domingo, 15 de marzo de 2015

DOMINGO 4° DE CUARESMA


Cuaresma es el “tiempo de la misericordia”. Unas semanas para caer en la cuenta de la realidad que continuamente origina y da sentido a nuestra existencia humana: el amor de Dios revelado en Jesucristo. No es una divinidad alejada o apática, inventada por nuestros miedos sino Dios con nosotros y falsas apoyaturas sino Dios-con nosotros- que nos ama incondicionalmente hasta la muerte de cruz y hasta vencer a la muerte en con nuestra humanidad.

En el primer domingo de cuaresma la liturgia celebró a Jesucristo como nuevo Adán, humanidad realizada en el paraíso: en convivencia pacífica con los demás vivientes, pero “servido por ángeles”, es decir en intimidad con el Creador que es “Abba”, ternura infinita.

En el segundo domingo la liturgia proclamó la fe de la comunidad cristiana que aún debe soportar los conflictos y crisis de la vida: Jesús tiene que enfrentarse con el sufrimiento y la muerte, los discípulos no lo entienden, “están dormidos”, pero en la transfiguración es confesado como el Hijo amado, con el vestido resplandeciente del Resucitado.

En el tercer domingo el gesto profético de Jesús echando fuera del templo a los vendedores del templo que, con su lógica mercantilista, prostituían el lugar de oración o atrio de los gentiles, sugirió que la liturgia cristiana no se reduce a prácticas religiosas sino que implica una conducta existencial para construir la fraternidad o reinado de Dios; un culto en espíritu y en verdad.

Y en esa misma línea la Palabra en este domingo 4º de cuaresma da un paso más: hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en la verdad del mundo.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

El texto resume en pocas líneas lo que fue la caída y restauración de Jerusalén y del Templo. Después de la destrucción de la ciudad, la población fue deportada, hasta que Ciro autorizó el regreso y la reconstrucción. En todos esos acontecimientos, los dolorosos y los alegres, el pueblo debe encontrar la voluntad de Dios para cada momento.

Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23

Todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio. Los caldeos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada, y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: “La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años”. En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: “Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba!”.
Palabra de Dios.

SALMO 136, 1-6

R. ¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. R.

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: “¡Canten para nosotros un canto de Sión!”.R.

¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha. R.

Que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías. R.

II LECTURA

Dios “nos primereó”, como le gusta decir al papa Francisco. No esperó a que nosotros fuéramos santos para luego amarnos. “Cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados”, él se nos adelantó y nos amó primero. Así de importantes somos para él.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 4-10

Hermanos: Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.
Palabra de Dios.

Aclamación Jn 3, 16
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga Vida eterna. 

EVANGELIO

 “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: ‘Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna’” (Benedicto XVI, Encíclica Dios es amor).

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 14-21

Dijo Jesús: "De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La verdad de Dios: Primera lectura (segundo libro de las Crónicas 36. 14-16: 19-23)

Según la historia bíblica, los antiguos esclavos en Egipto entraron en la región de Canaán con la experiencia de Dios que, “movido a compasión”, intervino para liberarlos. Esa memoria les impulsó a combatir la idolatría o falsos dioses que amparaban y encubrían la codicia de los poderosos generando en aquellos pueblos cananeos la injusticia y explotación de los pobres. El monoteísmo surgió no como fruto de un discurso metafísico sino desde la experiencia en un Dios ético. Ello explica que, a la hora de organizarse dentro de la región, se repartirá la tierra según el número de miembros en cada tribu y no hubiera jefes ni reyes; la primera legislación de aquel pueblo buscaba una sociedad justa donde todos gozaran de los mismos derechos, y los pobres no quedasen abandonados. A pesar de los saludables avisos del profeta Samuel sobre los males acarreados por la monarquía, el pueblo hebreo influenciado por los otros pueblos quiso tener sus reyes. En efecto, con la monarquía vino la corrupción del poder, la invasión de de los caldeos, la destrucción del templo de Jerusalén la deportación de sus líderes al destierro. Pero llegó el imperio persa y su rey Ciro a quien “el Señor, rey de los cielos”, encarga edificar el templo de Jerusalén.

