domingo, 14 de febrero de 2016

DOMINGO 1º DE CUARESMA


Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto

El Papa Francisco nos invita a vivir esta Cuaresma en el horizonte de la misericordia. La misericordia no es un atributo más de Dios. Es su nombre propio. El que mejor expresa su misteriosa condición divina, que consiste en ese abismo de bondad y de amor infinito, volcado hacia la debilidad, la miseria y el pecado de los humanos, siempre dispuesto a sanarlos y perdonarlos.

Este misterio, insondable para nosotros, se nos ha manifestado en-por-con Jesucristo con los rasgos de una vida humana que reacciona al sufrimiento de los hombres con la compasión y el consuelo entrañables; nuestra condición pecadora, con la entrega de su propia vida ha destruido el poder del pecado y de la muerte, abriéndonos el camino a la vida eterna. De Jesús hemos aprendido además los humanos a ser misericordiosos como lo es el Padre celestial; a ver en la práctica de la misericordia el ideal de la perfección a la que estamos llamados; y a llenar nuestra vida y el mundo de esa bienaventuranza que procuran el amor mutuo y la esperanza de que nuestra vida termina en los brazos del Padre misericordioso.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Hoy nos sentimos parte de un pueblo que camina, que se encuentra con Dios, que ofrece sus dones. Hoy elegimos ser consagrados para vivir una vida en la que Dios es el único ante el cual nos postramos.

Lectura del libro del Deuteronomio 26, 1-2. 4-10

Moisés habló al pueblo diciendo: "Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia, cuando tomes posesión de ella y te establezcas allí, recogerás las primicias de todos los frutos que extraigas de la tierra que te da el Señor, tu Dios, las pondrás en una canasta, y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, para constituirlo morada de su Nombre. El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: 'Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. Él nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste'. Tú depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él".
Palabra de Dios.

Sal 90, 1-2. 10-15

R. En el peligro, Señor, estás conmigo.

Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: “Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío”. R.

No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. R.

Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes. R.

“Él se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré”. R.

II LECTURA

San Pablo quiere que lleguemos a un punto esencial de nuestra fe y de la salvación. La proclamación del nombre de Señor, que surge de lo más profundo de nuestro ser, con la más sincera convicción, nos llevará a la salvación.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13 

Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: “El hombre que la practique, vivirá por ella”. En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: “No digas en tu corazón: ¿quién subirá al cielo?”, esto es, para hacer descender a Cristo. O bien: “¿quién descenderá al Abismo?”, esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos. Pero, ¿qué es lo que dice acerca de la justicia de la fe? “La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: “El que cree en él, no quedará confundido”. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”.
Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN      Mt 4, 4b

El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO

Cuando el demonio le propone a Jesús convertir las piedras en pan está proponiéndole a Jesús que resuelva la situación mágicamente. Y Jesús se rehúsa a eso. “Así también podríamos decir hoy: no busquemos soluciones inmediatas, no queramos organizar de un golpe una sociedad tan injustamente organizada durante tanto tiempo; organicemos, sí, la conversión de los corazones. 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 4, 1-13

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: “Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”. Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”. Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: “Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”. Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El relato de las tentaciones de Jesús (Lc 4,1-13) no tiene sólo ese sentido moralizante que tantas veces se le ha atribuido. El Tentador no le propone que se aparte de su fin, es decir del Proyecto de Salvación con el cual se identificaba y por el cual había optado al bautizarse en el Jordán, sino que le ofrece unos medios determinados para realizarlo. Medios que, humanamente hablando, son los más eficaces que alguien imaginar pueda: nadie ni nada podría resistirse a alguien que tiene en sus manos el poder total y el dominio absoluto.

En la primera tentación, Jesús se rechaza «convertir» la piedra en pan. Efectivamente, lo primero que necesita una persona es comer, pero «no sólo de pan vive el hombre». Y es que el Reino de Dios no reduce al hombre a un mero consumidor de pan; el hombre necesita también una palabra de Dios que le llame por su nombre, le devuelva su dignidad de interlocutor suyo, ponga en pie toda su persona, lo conduzca a asumir él mismo el trabajo de hacer el pan y compartirlo con todos. El Reino no se construye con el paternalismo asistencialista ni con la seducción de lo espectacular y maravilloso. El camino de presencialización del Reino es el tú a tú, en la limitación y cercanía de los encuentros humanos, en el servicio a todos.

En la segunda escena, Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan «todos los reinos de la tierra» con sus conflictos, guerras e injusticias. Ahí quiere Jesús introducir el Reino de la paz y la justicia de Dios. El Tentador, por el contrario, le ofrece «el poder y la gloria de estos reinos» si se le somete. Pero dicho Reino no se construye basándose en un prestigio que brota de la renuncia explícita o implícita de Dios.

