domingo, 6 de septiembre de 2015

DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO


"Hace oír a los sordos y hablar a los mudos"

Sordos y mudos, los carentes de escucha y los carentes de habla, son los personajes fundamentales de este domingo con los que la Palabra de Dios nos quiere iluminar en esta semana. Lo sensorial juega un papel fundamental en la vida humana y en la vida de fe. Pero lo sensorial no es criterio de juicio de lo real. Lo real se encuentra más allá de lo sensorial. Lo real se encuentra en aquello a lo que apunta lo sensorial. Como la Eucaristía: lo sensorial nos habla de pan y vino; lo real nos habla de cuerpo y sangre de Nuestro Señor. Pero para alcanzar lo real hacen falta ojos teológicos, ojos de fe.

Junto a esto, la segunda lectura de la carta de Santiago nos recuerda un principio moral de los cristianos: la fe en Jesús está reñida con la acepción de personas.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Ante el paso de Dios, todo se transforma. Su presencia sanadora y salvadora infunde vida y energía. Estos son los signos del reinado de Dios: las personas y su entorno se reaniman en la paz y la alegría.

Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a

Digan a los que están desalentados: “¡Sean fuertes, no teman: Ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos!”. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.
Palabra de Dios.
Salmo 145, 7-10

R. ¡Alaba al Señor, alma mía!

El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. R.

Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos, el Señor protege a los extranjeros. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones. R.

II LECTURA

La carta nos amonesta y nos exige mirar con sinceridad nuestro comportamiento en la Iglesia. ¿Qué trato reciben los más pobres, los más débiles, los que el mundo rechaza? ¿Es la Iglesia para ellos un lugar de contención y cariño? Abramos las puertas a todos, especialmente a los que son desplazados y excluidos.

Lectura de la carta de Santiago 2, 1-7

Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas. Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: “Siéntate aquí, en el lugar de honor”, y al pobre le dicen: “Quédate allí, de pie”, o bien: “Siéntate a mis pies”, ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. Mt 4, 23

Aleluya. Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino, y sanaba todas las dolencias de la gente. Aleluya.

EVANGELIO

Jesús estaba en territorio pagano, cuando le trajeron a este hombre sordo y con dificultad para hablar. En la Biblia “ser sordo” o “tener el oído cerrado” es símbolo de la rebeldía de quien no quiere escuchar a Dios. A este pagano, Jesús le abrió el oído y así pudo escuchar su Palabra. Esta es la Buena Noticia: Jesús transforma nuestra sordera, él nos toca el oído y el corazón, y así entramos a formar parte de su pueblo fiel que escucha.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7, 31-37

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete”. Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

La cobardía de corazón

La primera lectura del profeta Isaías está destinada a los cobardes de corazón, es decir, a aquellos carentes de fortaleza y confianza (sean fuertes y no teman). El miedo causa inseguridad y desconfianza tanto en uno mismo como en los otros. Los cobardes de corazón son aquellos que prefieren vivir en una falsa seguridad, la cual les impide ser conscientes de la presencia iluminadora de Dios en medio de sus vidas.

Frente a esta cobardía de corazón, el profeta Isaías detalla los signos a través de los cuales se puede percibir que Dios en persona está llegando: los ojos del ciego se despegarán, los oídos del sordo se abrirán y la lengua del mudo cantará. Es decir, el gran signo de la llegada de Dios es el brotar de la vida, lo reseco se vuelve frondoso por la presencia de Dios. La llegada de Dios conlleva el retroceso de la cobardía, de la inseguridad. A mayor presencia de Dios en nuestra vida, mayor confianza y seguridad adquiere nuestra vida, ya que pasamos de confiar en nosotros a confiar en Dios.

Le fe está reñida con las afinidades

En la segunda lectura, encontramos una vivencia personal de Santiago que le está haciendo sufrir. Santiago se ve en la obligación de expresar su malestar y de amonestar a la comunidad creyente para que ese comportamiento no se siga repitiendo: “no juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.” Es decir, la fe no se mueve por la tendencia humana de la afinidad. En la comunidad creyente, los grupos espontáneos hechos de afinidades comprometen la justicia fraterna y la unidad teologal. La comunidad creyente no se puede construir en función a las afinidades personales o a lo que me agrada o no me agrada… esta forma de construir la Iglesia o cualquier tipo de comunidad ponen en riesgo la justicia fraterna y la unidad que da la fe, la unidad teologal. La afinidad es el cemento con el que se construye la sociedad humana; la fe, la esperanza y el amor son el cemento con el que se construye en la tierra la Jerusalén celeste.

