se le ha pedido pone su confianza en Dios. Por el término que usa Lucas en boca de Isabel “he pisteúsasa”, la que ha creído, significa precisamente eso: una confianza absoluta en Dios. Si no es así, la salvación de Dios puede pasar a nuestro lado sin darnos cuenta de ello. María y Dios o Dios es María son la esencia de este relato. No es que carezca de su dimensión cristológica, pero todavía no es el momento, para Lucas, de conceder el protagonismo necesario a su hijo Jesús. Asimismo, el salto en el vientre de Juan también es primeramente por la “confianza” de María en Dios. Eso es lo que la hace, pues, la “hija de Sión” del profeta Sofonías.

III.3. Porque hoy también hay una "hija de Sión" y una presencia de Dios en nuestro mundo: Es la comunión de los servidores, de las personas audaces, de los profetas sin nombre, de los que hacen la paz y de los que sufren por la justicia. Una hija o comunidad que supera los límites de cualquier Iglesia determinada y configurada como perfecta. Son como la prolongación de María de Nazaret ante la necesidad que Dios tiene de los hombres para estar cercano a cada uno de nosotros. De ahí que en el Cuarto Domingo de Adviento la liturgia expone el misterio de Dios a nuestra devoción. Y debemos aprender, no a soportar el misterio, sino a amarlo, porque ese misterio divino es la encarnación. Ello significa que la vida se realiza en conexiones mayores de las que el hombre puede disponer y comprender. La vida tiene cosas más profundas para que el hombre pueda gobernarlas, comprenderlas o producirlas a su antojo. Y es que todo lo que nosotros creemos que es lo último, en realidad es lo penúltimo; así nos sucede casi siempre. Y por eso es tan necesaria la fe. De ahí que, con toda razón, este Domingo propone como clave de vivencias la fe; fe en la encarnación, en que Dios siempre esta a nuestro lado, en que debe existir un mundo mejor que este. Y esa fe se nos propone en María de Nazaret, para que advirtamos que el hombre que quiere ser como un dios, se perderá; pero quien acepte al Dios verdadero, vivirá con El para siempre.

III.4. El Cuarto Domingo de Adviento es la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María es el símbolo de una alegría recóndita. En la anunciación, acontecimiento que el evangelio de hoy presupone, encontramos la hora estelar de la historia de la humanidad. Pero es una hora estelar que acontece en el misterio silencioso de Nazaret, la ciudad que nunca había aparecido en toda la historia de Israel. Es en ese momento cuando se conoce por primera vez que existe esa ciudad, y allí hay una mujer llamada María, donde se llega Dios, de puntillas, para encarnarse, para hacerse hombre como nosotros, para ser no solamente el Hijo eterno del Padre, sino hijo de María y hermano de todos nosotros. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).