domingo, 3 de marzo de 2013

Domingo 3º de Cuaresma



“Señor, déjala todavía este año… 
Puede ser que así dé frutos en adelante”

La pasión de nuestro Dios, de Jesús es hacer la vida del hombre más humana, con más sentido. Por eso sus parábolas intentan desbloquear las vidas atrapadas por el vacío, el sin sentido y la esterilidad. Ofrece caminos de felicidad, bien distintos a los transitados por los que se consideran “normales”. No es un Dios justiciero ni duro que castiga y manda el mal y sufrimientos a los hombres. Los hechos históricos violentos acaecidos en Jerusalén, lo mismo que los que podemos ver hoy son para escucharlos y repensarlos. El hecho de no tener en la vida contratiempos, sufrimientos, de no ser alcanzados por algún tipo de mal no es para subir nuestra autosuficiencia y creernos superiores, sino motivación de nuestra acción de gracias y para sentirnos privilegiados y dar frutos. No son las apariencias y la superioridad (caso de la higuera que lleva años frondosa) lo decisivo ante Dios, sino la vida fecunda (la práctica de la vida).

Jesús quiere provocar nuestra reacción. ¿Para qué una vida estéril? Igual con los cuidados, el amor, la solidaridad del viñador da frutos. La indiferencia y la pasividad ante los males de los hermanos no es la forma de actuar de nuestro Dios, al que le duele nuestro dolor y se solidariza con nosotros. Las apariencias y el espectáculo no tienen nada qué ver con el reino de Dios y su justicia.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Nuestro Dios se conmueve ante el sufrimiento y la opresión. Y por eso no se queda indiferente, sino que quiere bajar hasta nosotros y liberarnos. Así fue en la primera Pascua, cuando libró al pueblo de la opresión a que el faraón de Egipto lo sometía. Y así será en la Pascua de Jesucristo, por la cual nos libera de la opresión del pecado y de la muerte.

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a. 10. 13-15

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: "Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?". Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió él. Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa". Luego siguió diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: "Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas". Moisés dijo a Dios: "Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?". Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego añadió: "Tú hablarás así a los israelitas: 'Yo soy' me envió a ustedes". Y continuó diciendo a Moisés: "Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y así será invocado en todos los tiempos futuros".
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 102, 1-4. 6-8. 11

R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen. R.

SEGUNDA LECTURA

Así como el pueblo de Israel caminó hacia una nueva vida, así también nosotros caminamos hacia la Pascua. En el camino, no faltarán tropiezos y tentaciones. No abandonemos el camino, porque sabemos con quién nos encontraremos al final.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 1-6. 10-12

Hermanos: No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

La parábola de la higuera nos presenta dos modos de reacción frente al árbol que no da fruto. Una es cortarlo, no esperar más. La otra es la de la paciencia, la del jardinero que está dispuesto a comprometerse para que el cambio sea posible. Con esa paciencia, con ese compromiso, Jesús se está dedicando a cada uno de nosotros porque confía en que, finalmente, daremos buenos frutos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Una higuera estéril, una vida sin humanidad, un cristianismo sin seguimiento, una iglesia sin ocuparse del reino… ¿para qué?

Sin darnos cuenta hemos cambiado los valores que sustentan nuestra vida, lo que nos hace humanos y crea fraternidad por intereses pequeños que nos hacen sentir bien e ir tirando, pero que desarrollan el individualismo y el tener más. No parece que hayamos entendido que no es lo mismo ser feliz que estar cómodos; que lo valioso no tiene por qué ser lo útil, ni lo bueno es lo que me gusta y hemos entrado en una insatisfacción profunda: somos espectadores pasivos de la creación en la que debiéramos ser protagonistas con el amor y la generosidad que recrean.

Una vida cristiana que no hace huella en los corazones; una práctica religiosa que tranquiliza y da razón a nuestras flojeras, alentando nuestras satisfacciones horizontales; una vida cristiana que solo maneja la conversión como concepto abstracto, proponiéndolo para los demás sin creer mucho en ella; una cuaresma que tiene como fin más oración, ayunos y limosnas, pero se olvida de Jesús y de los demás es un rasgarse las vestiduras pero dejar el corazón ileso, son vivencias estériles.

