domingo, 8 de julio de 2018

DOMINGO 14 DEL TIEMPO ORDINARIO


“Se extrañó de su falta de fe”

A lo largo de sus tres años de vida pública, Jesús no va consiguiendo que su evangelio del Reino de Dios sea admitido por el pueblo judío. Tampoco por sus paisanos de Nazaret. En efecto, Jesús no vuelve a su pueblo para hacer una visita a su familia y a sus compatriotas, sino para revelarles el evangelio que trae de parte de Dios. La compañía de discípulos le avala como un «maestro», como un “rabí”. La fama de Jesús como sanador y hacedor de milagros era conocida por los nazarenos. Así que las cinco preguntas que se hacen sus antiguos vecinos acerca del origen humilde de su familia, de su oficio como obrero de la construcción y de no haber sido discípulo de ningún doctor de la ley no están encaminadas a desacreditar su brillantez como maestro –que es como se ha interpretado siempre esta escena–. Casi con toda seguridad el rechazo de sus paisanos al mensaje de Jesús en la sinagoga de Nazaret fue debido a las cosas tan novedosas y revolucionarias que dijo: el Reino de Dios condensado en las Bienaventuranzas. Esto no encajaba con las creencias de la tradición familiar y con las del pueblo, que esperaban un mesías político y salvador del yugo imperial de los romanos. Por eso se asombraron, "estaban fuera de sí", se escandalizaron y se indignaron ante el discurso de Jesús. El Nazareno contesta al rechazo de sus paisanos con un dicho sobre los profetas, cuyos mensajes siempre fueron críticos con los gobernantes y con la vida de los judíos, como vemos en la primera lectura del profeta Ezequiel. "Ningún profeta es bien recibido entre los suyos" (Jer 11,21). La incredulidad y la hostilidad contra Jesús y contra los profetas provienen, pues, de lo crítico y de lo incómodo que resulta su mensaje. Por la misma razón, Jesús no hizo milagros entre sus paisanos, porque el fin de sus milagros no era demostrar el poder portentoso que tenía, su omnipotencia, para así poder acreditar sus palabras –aunque este el sentido con el que han sido entendidos y predicados los milagros desde la comunidad primitiva (cf. Hech 2,22) y por toda la tradición milenaria cristiana–. Los milagros que realizó Jesús eran expresión del Reino de compasión y de misericordia con el dolor de las personas. Por eso resultaban un escándalo para quienes rechazaban ese Reino de Dios. No es extraño que todas esas actitudes de los judíos y de los vecinos de Nazaret llegaran a producir el asombro de Jesús ante el rechazo de la nueva vida que él mostraba y predicaba.

     La mención de los discípulos al principio del relato tiene una gran importancia porque sirve de contraste con la actitud de rechazo de los nazarenos. Se dice que seguían a Jesús. En Marcos, el seguimiento no tiene principalmente el sentido físico de ir detrás, sino que fundamentalmente se refiere a que trataban de identificar su vida con la de Jesús (cf. Mc 2,15; 10,32; 15,41). Por ello, en Nazaret los discípulos aprendieron una lección muy importante de cómo iba a ser en el futuro la aceptación de su predicación sobre el Reino de Dios.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta debe dirigirse a sus compatriotas. Y esta suele ser la misión más difícil, pues debe lograr que los más cercanos lo escuchen. También nosotros hoy, profetas y profetisas por el Bautismo, sufrimos cuando somos rechazados por nuestro entorno y la gente más allegada. Pero allí el Espíritu Santo nos sostiene en nuestra vocación.

Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5

Un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba. Él me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: “Así habla el Señor”. Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde– sabrán que hay un profeta en medio de ellos.

Palabra de Dios.
Salmo 122, 1-4

R. Levanto mis ojos hacia ti, que habitas en el cielo. R.

Nuestros ojos miran al Señor,
hasta que se apiade de nosotros.

Como los ojos de los servidores están fijos en las manos de su señor y los ojos de la servidora en las manos de su dueña: así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros. R.

¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios! Nuestra alma está saturada de la burla de los arrogantes, del desprecio de los orgullosos. R.

