domingo, 27 de enero de 2019

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


“El Espíritu del Señor está sobre mí”

La comunidad cristiana se reúne el domingo, Día del Señor, para hacer “memoria” de su Palabra, de su Amor y de las consecuencias que se derivan de esta generosa entrega. Acudimos a celebrar que Jesús, el Señor, vive en medio de nosotros y hace, mediante su presencia, que todos nosotros seamos un signo vivo de su presencia viva. No podemos desconectarnos de Él como tampoco de la realidad en la que estamos insertos y de la que somos gestores también.

Este encuentro semanal con el Señor nos permite tener la mente abierta y el corazón también, para poder comprender el sentido nuevo de la historia de la Humanidad y de la historia personal. En ambas no sólo nos acompaña Jesús sino que actúa también. Su presencia dinámica nos desbloquea e impulsa a remover todo lo que impide al ser humano ser verdaderamente humano. Y esto sólo puede manifestarse a través de la comunión con Él y con todos los hombres. No cabe para un bautizado la ambigüedad ni en actitudes ni tampoco en sus obras.

Escuchar su palabra y compartir la acción de gracias nos hace a todos uno con Cristo y de este modo nuestra existencia, como la suya, revela un proyecto a favor de todas gentes en conformidad con el plan del Padre. Tengamos los oídos abiertos y estemos disponibles siempre.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El sacerdote Esdras busca enfrentar un desafío: el pueblo ha retornado de su exilio de tierras lejanas y necesita recomponer su identidad. Por eso, la Palabra de Dios será el comienzo para enfrentar esta nueva etapa. Al escuchar la Palabra, el pueblo tiene que celebrar por la nueva oportunidad que tiene. Es un tiempo de fiesta y alegría, pero también de solidaridad, porque, quien tiene en abundancia, debe compartir con quien no la tiene para que ambos puedan festejar unidos. Hermosos caminos para reconstruir una patria.

Lectura del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”.

Palabra de Dios.

Salmo 18, 8-10. 15

R. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! R.

II LECTURA

El bautismo nos hace iguales, y nuestras vocaciones y carismas particulares nos distinguen. Entre todos, construimos y hacemos crecer nuestras comunidades, cuidando a los más débiles y colaborando con las dificultades de los más vulnerables.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30 (Breve: 1Cor 12, 12-14. 27).

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo

–judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 4, 18

Aleluya. El Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.

EVANGELIO

“Esta es la misión de Cristo, llevar la buena noticia a los pobres, a los que sólo reciben malas noticias, a los que no sienten más que el atropello de los poderosos, a los que ven pasar por encima de ellos, las riquezas que hacen felices a otros. Para estos viene el Señor, para hacerlos felices y decirles: no ambicionen, siéntanse dichosos y ricos con el gran don que les trae el que siendo rico se hizo pobre para estar con ustedes y saber que la mejor felicidad es compartir la alegría que Dios siente, con sus pobres”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Acabadas las manifestaciones que el ciclo de Navidad encierra, a saber: Manifestación a los pobres (pastores); manifestación a los gentiles (Magos); manifestación a Israel (Jordán). Siguió, el domingo pasado la manifestación a los discípulos en las bodas de Caná, continuará a lo largo de todo el tiempo ordinario, manifestándose de una forma distinta, a través de las enseñanzas y señalando cómo se ha cumplido en Él todo lo que encerraba la ley, salmos y  profetas.

1/ Hoy escuchamos a Nehemías decir: “El gozo en el Señor es nuestra fortaleza.” Una referencia a lo vivido por el antiguo pueblo de Dios con ocasión del hallazgo del libro de la Ley. Ocasión festiva y de comunión: No hagáis duelo ni lloréis. La razón no es otra que lo excepcional de ese día consagrado al Señor. La comunidad cristiana es convocada para vivir en la alegría que nace del encuentro con Jesús, muerto y resucitado. Una alegría que nadie puede arrebatar. La produce su presencia y su palabra. Una experiencia de comunión con El y con los hermanos. La Palabra proclamada llega a nosotros como fuente de Vida y recibida con sentido de responsabilidad, ilumina la propia existencia y la de toda la humanidad, pues ella es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Conviene resaltar: “Los levitas leían  el libro de la ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura”. La comprensión de lo escuchado resulta imprescindible para que oriente la vida de cada uno y cada comunidad.