Una iglesia que solo se dedica a conservar, a adornar el culto y mirar pasivamente y volver a proponer el pasado; que solo se propone sobrevivir, resignarse y renunciar a la audacia de la creatividad; que quiere diseñar su futuro sin discernir, con un nerviosismo inútil por atarlo todo, se olvida de que somos iglesia de Jesús y que se trata de permanecer arraigados en Jesús, vivir nuestra adhesión a él, pues él es el causante de la vida de la iglesia, guiada por el Espíritu del Resucitado...

A Jesús le duele nuestro dolor, nuestra vida estéril.

En tiempos del faraón de Egipto a nuestro Dios le dolía que le privaran de su pueblo, que el faraón se creyera su amo, un dolor que el pueblo le presentaba no tanto con intensidad de voz, cuanto con el corazón herido. Dios se solidarizó por medio de Moisés, su instrumento humano, que después de hacer todo una experiencia espiritual en torno a la zarza ardiendo: se acercó descalzo (sin ningún derecho y dignidad ante Dios), con los ojos tapados (para no morir, pero tener otra vida), visibilizó la liberación con el pueblo.

En nuestro tiempo, Pablo nos recuerda que hemos sido liberados. Que el camino por el desierto es de liberados, bautizados. Comemos y bebemos de la roca espiritual que es Cristo, aunque seguimos sin agradar a Dios, sin reconocerle e incluso acordándonos de Egipto. Siguen faltándonos la confianza en los valores creativos y constructores de felicidad.

HE VISTO la opresión de mi pueblo… HE OÍDO sus quejas… ME HE FIJADO en su sufrimiento… VOY A BAJAR…

Tenemos un Dios que VE, OYE, SE FIJA, BAJA…. Más humano y sensible, imposible. Cuantos “faraones”, como al pueblo de Israel nos oprimen y, no con trabajos forzados, que terminan por ser los menos importantes, sino quitándonos la libertad para poder dar culto al Dios que nos ha creado. Es la privación y el sufrimiento más grande del hombre: quedarse sin Dios, descentrarse en la creación. No menos cierto es que al lado de los “faraones”, nosotros también hipotecamos y vendemos la libertad, poniéndonos bajo paternalismos por comodidad, facilidad, confiar en seguridades, que terminan por pasarnos factura y anularnos por completo.

Cava, abona, nos da tiempo, contra toda sensatez, ¿Quién sabe si….?

Poco hacemos mandando las responsabilidades a los demás, exculpándonos y criticándonos. Si existe esterilidad, o respondemos con otros cimientos, otro abono, otras formas de partir y de concebir la vida o cundirá cada vez más el abandono y descrédito de nuestra vida. Cuando Jesús nos invita a la conversión para no perecer, nos está hablando de solidaridad, de compartir, de cuidar la vida, de curarla y mimarla. Nos está invitando a ser creyentes que es mucho más que ser religiosos. Nos está diciendo que no hay fe, que no hay evangelización sin evangelio.

Somos queridos a pesar de nuestra esterilidad. Dios nos ha llamado a fructificar, aunque no sabemos cuándo. Con una mirada limpia para ver la realidad sin prejuicios, poniéndonos del lado de las víctimas, siendo compasivos y manteniendo con tesón alternativas evangélicas a una sociedad y a una vivencia cristiana satisfecha, ya estamos dando fruto.

Jesús, nos cava y abona con su Palabra. Volvamos al evangelio, a su fuerza sanadora para fundarnos y arraigarnos en Cristo, para que nuestra vida no sea estéril.

ESTUDIO BÍBLICO

Merece la pena convertirse al Dios de la salvación

Iª Lectura: Éxodo (3,1-15): Yahvé, el Dios que da su nombre al hombre

I.1. La lectura de Éxodo nos introduce en uno de los momentos más significativos de la historia del pueblo de Israel: la revelación de Dios a Moisés, para que éste comunicara al pueblo su decisión y su proyecto liberador. Es un episodio determinativo de ese pueblo, que ha definido siempre su vida en razón de su fe en el Dios, Yahvé, que lo sacó de la esclavitud de Egipto y le dio una tierra para que pudiera vivir en libertad. También es un episodio que, en el conjunto de las experiencias religiosas de la humanidad, marca un hito decisivo y original. Este capítulo, pues, prepara la gran narración de la liberación de Egipto, que es el momento culminante de las relaciones de Dios, Yahvé, con Moisés y con su pueblo.

I.2. El Dios, Yahvé -nombre misterioso, que puede tener muchos significados-, no se revela para dar a conocer un nombre extraño e impenetrable, sino porque ha escuchado el clamor de un pueblo en esclavitud y quiere comprometerse con los pueblos que viven esa opresión. Egipto, entonces, era una potencia impresionante, y sus dioses, los más magníficos del mundo. Sabemos que en el trasfondo de esta narración, que corresponde a la llamada tradición elohista, se apunta a la magia de conocer el nombre de la divinidad, que en las religiones ancestrales tenía un significado especial; quien conocía el nombre de la divinidad lo atrapaba de alguna manera. Podíamos señalar que en nuestro texto el nombre de Yahvé (el famoso tetagramaton divino, compuesto de cuatro letras yhwh, impronunciable para los judíos) tiene una raíz verbal, es decir, dinámica. No es, pues, una definición. Pero en Dios quien dice su nombre, quien se revela, quien descubre el misterio. No es un Dios egoísta de su nombre o de su esencia, al menos aquí. Es un Dios que se da: es el que hace existir, el que crea, el que desvela el misterio… pero eso no significa que ese Dios pueda ser manipulado por el hombre a su antojo. Ahora lo dice para poder conducir a Moisés desde la zarza ardiendo hasta la esclavitud de Egipto para liberar.

I.3. Por tanto el Dios, Yahvé, es un Dios que se da nombre a sí mismo, no lo ha descubierto el hombre escrito en un templo (y eso que los especialistas piensan que podía ser un dios local de Madián). No es ahora el momento de explicar en sus pormenores el origen del yahvismo como religión. En realidad es el que hace venir a la existencia lo que no existe; es quien da libertad a quien no la tiene; es quien libera de la esclavitud; es un Dios que se compromete en la historia, con los hombres y con los pueblos de la historia. Esta es la fuerza de la lectura de este domingo de Cuaresma. En las narraciones de la liberación de Egipto, y una de ellas es nuestra lectura, Israel nos trasmite una teología bien determinada: la experiencia que su Dios, Yahvé, se manifiesta como un Dios que no solo salva de las amenazas de los enemigos, sino que también viene en ayuda de las cosas más elementales de la vida: libertad, pan, paz y justicia. Por eso Israel aprenderá en esta teología a identificar el “pan de la vida” con el “pan de la salvación”. Todo eso es lo que significa esta revelación de Yahvé a Moisés.

IIª Lectura: Iª Corintios (10,1-12): El pasado se revive, se actualiza

II.1. Pablo, que había comenzado una polémica sobre la carne sacrificada a los ídolos (1Cor 8,1), comienza aquí (1Cor 10,1) un nuevo período de reflexión para llevar a sus últimas consecuencias cómo tienen que comportarse frente a la idolatría. Para ello se ha valido de un proceso exegético, que se llama midrash, una actualización de un texto del AT, en este caso la epopeya del éxodo; en realidad son varios textos los que Pablo comenta y actualiza (Ex 13,20-22; Ex 14,19; Sal 104,39). Entiende que todo aquello fue un “bautismo” para renacer como pueblo en la libertad que Dios le ofrecía. Pero no todos los vivieron así, sino que murmuraron contra Moisés y contra Dios. El desierto era duro, es verdad; pero la libertad siempre debe tener un precio.

II.2. Todo eso era un anticipo, un “tipos” para lo que ahora deben vivir los cristianos. Ahora Pablo intenta sacar las consecuencias parenéticas para la comunidad de Corinto que de nuevo, como el pueblo en desierto, no está lejos de ciertas actitudes idolátricas. La tipología es un ejemplo para que aprendamos, quiere decir Pablo, porque algunos pueden ir a banquetes paganos y comer de algo que se ha consagrado a los ídolos. Esta es una tentación constante en todos los procesos religiosos. Una lectura actual ya no podría referirse a un problema de carnes y participaciones en banquetes sagrados, sino en otros banquetes de poder y de gloria que pueden robar la identidad cristiana.

Evangelio: Lucas (13,1-9): Vivir con sentido siempre

III.1. El evangelio de Lucas viene hoy a hacer una llamada a la fidelidad de ese Dios salvador de la historia, que se ha jugado todo su prestigio y toda su divinidad con el pueblo. Se narran dos episodios de acontecimientos que ocurrieron, muy probablemente en tiempos de Jesús: unos galileos que el Prefecto romano mandó masacrar mientras ofrecían un sacrificio. Algunos apuntan a la sospecha de tipo político que tenían que ver con el terrorismo zelote, pero no es fácilmente aceptable esta tesis. Sí es importante el dato de que ocurrió mientras ofrecían un sacrificio, un acto religioso. No sabemos a qué se refiere, aunque tenemos noticias de que Pilato (por Flavio Josefo especialmente), responsable directo de la crucifixión de Jesús, fue uno de los políticos más perversos y venales de la administración romana. El otro episodio es mucho más normal, un accidente de trabajo, de tantos como ocurren en la vida, en el trabajo  y ante los que uno se pregunta por qué.

III.2. ¿Qué pueden significar estos episodios narrados por Lucas? ¿Tiene que ver algo Dios en estos? ¡Desde luego que no! Eso es lo primero que debemos inferir en la lectura del texto ¿Por qué, pues, son narrados? Pues sencillamente para poner de manifiesto que  Dios no es venal como Poncio Pilato y no tiene nada que ver con el accidente de la torre de Siloé del muro que rodeaba la ciudad de Jerusalén; esas cosas pasan en la vida. Eso nos descubre que somos lábiles y que no podemos vivir nuestra vida sin sentido. Todo el conjunto del evangelio de hoy va en esa dirección de una llamada a la conversión y a contar con Dios en nuestra vida. Jesús no ve en los samaritanos sacrificados, ni en los obreros de la torre maldad alguna para ser castigados por ello. No es el anuncio del Dios juez el que aquí aparece. Jesús habla de los “signos” de terror de la vida. Es una lectura realista de lo que ocurre y de lo que siempre ocurrirá, unas veces por la maldad humana y otras porque no podemos dominar la naturaleza. Pero ¿acaso esto no nos debe hacer pensar que debemos estar preparados siempre? ¿Para qué? No diríamos que para morir (aunque pueda parecer que ese es el sentido del texto), sino para vivir con dignidad, con sabiduría, con fe y esperanza. Y si llega la muerte, no nos ha de afanar con las manos vacías.

III.3. El tercer momento de la lectura evangélica se centra en una especie de parábola sobre la higuera plantada en una viña que, al cabo de tres años, no da fruto y se la quiere arrancar. La parábola de la higuera estéril es de la tradición (cf Mc 11, 12-14.20-26; Mt 21,18-22). Es curioso y original que Lucas se haya decidido por unirla a esos episodios anteriores. ¿Por qué? Para dar a entender que nuestra vida es como un tiempo que Dios permite (el dueño de la higuera) hasta el momento final de nuestra vida. Los Santos Padres entendieron que Jesús era el agricultor que pide al dueño un tiempo para ver si es posible que la higuera saque higos de sus entrañas. Sabemos que la higuera era símbolo de Israel en el AT, concretamente en los profetas. Por tanto resuena aquí, de alguna manera, la interpelación profética a la conversión. Nuestro evangelista le da mucha importancia en su obra al “hoy” y al “ahora” de la salvación. Por eso ese tiempo concedido a la higuera… es para un hoy y un ahora de salvación y de gracia.

III.4. Las conexiones de estos episodios se establecen en razón de la necesidad de estar siempre en actitud de responsabilidad y preparados para cambiar de vida, para arrepentirse; unas veces porque los hombres perversos aniquilan y otras porque ocurren catástrofes. Jesús, con sus palabras, exculpa a los que han sufrido la maldad de Pilato o la mala suerte del accidente, en el sentido de que no son responsables individualmente de lo que ha sucedido. Esto era importante entonces, donde todo se explicaba en razón de conexiones entre responsabilidad personal y castigo. No, los galileos o los trabajadores de la torre de Siloé no eran peor o más responsables que los que no les sucedió nada. Por el contrario, todos debemos estar siempre en actitud de conversión, porque Dios siempre ofrece oportunidades, como es el caso de la parábola de la higuera estéril. Siempre, con el Dios de la salvación, tenemos oportunidad de convertirnos y de buscar el bien.




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