domingo, 31 de diciembre de 2017

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ


“Jesús iba creciendo y se llenaba de sabiduría”

Hoy celebramos a la Familia de Nazaret como modelo de la familia creyente. Fiesta reciente, establecida por León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida. No se trata de reproducir  el modelo de familia patriarcal que fue el suyo ni de consagrar los “códigos  domésticos” vigentes en el Imperio Romano, que recogen algunos textos del NT (Col 3,18-21 que se lee en esta fiesta; I Ped 2,11-3,12; Ef. 5,21-6,9; I Cor 11,2-10; II Cor 11,2-3; I Tim 2,11-12). Se trata de contemplar y descubrir en ella la configuración y actitudes que deben animar una existencia familiar desde el evangelio de Jesús.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Con Abraham y Sara, Dios comienza a formarse una familia aquí en la tierra. Esta familia es la figura de algo mucho mayor: todo un pueblo que lo conozca y lo ame. Porque el llamado de Dios, que es personal, siempre se concreta de manera comunitaria.

Lectura del libro del Génesis 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3

En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám en una visión, en estos términos: “No temas, Abrám. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande”. “Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?”. Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”. Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Y le dijo: “Ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido Padre de la multitud de naciones”. El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa. En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.
Palabra de Dios.
O bien:      

En la fe de Abraham y Sara, vemos la condición que nos une a quienes ponemos la confianza en la Palabra de Dios, mientras avanzamos en medio de dificultades y oscuridades sin decaer. La promesa de Dios sostiene nuestro andar.

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19

Hermanos: Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. También la estéril Sara, por la fe, recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra de Dios.

Salmo 104, 1-6. 8-9

R. El Señor, se acuerda eternamente de su Alianza.

¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! R.

¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! ¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro! R.

¡Recuerden las maravillas que él obró, sus portentos y los juicios de su boca! Las promesas del Señor a los Patriarcas Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido. R.

Él se acuerda eternamente de su alianza, de la palabra que dio por mil generaciones, del pacto que selló con Abraham, del juramento que hizo a Isaac. R.

ALELUYA        Heb 1, 1-2

Aleluya. Después de haber hablado a nuestros padres por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo. Aleluya.


EVANGELIO

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”. Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.

O bien, más breve:

Como una familia más, la familia de Jesús, lo lleva a Jerusalén para cumplir con el ritual. Y en esos actos, que tantas personas hicieron y hacen en los templos de todo el mundo, Dios está revelando todo su plan de salvación. Presentémonos a nosotros mismos y a nuestros grupos, nuestras familias, delante del buen Dios para ofrecerle nuestra vida, de modo que él nos conduzca con su amor sabio.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22. 39-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

La familia está experimentando profundas transformaciones, en su estructura, formas  y dinámica familiar. Los cambios (demográficos, sociales, económicos, jurídicos y  axiológicos) han afectado profundamente al papel de la mujer (con su incorporación a la vida pública, al mundo del logos y al ámbito científico), a la valoración y estatus de las personas mayores, a la percepción y lugar de los jóvenes (rasgos de las sociedades pre y pos figurativas de M. Mead). Y se ha producido un proceso de “despotenciación de la familia”: ha perdido muchas de las funciones que desempeñaba en la sociedad tradicional y ha reforzado alguna como la afectiva.

El amor es lo que define a la familia moderna. En la sociedad  posmoderna la familia y el matrimonio se  ve sobre todo como un contrato, mientras dure el amor, un amor con frecuencia  romántico y  egocéntrico: “tú me harás feliz”. Paradójicamente “la puerta de la felicidad se abre hacia afuera” por lo que la pareja se convierte en una búsqueda siempre insatisfecha.

Pero la familia sigue siendo hogar en un mundo inhóspito, donde el niño encuentra el afecto, acogida,  protección y seguridad que necesita para crecer y madurar como persona;  en esta “sociedad líquida” es  el ámbito de socialización donde se aprende la entrega y el amor gratuito, el respeto, la tolerancia en la diversidad, el sentido de pertenencia, solidaridad y compromiso. La familia nos proporciona raíces para crecer y alas para volar.