2/ Pablo en la primera Corintios destaca la consecuencia de la comunión con Cristo: “bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”. Tomando la experiencia inmediata de la diversidad de miembros y funciones en el cuerpo humano, su unidad, remite seguidamente a la experiencia mística y sacramental: la unidad de todos en Cristo y con Cristo, el cuál es Cabeza de todos nosotros. Una llamada a caer en la cuenta de la riqueza que ha sido depositada en la comunidad cristiana por variedad de dones otorgados. Tomar conciencia de los que cada uno ha recibido y para qué los ha recibido es ineludible. Se trata de enriquecimiento personal en función del bien común, pues si Cristo al despojarse de todo a todos nos ha enriquecido, no podemos proceder de modo distinto. Señala el Apóstol que todo ha ocurrido conforme a lo querido y dispuesto por Dios. Queda, por tanto, descalificada y sin sentido la expresión común: nadie es imprescindible en esta vida. Cierto, porque todos somos necesarios en conformidad con el plan de Dios. Al conceder a cada uno dones según su Voluntad, ha querido el Padre que compartiendo seamos enriquecidos y reconozcamos que nadie puede ser excluido, pues ello conlleva el consiguiente empobrecimiento. Eso no lo quiere Dios.

3/ Si algo necesitamos llevar a cabo, para aprovechamiento de los bautizados, es un “itinerario espiritual” que facilite el crecimiento en la vida conforme al Evangelio. Lucas nos deja un ejemplo excepcional en su catequesis ofrecida al ilustre Teófilo. Una catequesis en dos partes: Evangelio y Hechos, redactada en forma precisa y meditada, para formar a esta persona. Dice él: “Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden”. De alguna manera organizando sistemáticamente toda la información sobre los hechos ocurridos, yendo más allá de una historia, ofrece a Teófilo una guía para su madurez cristiana y de modo que se pueda evaluar la propia andadura en el seguimiento de Cristo. La intención del evangelista, como lo fue para Tomás de Aquino con la Suma Teológica (ambos dan la razón del por qué de la obra), es el aprovechamiento del discípulo. Por lo tanto se trata de ajustarse a una necesidad y hacerlo en forma adecuada para que pueda ser asimilada la enseñanza por el discípulo. Lucas sitúa el comienzo en un espacio geográfico: Galilea (país de Zabulón y Neftalí, la gentilidad); la sinagoga como lugar de encuentro, oración y formación de la comunidad judía, en su morada, Nazaret; el sábado, día dedicado al Señor y el momento de escuchar la Escritura y ser parte de ella. Jesús proclama el texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me han ungido”. Detalla el texto la misión y destinatarios. Luego afirma contundentemente: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

Al no ser meros observadores, sino destinatarios y al mismo tiempo colaboradores de la evangelización, lo que Lucas nos señala es el modo de proceder y la necesidad de situarse en la misión. La situación que vivimos; el lugar en el que estamos; las circunstancias que concurren, reclaman del bautizado y de la comunidad d bautizados, asumir que el mismo Espíritu por el que fuimos incorporados a Cristo, nos impulsa a proclamar el año de gracia del Señor. Y toca ser proclamadores de buenas noticias, del año de gracia del Señor. Propiciar que las gentes puedan reconocer que se ha cumplido también en ellos la Escritura.

ESTUDIO BÍBLICO.

El Evangelio: Una Buena Noticia de Salvación

I Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley

I.1. La primera lectura está tomada del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios, en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera.

