domingo, 24 de mayo de 2015

PENTECOSTÉS 2015


Propio del ser humano es dirigir su vida de forma consciente, libre y autodeterminativa, viviendo no como una isla, sino formando comunidades de diversa índole, hasta sentirse unido a todos los hombres en una globalización solidaria. El Espíritu Santo, viene a habitar en nosotros como dador de fortaleza divina, santificador y revelador de la intimidad divina. Así nos va llevando a la adultez y consumación cristiana en la comunión con los otros cristianos y en la interrelación con todos los hombres y culturas.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “Aquella efusión, si bien extraordinaria, no permaneció única y limitada a aquel momento, sino que es un evento que se ha renovado y se renueva todavía. Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar” (Papa Francisco, homilía de Pentecostés del 8/6/2014).

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.

II LECTURA

Construir la Iglesia desde los dones recibidos es considerar que la comunidad es más importante que la propia comodidad y bienestar. Poner en común lo que se es y lo que se tiene constituye un gran signo de generosidad, porque significa que entendemos que no vivimos solos y que todos necesitamos de los demás.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7. 12-13

Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.

SECUENCIA  

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres.
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

ALELUYA      

Aleluya. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya.

EVANGELIO

 “Hubo una nueva inteligencia en la conciencia de los apóstoles, simples hombres, cobardes, escondidos por el miedo a la persecución, cuando recibieron este espíritu de Cristo –ya que el evangelio de san Juan quiere unir en un solo acto de Cristo su resurrección y su Pentecostés porque las dos fiestas separadas por 50 días en nuestro Año litúrgico no son más que una sola realidad–. Esto es la glorificación de Cristo, es el hombre-Dios que está convertido en un Creador, para crear de aquellos apóstoles el origen de una nueva creación” (Mons. Romero, homilía del 14/5/1978).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

De repente resonó un ruido del cielo, como un viento recio: el Espíritu de la fortaleza divina

La “carne” en la Biblia significa a veces lo débil, lo flojo. En contraposición, el “espíritu” significa lo fuerte, lo dinámico. Así, Jesús nos enseña que “el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mt 26,42). A nosotros aquí nos interesa ver la personalidad del Espíritu Santo. Es en el Nuevo Testamento donde es revelada plenamente. Pero dicha revelación fue precedida en el Antiguo por una realidad polifacética a la que denominaron ruah. Uno de los significados de esta palabra es la de viento. El viento implica muchas veces la fuerza. Así lo proclaman Moisés y los israelitas al ver el exterminio del ejército del Faraón: “Al soplo de tu nariz se amontonaron las aguas, las corrientes se alzaron como un dique, las olas se cuajaron en el mar. Sopló tu aliento y los cubrió el mar” (Ex15,8.10) . Con la fuerza del espíritu de Dios infundido en Sansón, éste “despedazó un león como se despedaza un cabrito” (Jue 14,6). En el Misterio de Pentecostés el Espíritu Santo se manifiesta en la fuerza de “un viento recio”. Los discípulos se habían recogido en el Cenáculo atemorizados, presos de miedo. Al recibir el Espíritu Santo su miedo se cambia en fortaleza que da testimonio del Señor. El mismo Señor había anunciado a los discípulos: El Espíritu que os enviaré desde el Padre “dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio”, como vemos en el evangelio de hoy. Nosotros lo hemos recibido en el bautismo y, más aún, en la confirmación. La fortaleza recibida de él nos impulsa a vencer todo miedo y a dar testimonio de Jesucristo con la misma valentía de los apóstoles.

Anden según el Espíritu: el Espíritu santificador

Dirigiéndose a los Gálatas, san Pablo nos habla en la segunda lectura de otro efecto que produce la acogida de la acción del Espíritu en nosotros: la transformación del hombre que es llevado por la “carne” en hombre regenerado. “Carne” aquí significa el hombre que se deja dominar por los impulsos desordenados que existen en el ser humano, “caído” desde el pecado de los primeros padres. El Espíritu y la “carne” son dos realidades contrapuestas, pero no del mismo nivel: el Espíritu es superior a la “carne” y con su acción transforma al “hombre caído” en hombre regenerado, santificado, “espiritualizado”, del que brotan los frutos de la caridad, la paz, el dominio de sí. En el fondo, es la misma enseñanza que nos presenta san Juan en el diálogo de Jesús con Nicodemo: “el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Jn 3.5-6). Aquí “carne” significa el simple hombre: lo que nace de un hombre es sólo hombre, no un hombre que está animado y transformado por la actuación del Espíritu. Lo mismo encontramos en la Epístola a Tito al hablarnos del “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que (el Padre) derramó con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos, en esperanza, herederos de vida eterna (Tit 3,5-7).

