domingo, 14 de abril de 2013

Domingo 3º de Pascua



"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero".

¿Hemos visto al Señor Resucitado?

La Iglesia cuando anuncia el evangelio de la resurrección de Cristo, y no simplemente mantiene un voluntariado de ayuda social, no puede convencer a la gente con argumentos; necesita ser creíble; necesita ejemplos atrayentes, como el Papa Francisco.

El cristiano antes de predicar debiera preguntarse, ¿qué credibilidad tengo yo ante este auditorio para poderles hablar de Jesucristo y de la nueva vida que ha venido a traernos mediante el perdón de nuestros pecados? Sólo quien se ha librado de las ataduras del pecado y goza de la alegría de la vida pascual puede hablar con pasión y abrir las puertas a la esperanza.

En consecuencia, el ministro, antes de predicar, debiera rezar en la presencia de Dios para ver el rostro vivo de Dios y examinar su propia vida, de manera que pueda hablar al corazón de las personas con el fuego de la caridad; porque cuando se habla sólo con la inteligencia se corre el peligro de agradar, deslumbrar o cansar. Y hay demasiadas homilías que sólo aburren.

Parece que ha llegado el momento de abandonar la plaza y retirarse al desierto, pues es tiempo más de autenticidad que de oratoria. La lección de Benedicto XVI ha sido convincente. Ha llegado el momento de la verdad; ya no hay tiempo para los juegos de atracción. O somos testigos que hemos visto al Señor Resucitado o de lo contrario sería mejor realizar una cura de silencio.

O hemos muerto al pecado durante la cuaresma para poder resucitar con Cristo en la Pascua, o todo ha sido un teatro, quizá bello: la aspersión del agua bendita y otros signos sacramentales. Pero la paciencia de Dios es grande y ahora nos da el tiempo de Pascua para invocar al Espíritu y poder recobrar la vida en Cristo Jesús. El papa Francisco, evangelio sin ropajes, es un ejemplo a seguir por todos, especialmente por los sacerdotes. 

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

La comunidad crece ante el conflicto social cuando vive con fidelidad el evangelio. No hay renuncias a la verdad, no hay pactos ocultos ni miedos a perder poder. El mismo conflicto impulsa y fortalece.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27-32. 40b-41

Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín, el Sumo Sacerdote les dijo: "Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!". Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen". Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste. O bien: Aleluya.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

"Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor". Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

SEGUNDA LECTURA

Muchos poderes, muchos hombres y mujeres, pueden exigirnos que nos postremos ante ellos, para adularlos o mostrarles nuestra sumisión. Sin embargo, solo Cristo, muerto y resucitado, debe recibir alabanzas y adoración.

Lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14

Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza". También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: "Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos". Los cuatro Seres Vivientes decían: "¡Amén!", y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra de Dios.

EL EVANGELIO PARA EL DÍA DE HOY

"Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo"; ¿y si repetimos esta frase varias veces ante el Señor, en una actitud de oración? ¿Y si nos arrodillamos ante él reconociendo que a él nada se le puede ocultar? "Señor, tú sabes que te amo", con mi limitación, con mi pecado, con mis egoísmos y mis incoherencias, pero aún así, tú sabes que te amo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19

Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres?", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

¡Pascua es haber visto al Señor Resucitado! (Evangelio)

Los apóstoles habían vuelto a pescar; era lo que sabían hacer. Al final, Cristo había muerto; es verdad que se decía había resucitado, pero el futuro era incierto y había que pensar en comer. Mas Jesús nunca se cansa de nosotros y por tercera vez se manifestó a sus discípulos; ahora a la orilla del Lago de Tiberíades.

¿Qué hizo Jesús? Sorprenderlos en su mismo trabajo. ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Hacer lo que Él nos diga, como dijo la Virgen María en las bodas de Caná. Si echamos la red, porque Cristo lo ha dicho, no podremos arrastrarla por la cantidad de peces. Pero no basta la obediencia a Jesús, es necesario haber visto al Señor, es decir, en la Santa Misa no basta la palabra, se necesita también el sacramento, partir el pan, para poder ver al Señor.

Entonces, fue Juan quien dijo a Pedro ¡Es el Señor! Y todos se acercaron a Jesús; estaban viendo al Señor, quien tomó el pan y se lo dio.

Lo mismo hizo con el pescado. Ahora, durante el misterio de la Santa Misa debemos decir con fe: ¡Señor mío y Dios mío!, advirtiendo la presencia del Señor en medio de nosotros; nosotros, todo, está bajo la providencia divina.