I.2. Es esto lo que ha creado el tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia profética.

II Lectura: 1Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión

II.1. La lectura segunda, vuelve sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que no puede subsistir más que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.

II.2. Unos valdrán más que otros; unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.

Evangelio: Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La fuerza liberadora del evangelio

III.1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

III.2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

III.3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

III.4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.

III.5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 20 de enero de 2019

Domingo 2º del tiempo ordinario


“Hagan lo que él les diga”

Tras la fiesta del bautismo de Jesús, contemplamos hoy el anticipo de sus «signos», que se realiza en la conversión del agua en vino en las bodas de Caná de Galilea. Brilla ante todo en este signo el infinito poder de Dios. Entra, asimismo, en escena y de manera decisiva la mediación humana de María, la madre de Jesús, que interviene con una súplica, mantenida con perseverancia: —«No les queda vino». Ponen su parte también unos servidores, dóciles al consejo de María y a las indicaciones del Señor. El mayordomo certifica la calidad de un vino del que ignoraba su procedencia. Todo un símbolo del cambio, de la conversión de la humanidad que anuncia el profeta Isaías en la primera lectura. Un anticipo, igualmente, del único Espíritu renovador, que es fuente de múltiples gracias para la edificación de la Iglesia, tal como expone san Pablo en la segunda lectura.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta dice esto del pueblo, y de cada integrante de este pueblo. Hoy esta palabra está dicha para nosotros. Contemplemos, pues, que Dios nos dice que no estamos abandonados, ni devastados, sino que somos sus favoritos y amados por él.

Lectura del libro de Isaías 62, 1-5

Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más “¡Abandonada!”, ni dirán más a tu tierra “¡Devastada!” sino que te llamarán “Mi deleite”, y a tu tierra “Desposada”. Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 95, 1-3. 7-10a.c.

R. Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos.

Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre. R.

Día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. R.

Aclamen al Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del Nombre del Señor. R.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡Que toda la tierra tiemble ante él! R.

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina! El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”. R.

II LECTURA

Para poder contribuir al crecimiento de la comunidad con nuestro propio carisma es fundamental reconocer que tenemos algo que aportar. No estamos ajenos de ser un don para los hermanos, solo debemos saber qué podemos dar.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 4-11

Hermanos: Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A éste se le da el don de sanar, siempre en ese único Espíritu; a aquél, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquél, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. 2Tes 2, 14

Aleluya. Dios nos llamó por medio del Evangelio para poseer la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

EVANGELIO

 “El agua de las abluciones rituales simboliza probablemente la Antigua Alianza. El vino es símbolo de la Nueva Alianza, sellada con la Sangre de Cristo, que renueva y perfecciona la Antigua y da comienzo a una nueva creación. Esta manifestación de la gloria de Jesús tuvo como marco una boda, celebración que en el Antiguo Testamento es signo de la alianza de Dios con su pueblo”.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 2, 1-11

Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora –agregó Jesús– y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

«Delicia y alegría de Dios».

El profeta Isaías anuncia una maravillosa conversión, un cambio a fondo de la humanidad, representada en la ciudad de Jerusalén, que se convertirá en «delicia y alegría de Dios». El profeta no puede callarse. Muestra cercana y, lo hace en tono exultante de gozo, la nueva realidad que se extenderá por todos los pueblos de la tierra: —Resplandecerá la salvación, que brillará como una antorcha. Los pueblos y sus gobernantes verán la justicia y la gloria del Señor. Será incluso nuevo el nombre de los integrantes de la comunidad de salvación. Su dignidad alcanzará la cima más elevada. Plena será su sintonía con Dios, que se reforzará por medio de una alianza inquebrantable.