Y sigue siendo también una célula básica de la sociedad. Como algunos gustan decir, es el “mejor ministerio de asuntos sociales”, donde encuentran segura protección y asistencia los niños y ancianos, los enfermos y deficientes, los parados y divorciados, las personas frágiles y marginadas a las que ningún sistema social puede cubrir en todas sus necesidades. Quizás por eso es la institución más valorada en la sociedad actual.

La fiesta nos invita a revalorizar la familia como clave de la salud,  el equilibrio y la paz, y por tanto de felicidad. Nikoshi Nakajima, Presidente del Consejo Mundial de la salud, en la inauguración del Congreso Mundial de Psiquiatría, en agosto  de 1996 afirmó: “Solo la vuelta a la familia, reducirá la enfermedad mental”. Y no era un congreso sobre la familia sino sobre psiquiatría. Como alguien dijo “Felicidad se escribe con “F” de familia”. (A. Aláiz)

Hoy celebramos a la Familia de Nazaret como modelo de la familia creyente. Fiesta reciente, establecida por León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida. No se trata de reproducir  el modelo de familia patriarcal que fue el suyo ni de consagrar los “códigos  domésticos” vigentes en el Imperio Romano, que recogen algunos textos del NT (Col 3,18-21 que se lee en esta fiesta; I Ped 2,11-3,12; Ef. 5,21-6,9; I Cor 11,2-10; II Cor 11,2-3; I Tim 2,11-12). Se trata de contemplar y descubrir en ella la configuración y actitudes que deben animar una existencia familiar desde el evangelio de Jesús.

 La Palabra de Dios  no da soluciones técnicas para la vida familiar o social pero nos ofrece las claves (más) profundas, humanas y cristianas, de esa convivencia. La 1ª lectura, Eclco. 3,2-6, habla de las relaciones entre hijos y padres cuando envejecen. Es como una glosa del 4º mandamiento: honra a tu padre y a tu madre. Escrito en un momento de crisis social y cultural que amenaza los fundamentos de la Tradición de la Ley de Moisés, alerta a los jóvenes contra las modas griegas y les recuerda que respetar a los padres es tarea sagrada que reporta grandes beneficios;  resalta la piedad, el respeto y la honra a los padres, el temor de Dios, valores centrales aquella familia patriarcal y de toda familia.  Resulta profundamente actual,  en una sociedad que margina con frecuencia a los mayores y en la que la vejez es un desvalor y una carga. “¡Qué grande es ser joven!”, era el eslogan del Corte Inglés hace unos años.

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando este pasaje, recuerda a los hijos sus responsabilidades con los padres: la obediencia a los padres  cesa con la emancipación, pero no el respeto que les es debido que permanece para  siempre… En la medida que puedan, deben prestarles ayuda  material y moral en la vejez y en la enfermedad y en momentos de soledad o de abatimiento (CCE 2217-18).

San Pablo, en la 2ª lectura, Col 3,12-21,  presenta un programa de vida comunitaria y familiar: Su uniforme, que la identifica y diferencia de las demás, es la misericordia entrañable,  la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el perdón, la gratitud y alabanza, la unidad, la paz.

Pablo suele presentar, la relación de Cristo con la Iglesia, como paradigma del matrimonio cristiano y este como signo de la relación Cristo-Iglesia. Pero la relación asimétrica y de dependencia de la Iglesia respecto a Cristo no puede ser utilizada como modelo social de la relación hombre-mujer.

 Este programa de vida familiar y comunitaria no es nada fácil y solo puede realizarse con la ayuda de Dios, apoyados en la fe, la oración y la certeza de saberse amados por Dios. Los tres miembros de la Sagrada Familia aparecen, a lo largo del evangelio, como personas que se distinguen por su escucha de la Palabra.

