domingo, 7 de mayo de 2017

DOMINGO 4º DE PASCUA


“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante”

Para Halík, la paciencia es la principal diferencia entre la fe y el ateísmo. La fe, la esperanza y la caridad son las tres formas que asume la paciencia con Dios, tres modos de hacer frente a la experiencia del silencio y el ocultamiento de Dios, que los ateos interpretan como «muerte de Dios» y los fundamentalistas religiosos no lo toman suficientemente en serio.

No pocas ocasiones se han tenido diálogos más intensos y enriquecedores con personas que no creen en Dios, que con las que creen, quizás por la novedad que el tema suscita en unos, y la rutina que provoca en otros. Sin duda unos y otros están en medio de una búsqueda constante.

La clave será averiguar en qué momento de esa búsqueda están las generaciones jóvenes actuales, porque de ellos depende el perfil vocacional del futuro ¿quiénes responderán a la llamada de Dios? ¿a través de qué medios le vendrá la Palabra? Quizá, con la misma clave de la paciencia hemos de concluir que: eso depende sólo de Dios; a nosotros nos toca insistir a tiempo y a destiempo.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Con la predicación se quiere inducir cambios hacia una vida nueva. Los que se acercan se hacen bautizar en el nombre de Jesús y se arrepienten de sus pecados. Allí, Dios mismo se hace don: el Espíritu Santo habita en cada fiel y lo mueve al amor. Esta es la transformación plena que trae la fe en Jesucristo.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41

El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: “Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías”. Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”. Pedro les respondió: “Que cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar”. Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.
Palabra de Dios.

Salmo 22, 1-6

R. El Señor es mi pastor; nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

II LECTURA

 “Ustedes eran como ovejas descarriadas...”. Originalmente, estas palabras fueron escritas para un grupo de paganos politeístas que creyeron en Jesús. Sin embargo, podemos aplicarlas también a nuestra situación. Cuántas veces hemos estado lejos del Pastor, buscando en otras voces o en otros líderes a alguien que condujera nuestra vida. Volvamos a Jesús, y dejemos que sea él quien encamine nuestros pasos y guarde nuestra vida.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 20b-25

Queridos hermanos: Si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios. A esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas. Él no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente. Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados. Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mi”, dice el Señor. Aleluya.


EVANGELIO

Entre tantas voces que suenan en nuestro alrededor, está la de nuestro pastor. Es necesario agudizar el oído para distinguirla y escucharla. El buen pastor le habla a cada uno en lo personal y a nivel comunitario, como rebaño. No dejemos pasar en vano los momentos de oración y de lectura de la Palabra, en que la voz de nuestro buen Pastor nos nombra para que estemos junto a él.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 1-10

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

¿Qué tenemos que hacer hermanos?

Con el corazón traspasado tras el anuncio de que a Jesús el crucificado Dios lo ha constituido Señor y Mesías, la multitud de los que escuchaban a Pedro se hacían esta pregunta: ¿qué tenemos que hacer después de haber enviado a un inocente a la muerte? ¿Qué tenemos que hacer después de haber gritado con la efervescencia de la multitud que lo crucificaran? ¿Qué tenemos que hacer tras haberlo pisoteado, insultado y ultrajado? ¿Cómo íbamos a saber que era el Señor y el Mesías?

Es una pregunta que no pierde actualidad ¿ante el anuncio de Cristo resucitado qué tenemos que hacer?

La respuesta para Pedro está clara: Convertíos y bautizaos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados. Porque la promesa vale para vosotros y vuestros hijos, y para todos los que llame el Señor, aunque estén lejos.

La promesa de salvación no queda encerrada en el tiempo, ni tampoco en la historia abarca también nuestros días, Dios sigue llamando a la fe, y sigue llamando a una vida comprometida con el Evangelio a nuevas generaciones. El Reino de Dios se ha establecido con Jesucristo resucitado de entre los muertos, y es en el ahora cuando hemos de dar una respuesta clara a su llamada.

Pero ¿cómo ir aquellos que están lejos, a los jóvenes, educados en la indiferencia y en el desconocimiento de Dios? ¿Cómo hacer atractiva la vida de una vocación? El mensaje está ahí para aquellos que quieran aceptarlo, pero han de escapar de esta generación perversa. Escapar de toda corrupción, escapar también de toda actitud beligerante que confunda a Dios con todos los pecados de la Iglesia, escapar de las nuevas corrientes antirreligiosas que impiden acercarse a Dios.

Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios

Hacer el bien a veces, está ligado a la persecución. Muchos son los cristianos en países de oriente, y no tan lejanos que son humillados, cristianos que incluso llegan a dar su vida, comprometidos por su fe. Existen países en los que se está alimentando el odio a la Iglesia por sus pecados (nuestro país es un buen ejemplo de ello).