«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora»

En la misma línea del anuncio profético de un cambio de época, por lo que a la historia de la salvación se refiere, se sitúa el prodigio obrado por Jesús en las bodas de Caná, aldea de Galilea situada entre Nazaret y el lago de Genesaret. Los pueblos del mundo, por la omnipotencia divina y la mediación humana, tienen el camino abierto para convertirse en óptima familia de Dios. —La fuente y explicación de este cambio está en Jesús, que viene a salvar y accede a los ruegos de su madre para que no demore por más tiempo, sino que anticipe el momento de «manifestar su gloria». —En el «misterio de Caná» se halla ya presente, de manera «prefigurada», cuanto se desarrollará más tarde en la pasión, crucifixión, muerte y resurrección del Señor. María, que estará firme al pie de la cruz, se adelante aquí con una súplica llena de confianza. No cede en su petición, aunque escucha de labios de su Hijo estas palabras, en apariencia disuasorias: —«Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». Pero, a la vez, María, nueva Eva, mira hacia los destinatarios de la salvación. Bien puede decirse que nos dirige, en la persona de los servidores, el mandato que San Juan de Ávila calificaba de sermoncillo de María: —«Haced lo que él os diga». Estas palabras se convierten en exhortación apremiante de fidelidad al Evangelio, que tiene poder para forjar una nueva humanidad desde sus mismos cimientos.

«Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros»

La obediencia de fe y amor a Jesús se condensa, tras su glorificación, en una fina docilidad al Espíritu Santo, enviado por él para recordar sus mensajes, profundizarlos y llevarlos a la práctica. Del Espíritu prometido anticipó él mismo: —«Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros» (Jn 16, 14-15). El Espíritu hace posible la intimidad con Jesús e impulsa a confesarlo como «Señor» (1 Cor 12, 3). —Por la correspondencia al poder del Espíritu va edificándose y se consolida la humanidad renovada por la gracia de la salvación que viene de Cristo. —La colaboración humana, querida por Dios, presenta un verdadero abanico de posibilidades, que se plasman en ministerios y actuaciones diversas, todas brotando del mismo y único manantial del Espíritu. Todas, igualmente, orientadas al bien común del nuevo pueblo de la gracia. Es lo que pretende el anuncio de la Palabra llena de la sabiduría y ciencia divina, de igual modo, la tarea que se dirige a formar y apoyar en la correspondencia a la fe, que es fermento de nuevas culturas, el servicio solícito y competente al mundo de los enfermos y del dolor, la certera orientación que procede del discernimiento de espíritus, la interpretación de los signos y del lenguaje de Dios, que siempre tiene una Palabra iluminadora. Del Espíritu procede incluso el ministerio de profetizar y de realizar milagros, sobre todo en el orden de gracia. Todo ello en conformidad con cuanto se proclama hoy en la segunda lectura.

Los signos y la manifestación de la gloria de Jesús, a ejemplo de los apóstoles presentes en Caná, tiene también que ayudarnos a crecer en la fe en él, una fe que se exteriorice en obras que procedan del amor con que «él nos amó primero» (1 Jn 4, 19).


ESTUDIO BÍBLICO

Jesús inaugura una religión de vida

Después de Navidad y Epifanía, y antes de llegar a la Cuaresma, se intercala un tiempo intermedio, en la liturgia de los domingos, que se toma del tiempo común en el que se siguen las lecturas del Ciclo C. Pero en realidad este “segundo domingo” siempre ha sido un domingo de transición que ha tenido como marco los capítulos primeros del evangelio de Juan, que es leído, normalmente, en los tres ciclos, durante el tiempo de Cuaresma y Pascua.

Iª Lectura: Isaías (62,1-5): El enamoramiento de Dios desde la justicia

I.1. La lectura profética está tomada de la tercera parte del libro de Isaías (se le llama el Tritoisaías); y el profeta discípulo, o de la escuela de Isaías en sentido amplio, anuncia una nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el lenguaje poético del enamoramiento y el amor divinos. La gran pasión del profeta Isaías fue Jerusalén, donde estaba el templo de Dios o, lo que es lo mismo, su presencia más determinada según la teología de los especialistas. Pero ni siquiera la presencia de Dios se garantiza eternamente en un lugar o en una ciudad, si allí, sus habitantes y todos los que deseen venir a ella, no se percatan de la necesidad de la justicia como signo de salvación. La estrecha unión, en los profetas, entre la presencia de Dios y la justicia es algo digno de resaltar. Es evidente que Dios no puede comprometerse con un pueblo que no cuida a los pequeños, a los desgraciados y a los que no tienen casi nada. Si la religión es “religarse” a Dios.

