domingo, 24 de febrero de 2019

DOMINGO 7º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”

El domingo pasado el evangelio proclamaba dichosos, alegres y ¡ay de vosotros! Este domingo Lucas invita a dar un paso más en el acercamiento a Dios, y para ello propone llenar el corazón de verdadera misericordia y mostrarla por medio del perdón a todos aquellos que entren en relación, tanto personal, como social (comunitaria), con nosotros.

Viviendo con humildad la misericordia y la compasión de Dios, habitará la limpieza de actitud capaz de demostrar el verdadero perdón que dimana del corazón de todo seguidor –discípulo- de Cristo.

El auténtico perdón no deja lugar ni a la venganza, ni al rencor. Implica un alma noble donde habite la verdadera misericordia. Esta nobleza va acercando al ser humano al “hombre celestial”, como escribe S. Pablo en la segunda lectura de este domingo.

Si David, a pesar de su carga de hombre pecador, fue capaz de no dejarse embargar por el rencor y la venganza, el seguidor del Señor Jesús, da un paso más en el crecimiento de su discipulado. Perdonar hasta dar la vida, si menester fuera.

Cumplirlo, de palabra y de obra, es lo que a Dios le complace (oración colecta), y que además resonará el próximo domingo en la comparación de los buenos frutos –obras- que dan los buenos árboles.


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

David no atentó contra Saúl porque era el ungido de Dios. Así reconoció un orden superior, por encima de los celos, envidias y odios terrenales. No fue por motivos humanos, sino por su fe en Dios que David no atentó contra la vida de quien en ese momento era su enemigo.

Lectura del primer libro de Samuel 26, 2. 7-9. 12-14. 22-23

Saúl bajó al desierto de Zif con tres mil hombres, lo más selecto de Israel, para buscar a David en el desierto. David y Abisai llegaron de noche, mientras Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento. Su lanza estaba clavada en tierra, a su cabecera, y Abner y la tropa estaban acostados alrededor de él. Abisai dijo a David: “Dios ha puesto a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con la lanza, de una sola vez; no tendré que repetir el golpe”. Pero David replicó a Abisai: “¡No, no lo mates! ¿Quién podría atentar impunemente contra el ungido del Señor?”. David tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie vio ni se dio cuenta de nada, ni se despertó nadie, porque estaban todos dormidos: un profundo sueño, enviado por el Señor, había caído sobre ellos. Luego David cruzó al otro lado y se puso en la cima del monte, a lo lejos, de manera que había un gran espacio entre ellos, y empezó a gritar a la tropa y al rey Saúl: “¡Aquí está la lanza del rey! Que cruce uno de los muchachos y la recoja. El Señor le pagará a cada uno según su justicia y su lealtad. Porque hoy el Señor te entregó en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor”.
Palabra de Dios.

Salmo 102, 1-4. 8. 10. 12-13

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo Nombre, bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.

II LECTURA

Todos nos preguntamos ¿cómo será la resurrección? San Pablo contesta presentándonos las figuras de Adán y Cristo. Nuestro cuerpo histórico y terrenal será transformado, a imagen del cuerpo glorioso de Cristo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 45-49

Hermanos: Esto es lo que dice la Escritura: “El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente”; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida. Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después. El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial. De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial.
Palabra de Dios.
ALELUYA         Jn 13, 34

Aleluya. “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, así como yo los he amado”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Hace falta una gran fortaleza y una inmensa confianza en el amor de Dios para estar dispuestos a deponer la respuesta violenta al mal. No por flojera o falta de ánimo, sino como la única manera de construir la paz. Devolver mal por mal sólo lleva a una espiral de violencia incontrolable. Únicamente el amor de Dios actuando en nuestro corazón logrará que amemos a los enemigos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 27-38

Jesús dijo a sus discípulos: Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Configurar

Hemos de configurar nuestra vida con Jesús, que vivió de forma coherentemente, como parte integradora en su humanidad. Pasó su vida haciendo el bien a los que lo rodeaban, buscando por todos los medios manifestar el verdadero sentido de humanidad. Su trabajo más intenso consistió, en lograr que el grupo de sus seguidores asumiera nuevos criterios de relación y de fraternidad que ayudaran a salir a aquel mundo de la profundidad donde lo habían introducido las tendencias humanas egoístas mal manejadas.

Jesús enseñó una nueva forma de concebir la vida. Esta nueva forma de entender no era simple palabra y predicación vana, alejada de la vida. Él lo ratificó con la suya propia, su comportamiento, sus acciones, mostrando así que es posible un actuar diferente a lo establecido y a la vez hacerlo asimilable como normal dentro de la cultura judía. La forma de ser del Hijo de Dios, puso en conflicto a muchos, en especial a la clase dirigente y a los líderes de la religión que se sentían interpelados por ese actuar libre y sincero.

