domingo, 8 de junio de 2014

PENTECOSTÉS


“Como el Padre me envió, así los envío yo...”

El hombre actual se perfila como ciudadano del mundo; el nacimiento de un espíritu universal es signo de nuestro tiempo. Las regiones, las fronteras nacionales van quedando relegadas para dar paso al acercamiento de los diversos pueblos. El proceso es costoso, si bien lleva gran velocidad y con cambios muy rápidos, profundos y amplios. En el orden humano, natural y de la convivencia, aparecen graves tensiones porque la capacidad de adaptación es más lenta, y además hay fuerzas adversas que empujan al poderío, el dominio y la violencia. Además. el hombre, sobrenaturalizado, hijo adoptivo del Dios- ha de armonizar las fuerzas de naturaleza y gracia para caminar hacia la plenitud de su vida definitiva.

Dios-Amor, está presente en cada persona porque su amor se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que hemos recibido a través de Jesús-Salvador Dios y hombre verdadero, entregado por nosotros y resucitado por el Espíritu. El Espíritu que creó el mundo, lo sostiene por su fuerza sin fatiga, y será quien conduzca al hombre a su plenitud, realizando la nueva creación universal. Pentecostés es la fiesta del Espíritu, de la unidad en cada persona (en desarrollo pleno) y en la humanidad entera redimida por el Amor.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA   

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11

“Todos los presentes quedaron llenos del Espíritu Santo”. No hay excepciones, no hay privilegios, no hay marginales. Porque el Espíritu Santo viene a unir, a re-unir, y a pesar de tantas diferencias, nos enseña que podemos ser una comunidad.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: “¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
Palabra de Dios.

Salmo 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡La tierra está llena de tus criaturas! R.

Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.

II LECTURA   

El compromiso personal con la comunidad no es más importante ni más trascendente que el que tiene nuestro hermano, por más que seamos el pastor, tengamos un ministerio a cargo o estemos expuestos al público. Tampoco es menor nuestro compromiso en las cosas más sencillas o que pasan inadvertidas. Cuando reconocemos que lo que hacemos ayuda al crecimiento de muchos, no nos sentimos superiores ni menores que el resto.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 3b-7. 12-13

Hermanos: Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Palabra de Dios.

SECUENCIA    

Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.

EVANGELIO     

El Espíritu es viento, es soplo, es el aire que respiramos para poder vivir. Por eso, al dejar entrar al Espíritu, dejamos entrar la vida misma de Dios en nosotros. Y esa vida que recibimos nos hace movilizar el entorno, nos hace creativos y más comprometidos con los proyectos que celebran la vida.


Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

I.- Los textos del domingo.

a.- San Lucas no ofrece una crónica de sucesos sino que nos induce a descubrir la revelación teológica del misterio de Pentecostés: Con la fuerza del Espíritu aparece un lenguaje nuevo donde para hablar de Dios no hay que usar idénticos vocablos sino participar en el mismo amor al prójimo, como mandato del Señor.

b.- San Pablo utiliza con plena validez el ejemplo del organismo humano: Multitud de órganos, cada cual con sus funciones se mantienen coordinados y subordinados por la vida que les inunda desde el origen, para cubrir las necesidades personales. Si falta el alma brota la descomposición y corrupción cadavérica. Así es también en el cuerpo místico de Cristo.

El mismo Espíritu, que reinó al comienzo... es quien instaurará en el mundo el perdón y la paz, con la mediación del mismo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. El Espíritu hace que todos formemos una unidad mayor y más fuerte aún que la expresada por las energías biológicas, con tal de que la libertad actúe correctamente. En cada uno, y en cada tiempo, se manifiesta el Espíritu para el bien común.

c.- San Juan recoge el saludo del resucitado por dos veces: En la primera reciben la confirmación de la experiencia pascual, y rompe la decepción y el miedo que les embargaba; en la segunda les envía con su fuerza a mostrar al mundo la salvación de Dios. No basta creer el hecho de la resurrección; es necesario experimentar su presencia novedosa, a través de la cual la comunidad cristiana encuentra en Cristo su centro y fuerza evangelizadora.

