domingo, 2 de febrero de 2014

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR



FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

“Mis ojos han visto a mi salvador, luz para alumbrar a las naciones”

Este domingo se celebra la fiesta de la "presentación" del Señor. La fiesta es de origen oriental: Se le conocía como "Hipapanto (=Encuentro)". Hasta el s. VI se celebraba el 15 de Febrero, por contar cuarenta días desde la Epifanía, pero después comenzó a contarse desde la Navidad y de ahí que pasase a celebrarse el 2 de Febrero. En realidad es una fiesta de sentido cristológico, aunque no está descartada, desde luego, la significación mariológica; por eso se la conoce como "La Candelaria". Es a partir del s. VII cuando se introduce en la liturgia de Occidente, si bien algunos afirman que el papa Gelasio (s. V), ya había instituido esta fiesta.

Apenas iniciado el tiempo litúrgico ordinario, hoy volvemos a recordar la infancia de Jesús como en los días de Navidad. Es un episodio que no podemos pasar por alto si queremos comprender la función del Mesías que entra en el templo para encontrarse con su pueblo creyente iniciando en la historia de la humanidad un tiempo nuevo.

Lucas nos dice que a los cuarenta días, después de la Navidad, Jesús fue llevado al Templo por sus padres, con ofrendas sencillas -dos tórtolas-, y consagrado al Señor como todo primogénito. Pero esta sencilla ceremonia se convierte pronto en una Manifestación de Jesús como el Mesías de un pueblo que esperaba la liberación. En este pasaje aparecen la figura de Simeón, hombre bueno y justo, que esperaba la liberación de Israel, y de Ana, una mujer anciana, que no se apartaba día y noche del templo. Ambos son un ejemplo de esperanza en las profecías mesiánicas, profecías que, llenos de alegría, anuncian a sus paisanos y amigos. Simeón lo hará con su célebre cantico, “Nunc Dimittis”, presentando a aquel niño como el Salvador, la Luz que ilumina a todas las naciones y es gloria de Israel. Ana, también hablaba de la liberación de Jerusalén a su pueblo, era la profetisa que difunde la luz.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA                 

La profecía de Malaquías presenta a un mensajero que juzgará y purificará a su pueblo para que su ofrenda será agradable a Dios. Dejémonos interpelar por el profeta.

Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4

Así habla el Señor Dios: yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Ángel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque Él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. Él se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 23, 7-10

R. El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.

¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor, el fuerte, el poderoso, el Señor poderoso en los combates. R.

¡Puertas, levanten sus dinteles, levántense, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria! R.

¿Y quién es ese Rey de la gloria? El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos. R.


SEGUNDA LECTURA                 

Jesús vino al mundo para liberar a los seres humanos. Por eso se hizo semejante a nosotros. Es lo que nos recuerda hoy la segunda lectura.

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18

Hermanos: Ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, Jesús también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquél que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque Él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, Él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba.

Palabra de Dios.
EVANGELIO                       

Dos figuras de ancianos dominan hoy el hermoso relato evangélico de la Presentación del niño Jesús en el Templo: Simeón y Ana. Escuchemos su sabiduría y su ternura.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación de ellos, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor”. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de Él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”. Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

Palabra del Señor. 

COMPARTIMOS LA PALABRA

Jesús el mensajero de Dios entrará en el santuario

Las tres lecturas de hoy, tienen como imagen central la figura de Jesús que inaugura la Nueva Alianza.

Así, Malaquías de modo profético ve que: “De pronto el Enviado de Dios entrará en el Santuario, entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos”, prefigurando en este texto la presentación de Jesús en el Templo.

En La Carta a los Hebreos Jesús el Hijo de Dios, en todo igual a nosotros los hombres, menos en el pecado, nos ofrece la salvación de Dios pues posee un Sacerdocio Eterno que nada tiene que ver con el sacerdocio de la Antigua Alianza, es compasivo pues conoce nuestra debilidad.

Lucas empieza el relato de una forma escueta para detenerse después en el significado teológico de esta ceremonia marcada por la Ley. “Cuando llego el tiempo de la purificación, es decir cuarenta días después del parto, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”.

