domingo, 6 de enero de 2019

EPIFANÍA DEL SEÑOR


"…Y postrándose, de rodillas le adoraron…"

En la primera lectura, el profeta Isaías invita a Jerusalén, la ciudad de Dios, a brillar ante toda la humanidad, porque llega la Luz para todos los pueblos. Sabemos que esa Luz es Jesús, el Hijo de Dios.

En el Salmo le pedimos a Dios le confíe su justicia al Hijo de reyes, es decir, a Jesús el Mesías, para que los reyes le ofrezcan sus dones y se apiade de los pobres de la tierra.

San Pablo, en su carta a los Efesios, nos recuerda que no sólo los judíos, sino todos los habitantes del mundo, participamos de la promesa en Jesucristo, pues a todos se nos han abierto las puertas de la resurrección.

Y el Evangelio de san Mateo nos narra la adoración de los Magos de Oriente al Niño Jesús en Belén, y los problemas e incidencias que tuvieron que superar para cumplir este santo objetivo.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 60, 1-6
¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! Porque las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz y los reyes, al esplendor de tu aurora. Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti. Te cubrirá una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Todos ellos vendrán desde Sabá, trayendo oro e incienso, y pregonarán las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13

R. ¡Pueblos de la tierra, alaben al Señor!

Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud. R.

Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sabá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. R.

Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 3, 2-6
Hermanos: Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.


EVANGELIO

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. "En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel'". Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Las lecturas bíblicas de esta celebración tienen un gran componente simbólico, sobre todo la lectura del Evangelio.

Si en el Antiguo Testamento Dios se hace presente en medio del Pueblo de Israel de un modo infinitamente trascendente, en cambio, en el Nuevo Testamento Dios se muestra ante todos los pueblos de un modo pequeño y humilde: por medio de su Hijo, el Niño Jesús. Pues bien, eso es lo que hoy celebramos: Dios hecho hombre se da a conocer a todos los pueblos.

Efectivamente, los Magos de Oriente, popularmente llamados los «Reyes Magos», desde muy antiguo son representados en los belenes por tres reyes pertenecientes a las tres principales razas humanas de la Antigüedad: la blanca (Melchor), la oriental (Gaspar) y la negra (Baltasar). Eso es así porque la Iglesia ha contemplado en este pasaje bíblico la manifestación del Hijo de Dios a toda la humanidad: su Epifanía universal.

Todas las lecturas que hemos escuchado en esta celebración nos conducen a ello: el Hijo de Dios se manifiesta como luz de justicia y camino de salvación para todos los seres humanos. Y eso es algo muy bueno, la mejor noticia que nos podrían dar.

Efectivamente, la «manifestación» de alguien es muy importante, porque hace que sea conocido por personas que hasta entonces no sabían que existía.

Si en la Encarnación celebramos que Jesús pasó a formar parte de la vida terrena al ser concebido en el seno de la Virgen María y en la Navidad celebramos que nació en el mundo en el que todos vivimos, en la Epifanía la Iglesia celebra que Jesús se ha dado a conocer como Hijo de Dios al ser humano. Como vemos, se trata de tres pasos muy importantes en la vida de Jesús: su Concepción, Nacimiento y Manifestación. Aunque queda lo fundamental: su Pasión, Muerte y Resurrección para así completar su misión salvadora.

Parafraseando las palabras del profeta Isaías, podemos de decir que en la Solemnidad de la Epifanía celebramos que sobre la humanidad amanece el Señor, su gloria aparece sobre todos los seres humanos; y caminan los pueblos a la luz de Jesús; los reyes al resplandor de su aurora.

Que Jesús se manifieste a la humanidad es, ciertamente, maravilloso, pero esa realidad la vivimos con más intensidad cuando experimentamos su Manifestación en medio de nuestra comunidad parroquial o religiosa, en nuestra familia y, aun más íntimamente, en nuestro corazón: entonces descubrimos el marcado carácter vivencial de la Solemnidad de la Epifanía.

¿Cómo podemos celebrar este acontecimiento? San Mateo nos dice que los Reyes Magos lo celebraron adorando al Señor y ofreciéndole su tesoro, consistente en oro, incienso y mirra.

Las comunidades parroquiales y religiosas celebran esta Solemnidad compartiendo la oración del Oficio divino y, sobre todo, participando juntos en la Eucaristía. Por medio del culto litúrgico adoramos comunitariamente al Señor por haberse manifestado en medio de nosotros y le ofrecemos lo mejor de nuestra comunidad.