Éste es el fruto de la Eucaristía

Después de la experiencia de ver al Señor Jesús, viene la manifestación de nuestra vocación. Jesús dijo a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Cierto, Señor, tú sabes que te amo. Apacienta mis ovejas. Y por tres veces se repite el mismo diálogo. Pedro se inquieta, y le dice: Señor, tú lo sabes todo, y sabes que te amo. Y, al final, Jesús le promete: Cuando eras joven…, cuando seas viejo…, Cristo le estaba indicando con qué clase de muerte le glorificaría.

En la primera parte del evangelio, Jesús nos da una obediencia; en la segunda parte se manifiesta a sus discípulos en su cuerpo y en su sangre; en la última parte, Jesús señala a Pedro su vocación: amar de tal modo a Jesús, que pueda cuidar del mundo. Recemos por el Papa, sucesor de San Pedro, y contemplemos todos al Señor, que nos dice: Sígueme.

Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres (1ª Lectura)

Los apóstoles hablan claro, diciendo lo que hizo el pueblo con Jesús y lo que hizo Dios con Jesús. Vosotros matasteis a Jesús, pero Dios lo ensalzó como jefe y salvador para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Los flagelaron y los dejaron en libertad, prohibiéndoles de hablar de Jesús. Y ellos se fueron contentos , pues habían testimoniado a Jesús, sufriendo por él.

Sólo los testigos hablan al corazón de las personas y entregan la vida por el otro, porque hablan de lo que previamente han escuchado a Dios.

De la oración contemplativa brota la palabra de vida.

¡Entremos en el misterio! (2ª Lectura)

El cielo proclamaba: “El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir la potencia, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la bendición”. Y la tierra confirmaba: “A aquél que está sentado en el trono y al Cordero alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos”. Amén, respondieron los cuatro seres vivientes, y los ancianos se postraron.

El Apocalipsis nos presenta una liturgia del cielo, invitándonos a participar en su misterio, mas para ello es preciso tener un corazón limpio y una mente ordenada. Sin estar evangelizados y convertidos no hay posibilidad de participación litúrgica.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Hechos (5,27-32.40-41): Testigos: El Espíritu y la Comunidad

I.1. La primera lectura nos presenta el discurso de defensa que Pedro hace ante el Sanedrín judío, que ha comenzado a perseguir a los primeros cristianos, después que los saduceos y las clases sacerdotales (los verdaderos responsables también de la condena de Jesús) se han percatado de que lo que el Nazareno trajo al pueblo no lo habían logrado hacer desaparecer con su muerte. Los discípulos, que comenzaron tímidamente a anunciar el evangelio, van perdiendo el miedo y están dispuestos a dar razón de su fe y de su nuevo modo de vida. Fueron encarcelados y lograron su libertad misteriosamente.

I.2. Para dar razón de su fe, de nuevo, recurren al kerygma que anuncia con valentía la muerte y la resurrección de Jesús, con las consecuencias que ello supone para los responsables judíos que quisieron oponerse a los planes de Dios. La resurrección, pues, no es ya solamente que Jesús ha resucitado y ha sido constituido Salvador de los hombres, sino que “implica” también que su causa continúa adelante por medio de sus discípulos que van comprendiendo mucho mejor lo que el Maestro les enseñó. Esta es una expresión que ha marcado algunas de las interpretaciones sobre el acontecimiento y que no ha sido admitida. Pero en realidad se debe tomar en consideración.

I.3. No podemos centrarnos solamente en el “hecho” de la resurrección en la persona de Jesús, sino que también debemos considerar que la resurrección de Jesús cambia la vida y el horizonte de sus discípulos. Y esto es muy importante igualmente, ya que sin ello, si bien se proclame muchas veces que “Jesús ha sido resucitado” no se hubiera ido muy lejos. Es decir, la resurrección de Jesús también da una identidad definitiva a la comunidad cristiana. Ahora la causa de Jesús les apasiona, les fascina, y logran dar un sentido a su vida, que es, fundamentalmente, “anunciar el evangelio”.

IIª Lectura: Apocalipsis (5,11-14): Liturgia pascual en el cielo

II.1. La segunda lectura nos narra una segunda visión del iluminado de Patmos, en la que se adentra en el santuario celeste (una forma de hablar de una experiencia intensa de lo divino y de la salvación) donde está Dios y donde aparece una figura clave del Apocalipsis: el cordero degollado, que es el Señor crucificado, aunque ya resucitado. Con él estaba toda la plenitud de la vida y del poder divino, como lo muestra el número siete: siete cuernos y siete espíritus.

II.2. La visión, pues, es la liturgia cósmica (en realidad todo el libro del Apocalipsis es una liturgia) del misterio pascual, la celebración y aclamación del misterio de la muerte y resurrección del Señor. Toda la liturgia cristiana celebra ese misterio pascual y por medio de la liturgia los hombres nos trasladamos a aquello que no se puede expresar más que en símbolos. Pero para celebrar y vivir lo que se ha hecho por nosotros.

Evangelio: Juan (21,1-19): La Resurrección, experiencia de amor

III.1. El evangelio de este domingo, como todo Jn 21, es muy probablemente un añadido a la obra cuando ya estaba terminada. Pero procede de la misma comunidad joánica, pues contiene su mismo estilo, lenguaje y las mismas claves teológicas. El desplazamiento de Jerusalén al mar de Tiberíades nos sitúa en un clima anterior al que les obligó a volver a Jerusalén después de los acontecimientos de la resurrección. Quiere ser una forma de resarcir a Pedro, el primero de los apóstoles, de sus negaciones en el momento de la Pasión. Es muy importante que el “discípulo amado”, prototipo del seguidor de Jesús hasta el final en este evangelio, detecte la presencia de Jesús el Señor y se lo indique así a los demás. Es un detalle que no se debe escapar, porque como muchos especialistas leen e interpretan, no se trata de una figura histórica, ni del autor del evangelio, sino de esa figura prototipo de fe y confianza para aceptar todo lo que el Jesús de San Juan dice en este escrito maravilloso.

III.2. Pedro, al contrario que en la Pasión, se tira al agua, “a su encuentro”, para arrepentirse por lo que había oscurecido con sus negaciones. Parece como si todo Jn 21 hubiera sido escrito para reivindicar a Pedro; es el gran protagonista, hasta el punto de que él sólo tira de la red llena de lo que habían pescado para dar a entender cómo está dispuesto ahora a seguir hasta el final al Señor. Pero no debemos olvidar que es el “discípulo amado” (v. 7) el que delata o revela situación. Si antes se ha hablado de los Zebedeos, no quiere decir que en el texto “el discípulo amado” sea uno de ellos. Es el discípulo que casi siempre acierta con una palabra de fe y de confianza. Es el que señala el camino, el que descubre que “es el Señor”. Y entonces Pedro… se arroja.

III.3. El relato nos muestra un cierto itinerario de la resurrección, como Lucas 24,13-35 con los discípulos de Emaús. Ahora las experiencias de la resurrección van calando poco a poco en ellos; por eso no se les ocurrió preguntar quién era Jesús: reconocieron enseguida que era el Señor que quería reconducir sus vidas. De nuevo tendrían que abandonar, como al principio, las redes y las barcas, para anunciar a este Señor a todos los hombres. También hay una “comida”, como en el caso de Lc 24,13ss, que tiene una simbología muy determinada: la cena, la eucaristía, aunque aquí parezca que es una comida de “verificación” de que verdaderamente era el Señor resucitado. Probablemente el relato de Lc 24 es más conseguido a nivel literario y teológico. En todo caso los discípulos descubrieron al Señor como el resucitado por ciertos signos que habían compartido con El.

III.4. Todo lo anterior, pues, prepara el momento en que el Señor le pide a Pedro el testimonio de su amor y su fidelidad, porque a él le debe encomendar la responsabilidad de la primera comunidad de discípulos. Pedro, pues, se nos presenta como el primero, pero entendido su “primado” desde la experiencia del amor, que es la experiencia base de la teología del evangelio de Juan. Las preguntas sobre el amor, con el juego encadenado entre los verbos griegos fileô y agapaô (amar, en ambos casos) han dado mucho que hablar. Pero por encima de todo, estas tres interpelaciones a Pedro sobre su amor recuerdan necesariamente las tres negaciones de la Pasión (Jn 18,17ss). Con esto reivindica la tradición joánica al pescador de Galilea. Sus negaciones, sus miserias, su debilidad, no impiden que pueda ser el guía de la comunidad de los discípulos. No es el discípulo perfecto (eso para el evangelio joánico es el “discípulos amado”), pero su amor al Señor ha curado su pasado, sus negaciones. En realidad, en el evangelio de Juan todo se cura con el amor. Y esta, pues, es una experiencia fundamental de la resurrección, porque en Tiberíades, quien se hacen presente con sus signos y pidiendo amor y dando amor, es el Señor resucitado.

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