domingo, 5 de febrero de 2017

DOMINGO 5º DEL TIEMPO ORDINARIO


Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes”

¿Estamos tranquilos con la manera de vivir la fe en Jesucristo? ¿Contentos con nuestros pastores? Éstas y otras preguntas se hacen oportunas para el día de hoy. Hay muchas personas que necesitan apagar tu luz, tus valores, porque así creen que brillarán más ellos, pero lo cierto es que no es más que una mirada desproporcionada del otro. Sartre en su metafísica decía que el infierno es la mirada del otro.

Lo cierto es que hay muchas maneras de ocultar la luz: las críticas, el rechazo, la envidia, los celos… todo generado por esa mirada desproporcionada que no siempre señala tu realidad personal.

El evangelio de hoy nos invita a ofrecer tu luz por encima de todo. Ser una ciudad habitable en lo alto de un monte donde se pueda admirar junto al paisaje. Sí, digo bien, admirar que es justo lo que adolecemos. Hemos de admirar al otro como criaturas de Dios, imagen y semejanza suya, y como sujeto del amor que merece, sustentado en Cristo Señor nuestro.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El creyente podrá ser luz si es solidario, generoso, rompiendo con su egoísmo e individualismo. Cuando nos encontramos con el hermano pobre, con el necesitado de pan y de lo indispensable para cubrir su pudor y vivir dignamente, entonces podremos ser verdaderamente luz en un mundo que se ha oscurecido, que “no ve” al otro, que quedó ciego ante el hermano que lo mira y clama a él.

Lectura del libro de Isaías 58, 7-10

Así habla el Señor: Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.
Palabra de Dios.

Sal 111, 4-9

R. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas.

Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. R.

El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor. R.

Su ánimo está seguro, y no temerá. Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad. R.

II LECTURA

San Pablo no quiere ocultar su capacidad de predicar o sus condiciones de escritor. Su “pobreza” no radica en que no sabe qué decir ni cómo decirlo. Está convencido de que él es pobre y pequeño ante la grandeza y el poder de Dios. Él sabe muy bien que nada puede ser igual o mayor a Dios. Ubicándose así, demuestra su humildad.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5

Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios.


ALELUYA        Jn 8, 12

Aleluya. “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue tendrá la luz de la vida”, dice el Señor. Aleluya.


EVANGELIO

 “Si tan sólo hubiese dicho: ‘para que vean sus buenas obras’, hubiese constituido su fin el ser vistos siendo alabados por los hombres, lo cual buscan los hipócritas. Pero además añade: ‘y glorifiquen a su Padre que está en los cielos’ para que, por lo mismo que el hombre con las buenas obras agrada a los hombres, no constituyendo en eso su fin sino en dar alabanza a Dios, por lo tanto agrade a los hombres de modo que en ello sea glorificado Dios” (San Agustín, De Sermone Domini, 1, 7).

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Cuando partas tu pan con el hambriento… brillará tu luz en las tinieblas

La fe que se vive es una fe que se comparte. La comunidad es un referente para la práctica diaria en lo que se cree, y el escenario propio donde se realizan los actos de justicia. Partir tu pan con el hambriento no sólo es un acto de misericordia, también es un acto de justicia, integrador, no es darle lo que le falta es darle lo que le es debido, porque no ha tenido la oportunidad para vivir dignamente, porque la sociedad se lo ha negado.

En no pocas ocasiones hemos escuchado que con los recursos que la tierra posee hay posibilidades de paliar el hambre de todos los pobres de la tierra, aun así, el acto de justicia no acontece: ni ayer, ni hoy. ¿Es por falta de rezar? Me temo que no. Aunque el mundo de hoy adolece de una profunda espiritualidad, lo que no acontece como acto de justicia no resquebraja nuestras entrañas. Hay que dejarse quebrar en las entrañas para comprender que tu pan se puede hacer extensible a los demás, así brillará una luz distinta de las tinieblas del egoísmo y la injusta distribución de los bienes de la tierra.

Débil y temeroso

San Pablo habla de sus inicios en la predicación apostólica, recordando que no se presentó como un erudito, sino más bien débil y temeroso. Su saber era acerca de Jesucristo, y éste crucificado. Su palabra era una manifestación del Espíritu para que la fe no se apoye en el saber de los hombres que es caduco, sino en el poder de Dios, que es más amplio.

Esta es una reflexión que hemos de hacer todos cuantos creemos en Cristo, en algún momento de nuestra vida. El temor y la debilidad no han de ser un impedimento para el que habla de Cristo, ni para quien siente la vocación, ni siquiera para los que buscan la perfección en los otros y tampoco la haya en sí mismo. Hay que dejar paso a la gracia de Dios que se manifiesta y realiza en la debilidad de los que lo buscan. Los que buscan pecados que señalar deberían aprender también esta lección: en algún momento ellos serán señalados, se verá su debilidad, y necesitarán de la gracia de Dios. Dios se manifiesta en lo pequeño y desbaratado.

Alumbre así vuestra luz a los hombres

Para que la fe se contagie, ha de haber signos externos que muestren que hay gente que cree en Jesucristo, en su amor, en su acción salvadora. Sin un Padrenuestro rezado profundamente, sin un acto de misericordia realizado todo se convierte en desazón, se vive en la privacidad. Pero aunque la fe sea personal, ha de manifestarse con coraje para que interpele a cuantos nos vean testimoniar a Jesús vivo y resucitado. No podemos escondernos, ocultarnos, ni por miedo ni por vergüenza, porque somos responsable de una buena noticia que hemos de compartir. La fe no es solo para unos pocos, es para todo aquel que quiera escuchar y bendecir a Dios.

ESTUDIO BÍBLICO.

Iª Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso

I.1. La primera lectura de la liturgia de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el texto de Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo de Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y como siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto de la escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de ayuno, mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el profeta habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno, como mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el lenguaje antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la situación: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros, considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas sociológicas.

I.2. Pero el profeta dice que cuando alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son exigencias de justicia; esto la sabe el mundo entero.

IIª Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo

II.1. La segunda lectura, continuando con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder más pobre del mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo, predicador, apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía presumir ante los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos, del mensaje que predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la ciudad más sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección del un crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de este mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres, trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado. Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el crucificado, es el liberador de los oprimidos.

II.2. Se trata, pues, de ponerse como modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad Pablo, el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un buen retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores datos que tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos discursos de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”. Eso hubiera sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que había sido llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus orígenes “crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la “grandeza y la gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su ética no vive en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende que pueda ser perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia crucis” en su seno. La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy cerca de su Señor.



Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo

III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.

III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.

III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.

III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).




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