II LECTURA

No sabemos cuál era este “aguijón en la carne” que sufría san Pablo, pero sí que supo llevar su debilidad de modo tal que en ese lugar, se manifestara la grandeza de Dios. Allí donde nuestra capacidad humana flaquea, se hace presente con poder la gracia de Dios.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 7-10

Hermanos: Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad”. Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Cf. Lc 4, 18

Aleluya. El Espíritu del Señor está sobre mí; él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús sufrió el rechazo en su propio pueblo natal. Y con esto, deja señalado el camino para la Iglesia profética, una Iglesia que no debe dejar de anunciar la Buena Noticia y de realizar las obras del Reino, a pesar de la obstinación y el rechazo que pueda encontrar en la sociedad. La Iglesia profética está al servicio del Evangelio y del pueblo, y busca siempre llegar a aquellos que esperan sanación y vida nueva.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 1-6a

Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS. 

Repetimos que la fe en Jesús es el tema central del evangelio de hoy. Pero ¿en qué consiste la fe en Jesús?

La vida del viviente humano –y su anverso, la muerte– no es monolítica, indiferenciada y uniforme, como si fuera una especie de magma o de sopa, sino que se ramifica en grandes y diferenciados ámbitos vitales. ¿Cuántos son esos ámbitos vitales humanos diferentes que componen la vida humana? Muchos, pero, para entender lo que significa tener fe en Jesús, nos es suficiente una nuestra de ocho, a los que podemos denominar respectivamente ámbitos de vida biopsíquica, de vida del conocimiento, de vida económica, de vida estética, de vida ética, de vida lúdica, de vida religiosa y de vida sociopolítica.

Pues bien, a lo largo de los siglos, la fe y la incredulidad han sido reducidas al ámbito vital del conocimiento. "Fe es creer lo que no vimos, lo que no conocemos directamente por nuestros sentidos". La fe en Jesús ha sido considerada como una virtud teologal exclusivamente del conocer. Esta reducción milenaria de la fe en Jesús a un único ámbito de la vida humana sigue siendo un error que ha tenido consecuencias nefastas. Nuestras relaciones con Jesús lo son con todas las vitalidades de nuestra existencia y las de la suya. Jesús es para los cristianos el ejemplar supremo de vida entera. Toda nuestra vida queda enlazada con Jesús en toda su extensión y variedad. Mejor que fe, sería más acertado llamarlo proceso de identificación de nuestra vida con la de Jesús; o lo que hoy se entiende por "seguimiento", siempre que se conciba que este seguimiento es en todas nuestras vitalidades.

¿Por qué nos adherimos a Jesús en uno, en varios o en todos los ámbitos de nuestra vida? Porque nos ha seducido algo, bastante, mucho o muchísimo; ha salido a nuestro encuentro, nos ha atrapado algo, bastante, mucho o muchísimo y nos mantiene en su círculo de vida ¿Cómo hubiera sido y sería nuestra vida entera si esta adhesión a Jesús no fuera en uno, en dos o en tres ámbitos de nuestra vida, sino en todos los ocho que hemos señalado?

Las ocho vitalidades humanas se desarrollan por medio de la acción, del actuar. Es un absurdo plantearse si la fe ha de ir acompañada de obras. La unión de Jesús con los cristianos despierta conjuntos de acciones diferentes de todos los ámbitos de nuestra vida. Estos conjuntos de acciones dependen en gran medida de la implicación que tenga Jesús en nuestra vida y de la adhesión de la nuestra a la suya. La implicación de Jesús en todos los ámbitos de nuestra vida fue clara desde el principio. El ángel anunció a María que iba a concebir un hijo a quien pondría por nombre Jesús, cuyo nombre significa el Salvador (Mt 1,21). La salvación que viene de Jesús abarca todas nuestras vitalidades. Estuvo decididamente implicado hasta la muerte en mejorar todos los ámbitos deteriorados de la vida humana. Los pecados son al fin y al cabo inhumanidades, y Jesús dio muestras abundantes de dedicarse como cometido principal de su vida a eliminar todas las clases de inhumanidades que sufren las personas. Esta es, por supuesto, la voluntad de nuestro Padre Dios. Alrededor de sus treinta años, Jesús estaba poseído de lleno por la infinita sensibilidad para la salvación de las inhumanidades. La mayor de todas las inhumanidades es la muerte, que cierra por completo todas nuestras vitalidades. Jesús nos libró de ella haciéndonos partícipes de su resurrección de entre los muertos.