No está nuestra sociedad mercantilizada -como a veces nuestro compartimiento cristiano-, muy alejada del mismo comportamiento de los convecinos de Jesús. Parece como si Cristo quisiera ir contra los sentimientos “normales” del ser humano, “ojo por ojo y diente por diente” (Éxodo, Levítico, Deuteronomio) o contra la ley de la reciprocidad o la ley de la semejanza (Talión).

Misericordia y gracia

Es Cristo el que rompe esa reciprocidad basada en el “a igual daño, igual reparación” viviendo en primera persona el límite de la gratuidad. Es difícil para el ser humano, se diría casi imposible, de no ser por la gracia de Dios, el “pagar” el mal con bien, y si éste es la vida, es el supremo bien. El ser humano tiende a amar por algún interés a cambio.

El amor “oblativo” que Cristo dio a cambio de no pedir nada, no solo no escandalizó a los de su tiempo, que no podían recompensarlo, sino que llega hasta hoy, impulsando a amar incluso a aquellos que lo devuelvan con la enemistad, la calumnia, la opresión, etc.

Éste amor de pura gracia racionaliza al ser humano poniéndolo por encima de la irracionalidad encargada de crear rencor -ley de la reciprocidad (Talión).

El verdadero amor es el amor “maduro: «Me aman porque amo», y también «Te necesito porque te amo». Este amor siente la necesidad de la unión y el compartir lo que implica la compasión (padecer con) y tiene la potencialidad de engendrar más amor (cf. E. Fromm, “El arte de amar”). Y en palabras de Santo Tomás el amor verdadero crece con la dificultad. Éste es el mayo escoyo del amor y a la vez el mayor índice de “resurrección” del alma humana: perdonar al enemigo.

Realidad y realeza del amor cristiano

Que el amor, el perdón y la misericordia al enemigo sin ánimo ni de venganza ni de odio, puede ser una realidad, lo proclama la primera de las lecturas.

David vivió el amor misericordioso de Yavhé, y ello le llevó a perdonar al ungido del Señor, Saúl que quería acabar con el pequeño pastor.

Si la persona es capaz de que “Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra” es porque le está cuestionando al poner la otra mejilla que su no violencia está por encima del dolor físico. O dicho de otra manera que su amor es un amor madura porque busca el bien ajeno, frente al amor infantil que busca solo satisfacerse.

La unión personal con Dios en la oración, dan esa capacidad que le hacen al ser humano no ser un superhombre por ello sino ser imagen de Dios, lo cual está por encima de la sola humanidad que aspira a una felicidad de rango filosófico, para llegar a la felicidad plena basada en la visión beatífica del Creador.

Conclusión

Pide a Dios que te ayude a superar el amor filosófico, el del superhombre (que suele acabar en un despertar trágico) para llegar al amor pleno, fruto de la misericordia (que es parte de la intimidad divina) para vencer cualquier rencor u odio (poner la otra mejilla si es menester) y así no solo rezarás el padrenuestro sino, y es lo más importante, lo vivirás.




 

domingo, 17 de febrero de 2019

DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor”

Comienza hoy –y continuará leyéndose los dos próximos domingos– una sección del evangelio de Lucas que podemos llamar “sermón de la llanura”, equivalente al que en Mateo se llama “sermón de la montaña”. Ambos empiezan con una de las páginas que se han hecho más famosas de la predicación de Jesús: las bienaventuranzas.

La sabiduría bíblica conoce bien que la vida está hecha de antítesis y de alternativas. Los textos de hoy lo concretan en confiar en el hombre o confiar en Dios. Para Jeremías es maldito (insensato) quien confía en sus propias fuerzas y actúa según los criterios del mundo; y es bendito (sensato) quien confía en el Señor. El salmo se hace eco diciendo: Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y también: no así los impíos, no así…

Pablo, en su respuesta a las consultas de los corintios, resalta el contraste entre creer en la resurrección de Jesús y que alguno diga que los muertos no resucitan; para él son cosas íntimamente unidas.

Y Lucas nos presenta cuatro afirmaciones positivas, parecidas a las bienaventuranzas de Mateo, seguidas de cuatro en negativo que son la otra cara de las primeras. No es nada distinto a las antítesis que antes había puesto en labios de María en el Magnificat. Y es un desarrollo de la escena que él mismo nos mostraba hace tres domingos: Jesús en la sinagoga de Nazaret leyendo al profeta Isaías y asumiendo para sí mismo: El Espíritu del Señor me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta no nos dice que estaremos exentos de momentos difíciles; estos momentos vendrán, como vienen al árbol el calor o la sequía. Pero afirma la condición de quien enraiza su vida en Dios: siempre crece. Esta es la actitud de los pobres de Yavé, que no sustentan su vida en falsas seguridades sino en el amor de Dios que sostiene la existencia.

Lectura del libro de Jeremías 17, 5-8

Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! Él es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto.
Palabra de Dios.

Salmo 1, 1-4. 6

R. ¡Feliz el que pone en el Señor su confianza!

¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! R.

Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. R.

