viernes, 17 de agosto de 2012

DOMINGO 20º DEL TIEMPO ORDINARIO



Yo soy el pan vivo bajado del cielo

La liturgia de este domingo permite que nos fijemos en la propuesta de Jesús, que es la preparación e invitación a compartir el banquete del cordero pascual. Este banquete sellará por completo la alianza que Dios estableció con su pueblo. Ahora ese pacto queda cumplido en Jesucristo y está abierto a toda la humanidad, sin ninguna excepción.

Compartir el cuerpo y sangre de Cristo es la verdadera Eucaristía y es el compendio de su entrega al plan de Dios, que conocemos como Reino de Dios. Este dato puede abrirnos a una dinámica nueva de vida, basada en la alegría de compartir junto a Cristo y los hermanos, nuestra condición de ser hijos de Dios.

La mesa de la Palabra y de la Comida, como signos específicos cristianos, y fuente de la fe que profesamos. La Palabra es fuente de revelación, es donde Dios se comunica con el hombre y es el inicio de una relación y una alianza. El pan y el vino son alimentos sencillos, imprescindibles, que van a tomar un significado más profundo en Jesús a través de su entrega para dar la vida al mundo, es un mensaje que está abierto a la humanidad.

Saber reconocer al Señor como fuente de vida y de alegría es identificar a un Dios que apuesta por la vida, por la alegría de vivir el encuentro con Jesucristo que es nuestro fundamento. Así nuestra fe hay que vivirla en clave celebrativa, con entusiasmo e ilusión. Pero no de forma ilusoria, pues en el caminar humano existen momentos alegres y otros que más bien son tristes, pero integrando todo tipo de vivencias en Dios, como garantía de cercanía y de entrega total.

Demos Gracias al Señor por la Eucaristía

¡Qué afortunados somos, teniendo la eucaristía! Aquí está Jesús asegurándonos: “Yo estoy con ustedes y vivo en medio de ustedes, y les doy no un regalo cualquiera, sino me doy a mismo como alimento para el viaje de la vida. Coman mi pan de vida y beban mi vino de alegría y de redención. Esto es yo mismo que me doy por ustedes.” De esta manera Jesús nos hace también a nosotros capaces de entregarnos a Dios y a los hermanos.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

El texto nos invita a "saber vivir", a ser sabios, a beber de la experiencia y a enfrentar lo que tenemos que vivir cada día. Y esa invitación exige que nos movamos, que busquemos aprender a vivir, que decidamos acercarnos a una vida seria y sana. En definitiva, la vida será siempre un aprendizaje si nos atrevemos a vivirla en serio.

Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: "El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice: "Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia".
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 33, 2-3. 10-15

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.

Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.

II LECTURA

San Pablo nos aconseja que ante las tormentas y oscuridades de esta vida, el camino inicial es la oración. Ella nos sostiene en la voluntad de Dios, cuando seguimos sus caminos. De otra manera, caminaremos errantes, perdidos y sin rumbo.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 5, 15-20

Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

Aleluya. "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él", dice el Señor. Aleluya.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

¿Sentimos que, al participar de la eucaristía, Jesús mismo quiere darnos una nueva vida? ¿O es una rutina semanal el acercarnos a recibir al Señor? Dejemos que el Señor nos transforme y nos haga siempre nuevos.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

El pan y el cuerpo

La Palabra de Dios viene enmarcada este domingo por el tema de la sabiduría. A primera vista no parece tener una relación directa con el evangelio, en el que seguimos leyendo el discurso del pan de vida. El único vínculo visible es que la sabiduría divina se propone a sí misma por medio de un banquete. Para adquirir sabiduría hay que aceptar la invitación que ella misma cursa a todos los que la desean a participar de la mesa que ha preparado, a comer de su pan y beber de su vino. Una buena aclaración del sentido cristiano de esta sabiduría nos la ofrece Pablo en el texto de la carta a los Efesios. La sabiduría cristiana consiste en la sensatez y la sobriedad de vida, especialmente ante situaciones negativas. Ante los “malos tiempos”, como los que vivimos ahora, existe siempre la tentación no sólo de maldecir y poner mala cara, sino también de huir embotando nuestra conciencia, alienándonos del dolor que esa situación nos produce (y que puede ser global, social o estrictamente personal), por medio de la borrachera de vino, o de otras cosas: las drogas, los programas de televisión o el internet…