El Evangelio de hoy pone  de  relieve que Jesús se  integra en la  tradición y en la cultura de Israel,  cumpliendo con los  requisitos de  la  Ley:  purificación  de  la  madre  y presentación del primogénito. (Simeón,  que significa “Dios ha escuchado”, simboliza la esperanza de todos los pueblos. Y anuncia a María su doloroso destino).  Presenta la infancia de Jesús, profundamente arraigado en su familia y en su pueblo. Será llamado “nazareno”  y en aquella aldea anónima de Galilea trascurrirá la mayor parte de su vida. En ella crece en edad y en gracia, en humanidad y en piedad. Me gusta pensar que su revelación del Abbá tiene mucho que ver con su experiencia de hijo de José y su evangelio del amor  lo vivió  primero- antes con sus padres en Nazaret.

La fiesta trata  también de recordar, junto al reconocimiento y apoyo a la familia, el anuncio evangélico de la primacía del Reino y de la subordinación de la familia al Reino:  “El que no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26); “Sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos” (Mt. 8,22); ”mi madre y mis hermanos son los que escuchan y cumplen la Palabra de Dios” (Lc. 8,19-21; 11,27-28). También Mc. 1,20; Mt 8,20;  Mc 1,16.

 Y nos recuerda,  finalmente, la llamada a hacer de toda la humanidad una sola familia de hijos de Dios.   Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.

El Magisterio reciente de la Iglesia católica ha  explicitado y profundizado  la “buena noticia de Jesús para el matrimonio y la familia”. Pone de relieve la  verdad y belleza de la familia, como “íntima comunidad de vida y amor, sobre la alianza de los cónyuges” (Vat. II, LG 48), fundada en un amor único y exclusivo, fiel y fecundo.  Ve en ella una especie de “iglesia doméstica” (Vat. II,  LG 11),  la primera y más pequeña comunidad cristiana. Por otra parte, la familia, igual que la Iglesia, debe ser un  espacio donde el evangelio es trasmitido  y desde donde este se irradia” (Pablo VI, EN 71).

El Papa Francisco resalta en AL la misericordia para con las familias heridas y frágiles. Desde ella, analiza  algunas situaciones dolorosas: la falta de trabajo para muchos, las rupturas de la convivencia entre las parejas, las distancias entre padres e hijos, los hijos rechazados y no amados suficientemente y situaciones especiales, a las que hoy se enfrenta mucha familias.

Hoy podemos decir al Señor: Bendícenos, Señor, bendice nuestras familias, bendice el amor de todas las familias del mundo, bendice a la gran familia humana.


ESTUDIO BÍBLICO

La tradición litúrgica reserva este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, oculto, que deja en lo recóndito de esa ciudad de Galilea, desconocida hasta que ese nombre aparece por primera vez en el relato de la Anunciación de Lucas y en el evangelio de hoy, una carga muy peculiar de intimidades profundas. Es ahí donde Jesús se hace hombre también, donde su personalidad psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y donde madura un proyecto que un día debe llevar a cabo. Sabemos que históricamente quedan muchas cosas por explicar; es un secreto que guarda Nazaret como los vigilantes (Nazaret viene del verbo nasar, que significa vigilar o florecer; el nombre de Nazaret sería flor o vigilante). En todo caso, Nazaret, hoy y siempre, es una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hizo María.

I Lectura: Eclesiástico (3,3-7;14-17): El misterio creador de ser padres

La primera lectura de este domingo está tomada del Ben Sirá  o Eclesiástico. Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. Por eso Dios, a pesar de que lo confesamos como Omnipotente y Poderoso, no se encarnó, no se acercó a nosotros  sin ser hijo de una madre. Y también aprendió a tener un padre. La familia está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese proceso que no puede reducirse a lo biológico. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más fácil, y a veces irracional, del mundo. Ser padres, porque se tienen hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos que está en las manos de Dios.

Como el relato de Lucas estará centrado en la respuesta de Jesús a “las cosas de mi Padre”, se ha tenido en cuenta el elogio del padre humano de Jesús, que no es otro que José, tal como se le conocía perfectamente en Nazaret. Aunque Jesús, o Lucas más bien, ha querido decir que el “Padre” de Jesús es otro, no se quiere pasar por alto el papel del “padre humano” que tuvo Jesús en Nazaret. Incluso la arqueología nos muestra esa casa de José dónde se llevó a María; donde Jesús vivió con ellos hasta que, contando como con unos treinta años, abandonó su hogar para dedicarse a la predicación del Reino de Dios; donde posteriormente se reúne una comunidad judeo-cristiana para vivir sus experiencia religiosas.

II Lectura: Colosenses (3,12-21): Los valores de una familia cristiana

II.1. La lectura de este domingo es de Colosenses y está identificada en gran parte como un “código ético y doméstico”, porque nos habla del comportamiento de los cristianos entre sí, en la comunidad. Lo que se pide para la comunidad cristiana -misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia-, para los que forman el “Cuerpo de Cristo”, son valores que, sin mayor trascendencia, deben ser la constante de los que han sido llamados a ser cristianos. Son valores de una ética que tampoco se pueda decir que se quede en lo humano. No es eso lo que se puede pedir a nivel social. Aquí hay algo más que los cristianos deben saber aportar desde esa vocación radical de su vida. La misericordia no es propio de la ética humana, sino religiosa. Es posible que en algunas escuelas filosóficas se hayan pedido cosas como estas, pero el autor de Colosenses está hablando a cristianos y trata de modificar o radicalizar lo que los cristianos deben vivir entre sí; de ello se deben “revestir”.

II.2. El segundo momento es, propiamente hablando, el “código doméstico” que hoy nos resulta estrecho de miras, ya que las mujeres no pueden estar “sometidas” a sus maridos. Sus imágenes son propias de una época que actualmente se quedan muy cortas y no siempre son significativas. Todos somos iguales ante el Señor y ante todo el mundo, de esto no puede caber la menor duda. El código familiar cristiano no puede estar contra la liberación o emancipación de la mujer o de los hijos. Por ser cristianos,  no podemos construir una ética familiar que esté en contra de la dignidad humana. Pero es verdad que el código familiar cristiano debe tener un perfil que asuma los valores que se han pedido para “revestirse” y construir el  “cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Por tanto, la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia, que son necesarias para toda familia, lo deben ser más para una familia que se sienta cristiana. Si los hijos deben obedecer a sus padres, tampoco es por razones irracionales, sino porque sin unos padres que amen y protejan, la vida sería muy dura para ellos.

Evangelio: Lucas (2,41-52): "Las cosas de mi Padre"

III.1. Esta escena del evangelio, “el niño perdido”, ha dado mucho que hablar en la interpretación exegética. Para los que hacen una lectura piadosa, como se puede hacer hoy, sería solamente el ejemplo de cómo Jesús es “obediente”. Pero la verdad es que sería una lectura poco audaz y significativa. El relato tiene mucho que enseñar, muchas miga, como diría algún castizo. Es la última escena de evangelio de la Infancia de Lucas y no puede ser simplemente un añadido “piadoso” como alguno se imagina. Desde el punto de vista narrativo, la escena de mucho que pensar. Lo primero que debemos decir que es hasta ahora Jesús no ha podido hablar en estos capítulos (Lc 1-2). Siempre han hablado por él o de él. Es la primera palabra que Jesús va a pronunciar en el evangelio de Lucas.

III.2. El marco de referencia: la Pascua, en Jerusalén, como la escena anterior del texto lucano, la purificación (Lc 2,22-40), dan mucho que pensar. Por eso no podemos aceptar la tesis de algunos autores de prestigio que se han aventurado a considerar la escena como un añadido posterior. Reducirla simplemente a una escena anecdótica para mostrar la “obediencia” de Jesús a sus padres, sería desvalorizar su contenido dinámico. Es verdad que estamos ante una escena familiar, y en ese sentido viene bien en la liturgia de hoy. El que se apunte a la edad de los doce años, en realidad según el texto podríamos interpretarlo “después de los doce”, es decir, los treces años, que es el momento en que los niños reciben su Bar Mitzvá (que significa=hijo del mandamiento) y se les considera ya capaces de cumplirlos. A partir de su Bar Mitzvá es ya adulto y responsable de sus actos y de cumplir con los preceptos (las mitzvot). No todos consideran que este simbolismo esté en el trasfondo de la narración, pero sí considero que se debe tener en cuenta. De ahí que se nos muestre discutiendo con los “los maestros” en el Templo, al “tercer día”. Sus padres –habla su madre-, estaban buscándolo angustiados (odynômenoi). En todo caso, las referencias a los acontecimientos de la resurrección no deben dejar ninguna duda. Este relato, en principio, debe más a su simbología de la pascua que a la anécdota histórica de la infancia de Jesús. Por eso mismo, la narración es toda una prefiguración de la vida de Jesús que termina, tras pasar por la muerte, en la resurrección. Esa sería una exégesis ajustada del pasaje, sin que por ello se cierren las posibilidades de otras lecturas originales. Si toda la infancia, mejor, Lc 1-2, viene a ser una introducción teológica a su evangelio, esta escena es el culmen de todo ello.

III.3. Las palabras de Jesús a su madre se han convertido en la clave del relato: “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Yo no estaría por la traducción “¿no sabíais que debo estar en la casa de mi padre?”, como han hecho muchos. El sentido cristológico del relato apoya la primera traducción. Jesús está entre los doctores porque debe discutir con ellos las cosas que se refieren a los preceptos que ellos interpretan y que sin duda son los que, al final, le llevarán a la muerte y de la muerte a la resurrección. Es verdad que con ello el texto quiere decir que es el Hijo de Dios,  de una forma sesgada y enigmática, pero así es. Como hemos insinuado antes, es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es.  Por eso debemos concluir que ni se ha perdido, ni se ha escapado de casa, sino que se ha entregado a una causa que ni siquiera “sus padres” pueden comprender totalmente. Y no se diga que María lo sabía todo (por el relato de la anunciación), ya que el mismo relato nos dirá al final que María: “guardaba todas estas cosas en su corazón” (2,51). Porque María en Lc 1-2, no es solamente María de Nazaret la muchacha de fe incondicional en Dios, sino que también representa a una comunidad que confía en Dios y debe seguir los pasos de Jesús.

III.4. Y como la narración de Lc 2,41-52 da mucho de sí, no podemos menos de sacar otras enseñanzas posibles. Si hoy se ha escogido para la fiesta de la Sagrada Familia, deberíamos tener muy en cuenta que la alta cristología que aquí se respira invita, sin embargo, a considerar que el Hijo de Dios se ha revelado y se ha hecho “persona” humana en el seno de una familia,  viviendo las relaciones afectivas de unos padres, causando angustia, no solamente alegría, por su manera de ser y de vivir en momentos determinados. Es la humanización de lo divino lo que se respira en este relato, como en el del nacimiento. El Hijo de Dios no hubiera sido nada para la humanidad si no hubiera nacido y crecido en familia, por muy Hijo de Dios que sea confesado (cosa que solamente sucede a partir de la resurrección). Aunque se deja claro todo con “las cosas de mi Padre”, esto no sucedió sin que haya pasado por nacer, vivir en una casa, respetar y venerar a sus padres y decidir un día romper con ellos para dedicarse a lo que Dios, el Padre, le pedía: anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Es esto lo que se preanuncia en esta narración, antes de comenzar su vida pública, en que fue necesario salir de Nazaret, dejar su casa y su trabajo… Así es como se ocupaba de las cosas del Padre. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





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