No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal. R.
II LECTURA

¡Cristo ha resucitado! Este es el grito lleno de alegría que las discípulas llevaron la mañana del domingo de Pascua. Esa es la convicción que nos sostiene, incluso en el momento de la muerte de un ser querido. Este anuncio está en el centro de nuestra fe, y así lo afirmamos en cada misa: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!”.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 12. 16-20

Hermanos: Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 6, 23ab

Aleluya. ¡Alégrense y llénense de gozo en ese, día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! Aleluya.

EVANGELIO

 “Las bienaventuranzas se dirigen a un auditorio que se encuentra presente. Todos los aludidos conforman un grupo de personas que están en cierta situación ‘ahora’. Las bienaventuranzas se aplican a esa situación: los pobres tienen que alegrarse porque Jesús viene a perdonar los pecados y ha vencido el dolor y la muerte. Al formar la comunidad de los cristianos, donde todo se tiene en común y se vive en la alegría del Espíritu, desaparece la pobreza y se secan todas las lágrimas. Así se comienza a caminar hacia la consumación del Reino, cuyas fronteras están más allá de los límites de esta vida”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 12-13. 17. 20-26

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles. Al bajar con estos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero, ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La Resurrección de Jesucristo y la confianza en Dios.

La resurrección de Jesucristo es el hecho central en nuestra fe cristiana. Pablo dice a los corintios: Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido. Seguiríamos con el lastre del pecado.

Creer que Cristo ha resucitado es confiar en la voluntad de Dios, que no es otra que la felicidad de la persona humana. Pero es muy cierta la contraposición que presenta hoy Jeremías entre quienes son malditos, porque están guiados por la ley de la muerte y del pecado, y quienes son benditos porque les guía Dios.

Nunca Dios prometió a su pueblo algún paraíso en el cielo. Tampoco, cuando las cosas estaban mal en la tierra, trató de que fueran pacientes hasta que en otra vida mejorara su situación. Dios les prometía cosas de este mundo y ellos se esforzaban por conquistar las promesas de Dios, aun cuando comprendían que no puede darnos en este mundo todo lo que ha preparado para nosotros.

Cuando Jesús apareció había una gran expectación sobre el Mesías anunciado. Y se presentó con las manos vacías: no repartía pan, ni distribuía tierras, ni prometía la salida de los opresores. Sin embargo, afirmaba que el Reino de Dios había llegado. No venía a cambiar milagrosamente la situación dolorosa de la humanidad. Sus seguidores no pueden esperar verse colmados de favores, de salud, de dinero, de consideración y de prestigio humano. Y aun así les dice: ¡Felices!

Jesús nos ofrece una nueva manera de estar en la tierra

Lucas presenta las bienaventuranzas como destinadas a los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los que son perseguidos, y Jesús les dice: “vuestro es el reino de Dios”, “quedaréis saciados”, “reiréis”, “vuestra recompensa será grande en el cielo”.

El término griego que usa Lucas para indicar “pobres” traduce los que, en el Antiguo Testamento, definían a una clase de personas: los desprotegidos, los explotados, los pequeños y sin voz, las víctimas de la injusticia, que con frecuencia son privados de sus derechos y de su dignidad por la arbitrariedad de los poderosos. Por eso, tienen hambre, lloran, son perseguidos.

Jesús dice que el Reino de Dios es de ellos. No proclama felices a los que viven en una situación infrahumana ni nos invita a olvidar los problemas de la tierra para pensar sólo en las cosas del cielo. Ofrece una nueva manera de estar en la tierra. Sus palabras se refieren a la vida presente. Los bienaventurados lo son no porque son pobres, porque están tristes, porque sufren… eso no es motivo de felicidad ninguna ni Dios mismo lo quiere para nadie. Su privilegio es porque Dios muestra su compasión especialmente con quienes sufren más miseria, y los desamparados del mundo están llamados a ser los primeros en beneficiarse de un Reino que impulsa valores de esperanza, justicia y amor.

Las bienaventuranzas son el programa de vida del propio Jesús. Solo llevándolas él mismo a la práctica podía tener autoridad para proponer a sus discípulos un camino de seguimiento que recorra sus mismas opciones. Manifiestan en otra forma lo que ya había dicho al inicio de su actividad en la sinagoga de Nazaret: Él es enviado por el Padre al mundo, con la misión de liberar a los oprimidos, a los pequeños, a los privados de derechos y de dignidad, a los sencillos y humildes. Les dice que Dios les ama de una forma especial y que quiere ofrecerles la vida y la libertad plenas. Por eso son “bienaventurados”.

Pero las bienaventuranzas también aparecen olvidadas, rechazadas o burladas por la práctica de la vida. Llamar felices a los muertos de hambre, a los tristes, a los perseguidos… parece una broma o una burla. Muchos, incluso llamándose cristianos, consideran que en el fondo son inaplicables. Quizá por eso se predican poco y se viven menos. Sin embargo, son el núcleo de la vida evangélica y de la felicidad según el plan de Dios.