Después de esta ceremonia Lucas, va desgranando una serie de detalles que convierten la ceremonia en una autentica Manifestación de Jesús como mensajero que restablece la alianza con su pueblo, la Iglesia Oriental lo entendió muy pronto como la Fiesta del Encuentro de Jesús con el pueblo creyente que esperaba la aparición del Mesías prometido.

Mis ojos han visto a mi salvador, luz para alumbrar a las naciones

En este encuentro tienen un protagonismo muy significativo dos personas sencillas - Simeón y Ana - que no son sacerdotes, ni gente relevante, son un hombre y una mujer, piadosos y totalmente abiertos a la acción de Dios. Ambos representan al Israel creyente y expectante ante la venida del Señor.

De Simeón sabemos que era un hombre justo y piadoso, sensible a la acción consoladora del Espíritu, toma al niño en brazos y bendice a Dios: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”… Lc.2, 29). La razón es que ha visto cumplido el objeto de su fe y esperanza, al tomar en brazos al niño a visto un tiempo nuevo que empieza. La salvación ya no queda encerrada en Israel, el pueblo elegido. Jesús es la luz que ilumina a todos los hombres y mujeres, ya no habrá griegos o judíos, esclavos o libres, la salvación es para todos. Aquel niño es la luz enviada por Dios para disipar las tinieblas, no está hablando de alguien portador de una nueva ideología religiosa, está mostrando al mismo Jesús que es el mensajero del Padre a quien conoce, y por eso puede decir que ”en su luz nos hace ver la luz”. (Sal, 35)

La otra figura, Ana una mujer viuda, que no se apartaba día y noche del templo, habla del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. No puede reprimir su alegría y comunica su gozo a todos, es un ejemplo de trasmisión de la buena noticia de Jesús. La trasmisión de la fe es siempre una tarea del cristiano, todos somos llamados a evangelizar. La piedad popular lo ha reconocido en la advocación de la Candelaria, en sus procesiones cuando los fieles portan la Luz en sus manos como expresión del deseo de comunicar su fe.

 María presente en la historia de la salvación como Madre

María y José estaban admirados de lo que se decía del niño… Simeón bendice a los padre, pero a la vez los alerta sobre la realidad de Jesús: “Será una bandera discutida”, un signo de contradicción para que muchos caigan y se levanten y se aclarará la actitud de muchos corazones. El evangelista esta señalando una realidad histórica y una exigencia del seguimiento de Jesús que rechaza a los tibios y pide coherencia ante el mensaje evangélico, es algo que a veces se olvida. Este seguimiento pasa a veces por rupturas afectivas y el rechazos del nuestro entorno y de la misma familia. Jesús mismo llegará a decir que no ha venido a traer la paz sino a guerra y (Lc 12,49-53).

El evangelio hace una referencia a María, diciendo “una espada te traspasará el alma.” Lucas, que escribe estas palabras después de la experiencia del Resucitado, es testigo de que María la madre no fue indiferente ante su hijo, también ella pasó por la experiencia del dolor y de la cruz... y quiere señalarlo para que estemos dispuestos a la experiencia de la cruz como seguidores de Cristo.


ESTUDIO BÍBLICO

El mensajero de la Alianza (Malaquias 3,1-4)

El texto de este profeta posterior al destierro, no solamente habla del famoso "día de Yahvé" con tonos apocalípticos, sino desde una perspectiva más audaz y esperanzadora para este mundo y esta historia. Se refiere, claro está, a la historia de Israel y su pueblo, esa experiencia que es la base de todos los mensajes proféticos. El libro de Malaquías abunda en visiones futuras sobre el tiempo escatológico en el que se reunirán en torno a Yavé las naciones para adorarle. El texto que nos ocupara de esta primera lectura litúrgica se ha escogido porque se considera como la "profecía" de cumplimiento del relato de Lucas sobre la presentación de Jesús en el templo. Un relato, que como veremos, tiene más de simbólico y teológico que de histórico, aunque no quiere decir que el hecho no sea histórico en sí.

