domingo, 9 de febrero de 2014

DOMINGO 5° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Vosotros sois sal de la tierra y Luz del mundo”

Hemos iniciado ya los domingos del llamado “tiempo ordinario”, tiempo que se encuentra entre los dos polos de la vida de Jesús, su nacimiento y su muerte - resurrección. Tiempo que nos permite vivir la vida de Jesús, día tras día, para que se vaya convirtiendo en nuestra propia vida. Y para ello comenzamos reflexionando en varios domingos sobre el llamado “sermón de la montaña” (Mt. 5-7).

En él Jesús muestra todo su programa de vida a sus discípulos y a la gente. Expresado ya su programa de “felicidad” -los valores que hacen nuestra vida y la vida de la gente más feliz-, convendrá hoy tomar conciencia de que vivir esos valores supone ser “sal” y ser “luz”, personal y comunitariamente, en nuestro mundo tan confuso y perdido. Ser sal y luz que ya nos sugiere el profeta Isaías como hacerlo (1ª lectura), ser sal y ser luz que como a Pablo nos lleva a anunciar con palabras y obras a Jesús crucificado”.

Ser sal y luz con nuestro compromiso de fraternidad que surge de la llamada de Jesús a ser felices y hacer un mundo más habitable.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA    

Las palabras de Isaías conservan totalmente su actualidad. El cristiano comprometido con Dios y con el hermano tiende a unir la liturgia y la vida. Es un desafío constante donde debemos estar involucrados con el mensaje de la palabra, para llegue a nuestro corazón y allí puedan unirse la oración y la acción. Esta es la liturgia de la nueva alianza, que busca reconciliar la oración y la acción, el sacrificio y la misericordia.

Lectura del libro de Isaías 58,7-10

Así habla el Señor: Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!”. Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.
Palabra de Dios.
Salmo 111, 4-9

R. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas.

Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. R.

El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor. R.

Su ánimo está seguro, y no temerá. Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad. R.

II LECTURA    

“Pablo está en Éfeso; de Corinto, donde ha trabajado más de un año, le llegan noticias de que la comunidad está olvidando su trascendencia y está poniendo sus ojos en la sabiduría de la tierra; que hay muchos cristianos que se glorían de seguir a Apolo, el gran retórico de Alejandría; griegos que se escandalizan de la Cruz de Cristo; judíos convertidos que también tienen la cruz como una locura y se van apartando del Crucificado y van buscando apoyo en las cosas de la tierra: en el dinero, en la política, en ser tenidos con ciertos privilegios en lo humano. ¡Qué fácil tentación es ésta, hermanos!” (Mons. Romero, homilía del 5° domingo del tiempo Ordinario, 5/2/1978).

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5

Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO    

Tenemos una gran responsabilidad, y no podemos eludirla. El mundo necesita luz y sentido. Nosotros somos enviados a iluminar y a ponerle ese sentido. De nada vale que nos quejemos diciendo “a dónde iremos a parar” o “qué mal que está todo”. El Señor nos envía justamente a presentarle al mundo hacia dónde tiene que ir.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Un mundo nuevo un proyecto común

Jesús ha presentado en las bienaventuranzas, en los versículos anteriores del evangelio de San Mateo, los valores que conforman el mundo nuevo. Pero no los propone solamente a sus discípulos y gentes que le rodean. Han de extenderse a todo el mundo. Han de convertirse en un proyecto común de todos los pueblos y de todas las naciones. Para ello los discípulos han de salir del círculo cerrado de la comunidad al mundo que les rodea e incluso ir más allá de las fronteras geográficas, lingüísticas y culturales. Han de ser fermento de ese mundo nuevo animando a otros a implicarse en ese proyecto. En esta jornada marcada por la llamada de Manos Unidas no se nos ha de olvidar la voluntad de Jesús de extender la fraternidad a todo el mundo hasta hacer de ella un proyecto común. Empecemos por nuestro entorno familiar, parroquial y de barrio; pero ampliemos nuestras fronteras a la implicación en la sociedad civil y en el espacio político. La crisis que padecemos nos está haciendo olvidar que los pueblos del sur llevan en crisis más fuertes muchos años más que nosotros. Y por si fuera poco los países del Norte hemos recortado también las ayudas al desarrollo de esos pueblos. Hasta la corrupción ha hecho mella en los fondos para el desarrollo desviándolos a cuentas particulares como hemos sabido recientemente de alguna comunidad autónoma. Hoy es más necesario que nunca el compromiso personal y también el compromiso sociopolítico aunque encontremos dificultades. Jesús no se las esconde a los suyos: “bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt, 5,11). San Pablo tampoco oculta las dificultades en el trozo de la carta a los Corintios que leemos hoy.