Las contrapartes

San Lucas contrapone a lo anterior cuatro “malaventuranzas” que son el reverso de la moneda. Son palabras de Jesús que no se pueden ni ablandar ni ocultar. Él dedicó tanto o más tiempo a criticar la riqueza que a alabar la pobreza. Al contraponer “pobres” a “ricos”, “hambrientos” a “satisfechos”, “los que lloran” a “los que ríen”, los odiados y expulsados a aquellos de quienes se habla bien, indica que hay una relación que no es casual sino causal entre los componentes de cada uno de esos pares.

A la luz del Reino de Dios se desvela la terrible suerte de los que, buscando la seguridad en el poder, en la riqueza y en la alegría de la tierra, oprimen a los demás y destruyen la propia realidad de su existencia. Las palabras de Jesús denuncian la lógica de los que permanecen ciegos a descubrir los verdaderos valores de la vida y las necesidades de los demás. Les dirige una advertencia inspirada en el amor para que se conviertan y no dejen que nada se interponga entre el Reino de Dios y ellos. Advertirles no significa que Dios no tenga para ellos la misma propuesta salvadora que ofrece a los pobres y a los débiles. La salvación de Dios es para todos, pero quienes persisten en la lógica del egoísmo no tienen lugar en el Reino que Jesús vino a ofrecer.

Las bienaventuranzas siguen teniendo vigencia y son un programa de vida sumamente exigente que Jesús presenta a sus discípulos de todos los tiempos. Ofrecen una norma de vida abierta a toda la humanidad, una ética donde todos tienen cabida. Pero seguirlas es un desafío a nuestra comodidad, a nuestra manera de vivir, a muchos de los valores que propone la sociedad de nuestro tiempo… ¿Confiamos en los hombres o confiamos en Dios?

ESTUDIO BÍBLICO.

Las Bienaventuranzas, corazón del Evangelio

I Lectura: Jeremías (17,5-8): Feliz quien se fía de Dios

I.1. Con ese texto tan bello, del hombre que confía en el Señor, el texto de Jeremías nos prepara para abrir el alma al texto evangélico. Un contraste entre makarismo y lamentación construyen este texto profético, que tiene mucho de radical y de sapiencial. El simbolismo del desierto como ámbito de muerte, de sequedad, es una lección que debe aplicarse a la vida del creyente, en este caso del israelita.  Una serie de términos hebreos describen el mundo del desierto (el hombre –adam-, carne  -bashar- y corazón leb); en la otra parte está Dios. Es en Yahvé en quien hay que tener confianza (ybth), porque en él está la experiencia del agua en el desierto de la vida.

I.2. Poner la confianza (el corazón) en el mundo de la carne, del hombre y sus intereses es un desafío moral y antropológico. El mensaje no tiene dobleces; es simple y directo, de escuela elemental: es el mundo del Dios y el mundo de los hombres lo que está en la palestra del profeta que aquí se vale de la experiencia sapiencial para comunicar su mensaje de confianza. Es tan sencillo como lo que podemos aprender en la escuela de la vida de cada día. ¿No es así? El dualismo entre el mundo de Dios y el mundo del hombre es un desafío. Si queremos tener vida hay que estar junto a la corriente, de lo contrario seremos como el tamarisco de la Arabá (que es un desierto inmenso).

II Lectura: Iª Corintios (15,12.16-20): Sin resurrección no hay futuro

II.1. La carta de Pablo a los Corintios, segunda lectura de este domingo, continúa después el “credo” de la resurrección (vv. 1-11) con sus consecuencias para todos los hombres. Si no hay resurrección de Jesucristo no hay perdón de los pecados y no habrá vida eterna. Entonces ¿qué nos espera?, ¿la nada?, ¿el caos? Algunos niegan la resurrección de los muertos, no la ven necesaria. Por lo tanto tampoco sería la de Cristo (v.12). Con eso el cristianismo pierde su sentido y Pablo lo hace ver con claridad meridiana. Porque la lógica se impone: si los muertos no resucitan, tampoco  Cristo debía haber resucitado.

II.2. Pero si Cristo no ha resucitado la fe de los cristianos no tiene sentido; la lógica sigue imponiéndose frente a los que se permiten esas afirmaciones. Y si ponemos en Cristo nuestra esperanza únicamente para esta vida, somos los más tontos de todos los hombres. Estamos en el centro del debate: si no hay resurrección ¿para qué ser cristianos? ¿Para vivir con un sentido ético en esta vida? No sería totalmente negativo, pero se empobrecería sobremanera el sentido de la fe y de la vida cristiana. Y se arruinaría una dimensión fundamental del cristianismo: ofrecer vida verdadera, vida eterna a los hombres. La resurrección de Jesucristo es el paradigma de la oferta verdadera de Dios a los hombres.

II.3. Cristo no ha venido a otra cosa sino a “resucitarnos” en el mejor sentido de la palabra. No solamente a resucitarnos moralmente (que así ha sido), sino para que resucitemos como Él. Es verdad que la acción de la resurrección recae directamente en Dios. Pero de alguna manera, como apunta Sto. Tomas, la resurrección de Jesús es la causa de nuestra resurrección (S. T. q. 56). Habría que precisar algunos aspectos de las afirmaciones teológicas de Tomás de Aquino, porque la antropología actual y la hermenéutica lo requieren. Su resurrección, poder de Dios, es la fuerza transformadora de nuestra historia de pecado y de muerte. Pero si no hay resurrección de los muertos tampoco podríamos hablar del valor eficiente de la resurrección de Jesús para todos los hombres ¡no habría futuro para nadie! ¡ni siquiera para Dios!, porque nadie lo buscaría y nadie diría su nombre. Pero la resurrección de Jesucristo nos ha revelado que sí hay futuro para todos, para Dios y para nosotros.

Evangelio: Lucas (6,20-26): Las opciones del Reino

III.1. Hoy la liturgia, y muy concretamente el evangelio, nos ofrece uno de los textos más impresionantes de la historia de la humanidad, por el que muchos han dado su vida y por el que otros han detestado al cristianismo y a Jesús de Nazaret. El texto de las bienaventuranzas de Lucas es escueto, dialéctico, radical. Pero en el fondo se trata simplemente de describir dos ámbitos bien precisos: el de los desgraciados de este mundo y el de los bien situados en este mundo a costa de los otros. Lucas nos ofrece las bienaventuranzas en el contexto del sermón de la llanura (Lc 6,17), cuando toda la gente acude a Jesús para escuchar su palabra; no es un discurso en la sinagoga, en un lugar sagrado, sino al aire libre, donde se vive, donde se trabaja, donde se sufre.

III.2. Es un discurso catequético; por lo mismo, Lucas estaría haciendo una catequesis cristiana, como Mateo lo hizo con el sermón de la montaña (5-7). Entre uno y otro evangelista hay diferencias. La principal de todas es que Lucas nos ofrece las bienaventuranzas y a continuación las lamentaciones (no son maldiciones, viene del hebreo hôy y en latín se expresa con vae: un grito de dolor, de lamento, un grito profético) como lo contrario en lo que no hay que caer. Otra diferencia, también, es que en Mateo tenemos ocho y en Lucas solamente cuatro bienaventuranzas. Sobre su significado se han escrito cientos de libros y aportaciones muy técnicas. ¿Son todas inútiles? ¡No!, a pesar de que sintamos la tentación de simplificar y de ir a lo más concreto. No debemos entrar, pues, en la discusión de si las “malaventuranzas” o lamentaciones son palabras auténticas de Jesús o de los profetas itinerantes cristianos que predicaban con esta radicalidad tan genuina. Hay opiniones muy diversas al respecto. Ahora están en el evangelio y deben interpretarse a la luz de lo que Lucas quiere trasmitir a su comunidad.

III.3. Jesús hablaba así, casi como las escuchamos hoy en el texto de Lucas, más directo y menos recargado que el de Mateo. Jesús habló así al pueblo, a la gente: Jesús piensa y vive desde el mundo de los pobres y piensa y vive desde ese mundo para liberarlos. El pobre es ´ebîôn/´anaâw en hebreo; ptôchos en griego, pauper en latín: se trata de quien no tiene alimento, casa y libertad y en el AT es el que apela a Dios como único defensor. Así debemos entender la primera aproximación al mensaje de hoy. Esa es una realidad social, pero a la vez es una realidad teológica. Es en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los perseguidos por la justicia, donde Dios se revela. Y lógicamente, Dios no quiere, ni puede revelarse en el mundo de los ricos, de poder, de la ignominia. El Reino que Jesús anuncia es así de escandaloso. No dice que tenemos que ser pobres y debemos vivir su miseria eternamente. Quiere decir, sencillamente, que si con alguien está Dios inequívocamente es en el mundo de aquellos que los poderosos han maltratado, perseguido, calumniado y empobrecido. Las lamentaciones, pues, significan que no intentemos o pretendamos encontrar a Dios en las riquezas, en el poder, en el dominio, en la corrupción; allí solamente encontraremos ídolos de muerte.

III.4. La teología de la liberación ha sabido expresar estas vivencias para dar esperanza a los pobres del Tercer Mundo. Y la verdad es que la fe más evangélica la viven los pobres que creen; los pueblos más ricos y poderosos están más descristianizados. Es el mundo de los pobres y de las miserias, el que más espera en Jesucristo; en el mundo de los poderosos habita un gran vacío. El evangelio de Lucas hoy, pues, nos propone dos horizontes: un horizonte de vida y un horizonte de muerte. ¿Dónde encontrar a Dios? Todos lo sabemos, porque la equivocación radical sería buscarlo donde El ha dicho que no lo encontraremos. El texto de Jeremías es suficientemente explícito al respecto: ¿cómo podría crecer un árbol de vida en el mundo de las lamentaciones?.

III.5. La luz no es lo que se ve, pero es aquello que produce el milagro para que veamos. Y las bienaventuranzas de Jesús son la luz de su predicación del Reino. Con las bienaventuranzas se hará posible ver a Dios; desde el mundo de las lamentaciones nunca encontraremos al Dios verdadero, aunque Él no rechace a nadie. El mundo de las bienaventuranzas nos impulsa a confiar en un Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos y, por eso mismo, a cada uno de nosotros nos resucita y resucitará. Pero a ese Dios ya sabemos dónde debemos buscarlo: no en la ignominia del poder de este mundo, sino en el mundo de los pobres, de los que lloran, de los afligidos y de los que son perseguidos a causa de la justicia: ahí es donde está el Dios de vida, el Dios de la resurrección. Y esto es así, porque Dios ha hecho su opción, y un Dios con corazón solamente puede aparecer donde está la vida y el amor. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).  

domingo, 10 de febrero de 2019

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO



“Remen mar adentro y echen las redes para pescar”

Tres personajes enmarcan las lecturas de este domingo. De un lado Isaías, que tiene una visión de la gloria de Dios. De otro Pedro, que asiste en la pesca milagrosa a una verdadera teofanía de Jesús. En el centro Pablo que se dirige a los cristianos de Corinto. En los dos primeros se da la admiración ante lo que están viendo. En los tres el reconocimiento de su propia indignidad y su condición de pecadores. Apártate de mí, dice Pedro, que soy un pecador. Los tres están unidos por la misión. ¿A quién enviaré? Se escucha decir a Dios en la primera lectura. Los tres llamados, escogidos y enviados para hablar de Dios a los hombres.

Contrasta por un lado la primera lectura de Isaías, en la que se hace presente la gloria de Dios en toda su grandeza. Una experiencia que asusta. Y de otro lado, en el Evangelio, la cercanía de Jesús a todas las gentes que acuden  para escuchar con atención su palabra. Dios ya no se muestra “lejano y terrible” sino cercano y acogedor.


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Los serafines, un modo de nombrar a ángeles, en un griterío multitudinario claman la triple santidad de Dios, reconociendo lo “superlativo” de la santidad. Dios es “lo más santo que existe”, o lo que es lo mismo: “el único verdaderamente santo”.

Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas. Y uno gritaba hacia el otro: “¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria”. Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo. Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!”. Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar. Él le hizo tocar mi boca, y dijo: “Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado”. Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”.
Palabra de Dios.

Salmo 137, 1-5. 7c-8

R. Te cantaré, Señor, en presencia de los ángeles.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque has oído las palabras de mi boca. Te cantaré en presencia de los ángeles y me postraré ante tu santo Templo. R.

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

Que los reyes de la tierra te bendigan al oír las palabras de tu boca, y canten los designios del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva. El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos! R.

II LECTURA

“Ningún hombre se conoce mientras no se haya encontrado con Dios. Por eso tenemos tantos ególatras, tantos orgullosos, tantos hombres pegados a sí mismos, adoradores de los falsos dioses, no se han encontrado con el verdadero Dios y por eso no han encontrado su verdadera grandeza... “

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 15, 1-11

Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles. Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Cefas y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. Porque yo soy el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no fue estéril en mí, sino que yo he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. En resumen, tanto ellos como yo, predicamos lo mismo, y esto es lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Mt 4, 19

Aleluya. “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Es en el nombre del Señor (“si tú lo dices”) que actuamos para que el Reino de Dios crezca y se multiplique. De este modo podemos considerar que nuestra vida está al servicio del Reino y de los hermanos a quienes convocamos. No somos nosotros los dueños del mensaje, y mucho menos de la Palabra que convoca.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Estamos al comienzo de la predicación de Jesús. Un Jesús cercano a la gente sencilla del pueblo. Estamos a la orilla del lago, allá en Galilea. Es el lugar no solo geográfico, sino teológico que Jesús ha escogido para comenzar su misión. La tierra de los pequeños, de los sencillos de Israel, de los que no cuentan para los poderes establecidos.

Pasa entre la gente, se hace presente no en lugares “sagrados” sino en su ámbito de trabajo diario. Los pescadores están en su labor cotidiana de lavar las redes tras una noche  de duro trabajo. Con Jesús se ha hecho el día, con él llega la luz que les permite ver de otra manera, con ojos nuevos.

La gente está ansiosa de escuchar a Jesús. Son muchos los que hablan, pero ninguno con su autoridad. Sus palabras llegan al corazón.

Jesús se embarca con Simón y sus compañeros. Entra en sus vidas. Quiere necesitarles, contar con ellos.  Estos hombres han trabajado mucho, pero les ha lucido poco. No han cogido nada.

Simón está a la cabeza del grupo. Le presta al Maestro su barca. Es dócil a sus órdenes. Con Jesús en la barca han cambiado las cosas. Él se erige en patrón, trabajan a sus órdenes. Los resultados cambian radicalmente. Cogen una redada tan grande que no pueden con los peces. Se llenan de asombro y llaman a los compañeros para que les ayuden.