El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena: el Espíritu consumador

El Espíritu Santo, al actuar en nosotros, no se contenta con medias tintas, sino que, como leemos en el evangelio de hoy, progresivamente nos va llevando “hasta la verdad plena”, es decir, a la comprensión y vivencia perfecta del misterio de Jesucristo, encarnándolo en nuestra vida personal y en la historia del mundo, en la pluralidad de culturas de nuestro mundo. Va llevando los hombres a una comunión o compenetración que se realiza en diversos niveles. No en vano desea san Pablo a los corintios que “la comunión del Espíritu Santo” esté con todos ellos (II Cor 13,13). El Espíritu Santo consuma la vida y obra del mismo Jesucristo (= Jesús el Ungido), consuma la vida cristiana de cada uno de nosotros, sus discípulos, consuma el Misterio de la Iglesia en sí misma y en su misión evangelizadora y consuma los no cristianos que se dejan guiar por su voz, que resuena en la conciencia, la cual, como nos dice el concilio Vaticano II es “el sagrario del hombre” (GS 16), aunque éste a veces no sea consciente de ello. Respecto a los cristianos, san Pablo nos enseña que el Espíritu Santo habita en nosotros, pasando así a ser su templo (cf. I Cor 3,16; 6,19). Como Maestro Interior, toma la iniciativa en nuestras vidas, nos conduce por medio de sus “dones” y con su unción nos enseña acerca de todas las cosas (cf. I Jn 2,27), llevándonos sucesivamente “hasta la verdad plena”.



ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Hechos 2,1-11.

Nota: Para valorar adecuadamente la Fiesta de Pentecostés hay que recordar algunos elementos importantes que ayuden a centrar la atención.

1) Esta fiesta judía actualizaba litúrgicamente dos cosas distintas: originalmente se la llamada Fiesta de la Siega porque se ofrecían a Dios las primeras gavillas de la nueva cosecha y se le daban gracias por los frutos de la tierra (también se llamaba Fiesta de las Semanas, porque se celebraba siete semanas después de Pascua, de ahí Pentecostés: quincuagésimo día). Luego se la espiritualizó y se celebraba en ella la estipulación y promulgación de la Alianza en el Sinaí entre Dios (Soberano) y su pueblo (vasallo).

2) Breve historia de la actuación del Espíritu: está presente en la creación haciendo visible como Fuerza y Dinamismo; el Espíritu dirige las grandes gestas de la salvación (suscitando y animando a los dirigentes carismáticos); el Espíritu prepara y acompaña a los profetas en su misión; el Espíritu (en Exilio y después del Exilio de Babilonia) se entiende como una gran promesa de futuro.

En todo este proceso de sus intervenciones el Espíritu de Yahvé (todavía no se le llama Santo) se hace presente de forma intermitente, temporal y sólo para los dirigentes del pueblo (gobernantes y profetas). Pero en la etapa central de la salvación, cuando Dios realice su plan (en Cristo) se promete el don del Espíritu para el Mesías (Gobernante y Profeta ideal) para toda la comunidad, para cada uno de los miembros de la comunidad y una posesión permanente.

Esto nos permitirá entender mejor los textos que a continuación vamos a escuchar, proclamar e interpretar para el pueblo de Dios que hoy está presente y sigue siendo levadura en el mundo y sigue necesitando urgentemente de la renovación profunda que proporciona el Espíritu.

Marco: El relato de Pentecostés.
Reflexiones:
1ª) ¡Todos unánimes y en oración!

Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés, con María la Madre de Jesús. En el capítulo anterior de este mismo libro, Lucas nos recuerda que estaban todos juntos, unánimes, en oración con María la Madre Jesús y sus hermanos. María, Madre de la Iglesia, estaba presente. Era necesaria su presencia en la ausencia de su Hijo. Como sigue siendo necesaria hoy en medio de la Iglesia. Jesús les había mandado que no se alejasen de Jerusalén, que esperasen allí la Promesa del Padre, es decir, al Espíritu Santo y así lo han cumplido. Pero el autor subraya explícita y enfáticamente que estaban juntos, unánimes. En armonía completa. El autor de Hechos se complace en insistir en la actitud de armonía que reinaba en la primera comunidad cristiana. Y lo propone como modelo para toda comunidad cristiana. Esta misma actitud la retrotrae hasta los días de preparación para la recepción del Espíritu. Juntos han experimentado que Jesús está vivo y juntos esperan la venida del Espíritu que sellará definitivamente la obra salvadora. A Lucas le gusta recordar que la venida del Espíritu Santo acontece cuando están juntos y en oración (Hechos 4 y 13). Es el clima apropiado para recibir el Don del Padre. En la oración se recibe al Espíritu y en la oración se renueva constantemente su presencia.

2ª) La fuerza del Espíritu.
De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. En el desarrollo del pensamiento sobre el Espíritu en la historia de la salvación se puede verificar que allá en los orígenes de esa reflexión aparece el viento tempestuoso y huracanado como manifestación del poder y de la soberanía de Dios. Es el punto de partida. Más adelante se descubrió en el respirar de los seres vivos como manifestación de la vida. En este momento se recuerda aquellas primeras manifestaciones para indicar que el acontecimiento entra dentro de los planes de la manifestación del poder soberano de Dios. El Espíritu todo lo penetra y todo lo llena con su presencia. Lucas ha utilizado el lenguaje que le ofrece la tradición bíblica y dentro de ella hay que comprender lo que quiere decir. El Espíritu es inasible, desborda todo intento de querer encuadrarlo, poseerlo o dominarlo. Es soberano y dinámico. Es pura fuerza y actividad con firmeza pero suavidad a la vez.

3ª) ¡El Espíritu, Don escatológico!
Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo. Para la comprensión de esta acción del Espíritu es también necesario recordar su modo de actuación en la historia de la salvación. En el Antiguo Testamento, cuando se quiere expresar esta actuación, se le contempla en tres líneas fundamentales: de salvación o testimonio, profética, y promesa escatológica. En primer lugar, la línea de actuación de la salvación manifiesta su poder en aquellos que fueron elegidos para llevar adelante la salvación del pueblo de Dios. El Espíritu actúa en ellos pero no de modo permanente y sólo como representantes del pueblo. En segundo lugar, el Espíritu actúa en los profetas para prepararles a la misión y para que pudieran realizarla superando todas las dificultades y contradicciones. En tercer lugar, el Espíritu aparece como la gran promesa escatológica (Isaías, Ezequiel y Joel), es decir, como un don para el final de los tiempos. Esta promesa se concretiza en tres grupos de personas: en el Mesías, en toda la comunidad y en cada uno de sus miembros, en todos ellos estará de manera permanente. Así se comprende mejor la afirmación de Lucas todos quedaron llenos del Espíritu Santo y unas lenguas como llamaradas que se posaban sobre cada uno de ellos. Se cumple la segunda y tercera parte de la gran promesa. La primera se había cumplido en Jesús desde su concepción (el Espíritu Santo vendrá sobre ti, Lc 1,35).

4ª) El Espíritu que empuja a la evangelización
Empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería... cada uno le oía hablar en su propio idioma... cada uno les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Este milagro del Espíritu está más en los oídos de los oyentes que en los labios de los Apóstoles (glosolalia). La finalidad de este fenómeno está en relación con la enumeración de los pueblos que se encuentran representados en Jerusalén. Se trata de una lista que incluye la totalidad de los pueblos entonces conocidos. Pues bien, Lucas quiere hacer notar sutilmente que se restaura la comunión rota en Babel y que esta comunión entre los pueblos se llevará a cabo por la evangelización impulsada por el Espíritu. Cuando se anuncia el Evangelio en cualquier parte del mundo se está rubricando este don del Espíritu.

Segunda lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13.

Marco: El fragmento pertenece a un conjunto donde Pablo intenta salir al paso de los excesos que se producen en Corinto por el mal uso de los carismas. Con esta ocasión, el Apóstol escribe para clarificar la finalidad y el valor de los carismas en la Iglesia. El ambiente polémico es la ocasión para afirmar algo importante para la Iglesia de todos los tiempos.
Reflexiones:
1ª) El Espíritu al servicio de la fe cristológica.
Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Esta tarea del Espíritu es fundamental para la Iglesia. El Espíritu es el continuador de la obra de Jesús, el que había de facilitar la comprensión de la identidad de Jesús y el sentido profundo de sus palabras. Pues bien, el Apóstol Pablo recuerda en este fragmento que la confesión pública (reconocer a Jesús como Señor) sólo es posible en el Espíritu Santo. Tanto en la confesión solemne ante los tribunales como en el testimonio el mismo Espíritu Santo es quien acompaña y empuja a los creyentes a realizar este acto de fe. Sólo con y en el Espíritu Santo es posible realizar esta confesión. La expresión no significa una simple jaculatoria. Es algo más amplio y más profundo.
2ª) Diversidad de dones para un mismo bien común
Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu...En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. El Espíritu es soberano para distribuir los carismas y los dones para el bien de la Iglesia. Acoger esta diversidad de dones es acoger la acción providente del Espíritu. En la primera Iglesia como en la actual abundan los dones. Todos los carismas, con su distinta función y misión, proceden del mismo Espíritu. Pero Pablo nos advierte severamente, apoyado en la experiencia dolorosa de su querida comunidad de Corinto, que nadie se arrogue carismas que no ha recibido, que nadie se vanagloríe de su carisma como si le fuera concedido por méritos propios. Y que nadie los utilice para crear división. Todo ello estaría fuera del proyecto del Espíritu cuando concede los carismas. Estos carismas manifiestan la diversidad para conseguir la comunión y la unidad.
3ª) El Espíritu rompe separaciones y nos hermana a todos
Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El nuevo título de la pertenencia al pueblo de Dios ya no es la sangre heredada, sino el bautismo. Este sacramento de regeneración hermana a todos los pueblos que aceptan el mensaje, porque es un nuevo nacimiento en el Espíritu y, por tanto, se establecen nuevas relaciones. Por eso el bautismo en un mismo Espíritu anula y hace desaparecer las diferencias antiguas. Todos formamos un mismo cuerpo. Pentecostés nos invita de diversas maneras a abrir fronteras y ensanchar horizontes.

Tercera lectura: Juan 20,19-23.

Marco: Forma parte del conjunto de las apariciones del Resucitado. Es la versión joánica de una aparición de misión del resucitado. Cada evangelista lo ha entendido de modo diferente según su reflexión teológica y las necesidades de sus comunidades (véase Mt 28, 16ss; Mc 16,9ss; Lc 24, 36ss).
Reflexiones:
1ª) ¡Reconocimiento de que está vivo!
Les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Como el Padre me ha enviado así os envío yo a vosotros. En la escuela joánica se insiste de modo particular en la misión. El Padre envía al Hijo al mundo para salvarlo y no para condenarlo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu, y juntos a los Apóstoles. La cadena de la misión se prolonga hasta la vuelta del Señor Glorioso al final de los tiempos. Este carácter teológico de la misión se traduce en un sentido misionero profundo que invade el Evangelio. Y que invita a la Iglesia de nuestro momento histórico a tomar en serio la misión para hacer presente aquella cadena que comenzando en el Padre terminará en El al final de los tiempos
2ª) El Espíritu realiza la nueva creación
Jesús les dijo: Paz a vosotros. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos. Aliento y viento se expresan en hebreo con el mismo término ("Ruaj"= "Espíritu"-viento). Es necesario observar algunos detalles para la comprensión del fragmento: a) Jesús es el transmisor del Espíritu; se ha cumplido la era mesiánica y Jesús, verdadero Mesías, dispone del Espíritu recibido del Padre y lo entrega a sus discípulos. b) El verbo "exhalar" remite a dos momentos importantes en el pan del Dios creador y salvador: la creación del hombre (Gn 2,7): Dios sopla en las narices de la imagen elaborada con la arcilla y se convierte en un ser vivo y a la visión de los huesos secos que vuelven a la vida (Ez 37). Los huesos secos representan a la casa de Israel que ha perdido su esperanza. De nuevo aparece el Espíritu y de nuevo la misma expresión verbal "soplar". Este acontecimiento histórico, pasa a ser símbolo de la nueva creación por obra del Espíritu. Estos datos precedentes nos ayudan a valorar las expresiones de Juan cuando nos transmite que Jesús resucitado se hace presente entre sus discípulos, "sopla" su aliento sobre ellos y les entrega el Espíritu. Nos permite comprender que se trata del Espíritu Creador que va a llevar adelante la nueva creación.
3ª) Nueva creación y perdón de los pecados
Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. El pecado es el que malogró, en el paraíso, el proyecto de Dios sobre el hombre. El Espíritu Santo, llevando adelante su actividad de perdonar los pecados a través de los Apóstoles y de la Iglesia, hará presente en el mundo la nueva creación; manifestará en el mundo el verdadero proyecto de Dios. El pecado no está en la textura original del hombre. Por eso podemos afirmar que el pecado no es humano, es decir, no entra en el proyecto original de hombre. Y por eso se puede decir que Jesús no lo pudo tener como hombre (porque como Dios le repugnaba frontalmente, aun cuando fue igual a nosotros en todo). Con la reconciliación universal, obra de la Muerte-Resurrección de Jesús y que se actualiza siempre por el Espíritu Santo, aparece de nuevo cuál fue el sentido del hombre cuando salió de las manos del creador. Pentecostés recuerda la presencia de una fuerza renovadora y vivificadora en nuestro mundo. Hoy más que nunca necesitamos de la experiencia del Espíritu que con sus dones y sus frutos empuja a la humanidad a un nuevo proceso de humanización y de renovación del respeto por la persona humana, por toda persona humana. Y una fuerza renovadora para toda la Iglesia que es enviada en servicio salvador a este mundo. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.)











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