¿Cuál la lectura teológica de estos acontecimientos? Lo peculiar de la historia bíblica es la revelación de Dios, misterio inefable siempre mayor, es que acompaña siempre a los seres humanos y a la creación entera en su andadura por el tiempo. La verdad Dios en la Biblia es el amor fiel y estable, la compasión. Es alguien que no se impone nunca por la fuerza; que acompaña siempre con entrañas de misericordia; que no es hipócrita, que se mantiene fiel en el amor, que es digno de confianza. Dios expresa su verdad en acontecimientos y palabras. Su manifestación última en la historia es Jesucristo a quienes sus mismos adversarios reconocen: “Maestro, sabemos que eres veraz, que no temes a nadie, que no te fijas en el rango social y apariencia de las personas, sino que enseñas el camino de Dios en verdad” (Mc 12,14). En la convicción firme de que Dios es compasivo y protector de su pueblo, símbolo de toda la humanidad, está presente y activo en todos los momentos y en todas las situaciones de la vida humana, se comprende la interpretación teologal incluso de un mal como fue el destierro para que despertara el pueblo a su vocación original. La verdad de Dios se manifiesta no sólo en sus enviados o portavoces como son los jueces y profetas del pueblo hebreo. También, como es el caso de Ciro el emperador persa, en todos los seres humanos que se abren a esa presencia misericordiosa de Dios y son portadores de liberación para los otros.

José Saramago, premio nobel en literatura, escribió una breve novela “Ensayo sobre la Ceguera”, destacando que la cultura actual, va creando un modelo de persona, productora, consumidora y depredadora que se instala en la superficialidad. No tiene lesión fisiológica en los ojos, pero su mirada se pierde como en un mar de leche y está sufriendo “•una ceguera blanca” que le impide ver la realidad tal cual es. Pues bien, lo más real de la real de la realidad es la presencia de Dios, tantas veces ignorada. Una presencia de misericordia que a todo da vida y aliento. Y esa verdad de Dios está presente incluso en nuestros males y en los lados oscuros de nuestra existencia. Siempre como “Abba”, poder invencible que se manifiesta como misericordia. Es decisiva esta fe o experiencia, que Jesús de Nazaret plasmó de modo único en su conducta, y así es Primogénito de los creyentes. Escuchando lo que nos dice el papa Francisco en la exhortación “El gozo del Evangelio”, en este tiempo de Cuaresma vivamos el gozo de que la verdad de Dios “su ternura no se ha agotado, se renueva cada día”

La verdad del ser humano (Segunda lectura: de la Carta de la Carta a los Efesios, 2,4¬-10)

Por cultura entendemos un modo de interpretar y organizar la vida. En cada cultura hay unas creencias y unos criterios valorativos de las personas. En los inicios de la cultura moderna, la persona fue valorada por su mayoría de edad a la hora de tener juicios propios sin bajar la cabeza sin más ante lo que otros dicen. Ya es conocido el lema del pensador Descartes en el s. XVII: “pienso, luego existo”. Después, sobre todo en esa etapa de la modernidad incapaz de darse nombre y por llamada “postmodernidad”, se destaca más bien la dimensión afectiva: “amo, tengo fuertes sensaciones gratificantes, luego existo”. En una sociedad adiestrada para el consumo desenfrenado, el eslogan más o menos consciente sería “compro y gasto, luego existo”.

Según lo que dice esta segunda lectura de la misa, las personas valen y tienen una dignidad inviolable “por el gran amor con que Dios nos ama”, “por su bondad para nosotros en Cristo Jesús”. Bien podemos decir: “soy amado, luego existo; “el profundo estupor ante la dignidad del ser humano se llama evangelio”. No es sólo que seamos perdonados. Lo radical y primero en los seres humanos es el amor, el ser llamados y amados gratuitamente. Fue la experiencia que, siguiendo a Jesucristo, tan intensamente vivió Pablo de Tarso. Todos son gratuitamente llamados pues la voz de Dios que habla en el sagrario de su conciencia. Los cristianos hemos percibido esa voz en la conducta histórica de Jesús, y nuestra experiencia más original es que somos amados incondicionalmente, incluso cuando somos pecadores. Como dice el papa Francisco, aún en los momentos más oscuros y difíciles permanece “al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amados más allá de todo”.

Todos necesitamos ser amados y reconocidos. Cuando nadie nos ama, nuestra vida pierde sentido, y cuando ni siquiera nos amamos a nosotros mismos, parece que la vida hay no merece la pena. Hoy tenemos la facilidad de amontonar placeres de todo tipo, pero en medio de tantas oportunidades, la falta de sentido que de algún modo anime todos nuestros pasos, incluidos los duros trances de sufrimiento y de muerte, es el cáncer que nos está matando. Vivimos en una cultura des-animada.

Cuaresma es tiempo de conversión. Pero conversión ¿a quién o a qué? Jesús de Nazaret inicia su misión profética invitando: “convertíos porque ya está irrumpiendo el reino de Dios” (Mc 1,14-15). No es conversión a una divinidad ofendida por nuestros pecados, a fin de aplacar su ira para evitar el castigo que merecemos. Eso no es tan buena noticia. La predicación del Bautista era muy amenazante, y más aún la de algunos predicadores cuaresmeros que te metían el miedo en el cuerpo y enseguida ibas a confesar para evitar posibles represalias. Jesús más bien presenta la buena noticia: Dios está interviniendo ya como amor construyendo con y desde dentro de la humanidad esa sociedad fraterna, simbolizada en un banquete de bodas al que todos somos invitados para sentarnos a la mesa común de la creación como personas libres, y participar como hermanos y amigos en la alegría de la fiesta. La conversión cuaresmal no es por miedo al castigo. Es por haber descubierto un tesoro escondido, algo que nos hace felices, y para conseguirlo, “con alegría” empeñamos todos nuestros recursos para encontrar ese tesoro que nos hace felices.

El papa Francisco hace una sugerente observación: “Hay cristianos cuya opción parece la de una Cuaresma sin Pascua”. Ya filósofos del s. XIX se declararon ateos en buena parte porque los cristianos que creían en Dios, andaban por el mundo con la cara de poco redimidos. Si de verdad creemos que el amor incondicional de Dios en favor de la humanidad ha llegado hasta soportan la cruz donde ha vencido a la muerte ¿no deberemos vivir con profundo gozo nuestra conversión cuaresmal? Según el ritual antiguo en la imposición de la ceniza se decía: “recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. La fórmula está bien y es interpelante para denunciar nuestras muchas vanidades, pero más que buena noticia, es constatación de las limitaciones que todos experimentamos. Según el ritual renovado, ahora se dice: “convertíos y creed en el evangelio”. La verdadera conversión o fe cristiana es abrirse con amor a la buena noticia de Jesucristo: Dios nos ama gratuitamente a todos sin discriminaciones. Cuando nos hacemos permeables a ese amor de Dios encarnado en la conducta histórica de Jesús, estamos en camino de la verdadera conversión cristiana.

En este tiempo de cuaresma somos invitados a vivir la verdad del ser humano y nuestra propia verdad con “la certeza personal” de que todas las personas, incluidos nosotros mismos, estamos sostenidos y afirmados “por una amor más allá de todo”. En consecuencia, no sólo somos amados y llamados cada uno en particular. Jesús llamó “a los que quiso para que estuvieran con él y pare enviarles a evangelizar” (Mc 3,14). Luego los cristianos somos llamados y convocados. No hay vocación cristiana sin convocación. Y si realmente creemos que Jesucristo es Palabra que ilumina a todas las personas, el bautizado tiene una vocación católica. Se siente convocado con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y sincero corazón. No hay nada más opuesto a la vocación cristiana que el espíritu sectario.

Cuaresma es el tiempo de la misericordia. Para celebrar y dejarnos transformar por la misericordia de Dios, siendo compasivos y misericordiosos con todos los seres humanos y con toda la creación que continuamente brotan y se mantienen por esa misericordia. Como dice la segunda lectura de hoy “todos somos obra suya”. En una sociedad cada vez más agresiva y en una economía individualista deformada por la fiebre posesiva en todos los ámbitos se ha puesto la lógica de la comercialización, la comunidad cristiana debe actuar con entrañas de misericordia escuchando, dejándose convertir, por la invitación de Jesucristo: “dadles vosotros de comer”. Ofreced de modo creíble una conducta de la misericordia que se hace compasión eficaz ante las víctimas y compromiso con la justicia en situaciones de injusticia. En cuaresma tenemos la oportunidad de convertirnos. De interpretar y organizar nuestra existencia como servicio a la verdad o dignidad del ser humano, y de así vivir nuestra propia verdad. De tener como criterios: compartir en vez de acaparar, valorar a las personas polo lo que son y no por lo que aparentan o económicamente aportan; de ejercer el poder momo servicio a los demás y no como medio para asegurarnos sólo nosotros y nuestro gripo; para ser solidarios y no individualistas en la organización social. Por ahí tiene que ir la conversión en cuaresma.

En la verdad del mundo (Evangelio 3,14-21: encuentro de Jesús con Nicodemo)

El encuentro de Jesús con Nicodemo, es la confrontación de la verdad de Dios y la verdad del ser humano, con la verdad o realidad del mundo aquí representada por el rabinismo infectado de hipocresías o apariencias.
En sus escritos el cuarto evangelista presenta dos dimensiones reales en la verdad del mundo. Por una parte una dimensión positiva: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16). Es decir, tanto ama Dios a este mundo que continua y gratuitamente se está autocomunicando “como amigo” (Vaticano II). Por tanto cabe una mirada de simpatía y de amor al mundo. Pero también destaca otra dimensión negativa: “no améis al mundo ni lo que hay en el mundo- la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas-no viene de Dios sino del mundo” (1 Jn , 2,15-16). Esta es la verdad o realidad del mundo.

Nicodemo está viviendo esta verdad del mundo. Por una parte vive de miedos al qué dirán, de apariencias. Por eso se acerca a Jesús “de noche”, para que no le vean. Por otra parte siente atracción por el evangelio de Jesús en quien vislumbraba la presencia de Dios ¿Cómo hacer la verdad de Dios misericordia entrañable y la verdad del ser humano inseparable de Dios, en la verdad o ambigüedad de este mundo?

Jesús habla de un nuevo nacimiento en el Espíritu. El verbo griego empleado significa “nace de nuevo” y “nacer de arriba”. Un nuevo nacimiento para entrar “en el reino de los cielos”. La expresión es de los evangelios sinópticos y concretamente del evangelista Mateo. Nicodemo representa al rabinismo cerrado en sí mismo, integrado por ciegos que aparentar ser los únicos que ven. Lo explicita bien el relato sobre la curación del ciego de nacimiento (Jn c.9). Esos rabinos –cuando Juan escribe su evangelio son los fariseos- se creen dueños de la verdad e impiden que el ciego vea, es decir que sea él mismo. En ese mundo de la hipocresía y del poderío, Jesús curando al ciego de nacimiento, defiende la verdad del ser humano, su vocación creacional; es significativo el gesto de amasar un poco de barro con saliva para curar al ciego evocando lo que cuenta el relato bíblico sobre la creación del ser humano: “he venido a este mundo para que los que no ven vean” (Jn 9,39).

Y Jesús acentúa la dimensión positiva del mundo: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él sino que tenga vida eterna”. Según esta revelación debe cambiar nuestra forma de mirar al mundo. Está sostenido y arropado por el amor de Dios ¿por qué vamos a condenarlo sin más? El Vaticano II ratificó la alianza y la solidaridad de la Iglesia con el mundo. Y en la clausura del concilio habló de la actitud samaritana de la respecto al mundo contemporáneo.

Pero la Palabra que es luz y a todos los seres humano ilumina, no es recibida por todos los seres sino frecuentemente rechazada. Fue la conducta de aquel rabinismo cerrado que rechazó la luz del evangelio: “vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron”. Y aquí tenemos también la verdad del mundo, su lado sombrío, generado por la concupiscencia de los ojos y la arrogancia del prepotente que cada uno llevamos dentro. ¿Cómo hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en esta verdad ambigua del mundo?

“El que cree en mi no será condenado; el que no cree ya está condenado”. La fe no es sólo admitir verdades formuladas con autoridad por otros. Es ante todo y sobre todo apertura incondicional de la persona a esa presencia del “Abba” revelado en Jesucristo. Un acto complejo que implica sintonía espiritual profunda, confianza gozosa y sumisión. Sobre todo en el cuarto evangelio, creer es consentir con todo lo somos hacemos a Jesucristo, en quien la humanidad se ha hecho totalmente permeable a la presencia de Dios que es amor y no sabe más que amar.

“El que hace la verdad llega a la luz”. No se trata de ortodoxias: formular y aceptar verdades formuladas. Se trata de hacer la verdad de Dios y la verdad del ser humano en la verdad del mundo. El cristianismo es una práctica, un estilo nuevo de vivir, re-crear y actualizar en nuestra propia historia la conducta histórica de Jesús, “el que hace la verdad”. Es decir el que cada día se empeña en escuchar y poner en práctica lo que el Espíritu le sugiere en su conciencia mirando a la conducta de Jesús.

El evangelio de San Juan relatando el encuentro de Nicodemo con Jesús habla del nacimiento “del agua y del Espíritu” aludiendo al sacramento del bautismo. Se trata de un punto de partida pues toda la vida cristiana es bautismal. Necesitamos renovar cada día nuestro bautismo, nacimiento del Espíritu, memoria de Jesús que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por las fuerzas malignas. La fe cristiana no existe en abstracto sino en los creyentes que caminamos en el tiempo y cada día tenemos que renovar nuestra vocación bautismal. Pero el Espíritu actúa también en todas las personas que se dejan alcanzar por su luz, muchos que no son cristianos, tienen otras creencias religiosas, o no tienen ninguna religión. En el sagrario de su conciencia, trabajada por el Espíritu, son invitados a este nuevo nacimiento.

Cuando los cristianos con todas las personas de buena voluntad que actúan según su recta conciencia, tratamos de hacer la verdad, se está fraguando ya en nuestro mundo “la vida eterna”. No es sólo para después de la muerte. La vida que nace del Espíritu es una nueva forma de vivir que significa intimidad con Dios, apasionamiento por la fraternidad, compasión eficaz ante las víctimas. Una vida inspirada y tejida en el amor que es más fuerte que la muerte: “Yo soy la resurrección; el que cree en mí aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11,26).


ESTUDIO BÍBLICO

Primera lectura: Segundo libro de las Crónicas 36,14 16.
Marco: Situación de Israel (Judá) al final de la monarquía. Se trata de un conjunto que es descrito más detalladamente en 2Re 23,31 25,30. El historiador Cronista pasa así rápidamente sobre el período sombrío que corre entre la reforma religiosa de Josías (muerto el 609 a.C.) y la restauración nacional y religiosa de la vuelta del exilio de Babilonia.
Reflexiones:
1ª) ¡Multiplicaron sus infidelidades!
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres
abominables de los gentiles. La historia de la salvación se podría definir como el encuentro de un pueblo que no acertaba a ser fiel y un Dios que no dejaba de serlo nunca. Es la característica fundamental de la religión revelada: que es histórica, real y crudamente humana. La grandeza de Dios en su pedagogía fue el intento repetido y mantenido por llevar a su pueblo a la salvación; a la experiencia de su amor generoso; a su designio de devolverle su dignidad de hombre. Este fragmento del Libro de las Crónicas no puede ser más escueto y revelador de la situación a que llegó Israel seis siglos después de la liberación de Egipto, tejidos por las dificultades de un pueblo para entender a su Dios y Soberano que se comprometió con él en un solemne pacto de superior a inferior (que eso fue la alianza del Sinaí) y que no ha recibido la contrapartida de la respuesta del hombre necesaria para que se lograse su proyecto en él. Estos textos siguen iluminando nuestra propia historia personal y eclesial. Seguimos en camino, seguimos en el empeño de Dios y seguimos contando con hombres envueltos en debilidades.
2ª) ¡La fidelidad de Dios a su palabra!
El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero Dios Fiel, en atención a los padres (Abraham, Isaac y Jacob) sigue empeñado en su oferta. Y este proyecto de Dios se traduce en que nunca faltaron a Israel mensajeros suyos que les recordasen las cláusulas de la Alianza. Porque esa fue la misión principal de los profetas: dirigirse a los hombres de su tiempo para intentar que sus vidas se adaptasen a las exigencias de la alianza. Este era el único camino que conducía a la salvación. Por eso los profetas representaron lo mejor de las intervenciones de Dios. Hablaban para los hombres de su tiempo: denunciaban exhortaban, alertaban. Eran como vigías en la noche. El futuro sólo sería posible si se daba una mirada auténtica al pasado de los padres y del Sinaí donde se hizo particularmente presente su Dios y Soberano. Era necesario volver a la roca de donde habían sido tallados.
Segunda lectura: Efesios 2,4 10.
Marco: La carta a los Efesios tiene dos partes o centros de interés más sobresalientes: el misterio de la salvación y de la Iglesia (1 3) y una exhortación a la unidad y a una vida coherente con la fe (4 6). El fragmento pertenece a la primera parte. Y, más en concreto, se afirma que la salvación por Cristo es totalmente gratuita y cuyo resultado el derribo de todas las fronteras que dividen a los judíos de los gentiles haciendo un sólo pueblo nuevo.
Reflexiones:
1ª) ¡Amor y misericordia desbordantes de Dios!.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir con Cristo (por pura gracia estáis salvados). Sólo puede comprender a Dios realmente el que se encuentra con su misericordia. Una misericordia que tiene dos vertientes ya indicadas en el Antiguo Testamento. Para expresar a Dios movido por su misericordia, el hebreo utiliza dos expresiones complementarias: janun y rajum. Dios es misericordioso (janún) cuando se acerca al hombre para perdonarlo, para romper la barrera que le impide acercarse a su Padre. El Dios que perdona lo hace porque sabe de qué masa hemos sido formados. Pero Dios es también misericordioso (rajum) cuando se acera a los hombres con ternísimo afecto, conmovido en sus entrañas como una madre auténtica. Lo que mejor expresa esta actitud de Dios lo encontramos en dos escenas de la Escritura: la primera, Oseas 11: Cuando Israel era niño, yo le amé...Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos...Era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer (Os 11,1.3.4). Y la otra escena nos la narra Lucas (el hijo pródigo): Estando él todavía lejos, le vio su padre y,conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente (Lc 15,20). ¡Dios es así! ¿Queréis reprocharle su conducta, preguntaba Jesús a los escribas y fariseos que criticaban su comportamiento con los pecadores? ¡Dios es lo totalmente otro, el que nos desborda, el que nos supera, el que nos desconcierta y rompe nuestras categorías superándolas!
2ª) Compartiendo profundamente el mismo destino.
Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia. Pablo se ve obligado a inventar expresiones griegas (verbos compuestos que no existían, vg. conresucitar y cosentarse) porque la profunda realidad de lo que Cristo ofrece al hombre no se podía expresar de otra manera. La realidad rompía los límites de un lenguaje correcto. Lo acontecido en Cristo en favor de los hombres desbordaba por todas partes. Por eso recurrió a una nueva formulación. Lo totalmente nuevo exige un lenguaje distinto, porque en cierto modo es inefable (no fácil de decir y expresar). Volver la mirada constantemente a la profunda novedad que es Cristo, para el hombre concreto e histórico. Hoy como ayer es necesario ahondar en esta realidad humanizadora del hombre en su profunda dignidad humana y en su profunda necesidad de restaurarla y recuperarla.
3ª) ¡Nadie puede presumir ni despreciar a su semejante!
Estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Ya el comportamiento histórico de Jesús fue desconcertante. Provocó, la "comensalidad abierta", la igualdad de todos en el reino de Dios y en la sociedad actual. Aquello provocó el escándalo, el estupor y finalmente la persecución. Los dones de la gracia son sustancialmente los mismos para todos. Sólo nos diferenciamos, en la familia de Dios, por los dones carismáticos que se nos conceden para servir a los demás. Lo que nos constituye en hijos de Dios y hermanos unos de otros son dones comunes e iguales para todos. ¡Otra cosa sería la Iglesia, sacramento de salvación para todo el mundo, si estas verdades básicas e irrenunciables se hicieran realidad! ¡Cuántas diferencias creamos sin fundamento! Todos somos iguales, porque nos ha igualado y hermanado el propio Jesús.
Tercera lectura: Jn 3,14-21.
Nota: este evangelio puede sustituirse por el correspondiente del ciclo A: Jn 9,1-41.
Marco: Jn 9-10 constituye el quinto episodio o escena del relato joánico, con un único tema central: Jesús es la luz del mundo. Y como todos los episodios se construye con un signo y discursos que desarrollan lo apuntado en el signo. El signo milagroso es la curación de un ciego de nacimiento. El discurso se compone de una serie de pequeñas unidades que desarrollan el tema.
Reflexiones.
1ª) ¿Por qué ha nacido ciego?
El signo milagroso es la curación de un ciego de nacimiento. El relato, sobrio pero denso, arranca con esta pregunta planteada por los discípulos a Jesús: "Maestro ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?" En la tradición bíblica se suponía con toda normalidad que la enfermedad era el resultado de un pecado. Pero es un ciego de nacimiento, de ahí la pregunta. Para nuestra sensibilidad y cultura nos extraña la primera parte de la pregunta. Si es ciego de nacimiento, ¿pudo tener responsabilidad personal? Sorprendentemente los rabinos enseñaban en tiempos de Jesús que también en el seno de la madre podía pecar alguien. Aunque incomprensible, es necesario contar con este dato para entender correctamente la pregunta. Jesús corrige la tradición judía de enfermedad como efecto de un pecado. Este caso es una oportunidad para manifestar las obras de Dios. Se lavó en Siloé (que significa Enviado) y recobró la vista.

2ª) ¿Es justo y se atreve a quebrantar el sábado?
Jesús ha realizado este milagro en día de sábado. Surge una dura discusión y enfrentamiento entre los judíos (fariseos) y Jesús, pero a través del ciego de nacimiento. En un estilo hondamente dramático se plantean varios problemas: ¿cómo es posible que un hombre de Dios quebrante el descanso sabático? En los diálogos se plantean algunos interrogantes: ¿Es verdad que este hombre era ciego? ¿es verdad que se ha realizado el milagro?
El ciego es acosado una y otra vez, incluso el recurso a sus padres, para asegurarse del hecho. El ciego responde una y otra vez que él era ciego y ahora ve. El no entiende demasiado los sutiles planteamientos de los juristas judíos. Pero él parte de algo irrefutable: era ciego y ahora ve.

3ª) El ciego curado es el creyente en Jesús.
Es texto es claramente bautismal. La fórmula "abrir los ojos" se utiliza siete veces. El autor joánico quiere expresar que el ciego está "totalmente" curado. La séptima vez (9,32) refleja los tres temas: ceguera, totalidad y pecado están estrechamente unidos. En ese caso la totalidad significa lo siguiente: que el ciego recobra la vista, que es purificado también de su pecado. Está ya presto para recibir la iluminación de la fe en Jesús, Hijo del hombre (9,35-37). La misma problemática era ya reconocida a propósito del relato de la curación del enfermo en la piscina de Betzatá (Jn 5).

4ª) El camino pedagógico de la fe.
En la perspectiva de esta interpretación bautismal, parece que el autor evoca las diferentes etapas de la fe de todo neófito: (a) el primer título que el antiguo ciego da a su bienhechor es puramente humano: "ése hombre llamado Jesús" (v.11). (b) El antiguo ciego confiesa inconscientemente una total ignorancia del misterio que rodea a aquel que llama salvándole; la reflexión suscitada por las dudas de los fariseos (9,16) le introduce en una luz más clara y reconoce que Jesús es "un profeta" (9,17); (c) poco más tarde se concreta más: Jesús "viene de parte de Dios" (9,33), expresión ambigua que puede significar o que Jesús ha sido enviado por Dios, como todo profeta, o más profundamente que tiene origen celeste; (d) al término de su formación simbolizada por la controversia, el neófito está preparado, en el último encuentro con aquel que busca, reconociéndolo como "el Hijo del hombre", como Aquél que viene del cielo (9,35; cf.3,13); (e) finalmente, se recoge la meta de su proceso de fe: "Creo, Señor. Y le adoró". (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O.P.).





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