domingo, 19 de junio de 2016

DOMINGO 12º DEL TIEMPO ORDINARIO


«Ustedes, ¿quién dicen que soy?»

El Tiempo Ordinario es una invitación permanente a volver a asumir la pregunta por Jesús de Nazaret como base esencial para su seguimiento. Este Domingo XIIº, particularmente, quiere centrar la atención en Aquél que es capaz de atraer nuestra mirada (cf. Zac 12,10) y revestirnos de sí mismo para asumir su seguimiento como una vocación filial a la libertad (cf. Ga 3,26-29). La pregunta por la persona de Jesús, su identidad, sus exigencias, necesitan de una respuesta real, ya que de la calidad de la respuesta dependerá la calidad del seguimiento.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El pecado del pueblo es un gran dolor tanto para Dios, como para el mismo pueblo. Por este motivo, llorarán como si estuvieran de luto, porque la oscuridad caerá sobre todos ellos. Y como el pueblo no puede ver su propio pecado, será la luz misma de Dios la que lo hará visible.

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios.

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

II LECTURA

El bautismo nos incorpora a Cristo y hace que superemos todas las diferencias culturales y sociales. Todos, sin importar de dónde provengamos, tenemos las mismas oportunidades porque todos somos hijos de Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

¿Quién es Jesús? Desde nuestra propia experiencia, surge la respuesta. A pesar de la diversidad de respuestas, todas deben coincidir con la misma confesión: es el Mesías, que atravesará el dolor y la muerte y resucitará. Sobre esta fe se construye toda la doctrina cristiana.


Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Asumir la pregunta

No hay seguimiento posible de Jesucristo sin antes afrontar la pregunta sobre su identidad. El paso del nivel formal al nivel existencial de la pregunta está marcado por la experiencia del encuentro y de la intimidad con Él. Evadir esta pregunta y sus consecuencias podría convertir a una persona en un fundamentalista o un fanático.

Jesús mismo, en un contexto de oración e intimidad con los suyos, dirige la pregunta sobre su identidad. La experiencia de Jesús que tienen “la gente” y “los discípulos” se revelan en dos niveles de respuesta: uno formal y otro existencial.

El nivel formal representa las expectativas de quienes esperan un mesías que solucione las problemáticas sociales, religiosas y políticas de Israel. En este sentido, podría pensarse que el pueblo esperaba un mesías “práctico y eficaz”. Sin embargo, aunque este aspecto es importante, no es suficiente para dar consistencia a una confesión de fe.

El nivel existencial, de profundidad, que Jesús busca en los suyos, nace de la revelación y se traduce, en labios de Pedro, en una confesión en el misterio personal del Hijo como Mesías. La revelación necesita de un espacio de intimidad que permita acoger el misterio con el corazón y la inteligencia.

Asumir la respuesta

El acento de la confesión mesiánica está puesto en el conocimiento interpersonal y el vínculo de amistad de Jesús con los suyos como fundamento de su acción evangelizadora como Mesías.

La revelación de la identidad filial y mesiánica de Jesús, lejos de perfilar un ministerio triunfalista, invita a considerar el horizonte kenótico del mismo. Para Jesús, ser mesías no conlleva ni el reconocimiento ni la aceptación por parte de los estamentos religiosos y cultuales de su tiempo.

Este anticipo del talante kenótico de su horizonte ministerial deberá ayudar a ahondar en los suyos las motivaciones más profundas de su seguimiento. No se trata de seguir a un líder carismático ni a un profeta triunfante, sino a un Hombre que será abrazado por el misterio del sufrimiento y de la pascua.

 Asumir el seguimiento

Todo verdadero seguimiento de Jesús implica no sólo haber asumido la pregunta sino también las consecuencias de la respuesta. Todo horizonte existencial se amplía cuando se clarifica la identidad y las exigencias de Quien se sigue.

Para los suyos, el seguimiento implica la renuncia y la cruz. Renuncia, en primer lugar, a todas aquellas realidades que se oponen al camino trazado por el Maestro, es decir, a la autorreferencialidad y al exitismo. En segundo lugar, renuncia a toda forma de mesianismo abstracto que no pueda abrazar radicalmente lo humano.

La cruz implica desposesión de toda seguridad, pero también conlleva una actitud de abandono radical en las manos de Aquel que nos ha llamado a seguirlo. “La cruz de cada día” no presenta nada extraordinario. Habla de aquellas realidades simples y cotidianas que revelan el misterio del dolor y el sufrimiento humano. Pero también puede ser un camino de liberación pascual cuando el ser humano, como Jesús, es abrazado por ella.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"

El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos indiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.

Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor  mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.

Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la fraternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El Dios monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.

II.ª. Lectura (Gálatas 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"

¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.

Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.

Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir

La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesías tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.

La vida de Jesús es una vida profética y, como  tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.


El mesianismo de Jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de Jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


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