viernes, 31 de agosto de 2012

DOMINGO 22° DEL TIEMPO ORDINARIO



“dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres"

Aun más que los conflictos sobre el sábado, se considera como prueba de que Jesús había roto con la ley judía lo dicho en el evangelio de hoy sobre la pureza: Mc 7, 15: «Nada que entra de fuera puede manchar al hombre; lo que sale de dentro es lo que mancha al hombre». En ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan radical la ley judía como en este pasaje del evangelista Marcos. Ahora bien, Jesús no se opone porque sí a las leyes que entonces estaban vigentes. Para Jesús, las leyes, las normas o las reglas están al servicio de valores, y no al revés. Cuando no hay un valor detrás de una norma, hay que suprimir dicha norma. Jesús predicó una imagen nueva de Dios, y este era un nuevo valor que requería unas leyes nuevas. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, dice hoy la carta de Santiago, es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones. Para Jesús, culto a Dios y amor a los seres humanos son inseparables. Todas las leyes que broten de este supremo valor, el amor al hombre como criterio del auténtico amor de Dios, son puras; las demás, no.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

"No añadas nada a lo que yo mando, ni quites nada". Se entiende que esto estaba dirigido a los líderes de la comunidad, que debían cuidarse de no introducir sus decretos como similares a la Ley, y debían hacer saber a la gente, en cada ocasión, si lo que enseñaban se originaba en los maestros o en el texto de la Ley (W. G. Plaut, The Torah, a modern commentary).

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8

Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!" ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 14, 2-5

R. Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.

El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.

SEGUNDA LECTURA

El mensaje de esta carta sigue claramente una enseñanza básica de Jesús. El amor al prójimo no se declama con palabras, sino que se realiza con las obras concretas. Y esas obras deben tener como destinatarios especialmente a los más necesitados.

Lectura de la carta de Santiago 1, 17-18. 21-22. 27

Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

"Las autoridades religiosas criticaban a Jesús. Decían que él era infiel a la tradición. Jesús, a su vez, a través de palabras y de gestos, mostraba que no todo lo que se enseñaba en nombre de la tradición pertenecía a la verdadera tradición. Jesús fue fiel a la tradición de su pueblo. Ayudó a su pueblo a ser más judío, más fiel a sí mismo. Quería que la tradición fuese nuevamente un camino abierto para descubrir el sentido de la vida humana" (Carlos Mesters, Con Jesús a contramano, Ed. C. Bíblico Ecuménico).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?" Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos". Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Según nos dice la primera lectura, Moisés dio a su pueblo leyes que hicieron de él una nación sabia e inteligente. Como aquel pueblo de Israel organizó su vida en torno a Yavé, todas las leyes civiles se vivieron como leyes religiosas. Y así, comer sin lavarse las manos no era simplemente la infracción a una norma de higiene, sino a una ley religiosa: apartaba de Dios o, lo que es lo mismo, hacía impuro a quien no la cumplía.

Las normas, las leyes y las reglas sirven para conseguir valores

¿Por qué desde el inicio de la humanidad tuvieron y tienen tanta importancia las normas, las leyes, las reglas? Porque son el camino necesario para conseguir valores de calidad. Sin ellas, sería casi imposible alcanzar para el ser humano algo valioso que mereciera la pena. La comida que nos alimenta, la ciencia que nos instruye, el arte que nos deleita, la economía que regula nuestra producción, las comunidades a las que pertenecemos, etc., –todos valores importantísimos– están llenos de normas o reglas en su origen y en su desarrollo. Y como los valores son el alimento de la vida humana, no podemos vivir sin valores y sin sus respectivas normas. Pero ha de que quedar una cosa muy clara: las normas, las leyes, las reglas reciben toda su entidad e importancia de los valores, no al revés. Las normas por sí mismas no tienen valor.

También contravalores necesitan reglas

A lo dicho anteriormente hay que poner un añadido: las normas, las reglas, las leyes también son necesarias para alcanzar contravalores: uno que roba ha de cumplir una serie de pautas para que no le pillen en la fechoría; los mafiosos necesitan de la comunidad de los mafiosos para llevar a cabo sus proyectos, y por eso todos respetan escrupulosamente las reglas establecidas. Las normas, en este caso, sirven para fortalecer la maldad de la comunidad de los mafiosos, para hacer que éstos sean cada vez peores. Así pues, las normas son ambiguas: valen tanto para conseguir valores como contravalores. Por consiguiente, es esencial determinar cuándo una norma o regla se está utilizando para alcanzar un valor y cuándo para conseguir un contravalor. La norma no es buena ni mala en sí misma; lo son el valor o el contravalor al que sirven.