Hoy Jesús ya no está en nuestro mundo. ¿Quién es el que lo representa ahora? “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt 25,31–46). "¿Quién es mi prójimo?". Jesús responde con la famosa parábola del buen samaritano. Nada ni nadie pudo acercarse más a este hombre herido y robado que la propia compasión del samaritano (Lc 10,25–28; 10,29–37). Jesús estuvo siempre ocupado en procurar la salvación de una multitud de enfermos, ciegos, cojos, viudas, niños y paralíticos. Los judíos fariseos, los piadosos, no se dieron cuenta de los nuevos horizontes vitales que les había abierto Jesús, sobre todo en la curación de las inhumanidades. El gran Maestro asume y enseña la profundidad y variedad del dolor humano y el empeño en ir solucionándolo.

Una última consideración sobre nuestra fe en Jesús. ¿Cuántas de las vitalidades de nuestra persona están comprometidas con Jesús, con los más deshumanizados de nuestra sociedad? ¿Pocas, bastantes, muchas o todas? El mensaje de vida, de actuación y de palabra de nuestros obispos ¿resulta incómodo y es rechazado por los poderes económicos y gubernamentales de nuestra sociedad española, como le sucedió a Jesús en su pueblo, o mira para otra parte ante tantas humanidades y sufrimientos como los grupos privilegiados de nuestra sociedad están causando cada día más en una gran cantidad de personas, y por eso no es incómodo? La fe en Jesús no es creer lo que no vimos, sino un compromiso de todas nuestras vitalidades con su causa de aliviar las inhumanidades de todas las variadas vitalidades de las personas. Y eso no resulta cómodo para los poderosos.

ESTUDIO BÍBLICO

El espíritu del verdadero profeta

I Lectura: Ezequiel (2,2-5): El profeta, el hombre sin miedo

I.1. La primera lectura de este domingo la tomamos de Ezequiel, y viene a ser como una especie de relato de llamada profética; así es el caso de otros profetas de gran talante (Isaías 6 en el templo; Jeremías 1), porque se debe marcar una distinción bien marcada entre los verdaderos y falsos profetas. En la Biblia, el verdadero profeta es el que recibe el Espíritu del Señor. De esa manera, pues, el profeta no se vende a nadie, ni a los reyes ni a los poderosos, sino que su corazón, su alma y su palabra pertenecen el Señor que les ha llamado para esta misión. Por ello sabemos que los verdaderos profetas fueron todos perseguidos. Es probable que padezcan una “patología espiritual” que no es otra que vivir la verdad y de la verdad a la que están abiertos.

I.2. El pueblo «rebelde» se acostumbra a los falsos profetas y vive engañado porque la verdad brilla por su ausencia. Por eso es tan dura la misión del verdadero profeta. Quizás, para entender todo lo que significa una llamada profética, que es una experiencia que parte en mil pedazos la vida de un hombre fiel a Dios, debemos poner atención en que a ellos se les exige más que a nadie. No hablan por hablar, ni a causa de sus ideas, sino que es la fuerza misteriosa del Espíritu que les impulsa más allá de lo que es la tradición y la costumbre de lo que debe hacerse. Por eso, pues, el profeta es el que aviva la Palabra del Señor.

II Lectura: 2ª Corintios (12,7-10): La fuerza de la debilidad

II.1. La segunda lectura es probablemente una de las confesiones más humanas del gran Pablo de Tarso. Forma parte de lo que se conoce como la carta de las lágrimas (según lo que podemos inferir de 2Cor 2,1-4;7,8-12). Es una descripción retórica, pero real. Se habla del «aguijón (skolops, algo afilado y punzante) de su carne» es toda una expresión que ha confundido a unos y a otros; muchos piensan en una enfermedad. Es la tesis más común, de una enfermedad crónica que ya arrastraba desde lo primeros tiempos de la misión (cf Gal 4,13-15). Pero no habría que descartar un sentido simbólico, lo que apuntaría probablemente a los adversarios que ponen en entredicho su misión apostólica, ya que habla de un «agente de Satanás». Aunque bien es verdad que en la antigüedad el diablo escudaba los tópicos de todos los males, reales o imaginarios. ¿Es algo biológico o psicológico? En todo caso Pablo quiere decir que aparece “débil” ante los adversarios, que están cargados de razones. Quiere combatir, por el evangelio que anuncia y por él mismo, desde su experiencia de debilidad; las que los otros ven en él y la que él mismo siente.