Pablo nos propone otra forma de embriaguez: no la de las bebidas espiritosas (y sus otros sucedáneos), sino la del Espíritu Santo, que, en vez de aturdir nuestra conciencia, la despierta y nos abre los ojos y el corazón para ver los bienes que, pese a todo, recibimos continuamente de Dios; así aprendemos a usarlos adecuadamente, de manera que no vivimos compulsivamente para ellos, sino que, sirviéndonos de ellos con sensatez y sobriedad, los convertimos en ocasión para alabar y dar gracias a Dios. Pablo nos exhorta a dar gracias “por todo”, luego también por esos bienes necesarios para vivir, en los que la sabiduría nos descubre los signos y la prenda de otros bienes más elevados y definitivos, a los que aspiramos mientras usamos con libertad y generosidad los de este mundo. Como vemos, y contra lo que con frecuencia se afirma, la experiencia religiosa guiada por el Espíritu de Jesús, no sólo no nos aliena de este mundo, sino que nos da la sabiduría para valorar y usar sus bienes con justicia. 

La síntesis y la vinculación armónica de estos dos tipos de bienes la vemos realizada precisamente en el discurso del pan de vida de Jesús: el pan que alimenta nuestro cuerpo y el vino que alegra nuestro espíritu se hacen en Cristo sacramentos de su cuerpo y de su sangre, prenda de salvación, alimento de vida eterna. Ya decíamos hace dos semanas que no hay contradicción entre el pan material y el pan que da la vida eterna.

En el diálogo sobre el pan de vida, Jesús hace una equiparación que no puede no causar extrañeza y escándalo. No sólo habla provocadoramente de sí mismo como el pan bajado del cielo, como el verdadero maná, sino que afirma con toda crudeza que ese pan es su carne, y que para alcanzar la vida eterna tenemos que comer su carne y beber su sangre. No debemos pensar que el escándalo se produce por una pretendida antropofagia. Se trata en realidad del escándalo de la cruz. La carne de los animales ofrecidos en sacrificio era destruida y, en parte, también era comida en un banquete ritual. Si Jesús habla de que su carne y su sangre han de ser comida y bebida, es porque está hablando de que su propio cuerpo tiene que ser ofrecido en sacrificio; y si él es el verdadero maná, quiere decir que su cuerpo es el objeto del verdadero y definitivo sacrificio agradable a Dios.

En el episodio de las tentaciones en el desierto, Jesús responde al diablo citando un texto del Deuteronomio (cf. Dt 8, 3) que habla precisamente del maná: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4; Lc 4, 4). Pues bien, esa Palabra hecha carne (cf. Jn 1, 14), se ha entregado en sacrificio hasta la muerte. Y el pan y el vino de la Eucaristía son el memorial de esa pasión; no un mero recuerdo, sino actualización y presencia real de la muerte de Cristo en la cruz. El que come ese pan y bebe ese vino entra en comunión profunda con el Cristo que ha ofrecido su cuerpo y derramado su sangre en el altar de la cruz, de modo que Cristo habita en él y él en Cristo, y así como participa de su muerte, participa también de su resurrección.

Pero igual que en los discípulos de aquel tiempo, la perspectiva de la cruz suscita en nosotros rechazo y escándalo. Nos echamos atrás ante una carne comida, es decir, destrozada, destruida. No debemos olvidar que en la antropología unitaria de la Biblia la carne expresa no “una parte”, sino el ser entero del hombre desde el lado de su corporalidad, esto es de su presencia física, que en él es una presencia ofrecida y entregada; no sólo un ser-ahí (sum), sino un ser-para (adsum).

Jesús, llegados a este punto del discurso del pan de vida, nos está introduciendo en la sabiduría de la cruz. Entendemos ahora el marco ofrecido por la primera lectura y también por la segunda. Se trata de una sabiduría superior, que no es de este mundo (cf. 1 Cor 2, 6-8), que a los ojos de este mundo, tanto de las mentes piadosas, como la de judíos, como de los espíritus críticos, el de los griegos, es locura y necedad (cf. 1 Cor 1, 23).