Dios es Dios de los pobres, de los oprimidos y de los que lloran y sufren

Si algo aparece claro en los textos proféticos del Antiguo Testamento, incluido el texto que leemos este domingo en primer lugar, es la opción preferencial de Dios por los pobres. A su vez en los textos proféticos aparece como una religiosidad falsa aquella que no va unida al compromiso con los derechos humanos. Incluso aparecen ya promesas de Dios que Jesús recogerá en el evangelio de hoy: A quien se entrega al bien de los demás“…entonces romperá tu luz como la aurora”, “…brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía." Indudablemente el culto a Dios unido a la opción por los pobres son el trasfondo profético en el que bebe Jesús y el que le lleva a su compromiso por un mundo nuevo al que El llama el Reino de Dios y cuya “constitución” son las ocho bienaventuranzas o felicidades que nos recuerdan que no podemos ser felices sin hacer felices a los demás, sobre todo a los que peor lo pasan. En la misma línea se mueven los primeros cristianos: “La gloria de Dios es que el hombre viva” (San Ireneo) y también los cristianos de nuestra época: “La gloria de Dios es que el pobre viva” (Oscar Romero) “ En medio de la apatía social en la que vivimos –dice José Antonio Pagola- se hace todavía mas significativa la fe cristiana en un Dios amigo de los que sufren, un Dios crucificado, que ha querido sufrir junto a los abandonados de este mundo” manifestado a través de la luz de los creyentes.

Evangelizar es dar sabor a la vida de las personas

Cuando hablamos de evangelizar casi siempre lo entendemos en clave doctrinal: llevar la doctrina de Jesucristo contenida en el catecismo de la Iglesia a aquellos mirando palabras de José Antonio Pagola- no significa solo anunciar verbalmente una doctrina, sino hacer presente en la vida de las gentes la fuerza humanizadora, liberadora y salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesucristo”. Para ello es necesario contar con personas que sean testigos vivientes del evangelio en su vida diaria, en su familia, en su lugar de trabajo, en su barrio, en la sociedad civil. “Personas capaces de sanear esta sociedad introduciendo en ella honestidad… que no se dejen corromper por la ambición del dinero, ni por el atractivo del éxito fácil” . Personas que desarrollen “la solidaridad responsable frente a tantos corporativismos interesados”; personas que introduzcan compasión en una sociedad despiadada que parece reprimir cada día más la civilización del corazón”. ¿No van por ahí los mensajes del Papa Francisco que quiere apuntar una nueva primavera para la Iglesia, para las religiones y para el mundo?

La familia, la comunidad de base, la parroquia son sal y luz

Si en la familia, en la comunidad cristiana, en la parroquia tomamos como eje los valores de Jesús contenidos en las bienaventuranzas y en todo el “sermón del monte” no cabe duda que seremos sal y seremos luz. Pero para ello debemos de “salir”. Una nueva evangelización nos pide implicarnos allí donde se vive la vida de cada día mirando al mundo como Dios lo mira: unas veces con ojos de compasión y otras veces con ojos de indignación. Y esa implicación no ha de tener miedo a mezclarse con otros grupos o personas de cualquier ideología que trabajan por un mundo mejor: asociaciones de vecinos, plataformas, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, partidos políticos… Nuestra sal se vuelve sosa si no salamos; nuestra luz no alumbra si queda escondida.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (58,7-10): Solidaridad y compromiso

I.1. La primera lectura de la liturgia de hoy la encontramos en el libro de Isaías (TritoIs) que es como el texto de Is 1,10-20, acomodado a una nuevas circunstancias por las que pasa el pueblo de Judá, precisamente en el período postexílico. Todo está casi destruido, y como siempre, los pobres son los que soportan lo peor. Sabemos que es un texto de la escuela de Isaías. Se plantea en la comunidad la necesidad de un día de ayuno, mortificación y humillación para conseguir el favor divino. Entonces el profeta habla, dice, interpreta e interpela. Lo que Dios quiere, como ayuno, como mortificación, es no cerrarse al prójimo, a “tu propia carne”, en el lenguaje antropológico-semítico del AT. Con ello se revelan las causas de la situación: la falta de identificación con el que sufre, el no sentirnos afectados personalmente por el hambre, la desnudez o la pobreza de los otros, considerando esos hechos como datos fríos de noticias o de encuestas sociológicas.

I.2. Pero el profeta dice que cuando alguien pasa hambre eres tú quien la pasas; cuando te desentiendes de tu prójimo, te desentiendes de ti mismo. Si se hace todo eso: partir el pan con el hambriento, hospedar al pobre, vestir al desnudo, habrá justicia; y si hay justicia allí está la gloria de Dios. No hay ayuno mejor que este para ganarse el favor de Dios. Es un texto que Lucas tomó como programa para la lectura de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,14ss). Las promesas de luz, son exigencias de justicia; esto la sabe el mundo entero.

IIª Lectura: Iª Corintios (2,1-5): La experiencia de Cristo crucificado en Pablo

II.1. La segunda lectura, continuando con 1 Corintios, es de una fuerza inexorable: la fuerza del poder más pobre del mundo: la cruz, la sabiduría de la cruz, del fracaso. Pablo, predicador, apóstol, se presentó en Corinto consciente de lo poco que podía presumir ante los ojos del mundo, ante la sabiduría de los filósofos griegos, del mensaje que predicaba. Incluso había tenido un fracaso grande en Atenas, la ciudad más sabia del mundo (Hch 17), porque les había anunciado la resurrección del un crucificado. Pero la sabiduría de Dios, está claro, no encaja con la de este mundo. Corinto era una ciudad distinta, donde frente a los potentados económicamente por ser una ciudad comercial, había muchos marginados, pobres, trabajadores de sol a sol. ¿Aceptarán este mensaje del cristianismo? Corinto fue distinta; difícil ciudad y difícil comunidad, heterogénea, pero allí encontró Pablo a los que aceptaron el mensaje de Cristo, y éste, crucificado. Maravilloso pasaje donde Pablo expresa la convicción de que Jesucristo, el crucificado, es el liberador de los oprimidos.

II.2. Se trata, pues, de ponerse como modelo para la comunidad en el mejor sentido de la palabra. En realidad Pablo, el judío, podía haberse presentado como un buen rabino cristiano y un buen retórico, sabio y de cultura helenista, pues lo era según los mejores datos que tenemos. Pero como apóstol de Jesucristo, no entiende que los altos discursos de sabiduría pudiera trasladar el mensaje de “Cristo crucificado”. Eso hubiera sido un infidelidad a quien lo llamó y por ello la comunidad que había sido llamada desde su experiencia de pequeñez no puede renunciar a sus orígenes “crucificados”. Cuando la comunidad, la Iglesia, quiere vivir la “grandeza y la gloria, el poder y la influencia incluso de su teología y de su ética no vive en plenitud el mensaje del Crucificado. Si la Iglesia no entiende que pueda ser perseguida e incluso rechazada… entonces no hay “theologia crucis” en su seno. La Iglesia debe ser discutida… y sentirse por ello muy cerca de su Señor.

Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo

III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.

III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.

III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas, que fue el evangelio del domingo anterior. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.

III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.



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