El Reino de Dios es un conjunto de valores que requiere para alcanzarlo normas muy específicas de conducta

Supongamos que el punto central de la sección del evangelio que hoy nos presenta la liturgia es la auténtica veneración de Dios. ¿De qué Dios se trata? nos preguntamos. ¿Son el mismo el Dios de Moisés y el Dios que nos fue revelado por Jesús de Nazaret? Seguro que no. De ahí que las leyes para conseguir el nuevo valor –el Dios de Jesús– sean diferentes de las que sirvieron para llegar a Yavé, el Dios de Moisés. Por eso Jesús pondrá en entredicho partes de la ley veterotestamentaria, aquellas que no servían para alcanzar los valores del Reino de Dios. La pureza de lavarse las manos no es camino para llegar al Dios que por medio de Jesús convocaba en Galilea a comidas de fraternidad, a las que estaban invitados en primer lugar los considerados “impuros” en aquella sociedad profundamente clasista: pobres, enfermos, leprosos, mujeres, etc. De este Dios, dice en evangelio de hoy, lo único que nos separa –nos hace impuros– son las ofensas que brotan de nuestro corazón contra los demás. En ninguna otra parte puso Jesús en entredicho de manera tan radical la ley como en este pasaje del evangelista Marcos. Es de suponer que esta crítica que Jesús hizo de la ley de Moisés fuera el motivo que llevó a las autoridades judías a actuar contra él y a procesarlo.

El servilismo a las reglas

A veces se les da más importancia a las normas y a las leyes que a los valores que las originan. Eso es legalismo. El “legalismo” ha sido un peligro en el que los cristianos hemos sucumbido no pocas veces. Para los legalistas, las normas eclesiásticas, una vez establecidas, son respetadas con más seriedad que la mismísima Palabra de Dios. Somos hipócritas porque hemos colocado la norma en el lugar que debía ocupar el valor Dios. Jesús demostró una gran responsabilidad, una total libertad y una enorme valentía para suprimir normas que no iban encaminadas al desarrollo del Reino de Dios entre los humanos. Quizás a los cristianos nos falte coraje para hacer lo mismo que hizo el Señor, y estemos empecinados en cumplir unas normas que no llevan aparejadas más que contravalores. Por ejemplo, las leyes que rigen la participación de la mujer en la vida de la iglesia.

Las normas económicas

Las leyes o normas económicas abundan hoy y están por encima de todas las demás. No podía ser de otro modo, ya que lo económico y lo referente a nuestro organismo son los valores fundamentales de nuestra cultura. Pero vemos que esas leyes no traen vida, sino muerte a una parte importante de la humanidad. Incluso los que pertenecemos al mundo rico nos vemos amenazados por leyes que nos hacen perder los mismísimos valores económicos. Tales leyes no brotan del Reino de Dios, sino de Satanás, porque sólo sirven a los valores de la producción, al provecho de los más ricos. No están al servicio también de los valores éticos, de la justicia sobre todo, que ha sido expulsada de nuestra cultura; sino para defender intereses turbios e inconfesables de hombres sin escrúpulos.

ESTUDIO BÍBLICO


Iª Lectura: Deuteronomio (4,1-8): La grandeza de los mandamientos

I.1. El libro del Deuteronomio, que es uno de los más famosos de la Torá judía, el Pentateuco cristiano, nos ofrece una bella lectura que nos habla de la grandeza de los mandamientos de Dios. Este libro tuvo una historia muy movida, ya que parece que estuvo escondido (al menos una parte) en el Templo de Jerusalén por miedo a las actitudes antiproféticas de algún rey de Judá, hasta que Josías (s. VII a. C), un gran rey, abrió las puertas de la reforma religiosa. Entonces, los círculos proféticos volvieron sus ojos a este libro, que recogía tradiciones religiosas muy importantes.

I.2. La lectura de hoy era el comienzo del libro en aquella época y se invita al pueblo a considerar con sabiduría los mandamientos de Dios. Porque los mandamientos no deben ser considerados como prohibiciones, sino como la forma en que Dios está cerca de su pueblo y por ello éste debe escucharlo, servirlo y buscarlo. La lectura nos invita, pues, a no avergonzarnos de los mandamientos cuando en ellos se expresa su voluntad salvífica. Es verdad que los mandamientos se entienden, a veces, en sentido demasiado legalista y, entonces, a algunos, les parecen insoportables. Y será Jesús quien libere los mandamientos de Dios de ser una carga pesada, con objeto de acercar a Dios a todos nosotros.