I.2. Conceptos y palabras fuertes son las que podemos oír en este bello poema profético (que debemos leer desde 61,10): amor, justicia, salvación. Es como la descripción de la boda de un rey victorioso con su esposa, que en este caso es Sión, Jerusalén. La boda, en realidad, es una victoria, la victoria de la justicia (sdqh). Esa es su corona y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén. Por lo mismo, hablar de una Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva, revivida por el amor eterno de Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una esposa desposada si en sus bodas falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que sucedió en las bodas de Caná, en Jerusalén, en la religión judía, hasta que interviene Jesús ofreciendo el vino nuevo del amor divino. Una religión sin amor es como unas bodas sin amor. Y muchas veces nos acostumbramos a practicar ese tipo de religión: vacía, sin sentido, sin enamoramiento.

IIª Lectura: 1Corintios (12,4-11): Los carismas y el bien común de la comunidad

II.1. En el pasaje de la carta a los Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos la teología de los carismas en la comunidad. Este texto está elaborado por dos conceptos que se atraen: unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de ministerios y de funciones, pero en un mismo  Espíritu, en un mismo Señor, en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel del Espíritu como fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No es ahora el momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y orden que Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los mismos, pero no es el momento de hacer una lectura exegética que, además, debería tener en cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance. Quizás los dos últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de interpretarlas estarían en el fondo de un problema que se ha suscitado en la comunidad y sobra lo que han consultado al apóstol. El criterio, no obstante, es que los dones especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al servicio de la comunidad cristiana.

II.2. El fenómeno de la glosolalia es extático y tiene que ver con algunos elementos de este tipo en el mundo helenista, como en Delfos o las Sibilas.  Quizás habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien decía que este tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable». El apóstol san Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de «hablar en lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos corintios estaban deslumbrados con este carisma que consideraban de los más brillantes y celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede entender? Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía sobre este caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la comunidad.

II.3. Estamos ante una teología que pone de manifiesto la vitalidad de una comunidad cristiana donde el Espíritu (como el vino nuevo de la vida) concede a cada uno su papel en el servicio en beneficio de los otros: unos predican, otros alaban, otros consuelan, otros profetizan, otros se dedican a los pobres y desheredados; todo bajo el impulso del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de esta manera a una comunidad que no era precisamente un prodigio de unidad, sino que había algunos que pretendían imponerse sobre los otros en razón de roles que podían resultar extraños y donde se buscaba más el prestigio personal que el servicio a la comunidad. Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio de todos no vienen del Espíritu.

Evangelio: Juan (2,1-11): Llenar la religión de alegría y vida

III.1. El evangelio de hoy nos propone el relato de las bodas de Caná como el primer signo que Jesús hace en este evangelio y que preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia. Podríamos comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta de bodas, en un pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental. Así lo harán muchos predicadores y tienen todo el derecho a ello. Pero el evangelio de Juan no se presta a las descripciones bucólicas o barrocas. Este es un relato extraño que habla de unas bodas y no se ocupa, a penas, de los novios. La novia ni se menciona. El novio solamente al final para reprocharle el maestresala que haya guardado el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos protagonistas. Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este acontecimiento. Pero la madre no tiene nombre. Quizás la discusión exegética se ha centrado mucho en las palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha llegado mi hora”. Cobra mucha importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro, sino como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de narrar en el evangelio de Juan.

III.2. La fuerza del mensaje del evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de vida en el evangelio joánico, cambia el agua que debía servir para la purificación de los judíos -y esto es muy significativo en el episodio-, según los ritos de su religión ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene unas connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos, de la narratología y de la teología que debemos inferir con decisión. El “tercer día” da que pensar, pues consideramos que es una expresión más teológica que narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la resurrección después de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy significativo. También hay una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que descendería Yahvé, la gloria de Dios.

III.3. La teología del evangelio de Juan quiere poner de manifiesto, a la vez, varias cosas que solamente pueden ser comprendidas bajo el lenguaje no explícito de los signos. Jesús y su madre llegan por caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas bodas, lo que es inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia al novio; la madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en todo el evangelio) y Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente son unos invitados; incluso las tinajas para la purificación (eran seis y no siete) estaban vacías. Son muchos vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta celebración de bodas. El “milagro” se hace presente de una forma sencilla: primero por un diálogo entre la madre y Jesús; después por la “palabra” de Jesús que ordena “llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada una.

III.4. María actúa, más que como madre, como persona atenta a una boda que representa la religión judía, en la que ella se había educado y había educado a Jesús. No es insignificante que sea la madre quien sepa que les falta vino. No es una boda real, ni un milagro “fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar primeramente: es una llamada al vacío de una religión que ha perdido el vino de la vida. Cuando una religión solamente sirve como rito repetitivo y no como creadora de vida, pierde su gloria y su ser. Jesús, pues, ante el ruego de las personas fieles, como su madre, que se percatan del vacío existente, adelanta su hora, su momento decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de verdad. Su gloria no radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer vida donde puede reinar el vacío y la muerte. Esa será su causa, su hora y la razón de su muerte al final de su existencia, tal como interpreta el evangelio de Juan la vida de Jesús de Nazaret. De una religión nueva surgirá una comunidad nueva.

III.5. Podríamos tratar de hacer una lectura mariológica de este relato, como muchos lo han hecho y lo seguirán haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya puesto como el segundo de los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un indicio que impulsa a ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos mariológicos que en el evangelio de San Juan no se prodigan, aunque contemos con la escena a los pies de la cruz (Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la clave de la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia. Nuestro relato es cristológico, porque nos muestra que los “discípulos creyeron en él”. Eso quiere decir que la mariología del relato (el papel de María en las bodas de Caná) debe estar muy bien integrada en la cristología. María en el evangelio de Juan puede muy bien representar a una nueva comunidad que sigue a Jesús (como el discípulo amado) y que ve la bodas de esos novios que se quedan sin vino como una lectura crítica de un “judaísmo” al que combaten “los autores” del evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús a su madre en el relato, si lo hacemos con la traducción  más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


domingo, 13 de enero de 2019

EL BAUTISMO DEL SEÑOR


“Sobre Él he puesto mi Espíritu”

El primer dato histórico y uno de los más seguros que poseemos sobre la vida y actuación de Jesús es que fue bautizado por Juan en el río Jordán. Ello indica que Jesús se sintió atraído por la misión de Juan. Sin embargo, aunque no podemos entender a Jesús al margen del proyecto del Bautista, tampoco podemos reducir su mensaje de salvación al movimiento que se generó en torno a Juan.

En tiempos de Juan y de Jesús, la mayor parte de la población vivía en una gran pobreza, mientras que sólo unos pocos eran los que acumulaban las riquezas; esa misma población estaba sometida a la dura colonización del imperio romano, a sus impuestos y arbitrariedades; los sacerdotes del templo de Jerusalén habían perdido todo su crédito entre la gente, porque no era el servicio a Yahvé lo que les movía, sino la usura y los privilegios propios. El rechazo de Juan al culto sacrificial del templo quizás se basaba en la desilusión ante el aparato del templo de Jerusalén, dominado por una aristocracia sacerdotal opresora. En palabras del profeta Juan, aquella sociedad necesitaba un vuelco radical, una conversión y un arrepentimiento. Esa visión radical sobre la situación de maldad de Israel no sólo la compartió Jesús en sus inicios, sino que permaneció también a lo largo de toda su misión posterior.

También hoy nuestra sociedad de la abundancia necesita un cambio radical, una conversión y un arrepentimiento de los que la formamos, porque somos pocos los que la disfrutamos y muchísimos los que padecen hambre, enfermedad, analfabetismo y otras dolorosas miserias.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta pronunció estas palabras al final del periodo del exilio en Babilonia. El pueblo había pasado dolor y oscuridad, habían visto su tierra arrasada. Incluso, hubieran desfallecido de no haber sido por las palabras de los profetas, que los llevaron a seguir confiando en Dios. Esta es la Buena Noticia que repetimos también ante las oscuridades y dolores de nuestro pueblo: “¡Aquí está su Dios!”.

Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!”. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.

Salmo 103, 1b-4. 24-25. 27-30

R. ¡Bendice al Señor, alma mía!

¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo. R.

Construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. R.

¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños. R.

Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. R.

Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

II LECTURA

La manifestación de Dios en nuestra vida debe producir algo. Esa gracia nos lleva a rechazar el mal y procurar la justicia, la prudencia y el derecho, lo que constituye un testimonio en este mundo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 3, 16

Aleluya. “Viene uno que es más poderoso que yo”, dijo Juan Bautista; “él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Aleluya.

EVANGELIO

“Jesús adhiere al movimiento de Juan Bautista. Vive y sufre con la espera de su pueblo. Como Juan, Jesús no espera que Dios reine desde el Templo ni desde la pureza ni desde la legalidad, sino en los corazones. Jesús se bautizó cuando se estaba bautizando todo el pueblo. Como todo el pueblo, Jesús espera que se cumpla el tiempo en el que Dios venga a reinar. Toda su vida será expresión de que ese reinado ya se está realizando”

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Palabra del Señor.



MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El pecado es la causa de las injusticias sociales, económicas y políticas

¿Por qué dar una dimensión religiosa a lo que aparentemente sólo son injusticias sociales, políticas o económicas? Porque para un judío piadoso –y mucho más para un cristiano– el amor a Dios y el amor al prójimo son una única virtud teologal. A Dios lo encontramos en los demás seres humanos. Por eso, las injusticias con el prójimo no son sólo injusticias, sino ofensas directas a Dios: pecados. De ahí que Juan –y después Jesús– viera que aquella sociedad estaba corrompida social, económica, política y religiosamente como efecto de las injusticias, del pecado de unos seres humanos contra otros. El pecado era la raíz.

La conversión, camino para lograr el perdón de los pecados

Si las injusticias, el pecado, eran la raíz de todos los males sociales, era necesario que aquellas gentes dieran a su vida una orientación totalmente distinta de la que venían teniendo. De ahí que Juan presentase su bautismo como «bautismo de conversión para el perdón de los pecados». La conversión a la que urgía Juan era un cambio radical en la forma de ser y de hacerse hombre en relación con los demás. No es una vuelta y restauración del pasado, sino una nueva vida para construir un mundo nuevo, donde reine la justicia, la compasión, las relaciones de solidaridad. En Jesús, el modelo en el que ha de desembocar esa conversión es él mismo.

La confesión de los pecados colectivos

Los que acudían a bautizarse con Juan confesaban sus pecados. Pero no los individuales, sino los de la sociedad de la que formaban parte como actores o como víctimas. Seguramente a muchos de nosotros nunca no se nos ocurriría confesarnos de los pecados de la sociedad de consumo; por ejemplo, del hambre que esta sociedad provoca en el mundo y de las muertes que causa con la multitud de sus guerras. Y sin embargo, en mayor o menor medida somos responsables de esta sociedad a la que pertenecemos. Precisamente Jesús acudió al bautismo de Juan no para convertirse y confesar sus pecados individuales, sino los de su sociedad, de la que él se sentía plenamente miembro.