Pero es precisamente esta sabiduría la que nos instruye en el uso armónico de los bienes de la tierra como prenda de los bienes futuros y nos enseña que, en caso de que surja entre ellos oposición o conflicto (lo que no está excluido), hay que saber renunciar con libertad de espíritu a los primeros, para poder adquirir los segundos. Una renuncia que puede llevar, como en el caso de Cristo, incluso a la de la propia vida. Esta es la esencia de la sabiduría cristiana: vivir con sensatez en este mundo, disfrutando con gratitud de los bienes que Dios nos ha concedido, pero aspirando a los bienes de arriba (cf. Col 3, 1-4), y siendo libres, capaces de renunciar como Cristo a aquellos cuando lo exigen la fe y el amor, la coherencia de vida y el bien de los hermanos.

ORAMOS CON LA PALABRA

Demos Gracias al Señor por la Eucaristía
Demos gracias al Padre por darnos a Jesús en la eucaristía.

Oh Padre, lleno de amor,
¿cómo podríamos conocer la profundidad de tu amor
si tu Hijo no se hubiera hecho carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre?
¿Cómo podríamos tener nunca el valor de vivir los unos para los otros
y, si fuere necesario, morir por ellos
si Jesús no hubiera entregado su cuerpo
y derramado su sangre por nosotros?

Gracias, Padre, por hacer posible
que Jesús permanezca con nosotros en la eucaristía
y que se convierta aquí para nosotros
en nuestro “pan de cada día”.
En nuestro viaje a través de la vida
haz que este pan vivo sea el alimento que nos dé fuerza
para, como él, vivir y morir por nuestro prójimo
y por ti, nuestro Dios de vida, por los siglos de los siglos.

ESTUDIO BÍBLICO

Tema general: el banquete de la Sabiduría y el banquete eucarístico que ofrece Jesús.

Primera lectura: Proverbios 9,1-6.

Marco: El c. 9 pertenece a una amplia colección de proverbios que constituyen el prólogo. El fragmento que proclamamos hoy podría titularse o la Sabiduría prepara su banquete que ofrece a los hombres o la Sabiduría se presenta como hospitalaria para los hombres.

Reflexiones:

1ª: ¡La Sabiduría se presenta como una anfitriona que prepara un banquete!

La Sabiduría ha preparado el banquete... mezclado el vino y puesto la mesa. Es frecuente en la Escritura presentar literariamente a la Sabiduría en términos domésticos y familiares. Preparar el vino es la prima preocupación y tarea de un buen anfitrión. Si ahora ocurre algo parecido, en el medio ambiente hebreo el vino es un elemento fundamental para celebrar cualquier acontecimiento familiar o nacional. De ahí que se entienda por qué en la cena pascual judía sea obligatorio beber, aunque sólo fuera un poco, de cuatro diferentes copas rituales que expresan la solemnidad de la celebración. La Sabiduría prepara el vino quiere decir que invita a los hombres a acercarse a ella como a una fiesta para ser felices, para conseguir el bienestar y la comunión entre los comensales. En la misma línea habría que entender la frase “prepara la mesa”. Anteriormente nos ha dicho el autor que la Sabiduría “se ha construido una casa”. Todo respira ambiente de comunión, de intimidad, de bienestar. Sería conveniente insistir en toda esta simbología que rodea la presentación y actividad de la Sabiduría.

Segunda lectura: Efesios 5,15-20.

Marco: Seguimos la proclamación del capítulo 5, como en el domingo anterior, de tal manera que el fragmento que proclamamos hoy pertenece también a la exhortación con el tema de la vida nueva en Cristo. El autor de esta carta desciende a la vida concreta del creyente en medio del mundo.

Reflexiones:

1ª: ¡Observar e interpretar los signos de los tiempos!

Fijaos bien cómo andáis... Sabed comprar la ocasión, porque vienen días malos. En todos los momentos de la historia ha sido necesario estar capacitados para la comprensión y la interpretación de lo que acontece alrededor. Pero el autor de esta carta piensa en la situación de la comunidad y de los creyentes en general. La situación es preocupante tanto mirando a la comunidad en sí misma como mirándola frente al exterior. En sí misma porque se han infiltrado maestros que discuten la primacía de Cristo. Y la consecuencia inmediata es el riesgo de la unidad y de la comunión entre los hermanos, de la que ha hablado en el capítulo anterior. La unidad es un valor imprescindible para vivir el evangelio y para anunciarlo con unas garantías mínimas de que va a ser aceptado. Desde el exterior, la comunidad cristiana es, sociológicamente hablando, todavía una realidad minúscula en medio de la gran ciudad. Es necesario todo tacto y toda prudencia en el comportamiento. La Iglesia de hoy debe estar atenta también a los signos de los tiempos para realizar su misión en medio de este mundo en el que está inmersa y para el que es sacramento de salvación. Es necesario que el Evangelio sea presentado de una manera inteligible para los hombres de nuestro tiempo. Los creyentes poseen la clave interpretativa de los acontecimientos que suceden en la historia recurriendo a la Escritura meditada y saboreada constantemente. Y pueden ofrecer a sus hermanos los hombres otras perspectivas que sólo aparecen implícitamente en los hechos. Y estos hechos con frecuencia abruman a nuestros hermanos los hombres y a nosotros mismos. Ofrecer la clave en que nos apoyamos para entenderlos es una obligación y una excelente prueba de solidaridad verdadera y genuina. Y también hoy la comunión y la unidad son imprescindibles para una adecuada evangelización.