II. Una realidad viva.

a.- Personal. Tratemos ante todo de descubrir y vivir que la realidad de Pentecostés es algo de orden personal, individual, que cada cual tiene que incorporar ahora a su vida, desde su condición particular. Los primeros cristianos tuvieron serias dificultades para aceptar que lo que vivían era voluntad de Dios; se convencieron -por la fe- de la cercanía de Jesucristo resucitado, vivo y tan eficaz como la realidad física humana anterior.

b.- Imprescindible. El Espíritu Santo es una realidad tan importante en nuestra vida espiritual, que sin ella ni siquiera podemos decir: “Jesús es el Señor”. A su lado, con la misma confianza y serenidad, afirmaremos que la acción del Espíritu no puede faltarnos en ningún momento, porque tenemos como fundamento de nuestro propio ser al Dios-Espíritu, aunque con demasiada facilidad no seamos conscientes de ello: Es Dios que se da, para que podamos existir y persistir. “En Él vivimos, nos movemos y existimos”.

c.- Sobre-natural. La persona es el sujeto de la inhabitación Trinitaria, en cada uno de los cristianos. En ello consiste la filiación divina, de manera gratuita a través de la mediación del Hijo, Jesús el Cristo. Desde dentro, en nuestra propia esencia radica la sobrenaturaleza, y desde allí mueve las diferentes facultades para verificar sus propios actos de una manera ordenada y habitual. También a la fe pertenece la colaboración necesaria de la libertad humana para mantener el orden y la fidelidad a los planes divinos.

III. El Espíritu nos hace libres.

a.- Fuerza interior. El Espíritu tiene la misión de hacernos libres, superando cualquier tipo de esclavitud alienante. Es la energía para luchar contra las fuerzas disgregadoras del yo-humano: “demonios”, pecado, egoísmos, vanidades, miedos y tantos otros movimientos que oscurecen la razón llevándole a tomar como bueno aquello que no lo es. Dios actúa siembre desde dentro y en ningún caso violenta ni el ser ni la libertad humana.

b.- Fuerza unitiva. En Pentecostés las personas de diversa lengua, raza y nación, libres y esclavos fueron capaces de entenderse... Nosotros también lo seremos, en cuanto que hemos sido bautizados en el mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Cierto es que quedará a nuestro cargo descubrir sutilmente los campos de combate del desorden, para reforzar con la oración la fortaleza de nuestra fidelidad cotidiana.

c.- Fuerza evangelizadora. Dios-Amor presente en nosotros es la base de la unión con él y la fuerza expansiva para anunciarlo a los demás. No es un descubrimiento intelectual o meramente racional, sino afectivo, existencial, de unidad con Dios por amor gratuito. La fe es insuficiente desde lo cognitivo si no se acompaña de la adhesión voluntaria a sus contenidos transformantes de la vida. Hemos de fiarnos del Señor, y hacer lo que nos manda.

Tal experiencia nos ha de motivar a orar en todo tiempo para descubrir la alegría que encierra el hecho de compartir con los demás el tesoro escondido en nuestro corazón, y así celebrar el mandamiento del Señor: Amaos unos a otros como yo os he amado. Recibid el Espíritu Santo; perdonaos mutuamente. Paz a vosotros. Permaneced en mi amor.



ESTUDIO BÍBLICO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,

La grandeza de este domingo de Pentecostés (cincuenta días después de la Pascua) resalta en la liturgia de hoy como la manifestación extraordinaria de una Alianza Nueva, que ya no está en una ley escrita, muerta, sino en la vida nueva, que le llega a la Iglesia por el soplo del Espíritu del Resucitado. Así fue en los primeros tiempos entre los discípulos de Jesús. Después de un tiempo pascual prolongado, se vieron envueltos en una fuerza irresistible, maravillosa, que les llevó con alas nuevas a proclamar el mensaje de salvación y a afrontar todas las dificultades que eso suponía dentro del mundo judío y de las instituciones que no posibilitaban un camino profético.

Iª Lectura: (Hch 2,1-11): La salvación que llega por el Espíritu

I.1. Este es un relato germinal, decisivo y programático propio de Lucas, como en el de la presencia de Jesús en Nazaret (Lc 4,1ss). Lucas nos quiere dar a entender que no se puede ser espectadores neutrales o marginales a la experiencia del Espíritu. Porque ésta es como un fenómeno absurdo o irracional hasta que no se entra dentro de la lógica de la acción gratuita y poderosa de Dios que transforma al hombre desde dentro y lo hace capaz de relaciones nuevas con los otros hombres. Y así, para expresar esta realidad de la acción libre y renovadora de Dios, la tradición cristiana tenía a disposición el lenguaje y los símbolos religiosos de los relatos bíblicos donde Dios interviene en la historia humana. La manifestación clásica de Dios en la historia de fe de Israel, es la liberación del Exodo, que culmina en el Sinaí con la constitución del pueblo de Dios sobre el fundamento del don de la Alianza.

I.2. Pentecostés era una fiesta judía, en realidad la "Fiesta de las Semanas" o "Hag Shabu'ot" o de las primicias de la recolección. El nombre de Pentecostés se traduce por "quincuagésimo," (cf Hch 2,1; 20,16; 1Cor 16,8). La fiesta se describe en Ex 23,16 como "la fiesta de la cosecha," y en Ex 34,22 como "el día de las primicias o los primeros frutos" (Num 28,26). Son siete semanas completas desde la pascua, cuarenta y nueve días, y en el quincuagésimo día es la fiesta (Hag Shabu´ot). La manera en que ésta se guarda se describe en Lev 23,15-19; Num 28,27-29. Además de los sacrificios prescritos para la ocasión, en cada uno está el traerle al Señor el "tributo de su libre ofrenda" (Dt 16,9-11). Es verdad que no existe unanimidad entre los investigadores sobre el sentido propio de la fiesta, al menos en el tiempo en que se redacta este capítulo. Las antiguas versiones litúrgicas, los "targumin" y los comentarios rabínicos señalaban estos aspectos teológicos en el sentido de poner de manifiesto la acogida del don de la Ley en el Sinaí, como condición de vida para la comunidad renovada y santa. Y después del año 70 d. C., prevaleció en la liturgia el cómputo farisaico que fijaba la celebración de Pentecostés 50 días después de la Pascua. En ese caso, una tradición anterior a Lucas, muy probablemente, habría cristianizado el calendario litúrgico judío.

I.3. Pero ese es el trasfondo solamente, de la misma manera que lo es, también sin duda, el episodio de la Torre de Babel, en el relato de Gn 11,1-9. Y sin duda, tiene una importancia sustancial, ya que Lucas no se queda solamente en los episodios exclusivamente israelitas. Algo muy parecido podemos ver en la Genealogía de Lc 3,1ss en que se remonta hasta Adán, más allá de Abrahán y Moisés, para mostrar que si bien la Iglesia es el nuevo Israel, es mucho más que eso; es el comienzo escatológico a partir del cuál la humanidad entera encontrará, finalmente, toda posibilidad de salvación.

I.4. Por eso mismo, no es una Ley nueva lo que se recibe en el día de Pentecostés, sino el don del Espíritu de Dios o del Espíritu del Señor. Es un cambio sustancial y decisivo y un don incomparable. El nuevo Israel y la nueva humanidad, pues, serán conducidos, no por un Ley que ya ha mostrado todas sus limitaciones en el viejo Israel, sino por el mismo Espíritu de Dios. Es el Espíritu el único que hace posible que todos los hombres, no sólo los israelitas, entren a formar parte del nuevo pueblo. Por eso, en el caso de la familia de Cornelio (Hch 10) - que se ha considerado como un segundo Pentecostés entre los paganos-, veremos al Espíritu adelantarse a la misma decisión de Pedro y de los que le acompañan, quien todavía no habían podido liberarse de sus concepciones judías y nacionalistas

I.5. Lo que Lucas quiere subrayar, pues, es la universalidad que caracteriza el tiempo del Espíritu y la habilitación profética del nuevo pueblo de Dios. Así se explica la intencionalidad -sin duda del redactor-, de transformar el relato primitivo de un milagro de "glosolalia", en un milagro de profecía, en cuanto todos los oyentes, de toda la humanidad representada en Jerusalén, entienden hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua. El don del Espíritu, en Pentecostés, es un fenómeno profético por el que todos escuchan cómo se interpreta al alcance de todos la "acción salvífica de Dios"; no es un fenómeno de idiomas, sino que esto acontece en el corazón de los hombres.