Por último, en lo alto del templo, el diablo le sugiere a Jesús buscar a Dios en la falsa seguridad. Podrá vivir tranquilo, «sostenido por sus manos» y caminar sin tropiezos ni riesgos de ningún tipo, dominando a todos. Y Jesús reacciona: «No tentarás al Señor tu Dios». Es necesario asumir a veces compromisos arriesgados, confiando en Dios como Jesús.

Así, pues, el Tentador no pretende que Jesús abandone su Causa -el Reino de Dios-, sino que intente lograrla con unos medios -poder, prestigio y dominación- que son exactamente el polo opuesto del único camino y procedimiento señalado por el Padre: la solidaridad con todos los pecadores y oprimidos de la Tierra, vivida hasta las últimas consecuencias, como el Siervo de Yavé (Lc 3,22).

En nuestra vida también encontramos muchas tentaciones: materialismo; egoísmo; orgullo; vanagloria; etc. Ellas son momentos de nuestra lucha contra el mal y contra todo lo que nos aleja de Dios y de su Reino. Son pruebas en las que podemos discernir la profundidad y solidez de nuestra fe. Purificar y fortalecerla, pues a veces está algo floja o se deja llevar por el ambiente, asumiendo sus criterios y opciones. Siempre será tentador buscar reputación, renombre y prestigio. Pero pocas cosas son más ridículas en el seguimiento a Jesús que la ostentación y la búsqueda de honores. Le hacen daño y lo vacían de verdad tanto a nivel personal como eclesial.

Nos señala el mismo relato según San Mateo (4,11) que, tomada la decisión, "lo dejó el diablo... Se acercaron unos ángeles y le sirvieron"; expresando con ello la cercanía del Padre confirmando el camino elegido y toda la armonía y paz de su espíritu que ello conllevaba.

Y todo esto se nos propone en este tiempo cuaresmal que iniciamos, aunque no sea únicamente para él. Esta Cuaresma podría ser:

- un tiempo para revisar a nivel personal cómo vivo personalmente mi ser cristiano, si he caído en las tentaciones que señala el relato evangélico, y si lo hago en coherencia con mi fe. (Hemos escuchado la profesión de fe del pueblo escogido en la primera lectura y la profesión de fe del que cree en Jesucristo en la segunda). Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestras incoherencias.
- un tiempo para revisar a nivel eclesial cómo vivimos nuestro testimonio cristiano, si hemos caído en esas mismas tentaciones, si lo hacemos en coherencia con nuestra fe. Y pedir perdón a Dios y al prójimo por nuestros fallos.

El Papa Francisco en su Misericordiae Vultus (n. 17) nos invita a vivir la Cuaresma de este Año Jubilar "con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre! Con las palabras del profeta Miqueas también nosotros podemos repetir: Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados (cf. 7,18-19)."


ESTUDIO BÍBLICO

La fidelidad a Dios nos otorga la liberación de la Pascua

La Cuaresma es uno de los tiempos litúrgicos más determinantes de la vida cristiana porque nos prepara para celebrar la Pascua: es decir, la muerte y la resurrección del Señor. Alguna vez hemos oído que se llama “cuaresma” porque recuerda el número cuarenta, bien los cuarenta años del pueblo en el desierto antes de entrar en la tierra prometida y gustar definitivamente la liberación de Egipto; o bien los cuarenta días en que Jesús se nos presenta en el desierto preparándose, como el pueblo, para su gran misión.

Iª Lectura: Deuteronomio (26,4-10): Dios libera a su pueblo

I.1. En este primer domingo de Cuaresma nos encontramos, primeramente, con una lectura muy significativa, porque es uno de los textos más primitivos del Antiguo Testamento. En esa lectura se nos da un “confesión de fe”, lo que el pueblo creía y repetía frecuentemente: que ellos son descendientes de un arameo errante, un hombre oriental, nuestro padre Abrahán, que lo dejó todo por el Dios que se acercó a los hombres para reconducir la historia de la humanidad, que había perdido su rumbo. La confesión de fe, aparentemente, es pobre, porque es un fórmula y como tal no ofrece detalles; pero tiene la fuerza de la experiencia vital, de los que consideran que su vida tiene una orientación determinada y determinante. El pueblo descendiente de Abrahán ha pasado por numerosas vicisitudes hasta ser un pueblo, una nación.

I.2. Importante es poner de manifiesto también que todo se lo deben a Dios. No a un dios innominado, sino a un Dios que se compromete en la historia de un pueblo concreto y de una comunidad concreta. Ese pueblo es Israel, quien ha dado a la humanidad una de las experiencias religiosas más radicales: porque es un pueblo que ha sentido la liberación de Dios. Ha sido Dios quien se ha hecho notar primero, quien buscó a este pueblo, no ha sido el pueblo quien buscó a Dios. Es verdad que éste no es un privilegio de elección para encerrarse en él mismo, ni para presumir orgullosamente, ya que debe abrirse a todos los demás pueblos y naciones para que conozcan a ese Dios: Yahvé, liberador de Israel y liberador de todos los hombres. Todo lo expresa el Deuteronomio en esa formulación de su fe más radical.

IIª Lectura. Romanos (10,8-13): Toda la humanidad, en Cristo

La segunda lectura es muy expresiva, es confesión de fe también, pero va mucho más allá de lo que Dios puede hacer por nosotros. Lo que hizo con Israel es solamente una pequeña manifestación de lo que ha proyectado sobre todos los hombres. Y eso que piensa hacer con nosotros, lo ha hecho con Jesucristo, su Hijo, a quien ha resucitado, lo ha liberado de la muerte. Es eso lo que nos espera a todos de parte del Dios de Israel y del Dios de Jesucristo. Todos, judíos y paganos, deben encontrarse en ese Dios resucitador, porque hemos sido llamados a la vida verdadera. Ese es el sentido de la Pascua cristiana que marca todo el horizonte de este tiempo cuaresmal.

Evangelio: Lucas (4,1-13): En las manos de Dios

III.1. La lectura del evangelio de Lucas nos expone el relato de las tentaciones, una de las narraciones más expresivas, aunque bien es verdad que no exenta de dificultades. Podemos resumir así el significado del evangelio: Jesús afronta tres tentaciones. Esto viene de la tradición. No es que el número tres sea determinante y no se explica solamente recurriendo al pueblo en el desierto, aunque es posible que esa es la inspiración de este relato. Pero en definitiva son el simbolismo de toda la lucha entre el bien y el mal, entre la elección de uno mismo y la opción por Dios. Todas las tentaciones tienen como objetivo, en definitiva, romper la "comunión" con Dios. Para Lucas, Jesús es el nuevo Adán, como se expresa por su genealogía (Lc 3,1ss), por eso no tiene otro proyecto de vida que el vivir la comunión con Dios, que el primer Adán había perdido.

III.2. Lucas ha leído esta escena de la tradición según su perspectiva personal. Para él no se trata especialmente de releer en Jesús las pruebas del desierto (como en el caso muy evidente de Mateo) y ni siquiera de contemplar a Jesús vencedor sobre Satanás como el Mesías que rechaza el mesianismo glorioso y político. Lo que él considera en Jesús en el desierto es esencialmente el designio del Padre que está cumpliéndose. Y esto lo interpreta según la mentalidad de que no puede suceder sin que se encuentre en su camino al adversario, el que trabaja para que la humanidad se pierda en sí misma.

III.3. Este encuentro es solamente la anticipación de otro que será definitivo: en la Pasión y la Cruz, que es la consecuencia de su vida. De ahí que haya reorganizado la tradición primitiva para que todo acabe en Jerusalén, donde Jesús vivirá su Pasión. En el caso de Mateo el orden de las tentaciones es distinto y termina en un monte muy alto, que es toda una figuración. Ambos han leído este episodio en el evangelio galileo de Q (algunos prefieren llamarlo así). En Lucas todo termina  en Jerusalén porque para este evangelista Jerusalén es el final y el comienzo de la vida de de Jesús y de la comunidad cristiana primitiva. Es en Jerusalén, además, donde han de tener lugar las experiencias del Resucitado a los discípulos y, por lo mismo, este triunfo de Jesús en lo más alto del Templo es todo un apunte de la victoria sobre la muerte que ha de anunciarse desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

III.4. Si Lucas ha querido presentar la filiación divina de Jesús en la dimensión del nuevo Adán (como en la genealogía), su relato de las tentaciones debe leerse en esa clave. De ahí que su cristología, con sus intereses parenéticos, no es descriptiva, sino que busca llevar a la comunidad las posibilidades de vivir una experiencia como la de Jesús. La Iglesia que escucha este relato, la comunidad, vive también bajo el Espíritu, como Jesús, y es conducida por El. Por eso, bajo esa experiencia, los poderes del mal también quieren envolverla en una carrera ciega hacia una desobediencia radical a Dios. En definitiva: Lucas quiere que aprendamos a ser personas libres, como Jesús, en nuestra fidelidad a Dios. Porque Dios es para el hombre, como para Jesús, el que garantiza nuestra libertad y nuestra realización. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).



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