Effetá

Si, en la primera lectura, el profeta Isaías nos describía los signos de la llegada de Dios en medio de nosotros, en el Evangelio de este domingo encontramos a Jesús actualizando (poniendo en obra) uno de esos signos: la curación de un sordomudo. Ahora bien, resulta curioso un hecho de este relato evangélico: la gente lleva a Jesús este sordomudo para ver qué puede Jesús hacer con él. La gente está deseosa de ver el poder de Jesús. Sin embargo, Jesús aparta al sordomudo de la gente para que este no sea manipulado por la gente. Jesús parecer no querer curar al sordomudo para que éste se convierta en un teatrillo para la gente. El signo no es para la gente sino para el sordomudo. De hecho, Jesús amonesta a la gente para que no malinterprete el signo que ha hecho. Jesús no actúa por complacer a la gente sino por hacer patente lo verdaderamente real: la presencia de Dios. La gente no ve en Jesús el desquite de Dios, la presencia de Dios, sino la presencia de un mago, de uno que tiene poderes para curar.

Por eso, esta curación más allá de poner de relieve el poder sanador de la palabra y los gestos de Jesús, quiere manifestar la presencia de Dios en Jesús: Dios Padre alcanza a la humanidad a través de Jesús. Nuestra limitación humana nos lleva a lo vivir en lo sensorial, es decir, a vivir desde a fuera hacia dentro, en el mejor de los casos. Por ello, nos gustaría tener una experiencia de Dios sensorial, es decir, a través de los sentidos; pero la presencia de Dios no es sensorial, no es manipulable por nuestros sentidos… La presencia de Dios es objetiva y real en Jesús. Si Jesús puede curar no es porque él haga conjuros o magias, porque Él manipule a las fuerzas de la naturaleza a su antojo… sino porque Jesús es la presencia de Dios en nuestro mundo. Y frente a Dios, la fuerzas del mal, la muerte, la oscuridad, la no-vida, la inseguridad, la cobardía… va cediendo su terreno a la vida que trae Dios. He aquí la palabra poderosa de Jesús que dice: ¡Effetá!, ábrete a Dios, ábrete a vivir la vida desde dentro hacia fuera y no al contrario.


ESTUDIO BÍBLICO

Tema general: Dios quiere que todo el hombre se salve y disfrute de los dones que le hacen feliz, por eso cuida solícitamente tanto del espíritu como del cuerpo de sus hijos que somos los hombres.

Primera lectura: Isaías 35,4-7a.

Marco: Los capítulos 34 y 35 de Isaías reciben el nombre de “pequeño Apocalipsis”. Esto ya nos da una clave para su comprensión. Estos capítulos están estrechamente relacionados con el Libro de la Consolación (40-55). Subrayan el contraste entre la destrucción de las naciones y la gloria y la victoria del pueblo de Israel, oprimido y maltratado por las naciones.

Reflexiones:

1ª: ¡Una invitación a la confianza y seguridad porque Dios anda por en medio!

Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Vuestro Dios viene en persona y os salvará. El clima de estas afirmaciones está intensamente dominado por la esperanza. Es una de las características de los textos apocalípticos: en medio de las dificultades y persecuciones está siempre encendida la lámpara de la seguridad que Dios ofrece al hombre. La victoria es siempre de Dios porque es omnipotente, fiel y misericordioso. El exilio del pueblo de Dios es una etapa de purificación y de reflexión. Es necesario recuperar el ritmo de fidelidad a la alianza. Ahí radica la posibilidad de restauración. Este texto que proclamamos hoy está también alentado por la seguridad de una restauración del pueblo obra de Dios. Dios está en medio de su pueblo, también en el exilio. Porque es Dios y no un hombre, santo en medio de su pueblo. Y la santidad se traduce, sobre todo, en fidelidad. La apocalíptica trata de salir al encuentro del hombre que experimenta la desesperanza, la finitud, la situación de quien vive perseguido y sin horizonte. No ofrecen una respuesta que no se encarne en la realidad humana. Pero hay un camino abierto siempre: el de la esperanza que cuenta con las dificultades pero se apoya en un Dios que se ha comprometido y puede realizar su proyecto.

Segunda lectura: Santiago 2,1-5.

Marco: podría titularse este fragmento de un modo crudo pero realista: discriminación, incluso en las asambleas litúrgicas, entre los hermanos. La fe está en contra de toda discriminación. La comunión en la fe (y en la misma naturaleza humana) debe expresarse en signos convincentes de la fe que profesamos.

Reflexiones:

1ª: ¡Es imposible la coexistencia de la acepción de personas con la fe cristiana!

No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Una de las características más claras de esta Carta es su sentido concreto y directo. Podría resumirse en una afirmación de la misma carta: Tú tienes fe, yo tengo obras; muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe (2,18). La fe sin las obra es estéril. Santiago es uno de los símbolos, como lo fueron los profetas, de la urgencia en el compromiso visible de la fe. Estas afirmaciones son indiscutiblemente revolucionarias. Los hombres de siempre establecemos nuestros varemos de relaciones. No es fácil la coherencia con la fe. Pero Santiago no es lo que podríamos llamar un revolucionario social; sus convicciones arrancan de otra parte: de la fe en Jesús que vivió cercano a los rechazados, alejados, despreciados de la sociedad. Santiago sabe que la fe no es una adhesión fría a algunas verdades. La fe es entrar en comunión personal con un Dios que se ha hecho presente en medio de los hombres y que derribó todos lo muros de separación. Nos recordaba el Concilio Vaticano II que una de las más importantes causas del ateísmo actual en el mundo se debe a que los cristianos no ofrecemos un testimonio convincente y visible de la fe que profesamos. Estar cerca de todos no es privilegio de nadie, sino que es tarea de todos. Santiago escribe a todos sin distinción. Es urgente en medio de nuestro mundo actual que los creyentes se comprometan en serio con estas advertencias de Santiago, pero con la alegría de compartir con los demás.

Evangelio: Marcos 7,31-37.

Marco: este fragmento pertenece a la tercera sección de la primera parte del evangelio que se define como el camino del Hijo del hombre que se abre al mundo y que actúa en Galilea. Expresa las convicciones de Marcos: Jesús es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre.

Reflexiones:

1ª: Jesús dijo en alta voz: ¡Ábrete!

Le presentaron un sordo que además era mudo... Jesús le dijo: ¡Ábrete!
Sabemos la función que tienen los milagros en Marcos: expresión anticipada del poder del Hijo de Dios. Por una parte, Marcos presenta en su evangelio una cristología clara, profunda y sin complicaciones. Trata de presentar la figura de Jesús en sus dos polos centrales: verdadero Dios – verdadero hombre. La misión de este hombre, en el que se esconde Dios, es liberar al hombre por medio de la cruz. Por eso hay que leer los milagros en Marcos con especial atención. Son sólo atisbos y anticipos de la gloria del Hijo de Dios Crucificado y anunciado. Los signos alcanzan al hombre en su totalidad y tienen una función claramente catequética. Apuntan a la otra realidad de Jesús. Pero son a la vez la expresión plástica de que Jesús se toma al hombre en serio en todas sus dimensiones. Es al hombre entero al que Dios quiere salvar y quiere que sea feliz sinceramente. Pero es necesario huir de la comprensión de Jesús como la de un taumaturgo. Las enfermos le buscan, porque esa es su necesidad. Pero Marcos aclara que además del cuerpo, Jesús vino a liberar al hombre, por medio de la cruz que es humillación, en otras perspectivas más hondas. Es necesario evangelizar hay desde los signos visibles a favor de los hombres pero apuntando siempre en la dirección correcta a que invita el evangelio: el hombre en su totalidad es liberado con un destino de trascendencia. Y necesita hoy experimentar la liberación.

2ª: ¡Todo lo ha hecho bien!

En el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien. Sabemos que uno de los mayores y más lacerantes enigmas que tiene el hombre sobre sus espaldas y sobre su destino es la pregunta por el después: ¿Después, qué? Pero hay otro enigma no menos lacerante y es cómo explicar la presencia del mal, del sufrimiento y de la finitud débil de nuestra naturaleza. El evangelio, y Jesús que es el centro del mismo, no son una teoría. Son una respuesta para el hombre. Cuando Jesús alcanza, con su actuación, al hombre en su globalidad está ofreciendo un camino creíble. Es todo el hombre el que necesita la solución. Y escuchar una palabra tan breve y tan honda: “todo lo ha hecho bien”, es necesario proclamarlo en medio del mundo. Todo lo ha hecho bien “porque cargó sobre sus espaldas nuestras debilidades y limitaciones!. Todo lo ha hecho bien porque ha entrado en el mundo por la puerta estrecha del sufrimiento, de la pobreza y de la marginación. Lo ha hecho bien todo porque puede hacer hablar a los mudos y oír a los sordos. Todo lo ha hecho bien porque en aquella humanidad tan cercana y envuelta en debilidades (menos en el pecado) estaba oculto, pero actuando, el Hijo de Dios. Pero, sobre todo, porque aceptó la humillación de la cruz que es donde se revela la gloria de Jesús y porque es presencia visible y tangible del Dios del amor. Del Dios que ama al hombre para que sea feliz en medio de sus perplejidades, enigmas e interrogantes. Es necesario proclamar en el mundo de hoy que Dios en Jesús y en su Espíritu lo hace todo bien y lo hace todo bien para todos sin acepción de personas, raza, lengua o nación. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. .P.).


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