Juan ejerce de mediador del perdón de Dios

Vemos que en el hinduismo la gente se introduce en el río Ganges para lavarse ella misma como signo de purificación. También el judaísmo existía algo parecido. Sin embargo en el bautismo de Juan no es el propio individuo el que realiza la inmersión, sino Juan o sus ayudantes. Quizás con ello se quería dar a entender que no es el individuo el que alcanza la purificación, sino que el perdón es un don gratuito de Dios, que el individuo recibe por mediación de Juan. Desde la encarnación de Jesús, los seres humanos somos mediadores de la bondad infinita de Dios Padre para con los demás seres humanos. De salvados, tenemos que convertirnos en salvadores.

El horizonte de la esperanza de Juan

Lo que Juan esperaba y anun­ciaba era la actuación liberadora de Dios para transformar la si­tuación de esclavitud y opresión que vivía gran parte de su pueblo. De ningún modo era una esperanza espiritualista, sino que Juan se refería a la transformación de aquel mundo en el que él vivía. El mundo, la creación es obra de Dios y como tal, objeto de su amor y cuidado. Juan quería reavivar la esperanza en medio de una situación de amenaza y de opresión extremas señalando los caminos para afrontar con valentía dicha situación y conseguir una gran transformación de la vida del pueblo.

El bautismo cristiano

Juan no era el Mesías, sino un precursor, un preparador del camino del “más poderoso”. Los primeros cristianos consideraron a Jesús como el Mesías que anunciaba Juan. En él vieron que tenía una relación con Dios como Padre y que actuaba bajo el impulso del Espíritu. Por eso le atribuyeron a su bautismo por Juan las características propias del Mesías: descenso del Espíritu santo sobre él y la voz del cielo que proclama “Tú eres mi Hijo, el amado”. La voz divina en el bautismo expone la relación íntima del Padre con el Hijo. Así quedaba legitimada y fundamentada la misión que Jesús iba a emprender a continuación.

Con Jesús, se hacen presentes la absoluta voluntad salvífica de Dios, su compasiva misericordia y su generosa bondad y, por tanto, la oposición a todas las formas de mal y de sufrimiento. En palabras de Juan, a este Jesús–Mesías le corresponderá aplicar el «bautismo con fuego», para realizar la purificación última de Israel, y el «bautismo con espíritu santo», que debe efectuar la renovación definitiva y la plenitud de vida y salvación de los marginados y oprimidos por los poderosos.

Al mismo tiempo, ese Mesías “bautizado” con Espíritu santo aparece como representante anticipado de la Iglesia, que también va a ser “bautizada” con Espíritu santo. Para los cristianos, el rito bautismal del inicio de nuestra existencia cristiana representa el se­llo de la elección de Dios por medio del don del Espíritu y del ser hijos de Dios.

Después de Pascua y de la Ascensión, a los cristianos se nos da este Espíritu de Cristo como una energía y como un reto que nos dice: ¡Conviértete y sirve a tus hermanos los hombres, sobre todo a los más excluidos y necesitados! Y a los sacerdotes de nuestra iglesia, quizás también valga la crítica de Juan a los sacerdotes del templo de Jerusalén: no utilicéis la fe del pueblo para enriqueceros y dominar, sino convertíos y predicad con el ejemplo la buena nueva del reino de Dios, que es sanación para los más débiles.

ESTUDIO BÍBLICO.

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.

I Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40), cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que motivó este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

II Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de la "gracia de Dios"

II.1. La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios es nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores. Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma práctica de entender qué es lo que supone el bautismo cristiano: un modo de entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fundamenta en una vida justa y religiosa y no en la impiedad mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo, y no por nuestros méritos.

II.2. La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, estamos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo: ponerse en las manos de Dios

III.1. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.

III.2. Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán, precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad.  No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.

III.3. Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.

III.4. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).