I.6. El relato de Pentecostés que hoy leemos en la Iª Lectura es un conjunto que abarca muchas experiencias a la vez, no solamente de un día. Esta fiesta de la Iglesia, que nace en las Pascua de su Señor, es como su bautismo de fuego. Porque ¿de qué vale ser bautizados si no se confiesa ante el mundo en nombre de quién hemos sido bautizados y el sentido de nuestra vida? Por eso, el día de la fiesta del Pentecostés, en que se celebraba la fiesta del don de la ley en el Sinaí como don de la Alianza de Dios con su pueblo, se nos describe que en el seno de la comunidad de los discípulos del Señor se operó un cambio definitivo por medio del Espíritu.

I.7. De esa manera se quiere significar que desde ahora Dios conducirá a su pueblo, un pueblo nuevo, la Iglesia, por medio del Espíritu y ya no por la ley. Desde esa perspectiva se le quiere dar una nueva identidad profética a ese pueblo, que dejará de ser nacionalista, cerrado, exclusivista. La Iglesia debe estar abierta a todos los hombres, a todas las razas y culturas, porque nadie puede estar excluido de la salvación de Dios. De ahí que se quiera significar todo ello con el don de lenguas, o mejor, con que todos los hombres entiendan ese proyecto salvífico de Dios en su propia lengua y en su propia cultura. Esto es lo que pone fin al episodio desconcertante de la torre de Babel en que cada hombre y cada grupo se fue por su sitio para independizarse de Dios. Eso es lo que lleva a cabo el Espíritu Santo: la unificación de la humanidad en un mismo proyecto salvífico divino.

IIª Lectura (1Cor 12,3-7.12-13): La comunión en el Espíritu

II.1. En la IIª Lectura del día, Pablo presenta a esta comunidad la unidad de la misma por medio del Espíritu. En realidad esta sección responde a un problema surgido en las comunidades de Corinto, en las que algunos que recibían dones o carismas extraordinarios, competían entre ellos sobre cuáles era los más importantes. Pablo va a dedicarle una reflexión prolongada (cc. 12-14), pero poniendo todo bajo el criterio de la caridad (c. 13).

II.2. La diversidad de gracias y dones comunitarios no deben romper la unidad de la comunidad, porque todos necesitamos tener algo fundamental, sin la cual no se es nada: el Espíritu del Señor Jesús para confesar nuestra fe; sin el Espíritu no somos cristianos, aunque creamos tener gracias extraordinarias y hablemos lenguas que nadie entiende.

II.3. Los dones espirituales, los carismas, no son algo solamente estético, pero bien es verdad que si no se viven con la fuerza y el calor del Espíritu no llevarán a la comunión. Y una comunidad sin unidad de comunión, es una comunidad sin el Espíritu del Señor.

Evangelio (Jn 20,19-23) : La paz y el gozo, frutos del Espíritu

III.1. El evangelio de hoy, Juan (20,19-23), nos viene a decir que desde el mismo día en que Jesús es resucitó de entre los muertos, su comunicación con los discípulos se realizó por medio del Espíritu. El Espíritu que «insufló» en ellos les otorgaba discernimiento, alegría y poder para perdonar los pecados a todos los hombres. El saludo de la paz, shalom, se repite en el relato por dos veces para confirmar algo que va mucho más allá del saludo cotidiano en el mundo bíblico y entre los judíos. Es el saludo de parte de Dios y es el saludo para preparar los que les va a otorgar a los suyos: la fuerza del Espíritu Santo. De esa manera la unión entre Jesús resucitado y el Espíritu Santo es indiscutible. Será, pues, el mismo Espíritu, es que les garantice el acontecimiento de la resurrección. Pero también el de la misión.


III.2. Pentecostés es la representación decisiva y programática de cómo la Iglesia, nacida de la Pascua, tiene que abrirse a todos los hombres. Esta es una afirmación que debemos sopesarla con el mismo cuidado con el que San Juan nos presenta la vida de Jesús de una forma original y distinta. Pero las afirmaciones teológicas no están desprovistas de realidad y no son menos radicales. La verdad es que el Espíritu del Señor estuvo presente en toda la Pascua y fue el auténtico artífice de la iglesia primitiva desde el primer día en que Jesús yo no estaba con ellos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario