domingo, 14 de octubre de 2012

DOMINGO 28º DEL TIEMPO ORDINARIO


"¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!"

Dos mensajes contundentes.

La palabra, eficaz, tajante, nos coloca contra la pared. Incide en nuestra última entraña. No tengo más remedio que responder. Cuando me descuido, o cierro mis oídos, o me busco excusas, estoy respondiendo ya y estoy diciendo no. Lo sé bien: no me es fácil decir no directamente; hay que interpretar y conseguir, como sea, mis inútiles coartadas.

Mi mejor engaño: los tiempos han cambiado, mi sociedad no es la de Jesús. No podemos ser extremistas. Me digo que ha cambiado la percepción de la riqueza. Me digo que el discurso de los pobres está agotado. Me digo que mi fe y mi reflexión reclaman hoy otras experiencias, otras palabras. Me digo y me digo. Pero no hay vuelta de hoja. La propuesta del Evangelio es radical. Así. Sin más.

No soy decente si trato de echar agua al vino. Es mejor reconocer que no puedo, que me es demasiado trabajoso seguir a Jesús hasta el final.

Pero, ¿de verdad, de verdad, no puedo seguir el camino de Jesús?

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Sabios con la Sabiduría de Dios. Más preciosa que el poder, las riquezas, la salud y la belleza es la sabiduría que viene de Dios. Nos hace vivir en el amor de Dios.

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-11

Oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 89, 12-17

R. Señor, sácianos con tu amor.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Alégranos por los días en que nos afligiste, por los años en que soportamos la desgracia. R.

Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

SEGUNDA LECTURA

La Palabra de Dios es Viva y es Eficaz La Palabra de Dios es inquietante. Nos fuerza a confrontarnos a nosotros mismos y a tomar una opción, o a favor o en contra de Dios. Es decisiva para el resultado de nuestras vidas.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13

Hermanos: La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de Aquél a quien debemos rendir cuentas.
Palabra de Dios.

EVANGELIO

Ven, Sígueme sin Equipaje Inútil. Como el joven rico, en realidad no hemos dado nada a Dios si no respondemos a su invitación de seguirle por el camino que él quiere que sigamos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 17-30

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna".
Palabra del Señor.


COMPARTIMOS LA PALABRA

Es conveniente conjugar la lectura del Nuevo Testamento y el Evangelio.

En la carta a los hebreos el eje es la palabra: tajante, alcanza la entraña y es eficaz. Eficaz, pero hay que responder. La eficacia se comprueba en mi respuesta. Siempre libre, siempre aplazable, siempre rechazada. Quiero dejarme vencer por la palabra, abrir los pulmones de mi espíritu, que me llegue, que arribe a mi vida esa palabra.

Tanto si miramos el mundo que nos envuelve como si giramos hacia nuestra vida diaria más concreta, aparentemente más trivial, parece que muchas veces andamos perdidos, sin saber qué hacer, sin encontrar un sendero de fiar. Cuando me oriento en la vida, encuentro sentido. Esa orientación sólo puede venir del encuentro de la palabra acogida con la realidad que me rodea o con la mía propia. Y aquí tropezamos, siempre tropezamos, con Jesús y el Evangelio.

Hay que insistir en la radicalidad de la llamada evangélica. No podemos echar agua al vino. Es mejor decir no puedo, que traicionar el Evangelio. Lo cierto es que en nuestra conciencia no nos engañamos, pero nos buscamos dispensas. Nos enredamos en interpretaciones cómodas. Y, al final, se nos escapa el Evangelio mismo y nuestra vida se vuelve irremediablemente confusa.

La llamada a compartir los bienes de este mundo se sostiene en una actitud última. Nadie es el dueño de la tierra. Sólo Dios es el Señor. Quien se considera amo es un ladrón. Y nunca hay que pensar que los poderes de este mundo son una fatalidad que debemos aceptar y que no puede cambiarse. La afirmación de Dios es también la negación de la fatalidad.

A veces, al leer el texto evangélico, se nos invita a llevar un comportamiento “recto”, “honesto”. ¿Lo llamaremos prudente? ¿Lo llamaremos equilibrado? Ante tanta desgracia, hay que calificar sin cautela: esa “prudencia” es mendaz.

También podemos recoger algo que se dice: ¿a qué tanta historia con los pobres? ¿No van las cosas por otro lado? Hay que aclararlo sin cansarse. No se trata de que el pobre sea un santo o esté dotado de cualidades que le hacen más relevante. Al contrario. Es el que no cuenta. No son sus maravillosas cualidades, es aquél ante quien se vuelve el rostro.

Compartir el pan con quien tiene hambre, aliarse con el pobre, el huérfano, el extranjero, aliarse con esa nada de mundo: ahí está el sello de la fraternidad, emblema de la trascendencia humilde, tímida, de Dios.

La fraternidad está inscrita en la humanidad. La marca que distingue a la humanidad, que la eleva, es la fraternidad. Es el trazo que Dios deja al sustentar a la humanidad y la huella de su recuerdo que, tantas veces, queda en suspenso. Fraternidad de cada uno con cada uno, hacerse cargo de cada uno. Sólo siendo responsable de cada uno de los otros, sólo entonces, soy fraterno. Sólo cuando ayudo al caído a ponerse en pie, estoy haciendo, y digo haciendo, que todos somos hermano.

No se trata sólo de renunciar a los bienes de este mundo. Hay que compartir. Y compartir con el pobre. El único modo de vivir una vida fraterna, de construir una sociedad fraterna, de trabajar por el Reino, es comprometiéndonos con los que realmente, en su vida, están desmintiendo esa fraternidad ficticia. El pobre, el extranjero…, nada en este mundo en crisis, pero implacable. Fuera los no rentables, los demás a marcar el paso. Bien por los fuertes. ¡Ay del que no tiene!

Sin cansancio hemos de alzar la voz en esta crisis que lastima a la mayoría y que está llevando al desaliento y a la desesperanza a tantos y tantos. ¿Dónde estamos nosotros?

¿Cómo se deja notar Dios? La pobreza tiene mucho que ver. Hay que hablar sin miedo de la debilidad de Dios. Ni el pobre ni Dios entran en los juegos brillantes de luz y de poder que se imponen en este mundo. La verdad de Dios es una verdad desplazada. O exiliada. Ese exilio nos está diciendo que este mundo no es suficiente, que estamos llamados siempre a otra cosa a respirar un aire distinto.

Ser pobre nos lleva tan hacia dentro como hacia fuera. Extirpar el deseo de posesión o de dominio, permite la libertad de dentro. Despeja las fantasías y las ansiedades interiores, abre el espíritu, sereno, libre, sin crispación, lo ahueca y lo ahonda. Ahí, en esa serenidad de dentro, apagados los ruidos compulsivos, despierta el alma a la presencia de un Dios que no deja de darse y cuidar de nuestra vida. Ser pobre es remontar hacia la desnudez de una vida que para sí misma sólo quiere a Dios. Así camina una vida desnuda y sin complejos. Ser pobre es vivir y hacer de otra manera. Una perspectiva distinta. Las cosas, los otros, se nos presentan en su verdad esencial, sin ropaje y sin máscara. Y una mirada compasiva nos devuelve la ternura que nos reconcilia con todo.

Y algo que nunca debemos olvidar: la realidad. Aquí no valen las batallas mentales ni las historias imaginadas ni mañana haré ni el quizá podría hacer… Hay que afirmar la inserción real y sin sueños de la opción evangélica. Tan adentro vivimos que, al cabo, estamos en la plena luz de la plaza pública, jugándonosla con los caídos de este mundo, diciendo y haciendo que las vidas humanas estén en pie. Con gratitud.

Por los pobres… Es el proyecto del Reino, es la marca de la comunidad seguidora de Jesús, es… Es la verdad. La verdad más directa: compartir el pan con quien tiene hambre, justamente porque tiene hambre. Las otras consideraciones vienen después. Nada hay más blasfemo que protegernos en esa especie de solidaridad “espiritual” que sólo es cinismo. Y al final, al final, estar con los débiles de este mundo nos hace ganar un cierto derecho a llaméanos seguidores de Jesús.

ESTUDIO BÍBLICO

La sabiduría del seguimiento de Jesús

Iª Lectura: Sabiduría (7,7-11): La sabiduría nos hace "divinos"

I.1. Esta lectura nos ofrece uno de los pensamientos más bellos sobre la sabiduría. Forma parte de una reflexión más amplia sobre la igualdad de los hombres en su naturaleza, y cómo esta nos perfecciona humanamente. Se supone que el autor es como un rey (algunos han pensado que era Salomón, pero no es así). Y este rey se considera igual a todos los hombres, porque los reyes y cualquier ser humano nacen lo mismo que todos y mueren lo mismo que todos, como le sucede a los animales. Pero lo que hace a los seres humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la que compartimos la vida misma de Dios.

I.2. Este don no solamente enseña a gobernar a los reyes, sino a ser divinos a los hombres, porque es la riqueza más alta. Con ello se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la existencia. Las personas sin «adentros» prefieren el oro, la plata y las piedras preciosas; el dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá aprendido un sentido distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del hambre; del sufrimiento y la desesperación. Con ella vienen riquezas, valoraciones y sentimientos que no se pueden comprar con todo el oro del mundo. Porque la verdadera sabiduría enseña a tener y vivir con dignidad.

IIª Lectura: Hebreos (4,12-13): La fuerza de la palabra de Dios

La lectura de Hebreos nos ofrece una reflexión sobre la Palabra de Dios que se entiende como el anuncio de las promesas del AT y, en nuestro caso, la predicación cristiana. El autor está exhortando a la comunidad a peregrinar, sabiendo que nos acompaña Cristo, el Sumo Sacerdote. Por lo mismo, es con la Palabra del Señor con la que podemos caminar por la vida. Esa Palabra es como una espada de dos filos que llega hasta lo más profundo del corazón humano; descubre nuestros sentimientos, nuestras debilidades, y por impulso de la misma podemos confiarnos a nuestro Dios. Pues esa palabra no es ideología, ni algo vacío. En este caso, debemos decir que nuestro texto tiene mucho que ver con el pasaje de la Sabiduría (Sab 7,22-8,1). La Palabra de Dios, pues, es para el cristiano la fuente de la sabiduría.

Evangelio: Marcos (10,17-30): El seguimiento, sabiduría frente a las riquezas

III.1. El evangelio nos ofrece una escena muy conocida: el joven rico y su pretensión de obtener la salvación (“heredar la vida eterna”). Es verdad que este texto es un conjunto no demasiado homogéneo. Los grandes maestros han pensado, no sin razón, que son varios textos en torno a palabras de Jesús sobre el peligro de las riquezas y sobre la vida eterna, las que se han conjuntado en esta pequeña historia. Es muy razonable distinguir tres partes: a) la escena del joven rico (vv.17-22); b) la dificultad para entrar en el Reino de Dios (vv. 23-27); c) las renuncias de los verdaderos discípulos (vv.28-30). Todo rematado sobre el dicho “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (v. 31). Las dos primeras tienen una conexión más fuerte que la tercera. Es verdad que todo el conjunto gira en torno a las claves del verdadero seguimiento. No se trata de una enseñanza sobre el voto de pobreza de los monjes, sino de algo que afecta a la salvación para todos.

III.2. Entre las muchas lecturas que se pueden hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este pasaje la llamada al "seguimiento" y tener un tesoro en el cielo. Se ha comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús le propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a Jesús… y encontrará un camino nuevo.

III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas, buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer... todo eso no es la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone esta historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.

III.4. Por eso tiene sentido lo que después le preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil que los ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de descodificarse de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de Dios y de los hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen siendo un peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de seguridad. Y reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que "lo que es imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios" (v. 27). Por consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este hombre concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un criterio para todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento.

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