Sin embargo, no hemos de tener miedo ante estas injusticias, para esto hemos sido llamados, a padecer los mismos sufrimientos de Cristo. No devolver el insulto, y no proferir amenazas es la clave para no caer en el lenguaje del odio y la venganza, no dejar que mi corazón sea arrastrado por la agresividad del ambiente en el que vivimos. Ponerse en manos del que juzga justamente, en manos de Dios es lo adecuado.

El ladrón solo entra para robar y hacer estragos

Con una simbología pastoril, Jesús habla a los fariseos para decir que quien accede a Dios y no lo hace por la vía más directa, por la puerta del aprisco, sino que saltan las vallas que lo circundan, ese no es limpio, ese viene con intención de robar y crear estragos, para crear confusión.

La vía más directa no son las leyes, ni el templo, sino Jesús mismo, su palabra y su encuentro con él son la puerta para acceder a Dios más directa y más limpia que cualquiera puede encontrar. No son la puerta los pastores que invitan a que accedas a Cristo, que a veces se quedan en un encuentro superficial y ritualista. Cristo es quien da la vida y la da en abundancia. Por esa puerta puedes entrar y salir con libertad.

Cuando muchos hablan de que no creen en Cristo por cómo han sido los cristianos, hemos de preguntarle si nuestros errores no son una justificación para que su negación a Dios sea desde un planteamiento más profundo. Nosotros podemos ser un escaparate más bello o más feo, un maniquí que imita la sombra de un Dios, con mayor o menor acierto, y como tal una sombra imperfecta, pero con el suficiente coraje para no justificar la negación de la fe en errores pretéritos de los hombres de Iglesia.

La búsqueda de Dios se encierra en el acierto o desacierto de tu propia comprensión de un encuentro personal con Dios. El tiempo dedicado a un encuentro con su palabra y la comprensión de sus gestos para con los más pobres. Decir que Cristo es mi vida, y la puerta de mi salvación implica a los otros, pero no tanto como para que los otros sean el motivo o la razón para mostrarle mi adhesión a Dios o mi desafecto.


ESTUDIO BÍBLICO

I Lectura: Hechos 2,14a.36-41: Dios ha constituido a Jesús Señor y Mesías

I.1. La lectura de los Hechos de los Apóstoles (2,36-41) quiere mostrar las consecuencias del discurso de Pedro, que era el centro de esta lectura en el domingo anterior. El mensaje debe resonar con fuerza, como resuena en el v.36: el crucificado, es el Señor y Mesías. Y es Dios quien lo ha constituido como tal. Esta afirmación kerygmática de los primeros cristianos debía resonar a herejía en aquel ambiente, porque en el libro del Dt 21,23 estaba escrito: ”maldito el que cuelga de un madero”. Y Pablo, en Gal 3,13, lo deja bien claro. Pero la cruz se la han dado los hombres. Ni la ha buscado Jesús, ni se la ha impuesto Dios (“Jesús a quien vosotros habéis crucificado”); han sido los hombres poderosos de este mundo los que condenan a muerte. Entonces, ¿no debería haberse cumplido el dogma judío de la maldición del madero? En el caso de Jesús, no. Dios nunca puede maldecir a un crucificado, y menos al que ha sido crucificado por lo que fue Jesús.

I.2. La Pascua, pues, contradice muchas cosas religiosas que los hombres han dado por buenas e incluso divinas. Asimismo, la Pascua es el comienzo de la afirmación paulina de que “Cristo es el final de la ley” (Rom 10,3), porque si este crucificado ha sido constituido Señor y Mesías, entonces ya está anulado el dogma de la maldición del madero de Dt 21,23. Cristo, pues, es el final de la ley y el final de toda maldición divina sobre nadie.

I.3. La respuesta, desde el corazón de los oyentes, ante el anuncio de la Pascua, ofrece a Lucas la oportunidad de mostrar un itinerario bautismal. Nos encontramos, seguramente, con un texto bautismal en el proceso que se describe: a) conversión (metánoia), un cambio de mentalidad; b) el bautismo en el nombre del Señor Jesús implica aceptar su vida, su muerte y su resurrección; c) el perdón de los pecados es el efecto de la conversión y el bautismo, es la experiencia de salvación; d) el don del Espíritu significa cómo se hace presente todo ello en la vida del creyente.

I.4. Por consiguiente, cuando se predicaba el misterio de la Pascua, la muerte y la resurrección de Jesús, no se hace por estética, sino para provocar cambios de vida, de actitud y de mentalidad. Porque ese misterio de Pascua es tan radical, tan profundo, que el hombre que oye hablar de lo que el Señor ha hecho por nosotros debe preguntarse por el sentido de su vida. Por ello, pues, el mensaje de esta lectura es el de la «conversión». Y la conversión es un cambio de rumbo muy importante en lo que sentimos, en lo que pensamos y en lo que hacemos. No es algo externo, ni cultual, ni cultural. Si Dios ha constituido a Jesús crucificado como Señor y Mesías, es porque no hay otro camino para la salvación. El bautismo en el nombre del Señor Jesús es una propuesta para vivir su vida, morir de amor y abrirse a su resurrección.

II Lectura: II Carta de Pedro (2,20-25): Sus heridas nos han curado

II.1. La IIª Lectura es como una especie de himno bautismal; porque el bautismo es una participación en el misterio de su muerte, tal como lo expresaba Pablo en la carta a los Romanos (Rom 6). El autor de la 2ª de Pedro lo expresa maravillosamente con «sus heridas nos han curado». Se propone el sentido del “dolor solidario” que Jesús ha vivido en su vida. Es una expresión que por sí mismo merece toda una teología y una reflexión de alcance en la línea de la “teología crucis” de Pablo. Decir que sus heridas nos han curado es poner de manifiesto que su entrega nos ha salvado de un mundo sin piedad y sin corazón.

II.2. Pero debemos hacer notar que esta participación en la muerte de Cristo, por medio del bautismo, no es una participación en sufrimientos sin sentido, sino una participación en la muerte que lleva a la vida, a la resurrección. De lo contrario romperíamos en mil pedazos la teología del bautismo cristiano que se nos presenta en este himno de hoy. Su muerte es una muerte por nosotros, es decir, para que nosotros vivamos.

Evangelio: Juan (10,1-10): Yo he venido para que tengan vida en plenitud

III.1. El evangelio de Juan (10,1-10), nos habla del «buen pastor» que es la imagen del día en la liturgia de este cuarto domingo de Pascua. Comienza el evangelio con una especie de discurso enigmático, que es así para los oyentes, ya que este texto es bien claro: en el redil de las ovejas, el pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la tapia. Es una especie de introducción para las afirmaciones cristológicas de Juan. Esas afirmaciones, con toda su carga teológica, se expresan con afirmaciones de revelación bíblica, con el «yo soy».

III.2. En el AT Dios se reveló a Moisés con ese nombre enigmático de Yahvé (algunos piensan que significa “yo soy el que soy”, aunque no está claro). Ahora, Jesús, el Señor, no tiene recato en establecer lo sustancial de lo que es y de lo que siente. Y de la misma manera que ha dicho en otros momentos que es la verdad, la vida, la resurrección, la luz, ahora se nos presenta con la imagen del pastor, cuya tradición veterotestamentaria es proverbial, como nos muestra el Salmo 23. En realidad, la imagen de este texto joánico es la de Jesús como «puerta», aunque en el conjunto de Jn 10 se juega precisamente con las dos imágenes: puerta y pastor.

III.3. La imagen de la puerta es la imagen de la libertad, de la confianza: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Es la imagen, pues, de la confianza. En el Antiguo Testamento se habla de las puertas del templo: "Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella" (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad eran ya el mismo conjunto del templo o de la ciudad santa (es una especie de metonimia, con lo que se expresa el todo por una parte). Por eso dice el Sal 122,2: "ya están pisando nuestros pies tus puertas Jerusalén"; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era ¡el no va más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo templo para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la ciudad santa a encontrarse con Dios.

III.4. Jesús en este evangelio se propone, según la teología joánica, como la persona en la que podemos confiar; por Él podemos entrar y salir para encontrar a Dios y para encontrar la vida. Quien esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús lo puede hacer, pero no hay otro camino para encontrarse con el Dios de vida y con la verdad de nuestra existencia. No es una pretensión altisonante, aunque la afirmación cristológica de Juan sea fuerte. Eso no quita que debamos mantener un respeto y una comprensión para quien no quiera o no pueda entrar por esa puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Nosotros, no obstante, los que nos fiamos de su palabra sabemos que él nos otorga una confianza llena de vida.

III.5. Se habla de un “entrar y salir” que son dos verbos significativos de la vida, como el nacer y el morir. En Jesús, puerta verdadera de la vida, ésta adquiere una dimensión inigualable. Por la fórmula de revelación, del “yo”, se quiere mostrar a Jesús que hace lo contrario de los ladrones que entran de cualquier manera en la casa, para robar, para matar, para llevarse todo lo que pueden. Jesús, puerta, “viene” para dar, para ofrecer la vida en plenitud (v. 10). Pero en este domingo pascual, el símbolo de la puerta debemos enhebrarlo a la significación del misterio de la resurrección de Jesús. Es verdad que en el texto joánico este significado no cuenta, pero sí debemos tenerlo presente en la predicación, ya que la resurrección de Jesús es la “puerta” de la vida nueva para El y para todos nosotros. Y solamente es desde la resurrección cómo podría expresarse el Cristo de Juan esas expresiones de revelación del “yo soy” la vida, la resurrección, el buen pastor, la luz… (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).






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