A nivel personal, esta Solemnidad nos invita a meditar sobre cómo se manifiesta Jesús en nuestra existencia: tanto en nuestra vida cotidiana como en nuestros momentos de oración. ¿Hasta qué punto me afecta que Dios se manifieste en mi vida?

También se nos anima a reflexionar sobre cómo podemos adorar y alabar al Señor. Sabemos que hay muchos modos de hacerlo: recitando una oración, haciendo un día de retiro o peregrinando a un santuario, por ejemplo. Pero, si vemos, los Reyes Magos nos invitan a adorar al Señor con una silenciosa contemplación. Ante la Manifestación de Jesús en nuestro corazón, podemos arrodillarnos interiormente ante Él, para contemplar su gloria y majestad.

Por último, podemos pensar en algún regalo que podríamos ofrecer a Jesús. Isaías nos dice en la primera lectura que todos los pueblos acudirán a la radiante Jerusalén, en la que Dios mostrará su gloria, ofreciéndole sus tesoros y riquezas, es decir, lo mejor que tienen. Y en el Evangelio hemos oído que los Reyes Magos ofrecieron al Señor oro, incienso y mirra, ¿qué le podemos ofrecer cada uno de nosotros? ¿Qué tesoro podemos darle? Pensemos que, ciertamente, todos tenemos dones y cualidades: puede tratarse, por ejemplo, de nuestra simpatía, de nuestra inteligencia o de nuestro sentido del humor. Cada uno sabrá qué es lo que Dios le ha dado.

Pero, curiosamente, el mejor don que Dios nos ha dado a todos es el amor. Por eso, ese maravilloso regalo que podemos ofrecer al Señor es darnos por entero a Él amándole con todo nuestro corazón. El cariño es nuestro tesoro más grande. Se lo podemos dar a Dios directamente en nuestro interior, o se lo podemos ofrecer por medio de las personas que nos rodean. Mostrarnos cercanos y tiernos con los que conviven con nosotros es un excelente modo de agradecer al Señor que se haya manifestado en medio de nuestra vida.

En conclusión, en la Solemnidad de la Epifanía, la Iglesia nos anima a dar gracias a Jesús por manifestarse a la humanidad, y concretamente, a cada uno de nosotros. Por ello es una fiesta de adoración, alabanza y amor.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (60,1-6): Dios de todos los pueblos

I.1. El texto del libro del profeta Isaías adelanta el sentido de la fiesta: el universalismo de la salvación de Dios. El Trito-Isaías (la tercera parte del libro de Isaías, con oráculos de un profeta desconocido), se vale de la imagen de Jerusalén, símbolo de la presencia de Dios, para afirmar que todos los pueblos buscarán a ese Dios. Pero no se hace por la apologética barata de que el Dios nacional de Israel sea el único y verdadero. El Dios del profeta no es un Dios nacionalista, y con ello cae por tierra ese nacionalismo religioso que muchas veces se ha usado para grandes despropósitos. Si el profeta se vale de Jerusalén, es porque el profeta no puede dejar de ser un judío en su mundo y en su cultura.

I.2. Pero la intuición del profeta se perfila en el sentido de que Jerusalén ha sido humillada muchas veces en su historia. Comparada con las grandes ciudades de la cultura y la religión que la han rodeado ha sido humillada, postrada, asediada y ha sido pasada a cuchillo. Ahora, teniendo Dios allí su morada (cosa que el profeta entiende al pie de la letra, pero nosotros no estamos obligados a ello) es testigo de cómo vienen todos los pueblos, todas las religiones, todas las culturas, para ver la luz de Dios, trayendo sus dones. Dios, pues, escoge a la Jerusalén maltrecha para decir quién es y qué quiere de la humanidad entera. Este es el evangelio, el misterio, del Trito-Isaías para sus contemporáneos. El texto resonará en el evangelio de Mateo del día de hoy.

IIª Lectura: Efesios (3,2-3.5-6): El misterio de Dios se revela a todos

II.1. El texto de Efesios nos habla del “misterio” que le ha sido encomendado al Apóstol para que lo lleve a todos los pueblos, a los paganos, a los gentiles (diríamos a los que no tienen Dios). ¿Cómo es posible? El texto es un texto paulino, una “confesión” que retrata a Pablo, si bien la carta a los Efesios es muy posible que no haya sido escrita por él, sino por un discípulo que quiere mantener en alto la antorcha de la vocación y la misión del Apóstol. Efectivamente, vemos un interés especial en describir la originalidad de la misión paulina. Y en esto no hay nada que objetar. Las cartas auténticas de Pablo nos revelan, por activa y por pasiva, que esta ha sido la vocación y la historia de Pablo, por lo que ha dado su vida “en Cristo”.

II.2. Se habla del “don de la gracia”, de una “revelación” que ha recibido el apóstol. Esta es la verdad si comparamos nuestro texto con Gal 1,12.16. Aquí se refiere al camino de Damasco como punto focal de esta iniciativa divina. Dios lo ha llamado para ser apóstol de los paganos y para ello le ha entregado el evangelio de la salvación. Lo que en nuestro texto de hoy se llama “misterio”, es lo mismo. Porque el evangelio es la buena noticia de que Dios ha decidido salvar a todos los hombres, de cualquier raza y religión. Es eso lo que el autor de Efesios llama misterio y lo que Pablo llama varias veces “mi evangelio”.

Evangelio: Mateo (2,1-12): La estrella de la salvación de la humanidad entera

III.1. Texto complicado, simbólico, arcaico, prefigurativo, midráshico. Todos estos adjetivos se usan a la hora de leer e interpretar el relato de Mateo sobre los magos (magoi, en griego, no reyes) que vienen en busca de una estrella. Y la verdad es que la exégesis bíblica ya ha dado numerosas muestras de madurez a la hora de interpretar un relato de este tipo, que desde luego, no puede leerse histórica o fácticamente, al menos con opciones fundamentalistas. Tenemos que reconocer que nos encontramos ante una magnífica página teológica, con sabor oriental y con una cristología de las primeras comunidades cristianas, especialmente la de Mateo, que vio en el texto de Miqueas (5,1) la prefiguración de Jesús como Mesías, por su nacimiento en Belén. La comunidad de Mateo, de origen judeo-cristiano, necesitó leer mucho las Escrituras, el AT, para rastrear su identidad de aceptar a Jesús como el Mesías en todos los sentidos. Consiguientemente, es posible que en una comunidad de este tipo se viera necesario, como causa-efecto, que si Jesús es considerado el Mesías, tenga que nacer en Belén.

III.2. Pero ¿qué papel desempeñan los magos? Pues el de aquellos que extraños al judaísmo y a su religión, han buscado y han interpretado los signos de los tiempos y se han arriesgado también a aceptar al niño de Belén como su luz. Es verdad que estos textos de Mateo, como los de Lucas, no pueden haber sido escritos sino después de que las comunidades cristianas proclamaran a Jesús resucitado. No podía ser de otra manera. Pero el texto de Mateo es más especial, si cabe, porque está “empedrado” de alusiones a textos veterotestamentarios que se leen con el sentido de cumplimiento o de alusiones significativas. Todos los grandes personajes de la historia han tenido su “estrella”, como Alejandro Magno, Augusto, y el “rey de los judíos” no podía ser menos a la hora de presentarlo ante toda la humanidad. Desde luego no es necesario pensar o defender que en el momento del nacimiento de Jesús se produjo una gran conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis; es bastante hipotético que sea así, y tampoco podemos decir que esté contemplado en nuestra narración. Además, si esta conjunción pudiera probarse para el año 7 a.C. (como algunos sostienen), todavía no se “buscaría” a Jesús como el “rey de los judíos”, porque este título no podía aplicársele desde su nacimiento, sino después de la muerte (es el título de la condena en la cruz) y la resurrección.

III.3. Desde el significado de la fiesta de hoy es mucho más iluminador leer el texto sin buscar exageradamente coincidencias históricas. Por eso interesa resalta su tejido midráshico (actualización y adaptación de textos bíblicos). Así podemos ver que nuestro relato ha podido confeccionarse teniendo en cuenta al profeta Balaam (Num24,17), un extranjero llamado por Balaq para maldecir a Israel; pero sucede lo contrario: lo bendice preanunciando la estrella de Jacob, el padre de las tribus. De la misma manera, el texto de Is 60,6 (nuestra primera lectura) con los camellos y dromedarios cargados de dones que vienen a Jerusalén y, no menos, el sentido del Sal 72,10.15 sobre los reyes de tierras lejanas que traen regalos al rey del futuro. La fe de los primeros cristianos tuvo que formularse de esta forma y de esta manera, expresarse simbólicamente. La verdad es que los cristianos aceptaron a Jesús como el Mesías verdadero, el que traería la salvación a todos. No había más remedio que rebuscar en la Escritura para dar sentido a todo ello.





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