Pedro reconoce su pequeñez y la grandeza de Jesús. Se pone a sus pies. Le siguen sus compañeros. Desde ahora, le dice Jesús a Pedro, serás pescador de hombres.

¿Es un milagro solamente? Así podemos verlo y quedarnos maravillados, o ¿es sobre todo una buena noticia para nosotros? ¿Dónde está Jesús hoy? ¿Está entre los grandes y poderosos? ¿Está en los templos o lugares que consideramos sagrados? No, Jesús está entre la gente sencilla. Jesús está cerca de nosotros, en nuestros trabajos, en nuestras casas, en nuestras cosas sencillas de todos los días. Esa es la buena noticia.

¿Cómo nos van las cosas? Puede ser que también nosotros estemos bregando, trabajando duro. Y en nuestra briega, en nuestra lucha de cada día, a veces experimentemos la noche o el cansancio. O tal vez la falta de resultados. Las cosas no ocurren siempre como nosotros deseamos.

Jesús está cerca. Jesús te pide prestada la barca. Jesús se embarca contigo, en tus cosas, en tus asuntos. Si tú le dejas, claro. ¿Quién es el “patrón” de tu barca, de tu vida? Para el verdadero creyente es Jesús. Y en su nombre echamos las redes cada día.

Tu puedes escuchar o no a Jesús. Puedes querer hacer la vida sólo o hacer la vida contando con él. Hay tanta diferencia como de la noche al día. Como de las redes vacías a las redes llenas.

Jesús no se asusta de tu pequeñez. Como no se asustaba de los labios impuros de Isaías, en la primera lectura, o de que Pablo de Tarso hubiera sido un perseguidor de los primeros cristianos.

Pero tienes que abrirle el corazón y la vida, la casa y la barca. Tienes que dejarle coger el timón y fiarte plenamente de Él. Quiere hacerte, como a Pedro “pescador de hombres”. Capaz de contagiar a muchos la experiencia. Te quiere hacer predicador, con la vida y la palabra, de la Buena Noticia de la salvación.



ESTUDIO BÍBLICO.

Todos somos llamados a ser profetas y pescadores de hombres
           
En el centro de las lecturas de este domingo aparece como mensaje fundamental la fuerza de la Palabra de Dios para cambiar la vida de aquellos que la escuchan, la acogen y la siguen. Esto es bien manifiesto en el evangelio y en la primera lectura profética; pero no lo es menos en el “credo” que Pablo propone a la comunidad de Corinto, recordándoles que si ellos son una comunidad de creyentes, se debe a que han acogido el mensaje, que él, a su vez, había recibido de los testigos de Jesús: que Cristo murió por nosotros y ha resucitado para darnos a todos la vida.

I Lectura: Isaías (6,1-2ª.3-8): La palabra de Dios que transforma

I.1. En la lectura profética se nos describe la experiencia de Isaías en el templo de Jerusalén cuando es llamado para ser enviado y hablar al pueblo en nombre de Dios. El profeta se siente indigno, porque ha tenido una experiencia tan intensa de lo que es Dios, de lo que es su Palabra, que no se atreve a hablar a un pueblo infiel, ya que él mismo se considera parte de ese mismo pueblo. Pero con un simbolismo de purificación de uno de los serafines (serafín tiene una raíz hebrea que significa “arder”), en definitiva de la acción curativa y purificadora de la Palabra de Dios, se siente impulsado a hablar a los hombres de Dios. La Biblia sabe muy bien expresar la transformación de la situación de pecado del hombre por medio de la intervención salvífica de Dios.

I.2. Lo que se quiere poner de manifiesto en esta experiencia del propio profeta, no es algo que solo vivirá él, sino todo el pueblo a causa de su palabra profética, que es Palabra de Dios. Quien es llamado a ser profeta siente que le arde el alma y el corazón. ¡Da miedo, claro! Pero la misma Palabra transforma el miedo en valentía y audacia. Cuando ruge el león (como dice Amós 3,8 “Ruge el león, ¿quién no temerá?   Habla el Señor Yahvé, ¿quién no profetizará?). Dios tiene esas intervenciones extraordinarias, a base de experiencia personales, que arranca de la indolencia y la trivialidad. El profeta que tiene la “suerte” no dormirá tranquilo. Ya verá la vida y la religión de otra manera. A cada uno le ocurre en su “status”. Es probable que Isaías fuera de familia distinguida, quizás sacerdotal. Ahí llega también la palabra de Dios para purificar y transformar.

II Lectura: Iª Corintios (15,1-11): El credo fundamental del cristianismo primitivo

II.1. En el contexto de 1Cor 15, estos versos iniciales marcan una pauta determinante porque están construidos en torno a la fe primitiva de los cristianos que se resumen, con solemnidad, anunciando la muerte y resurrección de Jesús. ¿En que se apoyan? En la experiencia que tienen de Él después de su muerte. La muerte no ha sido para Él una derrota; no es necesaria, ni lo será para nadie una segunda muerte. No sería justo ni para Dios, ni para ningún hombre. Por tanto, tampoco para Jesús. La resurrección se impone en sus vidas como una experiencia de vida. Esto es una revelación de Dios, que tienen que aceptar por la fe. Así fue y así lo recibió Pablo, y de la misma manera se lo trasmitió a su querida comunidad de Corinto en el mismo momento de la fundación. A eso le llama Pablo, concretamente, el Evangelio.

II.2. Como ya hemos dicho es un "credo", una confesión de fe trasmitida por Pablo. Es verdad que Pablo pretende legitimar su papel de Apóstol para combatir a algunos que niegan la necesidad de la resurrección, y por lo mismo, el hecho fundamental de que Jesucristo hubiera resucitado de entre los muertos. Él, Pablo, se considera como un apóstol abortivo (significa que la experiencia del Señor resucitado para él es como un nacimiento imprevisto, inesperado, casi imposible, ya que él estaba bien convencido de su judaísmo y del valor de la ley, e incluso había perseguido a la comunidad que confesaba a Jesús resucitado), no lo merecía. Pero ahí está dando a conocer en el mundo entero la gran noticia de la resurrección de Jesús y de todos los hombres.

II.3. Pablo les recuerda esto, porque está poniendo unas premisas indiscutibles, ya que intenta responder a una noticia que le ha llegado: que algunos no ven necesario hablar de la resurrección con lo que esto significa desde la mentalidad antropológica de un judío, pero en confrontación con la mentalidad griega. Si comienza así, con esa solemnidad, es porque este “Evangelio” es el principio y la base de toda su argumentación posterior. Debemos reconocer que esta es una de las piezas maestras de los textos de Pablo. Si no se acepta que Cristo ha sido resucitado por Dios, el cristianismo que ellos han aceptado, el evangelio, no tiene sentido. Si Cristo no vive con una vida nueva entonces… el cristianismo no tiene nada que ofrecer a los hombres. ¡Pero no! Cristo ha resucitado… y él mismo ha tenido experiencia de ello, de la misma manera que los otros apóstoles la tuvieron antes que él.

Evangelio: Lucas (5,1-11): La palabra de Dios que cambia la vida de los hombres

III.1. El evangelio nos relata la vocación de Pedro en un pasaje propio de Lucas, distinto de la vocación de los primeros discípulos narrada por Mc 1,16-20; está más próximo de Jn 21,1-
11 sobre el momento de las experiencias que tuvieron los apóstoles después de la resurrección de Jesús. Los inconvenientes que Pedro pone a salir a pescar con Jesús y echar las redes en el agua tienen cierto parecido con la objeción de Isaías para desempeñar la misión de profeta. Han estado toda la noche y no han encontrado nada; ahora, casi de día, es más difícil aún, los peces no acuden. Pero en este caso van con Jesús, con el Señor que trae la Palabra viva de Dios. Es eso lo que les hará dejarlo todo para seguirle; dejarán incluso la pesca milagrosa que han recogido para emprender una misión nueva, para pescar a los hombres en el mar de la vida y anunciarles la salvación de Dios.

III.2. Ciertos detalles del texto son dignos de mención: Jesús está en el lago, y la muchedumbre acude para escuchar la “palabra de Dios” (logos tou theou, que es una expresión que es frecuente en la obra de Lucas: 8,11.21; 11,28, Hch 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11). Pero esa palabra de Dios, se va a convertir es una fuerza transformadora que haga que Simón y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, tengan que dejar de ser pescadores, que estaban asociados (koinoi) en el lago, para seguir a Jesús como “pescadores de hombres”. Lo extraordinario de la pesca también tiene su significado, especialmente porque no era la hora de pescar, por la noche, sino a la luz del día. La orden de Jesús, su palabra, hace posible lo que no es normal. Así sucede, pues, con el evangelio que trasforma el miedo en alegría. Pedro se confiesa pecador, indigno, como los profetas. Pero eso no importa… lo importante es seguir a Jesús.

III.3. Por lo mismo, en todas las lecturas, vemos cómo se impone la Palabra de Dios, Dios mismo, Jesucristo resucitado, en la vida de todos aquellos que deben colaborar en el proyecto salvífico sobre este mundo y transforma la existencia de cada uno. La Palabra de Dios tiene una eficacia que motiva la respuesta de Isaías, de Pedro y los apóstoles y de Pablo. No eran santos, sino pecadores y alejados de la “santidad divina”. La Palabra, Jesucristo, su evangelio, se impone en nuestra vida, pero no nos agrede: nos interpela, nos envuelve misteriosamente, nos renueva, cambia los horizontes de nuestra existencia y nos lleva a colaborar en la misión profética del evangelio, que es la misión fundamental de la Iglesia en el mundo. Si al principio dan un poco de miedo las respuestas, estas se hacen radicales, porque no es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Dios. Hace falta prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo cambiará, como cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su evangelio; cuando queremos salir de nuestros límites, la Palabra de Dios es más eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos profetas, y seremos pescadores. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).