IIª Lectura: Santiago (1,17-27): Abrirse a los dones divinos

II.1. La carta de Santiago recoge la enseñanza de los dones de Dios. Su comparación con los astros del cielo que se eclipsan en momentos determinados, no afecta al Padre de las luces. Es un texto lleno de claves sapienciales en la mejor tradición de la teología judía. Dios ha querido darnos los dones verdaderos y se revelan, para el autor de la carta, en la palabra de Dios.

II.2. Valoramos aquí una legítima teológica de la palabra, ya que en ella está la salvación. Es una palabra que opera la salvación de nuestro corazón y de nuestras mentes. Es verdad que pide, para que pueda salvarnos, ponerla en práctica. Sabemos que la carta de Santiago es de una efectividad incomparable, como sucede en su discusión sobre la fe y las obras. ¿Cómo es posible ponerla en práctica? Atendiendo a los que nos necesitan: a los huérfanos, viudas y los que no tienen nada. Y eso, por otra parte, es la verdadera religión, es decir, la verdadera adoración de Dios.

Evangelio: Marcos (7,1-23): La voluntad de Dios humaniza

III.1. El evangelio, después de cinco domingos en que hemos estado guiados por Jn 6, retoma la lectura continua del segundo evangelio. El tema es la oposición entre mandamientos de Dios y tradiciones humanas. La cuestión es muy importante para definir la verdadera religión, como se ha puesto de manifiesto en la carta de Santiago. El pasaje se refiere a la pregunta que los fariseos (cumplidores estrictos de la tradiciones de los padres) plantean a Jesús, porque algunos seguidores suyos no se lavan las manos antes de comer. La verdad es que esta es una buena tradición sanitaria, pero convertida en precepto religioso, como otras, puede llegar a ser alarmante. Es el conflicto entre lo esencial y lo que no lo es; entre lo que es voluntad de Dios y lo que es voluntad de los hombres en situaciones religiosas y sociales distintas.

III.2. Este conjunto de Mc 7,1-23 es bastante complejo y apunta claramente a una redacción y unificación de tradiciones distintas: unas del tiempo de Jesús y otras posteriores. Son dos cuestiones las que se plantean: 1) la fidelidad a las tradiciones antiguas; 2) el lavarse las manos. En realidad es lo primero más importante que lo segundo. El ejemplo que mejor viene al caso es el de Qorbán (vv.9-13): el voto que se hace a Dios de una cosa, por medio del culto, lo cual ya es sagrado e intocable, si no irreemplazable. Si esto se aplica a algo necesario a los hombres, a necesidades humanas y perentorias, parece un “contra-dios” que nadie pueda dispensar de ello. Si alguien promete algo a Dios que nos ha de ser necesario para nosotros y los nuestros en tiempos posteriores no tendría sentido que se mantenga bajo la tradición del Qorbán. Los mismos rabinos discutían a fondo esta cuestión. La respuesta de Jesús pone de manifiesto la contradicción entre el Qorbán del culto y el Decálogo (voluntad de Dios), citando textos de la Ley: Ex 20,12;21,17; Dt5,16; Lv 20,9). Dios, el Dios de Jesús, no es un ser inhumano que quiera para sí algo necesario a los hombres. Dios no necesita nada de esas cosas que se ponen bajo imperativos tradicionales. La religión puede ser una fábrica inhumana de lo que Dios no quiere, pero si lo quieren los que reemplazan la voluntad de Dios para imponer la suya.

III.3. Los mandamientos de Dios hay que amarlos, porque los verdaderos mandamientos de Dios son los que liberan nuestras conciencias oprimidas. Pero toda religión que no lleva consigo una dimensión de felicidad, liberadora, de equilibrio, no podrá prevalecer. Si la religión, de alguna manera, nos ofrece una imagen de Dios, y si en ella no aparece el Dios salvador, entonces los hombres no podrán buscar a ese Dios con todo el corazón y con toda el alma. La especulación de adjudicar cosas que se presentan como de Dios, cuando responden a intereses humanos de clases, de ghettos, es todo un reto para discernir la cuestión que se plantea en el evangelio de hoy. Esta es una constante cuando la religión no es bien comprendida. Jesús lo deja claro: lo que mancha es lo que sale de un corazón pervertido, egoísta y absurdo. La verdadera religión nace de un corazón abierto y misericordioso con todos los hermanos.

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