Evangelio: Juan 6,51-59.

Marco: seguimos en el capítulo 6 del evangelio según san Juan. El fragmento que proclamamos hoy está centrado plenamente en Jesús ofrecido al mundo como Pan-Eucaristía.

Reflexiones:

1ª: ¿Pide Jesús lo irracional?

Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Hemos recordado repetidamente que en la presentación del evangelio de Jesús Juan utiliza dos elementos fundamentales, pero el uno supeditado al otro, como son los signos realizados por Jesús y los discursos que tienen lugar a continuación del signo. Pues bien, el lector no puede perder de vista que en el capítulo 6 de Juan se narran dos signos: la multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas venciendo las leyes de la gravedad. Este signo está presentado por Juan para que se pueda comprender lo que aparentemente es irracional. Esa es su dinámica y solo teniéndola en cuenta en su globalidad podemos entender su mensaje. Si Jesús puede caminar sobre las aguas sin hundirse (signo) prepara para la afirmación de que es necesario comer su carne y beber su sangre. De nuevo aparece el malentendido entre sus oyentes. Bien es cierto que nosotros leemos un texto redactado a finales del s. I de nuestra era. ¿Cómo se planteó este asunto directamente con sus primeros oyentes? Es un asunto difícil de determinar. En todo caso, lo que nos interesa es que Jesús tiene previsto un modo de que ello sea posible. Todo menos que Jesús invite a la antropofagia. El es la Sabiduría que prepara la mesa, que ofrece un espléndido banquete. Él hace realidad lo que la primera lectura ofrecía como anuncio preparatorio. Sabemos que ha querido ocultarse en el pan y el vino que son alimentos básicos para la humanidad y que expresan fuertemente la comunión y solidaridad entre los hebreos.

2ª: ¡La participación en la carne y en la sangre necesaria para disfrutar de la presencia de Jesús en el hombre y entre los hombres!

El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Estas afirmaciones de Jesús se entenderán un poco mejor si recordamos lo que significa para los hebreos comer del mismo pan o beber de la misma copa. Entre ellos, más que entre nosotros, el comer un bocado del mismo pan establece una corriente vital muy intensamente experimentada. El proceso es relativamente sencillo: el pan se convierte en el cuerpo del que lo come en sangre; han comido del mismo pan, por tanto esa sangre es idéntica entre los dos que comieron el mismo pan. Y como la sangre es la expresión de la vida, comparten profunda y realmente la misma vida. Entendidas así las expresiones de Jesús tienen otro sentido más comprensible. La solidaridad entre los hebreos es muy fuerte por el sentido familiar y tribal que tienen. Las palabras de Jesús son, de este modo, elocuentes. Me atrevo a recordar una anécdota entre los árabes. Ellos significan, en cierto modo, también la continuidad de esta mentalidad. Y tienen muy fuerte el sentido de clan y tribu y la venganza ante algún agravio a un miembro de la propia tribu. Pues bien, si alguien comete un agravio grave contra algún miembro de un determinado clan o familia que merece la muerte como reivindicación pero logra entrar en una tienda perteneciente al mismo clan y probar bocado o sólo un poco de sal con ellos, ya no lo ejecutarán la reivindicación sometiéndolo a la muerte reparadora. Ese bocado les ha hermanado a todos y a un hermano no se le mata como reivindicación del agravio cometido. Sólo es posible la comunión con los demás si se realiza esta comunión interpersonal con Jesús a través del Sacramento. Es necesario recuperar entre nosotros algunos aspectos de este modo de ver las cosas para revitalizar, en nuestra Iglesia, el sentido profundo de auténtica comunión y sincera y comprometida solidaridad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario