domingo, 12 de abril de 2015

DOMINGO 2° DE PASCUA


“Señor mío y Dios mío”

Estamos celebrando el tiempo gozoso de Pascua. Estos cincuenta días que van desde el Domingo de Resurrección hasta el Domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como "un gran domingo" (S. Atanasio).

La Iglesia, no obstante, nos va desdoblando el gran acontecimiento salvífico de la resurrección poniendo a nuestra consideración, mediante la palabra de Dios que se proclaman en las eucaristías dominicales, aspectos fundamentales del mismo.

En este domingo se nos habla en las lecturas de cómo la noticia de la Resurrección: ¡Ha resucitado!, produce unos efectos transformadores en la primera comunidad de Jerusalén. De estar acobardados por “miedo a los judíos” y con la esperanza por los suelos, porque a Jesús, el Maestro, lo han matado, pasan a llenarse de alegría porque han vuelto a ver al Señor. De esta experiencia pascual nace la comunidad donde “todos pensaban y sentían los mismo”. Así reciben el envío, la paz y la fuerza del Espíritu para el perdón de los pecados.

DIOS NOS HABLA. COMTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Nos encontramos ante una hermosa propuesta: Romper los egoísmos, salir de nuestras individualidades y mirar las necesidades de los hermanos. Se trata de todo un proyecto de vida para la Iglesia, que no es una suma de individualidades, sino la familia de Dios.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35

La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
Palabra de Dios.

Salmo 117, 2-4. 16-18. 22-24

R. ¡Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel: ¡Es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡Es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡Es eterno su amor! R.

“La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas”. No, no moriré: Viviré para publicar lo que hizo el Señor. El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: Alegrémonos y regocijémonos en él. R.

II LECTURA

Hay como una secuencia lógica en este mensaje, una relación profunda entre el amor a Dios y los hermanos, viviendo una vida coherente y cumpliendo la ley de Dios. No podemos separar ninguno de estos términos sin atentar precisamente contra nuestra misma fe.

Lectura de la primera carta de san Juan 5, 1-6

Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Jn 20, 29

Aleluya. “Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

 “Cuando queremos evidencias, cuando queremos sentir las verdades de la fe, estamos imitando la incredulidad de Tomás. Y Cristo le dice a Tomás: ‘porque has visto, has creído. Bienaventurados los que sin ver, creen’. Ustedes y yo, queridos hermanos, vivimos de una fe porque creemos sin haber visto. Y muchos dicen que esto es una estupidez, pero yo les digo: No hay sabiduría más grande que esta que Cristo predica este domingo: La FE. ¡Esta es la victoria que vence al mundo! Dice la segunda carta de san Juan, hoy: ‘¡La victoria que vence al mundo, es creer que Jesucristo es Dios!’”

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La gran fiesta de la Pascua tiene sus cuarenta días (Cuaresma) de preparación mediante la penitencia, la limosna y la oración para poder llegar a este tiempo de gracia y de vida nueva que son los cincuenta días (Cincuentena) pascuales. Tiempo fuerte en el que la Iglesia nos invita a que maduremos en nuestra fe, sintamos más íntimamente nuestra pertenencia a la Comunidad, y nos comprometamos con la gran misión que tenemos de hacer que nuestra fe ayude a la humanidad.

La noticia

La NOTICIA: ¡Cristo ha resucitado! es la que nos impulsa a vivir la fe en Comunidad: Cristo, el Crucificado, vive y se hace presente en su Iglesia.

Los textos de la Palabra de Dios que se proclaman en este domingo nos dan la clave de lo que ha significado el gran anuncio de la resurrección y el poder experimentar la presencia del resucitado en el que reconocían también al crucificado.

Crea la Comunidad

Este acontecimiento hizo de un pequeño grupo de hombres vulgares y llenos de miedo, e incluso, como Tomás, que no creía en lo que los hermanos testificaban como algo vivido por ellos: “¡hemos visto al Señor!”. Este encuentro con Jesús resucitado engendra la Comunidad:”Todos pensaban y sentían lo mismo”. De esta forma transformadora además de darse la comunión de vida, nace la misión y la verdadera comunicación de bienes: “Nadie pasaba necesidad y daban testimonio con mucho valor”.

La fe que vence al mundo

Tal es el cambio radical que operó en los discípulos la fe en la Resurrección que Juan en su primera carta nos anima a los cristianos de todos los tiempos a vivir esta experiencia de la Resurrección como un “nuevo nacimiento” que es obra de Dios y nos capacita para “vencer al mundo”.

La celebración de la Eucaristía, lugar privilegiado para el encuentro con el Resucitado

El texto evangélico (Jn 20,19-31) no hay que leerlo como una narración histórica de los acontecimientos. Es una verdadera meditación pascual que la comunidad cristiana hace en el día que se reunían para celebrar la eucaristía.

Esta celebración de la Eucaristía en el día del Señor (el domingo) es el lugar privilegiado del encuentro con el Resucitado para aquellos que creen en él sin haberle visto. Y el mismo Jesús les declara bienaventurados.

Tomás después de experimentar el encuentro con el Señor se da cuenta de que Jesús es su Señor y su Dios. Reconoce la divinidad de Jesús de Nazaret: “Señor mío y Dios mío”.

Le Fe se vive en Comunidad

Las Lecturas de este domingo nos invitan a interpelarnos sobre el modo cómo vivimos nuestra FE. La noticia de la Resurrección ¿nos impulsa a vivir la fe reconociendo a Jesús como nuestro Señor y nuestro Dios? Es más ¿nos ayuda a vivir esta fe en la COMUNIDAD? ¿Tenemos conciencia de nuestra pertenencia a la Iglesia? No podemos separar la vivencia de nuestra fe de la pertenencia a la Comunidad. Con esta doble actitud podemos recibir, como la primera comunidad, la paz, la fuerza del Espíritu y el envío, para que esta fe sea la que “vence al mundo”.

En resumen, la Noticia crea la Comunidad, quita los miedos y somos enviados por la fuerza del Espíritu a comunicar la paz y el perdón de los pecados que nos comunica Cristo resucitado a través de su vida, pasión, muerte.


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Hechos (4,23-35): La Resurrección crea comunión de vida

I.1. La primera lectura está tomada de Hechos 4,23-35 que es uno de los famosos sumarios, es decir, una síntesis muy intencionada de la vida de la comunidad que el autor de los Hechos, Lucas, ofrece de vez en cuando en los primeros capítulos de su narración (ver también Hch 2,42-47;5,12-16). ¿Qué pretende? Ofrecer un ideal de la vida de la comunidad primitiva para proponerlo a su comunidad (quizá en Corinto, quizá en Éfeso) como modelo de la verdadera Iglesia de Jesucristo que nace de la Resurrección y del Espíritu.

1.2. Tener una sola alma y un sólo corazón, compartir todas las cosas para que no hubiera pobres en la comunidad es, sin duda, el reto de la Iglesia. ¿Es el idealismo de la comunidad de bienes? Algunos así lo han visto. Pero debemos considerar que se trata, más bien, de un desafío impresionante y, posiblemente, una crítica para el mal uso y el abuso de la propiedad privada que tanto se defiende en nuestro mundo como signo de libertad. Es una lección que se debe sacar como praxis de lo que significa para nuestro mundo la resurrección de Jesús. Eso, además, es lo que libera a los apóstoles para dedicarse a proclamar la Palabra de Dios como anuncio de Jesucristo resucitado.

1.3. En este sumario, el testimonio de los apóstoles sobre la resurrección está, justamente, en el centro del texto, como cortando la pequeña narración de la comunidad de bienes y de la comunión en el pensamiento y en el alma. Eso significa que la resurrección era lo que impulsaba esos valores fundamentales de la identidad de la comunidad cristiana primitiva.

IIª Lectura: 1ª Carta de San Juan (5,1-6): El amor vence al mundo

II.1. En la segunda lectura se plantea el tema de la fe como fuerza para cumplir los mandamientos y como impulso para vencer al mundo, es decir, su ignominia. Creer que Jesús es el Cristo no es algo que se pueda «saber» por aprendizaje, de memoria o por inteligencia. El autor nos está hablando de la fe como experiencia, y por ello, el creer es dejarse guiar por Jesucristo, que ha resucitado; dejarse llevar hacia un modo nuevo de vida, distinta de la que ofrece el mundo. Por eso se subraya el cumplir los mandamientos de Jesús.

II.2. Pero se ha de tener muy en cuenta que no se trata de una propuesta simplemente moralizante que se resuelve en los mandamientos. ¿Por qué? Porque el mandamiento principal del Jesús joánico es el amor; el amor, como Él nos ha amado. Esta es la victoria de la resurrección y la forma de poner de manifiesto de una vez por todas que la muerte es transformada en vida verdadera. El amor, pues, no es solamente el mandamiento principal del cristianismo, sino el corazón mismo que mueve las relaciones entre Dios y los hombres y entre los hombres entre sí.

IIIª Lectura (Jn 20,19-31): ¡Señor mío! La resurrección se cree, no se prueba

III.1. El texto es muy sencillo, tiene dos partes (vv. 19-23 y vv. 26-27) unidas por la explicación de los vv. 24-25 sobre la ausencia de Tomás. Las dos partes inician con la misma indicación sobre los discípulos reunidos y en ambas Jesús se presenta con el saludo de la paz (vv. 19.26). Las apariciones, pues, son un encuentro nuevo de Jesús resucitado que no podemos entender como una vuelta a esta vida. Los signos de las puertas cerradas por miedo a los judíos y cómo Jesús las atraviesa, "dan que pensar", como dice Ricoeur, en todo un mundo de oposición entre Jesús y los suyos, entre la religión judía y la nueva religión de la vida por parte de Dios. La “verdad” del texto que se nos propone, no es una verdad objetivable, empírica o física, como muchas veces se propone en una hermenéutica apologética de la realidad de la resurrección. Vivimos en un mundo cultural distinto, y aunque la fe es la misma, la interpretación debe proponerse con más creatividad.

III.2. El "soplo" sobre los discípulos recuerda acciones bíblicas que nos hablan de la nueva creación, de la vida nueva, por medio del Espíritu. Se ha pensado en Gn 2,7 o en Ez 37. El espíritu del Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos a la misión se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. El Israel viejo, al que temen los discípulos, está fuera de donde se reúnen los discípulos (si bien éstos tienen las puertas cerradas). Será el Espíritu del resucitado el que rompa esas barreras y abra esas puertas para la misión. En Juan, "Pentecostés" es una consecuencia inmediata de la resurrección del Señor. Esto, teológicamente, es muy coherente y determinante.

III.3. La figura de Tomás es solamente una actitud de "anti-resurrección"; nos quiere presentar las dificultades a que nuestra fe está expuesta; es como quien quiere probar la realidad de la resurrección como si se tratara de una vuelta a esta vida. Tomás, uno de los Doce, debe enfrentarse con el misterio de la resurrección de Jesús desde sus seguridades humanas y desde su soledad, porque no estaba con los discípulos en aquel momento en que Jesús, después de la resurrección, se les hizo presente, para mostrarse como el Viviente. Este es un dato que no es nada secundario a la hora de poder comprender el sentido de lo que se nos quiere poner de manifiesto en esta escena: la fe, vivida desde el personalismo, está expuesta a mayores dificultades. Desde ahí no hay camino alguno para ver que Dios resucita y salva.

III.4. Tomás no se fía de la palabra de sus hermanos; quiere creer desde él mismo, desde sus posibilidades, desde su misma debilidad. En definitiva, se está exponiendo a un camino arduo. Pero Dios no va a fallar ahora tampoco. Jesucristo, el resucitado, va a «mostrarse» (es una forma de hablar que encierra mucha simbología; concretamente podemos hablar de la simbología del "encuentro") como Tomás quiere, como muchos queremos que Dios se nos muestre. Pero así no se "encontrará" con el Señor. Esa no es forma de "ver" nada, ni entender nada, ni creer nada.

III.5. Tomás, pues, debe comenzar de nuevo: no podrá tocar con sus manos las heridas de las manos del Resucitado, de sus pies y de su costado, porque éste, no es una *imagen+, sino la realidad pura de quien tiene la vida verdadera. Y es ante esa experiencia de una vida distinta, pero verdadera, cuando Tomás se siente llamado a creer como sus hermanos, como todos los hombres. Diciendo «Señor mío y Dios mío», es aceptar que la fe deja de ser puro personalismo para ser comunión que se enraíce en la confianza comunitaria, y experimentar que el Dios de Jesús es un Dios de vida y no de muerte. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).






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