Son tres los personajes que se anuncian en el texto: "mi mensajero... el Señor.. el mensajero de la alianza", y se ha discutido si se refiere a la misma persona o son enviados previos. El mensajero, sin embargo, se ha identificado en la tradición cristiana con Juan el Bautista (Mt 11,10), hasta el punto que la figura del Bautista es una de las más apreciadas en el Adviento. Pero sobre todo se describe con imágenes enérgicas, propias del mensaje apocalíptico, la obra de purificación que Yavé llevará a cabo para separar el mal del bien, y concluye con el resultado final: será posible ofrecer a Dios, definitivamente, una ofrenda agradable, porque el pueblo será también definitivamente según lo que Yahvé espera de él.

Interesa especialmente el "mensajero de la alianza", porque es una constante de la teología profética, aunque tenga los tonos apocalípticos de esta que nos ocupa. Pensar que Dios ha de enviar a alguien para que restaure la Alianza es como empezar de nuevo, como si la Alianza del Sinaí va no tuviera valor. Este es uno de los motivos por lo que fueron rechazados los profetas. La Alianza no es algo que acontece sin el compromiso de un pueblo por la justicia y el proyecto de Dios. Si no se vive la Alianza, esta se ha roto por parte del pueblo... Pero Dios siempre está empeñado en rehacer la Alianza y el proyecto de salvación con su pueblo.

Como sus hermanos... por eso el "digno de fe" (Hebreos 2,14-18)

Este hermoso texto de la carta a los Hebreos es muy significativo por varias razones. Principalmente porque quiere mostrar a Jesús que desde ahora se le va a presentar como "Sumo Sacerdote". Todavía no estamos en el c. 7 de esta carta o sermón a los Hebreos, donde se describe de una forma extraordinaria el papel de Jesús corno Sumo Sacerdote, original, capaz de hacer lo que los sacerdotes de la Antigua Alianza no han sabido y no han podido llevar a cabo: introducirnos en el "sancta sanctorum", en la intimidad de la santidad de Dios, donde se pensaba que nadie antes podía llegan. Nuestro sacerdote, sin embargo, lo ha logrado. Y todo esto porque Jesús es de nuestra carne y de nuestra sangre.

Ese "Sumo Sacerdote"; pues, título poco efectivo para describir la obra de Jesús, pero lleno de contenido, es de nuestra familia, de nuestra carne, vive nuestra historia, conoce nuestros pecados y nuestras miserias. Ha aprendido todo lo nuestro — sin ser pecador—, para poder llegar al corazón de la maldad humana y cambiarla radicalmente. Es, sobre todo, "compasivo y fiel (pistos)". Se ha discutido mucho cómo ha de entenderse el adjetivo "fiel"; creo que se debe interpretar, especialmente, corno "digno de fe", de absoluta confianza para nosotros. ¿Por qué dice esto? Porque si bien Jesús de Nazaret no es de familia sacerdotal, lo que ha hecho por nosotros, por nuestra liberación lo hace verdaderamente "digno de fe y confianza". Nos ha traído la salvación y ha hecho posible nuestra reconciliación con Dios, destruyendo el mal (el diablo), dice el texto. Y especialmente es digno de fe, porque ha sabido vivir nuestra misma vida, sin sentirse alejado del pueblo y de sus miserias.

Luz de todos los corazones (Lucas 2,22-40)

Estamos ante una verdadera obra maestra de la teología de Lucas (ya se comentó el texto en el domingo después de Navidad, la Sagrada Familia). Queremos resaltar que narrativamente es un texto evangélico y, corno tal, con un mensaje que va mucho más allá del hecho histórico de la presentación de un recién nacido para cumplir la ley de Moisés (o la ley de Dios como se dice a continuación). Se ha de tener en cuenta que no era necesario que el niño fuera llevado al templo para cumplir con el precepto de esa ley de la purificación de la madre (cf Lv 12,1-8), porque lo de la presentación del niño no era algo requerido por la ley de Moisés. Se quiere, pues, mostrar que los padres de Jesús se atienen en todo a esa ley,y pretenden "consagrarlo al Señor" según lo quo establecía un precepto (Ex 13,2.12.15), con el rescate del primogénito (Ex 13,13; 34,20) con el pago de cinco siclos (Num 18,15-16); aunque Lucas no dice expresamente que se llevara a cabo ese rescate así. Lo importante era poner de manifiesto que los padres de Jesús querían incardinar a su hijo a todo aquello que era considerado como una vida de fidelidad a Dios cumpliendo ciertos preceptos.

Pero es eso precisamente lo que va a ser puesto en entredicho en esta narración lucana. Los padres que viven de esa fidelidad se van a encontrar, de pronto, con personajes que viven y sienten al margen de esos preceptos. Son el viejo Simeón y la profetisa Ana, quienes con su mensaje van a poner en "solfa" todo lo que manda la ley y exige la tradición. Porque no basta con eso para ser fieles a Dios. Y esta es una lección "teológica" que sus padres aprenden con admiración y con la misma fidelidad con que intentaban ser fieles a la tradición y a la religión de su pueblo. Estos personajes de la narración aparecen como por ensalmo, pero no se quedan en la pura estética. No son los sacerdotes los que acogen a Jesús en este momento en que es llevado al templo, sino dos personajes que nada tienen que ver con la ceremonia que se realiza. Primeramente, un anciano que esperaba la "consolación de Israel". No podemos menos de unir esos dos elementos: anciano y quien espera la consolación (según ls 40,1; 51,12; 61,2 designa la salvación de Israel). Su canto del "Nunc dimittis" encierra todos los tonos del Espíritu, quien pasa a ser protagonista a partir de este momento. Por eso mismo debemos saber leer nuestro relato acentuando cómo se pasa desde la ley de Moisés al Espíritu. Esta será una constante en la obra de Lucas. La salvación no llegará por la ley, sino por el Espíritu de Dios. Cuando los padres van a consagrar al niño a Dios, es Simeón quien aparece para "arrebatar" al niño de las manos maternas y presentarlo él con su "palabra" y con su canto, bendiciendo a Dios. No debemos pasar por alto este detalle, con toda su significación.

El canto de Simeón, el "Nunc dimittis" está cargado de resonancias bíblicas y especialmente por lo que se refiere a presentar a Jesús como "luz" de todas las naciones (Is 52,10). Es la primera vez que aparece en la obra de Lucas y será como una línea dorada en su doble obra (Evangelio-Hechos). Jesús no ha venido solamente para salvar al pueblo de Israel, sino a todos los hombres. Es una salvación que ilumina a todos los pueblos. Ese carácter universalista de la salvación es, debe ser, central en el mensaje de esta fiesta.

El papel de Ana, la profetisa, no es tampoco un adorno narrativo, aunque no está falto de estética teológica. Viene en apoyo de lo que Simeón anuncia. No olvidemos que es una "profetisa", que está día y noche en el templo. El templo como lugar de la presencia de Dios, de los sacrificios y peregrinaciones.

Ahora a esta mujer –debemos resaltar lo de ser mujer–, se le enciende el alma y el corazón de una forma profética para proclamar la liberación (el rescate) de Jerusalén o de Israel, el pueblo de Dios. Ya no es simplemente la mujer que en silencio ora y asiste a las ceremonias sagradas, sino que rompe muchos silencios de siglos, con la llegada de este niño al templo. Su voz femenina le da entraña a todo aquello que podía haber quedado en un rito más de purificación.

No entramos en las palabras de Simeón a María (vv. 34-35), del signo de Jesús, bandera discutida, que habla de su historia concreta, de su predicación, de su experiencia de Dios, de sus ofertas de salvación a los pecadores. Y de la "espada" (cf Ez 14,17) de María, que es la espada de la palabra salvadora que lleva a la pasión. Sabemos que todo esto no ha podido formularse sino después de los acontecimientos de la Pascua. Porque, como todo el conjunto de Lc 1-2, esta es una escena programática que habrá de desarrollarse a lo largo de la vida de Jesús. Y no podemos olvidar que la historia concreta de Jesús es la historia de un Mesías rechazado. María, en ese momento, para Lucas, no solamente es una figura histórica, que lo es como madre que lleva a su hijo, sino que representa a la nueva comunidad que fiel a Dios, pasa desde su experiencia de la fidelidad a la ley a la experiencia de la fidelidad al Espíritu. Por eso la palabra de Jesús y su vida, es una espada de identidad para esta comunidad.




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