II.2. Para ello, el apóstol recurre, como medicina, a la gracia de Dios: “te es suficiente mi gracia (charis), porque la potencia (dynamis) se lleva a cabo en la debilidad (astheneia)” (v. 9); una de las expresiones más logradas y definitivas de las teología de Pablo. Esa gracia le hace fuerte en la debilidad; le hace autoafirmarse, no en la destrucción, ni en la vanagloria, sino en aceptarse como lo que es, quién es, y lo que Dios le pide. Pablo construye, en síntesis, una pequeña y hermosa teología de la cruz; es como si dijera que nuestro Dios es más Dios cuanto menos arrogantemente se revela. El Dios de la cruz, que es el Dios de la debilidad frente a los poderosos, es el único Dios al que merece la pena confiarse. Esa es la mística apostólica y cristiana que Pablo confiesa en este bello pasaje. Es como cuando Jesús dice: «quien guarda su vida para sí, la perderá» (cf Mc 8,35) . Es un desafía al poderío del mundo y de los que actúan de esa manera en el seno mismo de la comunidad.

Evangelio: Marcos (6,1-6): Nazaret… nadie es profeta en su tierra

III.1. El texto del evangelio de Marcos es la versión primitiva de la presencia de Jesús en su pueblo, Nazaret, después de haber recorrido la Galilea predicando el evangelio. Allí es el hijo del carpintero, de María, se conocen a sus familiares más cercanos: ¿de dónde le viene lo que dice y lo que hace? Lucas, por su parte, ha hecho de esta escena en Nazaret el comienzo más determinante de la actividad de Jesús (cf Lc 4,14ss). Ya sabemos que el proverbio del profeta rechazado entre los suyos es propio de todas las culturas. Jesús, desde luego, no ha estudiado para rabino, no tiene autoridad (exousía) para ello, como ya se pone de manifiesto en Mc 2,21ss. Pero precisamente la autoridad de un profeta no se explica institucionalmente, sino que se reconoce en que tiene el Espíritu de Dios.

III.2. El texto habla de «sabiduría», porque precisamente la sabiduría es una de las cosas más apreciadas en el mundo bíblico. La sabiduría no se aprende, no se enseña, se vive y se trasmite como experiencia de vida. A su vez, esta misma sabiduría le lleva a decir y a hacer lo que los poderosos no pueden prohibir. En el evangelio de San Marcos este es un momento que causa una crisis en la vida de Jesús con su pueblo, porque se pone de manifiesto «la falta de fe» (apistía). No hace milagros, dice el texto de Marcos, porque aunque los hiciera no lo creerían. Sin la fe, el reino que él predicaba no puede experimentarse. En la narrativa del evangelio este es uno de los momentos de crisis de Galilea. Por ello el evangelio de hoy no es simplemente un texto que narra el paso de Jesús por su pueblo, donde se había criado. Nazaret, como en Lucas también, no representa solamente el pueblo de su niñez: es todo el pueblo de Israel que hacía mucho tiempo, siglos, que no había escuchado a un profeta. Y ahora que esto sucede, su mensaje queda en el vacío.

III.3. Sigue siendo el hijo del carpintero y de María, pero tiene el espíritu de los profetas. Efectivamente los profetas son llamados de entre el pueblo sencillo, están arrancados de sus casas, de sus oficios normales y de pronto ven que su vida debe llevar otro camino. Los suyos, los más cercanos, ni siquiera a veces los reconocen. Todo ha cambiado para ellos hasta el punto de que la misión para la que son elegidos es la más difícil que uno se pueda imaginar. Es verdad que el Jesús taumaturgo popular y exorcista es y seguirá siendo uno de los temas más debatidos sobre el Jesús histórico; probablemente ha habido excesos a la hora de presentar este aspecto de los evangelios, siendo como es una cuestión que exige atención. Pero en el caso que no ocupa del texto de Marcos no podemos negar que se quiere hacer una “crítica” (ya en aquél tiempo de las comunidades primitivas) a la corriente que considera a Jesús como un simple taumaturgo y exorcista. Es el profeta del reino de Dios que llega a la gente que lo anhelaba. En esto Jesús, como profeta, se estaba jugando su vida como los profetas del Antiguo Testamento. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).




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