martes, 1 de noviembre de 2016

TODOS LOS SANTOS


¡Felices los pobres…!

La multitud incontable

Hoy la Iglesia nos propone celebrar y recordar, en una fiesta única a todos los Santos, los conocidos y desconocidos. La minoría de los “canonizados” son los más conocidos seguramente pero la inmensa mayoría de ellos son desconocidos. Hoy estamos invitados a recordarlos; son hermanos y hermanas nuestros que han vivido con fidelidad las bienaventuranzas proclamadas por Jesús de Nazareth: mártires, niños, jóvenes, esposas, esposos, religiosos, religiosas, obispos, papas; laicos y consagrados, pertenecientes a la jerarquía de la Iglesia y también grandes anónimos… es la multitud de la que habla el Apocalipsis, entre los cuales estarán, sin duda, familiares y amigos nuestros. ¿Quién no ha conocido gente “santa”, humilde, pacífica, anónima y servicial alguna vez?
Muchos piensan que la santidad es cosa “seria”, solo para algunos pocos elegidos, para una élite, para poca gente... Descartemos esta idea, ya que el Concilio Vaticano II nos enseña que “es, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena” (LG 40). “Quedan, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado” (LG 42). ¿Qué concepto tengo de la santidad? ¿Me siento llamado a la santidad?

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Esta descripción nos muestra a los santos, que están ante el trono de Dios. Allí se encuentran los que pertenecen a “las doce tribus de Israel” y los que provienen de todas las naciones de la tierra. Con la vestidura blanca que recibimos en el bautismo, nosotros también esperamos llegar a cantar algún día ante el trono de Dios.

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 2-4. 9-14

Yo, Juan, vi a un ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios”. Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: “¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: “¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!”. Y uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
Palabra de Dios.

Salmo 23, 1-6

R. ¡Benditos los que buscan al Señor!

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

II LECTURA

Hay muchos santos en este mundo que viven como hijos e hijas de Dios. Su condición aún no se ha manifestado plenamente, porque en esta tierra siempre habrá males y pecados que impidan que se vea claramente su santidad. A pesar de ello, quienes sabemos que somos amados por Dios, queremos hacer presente su amor en el mundo.

Lectura de la primera carta de san Juan 3, 1-3

Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 11, 28

Aleluya. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

“Manso tiene, con mucha frecuencia, el sentido de pobre. Es una manera de representar a quienes están bien dispuestos para reconocer y aceptar la pobreza del rey mesías, según los proyectos insondables y muchas veces desconcertantes de Dios. La mansedumbre es puesta por Jesús como expresión del camino para acceder al reino definitivo” (Ángel Macín, “Felices los mansos”, en La Palabra está muy cerca de ti, Ed. Ppc).

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 25—5, 12

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Y le siguió una gran muchedumbre…

Mateo nos da el detalle no menor: una multitud de varios lugares seguía a Jesús. Viendo esta multitud, Jesús comienza a desgranar su proyecto del Reino de Dios; desde la montaña, como un “nuevo Moisés” anima al pueblo con el ideal más alto y humano al que están llamados sus seguidores si quieren construir y/o formar parte del Reino. Es el programa de vida de todo discípulo y discípula.

Es muy interesante que Jesús no empieza dando una serie de mandamientos ni normas a cumplir, sino que alaba, declara felices (makarioi) a gente inesperada... Jesús sorprende, descoloca, invierte los valores convencionales de la sociedad de su época y de la nuestra también. Es un discurso muy humano.

En nuestra lengua tenemos varias traducciones de la primera bienaventuranza, es un detalle a tener en cuenta: “pobres de espíritu”, “alma de pobres”, “pobres de corazón”, “pobres en espíritu”, “espíritu del pobre”… El texto original tiene todas estas posibilidades y esto nos debe invitar a pensar y reflexionar, orar y escudriñar la Palabra que nos es dada. ¡El significado es inagotable!

Jesús declara “felices” a aquellos que son marginados, olvidados, dejados de lado, ignorados, desechados, maltratados, excluidos, etc. Sabemos que el pobre real de la época de Jesús habría conocido muy poco de la felicidad. Hoy también. Al pobre no le queda otra salida que poner su confianza en Dios, su único auxilio, ya que este mundo normalmente no le tiene en cuenta. Tener espíritu de pobre o un alma de pobre es una actitud vital de abandono y confianza en Dios, Padre y Madre que cuida de sus hijos, aunque, muchas veces, la evidencia diga lo contrario (en griego ptojói, tiene un significado preciso, rico, pero no ambiguo, los que no tienen nada, equivalente a mendigos).

El pobre es el manso y sufrido, es también el que llora; el que tiene hambre y sed de justicia; es el que tiene misericordia y compasivamente se relaciona con el otro; es también el que tiene su corazón limpiado por las lágrimas del sufrimiento y del dolor, propios o ajenos; es el que trabaja por la paz entre todos sus hermanos y hermanas. El pobre es el perseguido por este mundo que no tiene aprecio por quien reclama y exige un poco de justicia en su barrio, su ciudad o su país. Todas estas características están presentes en el pobre real y en aquellos que tienen alma de pobres. ¿Cómo vemos a los pobres de nuestra sociedad?, ¿Cómo vemos al que llora, al que lucha por la justicia, al que es compasivo, a los que trabajan por la paz? ¿Conocemos gente así? Están con nosotros… y si queremos ser discípulos y discípulas de Jesús, debemos aprender de ellos…

Vivir las bienaventuranzas es un desafío fuerte y actual para mí, hoy, en este momento.

Vivir el Evangelio en su radicalidad exige de mí, encarnar estas cualidades en mi vida, y esto puede traer problemas, persecuciones, calumnias y difamaciones de todo tipo.

Querer ser un poco más humanos en esta sociedad tan deshumanizada y deshumanizante tiene su precio… ¿estoy dispuesto/a?

Alégrense y regocíjense: una Iglesia compasiva que busca ser bienaventurada

Vivir la santidad no es otra cosa que encarnar en nosotros las bienaventuranzas de Jesús, no nos compliquemos con cosas, normas, estructuras caducas, etc., que solo dificultan el anuncio de la Buena Nueva en el mundo de hoy. Nuestra Iglesia necesita hoy más que nunca mostrarse compasiva, misericordiosa, acogedora y alegre, que busca la felicidad y el regocijo de todos sus hijos e hijas. Una Iglesia que se embarra por rescatar y acompañar a sus hijos; una comunidad que sufre y llora con las injusticias de este mundo y busca incansablemente la paz, entre todos sus miembros, y no genera divisiones por motivos secundarios e intrascendentes, es una iglesia que vive las bienaventuranzas. Una Iglesia que acoge con caridad a los pobres, perseguidos, afligidos, sufridos, mansos, humildes, constructores de paz y que no persiga a sus mismos hijos…esa es la Iglesia declarada “Bienaventurada”. ¿Estás dispuesto/a un proceso de conversión en el cual el Señor invierta tus valores y te regale un corazón de pobre?

Las bienaventuranzas de Jesús son humanas, demasiado humanas, quizás por eso se nos complica tanto. No habla de fe, de mandamientos, de normas ni disciplinas; esto es un aspecto central que merece nuestra reflexión más atenta… Algunos autores afirman que la santidad es humanidad, es decir, a más santidad más humanidad. Si la santidad es directamente proporcional a la humanidad, entonces ¿cómo estamos? ¿Somos más humanos/as después de cada Eucaristía, cada día, cada semana, cada año? Recordemos la promesa que se hace realidad aquí y ahora pero que será plenificada algún día: la recompensa será grande en los cielos…


ESTUDIO BÍBLICO

Saber ser hijos de Dios como programa de santidad

La liturgia de este día nos brinda la celebración de una de las fiestas más populares y entrañables: la festividad de todos los Santos y, a la vez, la ocasión para reconsiderar nuestra vida cristiana mirando hacia adelante, hacia el final de la historia de cada uno y de la humanidad.

Iª Lectura: Apocalipsis (7,2-4.9-14):El canto de los redimidos

I.1. En la primera lectura, en dos visiones, se nos muestra la apertura del misterio de la historia con la visión del ángel que trae el sello para guardar a aquellos que deben ser liberados de la destrucción. El libro del Apocalipsis, como sucede en la literatura de este tipo, literatura religiosa por excelencia, pero radicalmente mítica, necesita ser interpretado con la riqueza de los símbolos. Este tipo de literatura se produce en tiempos de crisis y debemos estar atentos a no confundir simbolismo con realidad. El sello sobre los siervos de Dios sella su pertenencia a El y, por lo mismo, la garantía de ser salvados.- La visión de la multitud inmensa, incontable, es un paso más en este simbolismo y probablemente propone algo que se relaciona con las diferencias entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la antigua y la nueva Alianza. Por eso se dice que, si en la primera visión se habla 144.000, era para hablar del pueblo de la Antigua Alianza, mientras que el “número incontable” representa al nuevo pueblo de Dios que ha ganado Cristo, el Cordero sacrificado, con su sangre. Los ángeles, los mensajeros de Dios, realizan sus planes del juicio y de salvación. Por eso, cuatro de ellos están en los cuatro puntos cardinales, dispuestos a desencadenar los vientos que destruyan el mal de la historia; pero de Oriente llega otro mensajero (donde nace el Sol: Dios), que trae la gran noticia, de que antes deben poner un señal en las puertas como sucedió a los israelitas en el momento de la Pascua de Egipto. Estamos, pues, ante una famosa liturgia Pascual, del día del Señor, en la que el autor nos ha querido situar al principio de su obra.

I.2. En el texto se nos quiere hablar de mártires, pero también de todos aquellos que han pasado por la tribulación de la historia, se han lavado en el bautismo, en nombre de Jesucristo, en el misterio Pascual...y están ante el trono de Dios. Las palmas, en la antigüedad, son signo de los vencedores. Y, aunque pudiera centrarse en los que han sido martirizados y han vencido por el martirio, no se puede pensar que todos son mártires. Por eso, más bien se trata de una palma para alabar a Dios y a Cristo que son los auténticos vencedores de la historia. El tema que se propone es el de la salvación (aparece aquí y en Ap 12,10 y 19,1). Se insinúa algo de los Salmos 118,25, 3,9. El sentido es que Dios ha liberado a los hombres del poder del mal, representado en el Imperio, como Satanás y como la gran prostituta en las otras dos citas que hemos mencionado. La victoria, pues, de los hombres y de los mártires pertenece muy especialmente al Cordero, quien ha dado su vida precisamente para que sea vencido el poder de los hombres que engendra el odio y la muerte.

I.3. Pero la “palma” se la lleva el himno que es una confesión de fe: la salvación se debe a Dios y al Cordero. La salvación, la liberación... no dependen de los hombres, sino que es una gracia de Dios que ellos han acogido y se han mantenido fieles a la fuerza salvífica del amor crucificado, de la Pascua. Por eso lo proclaman en la liturgia celeste. Y entonces, toda la asamblea celeste (ángeles, ancianos y vivientes), se prosternan ante Dios y lo adoran cantando: Amen… Bendición y gloria, sabiduría y acción de gracias, honor, poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amen (v. 12). Los que han muerto fieles a Dios y a Cristo, bien en el martirio, bien en su fidelidad a la fe cristiana centrada en el misterio Pascual, han pasado por la tribulación de la historia, donde reina el poder del mal. Pero ahora gozan de la fidelidad eterna, aunque hayan pasado por la muerte. Lavar sus vestiduras en la sangre del Cordero es una teología bautismal, también eucarística, inspirada en algunos textos del AT (Ex 19,10.14).

I.4. La muerte y la resurrección de Cristo son el punto clave de la teología del bautismo y de la eucaristía. La imagen que se ha escogido para expresar la felicidad es que están ante el trono: y Dios los cobija en su tienda, la shekiná, la presencia de Dios, como Jn 1,14 había escogido para expresar el misterio de la encarnación. Ahora es cuando se cumple la profecía del Enmanuel verdaderamente, porque Dios estará con los resucitados para siempre. No tendrán más hambre, ni tendrán más sed: expresiones de debilidad, de necesidad; ni caerá sobre ellos el sol, como si estuvieran en el desierto, porque Dios mismo es la razón de su existencia. Y Cristo, el Cordero, será el que apaciente a su pueblo, será pastor siendo Cordero, para llevarlos a las fuentes de agua viva. Efectivamente, los vv. 15-17 son las imágenes escogidas por el autor del Ap para hablar de la vida futura, escatológica, de la victoria sobre la muerte según muchas expresiones que podemos encontrar en los textos del AT (v.g. Is 25, 8) y de la teología joánica (Jn 4,14; 7,38), que son las fuentes de la revelación.

IIª Lectura: Iª de Juan (3,1-3): La imagen de hijos de Dios

II.1. Este texto es una teología sobre la vida cristiana que se representa bajo la imagen y la experiencia de “ser hijos de Dios”. Se trata de una alta teología como corresponde al círculo de las comunidades cristianas de Juan, tanto del evangelio como de las cartas. Y en este marco teológico deberíamos pensar que, precisamente el misterio de la santidad que hoy se celebra hace referencia directa a que lo más importante de la vida cristiana es ser, y no perder, la imagen de hijos de Dios.

II.2. Si el título cristológico más coherente de la teología joánica, justamente, es lo que afecta a la filiación divina de Jesús, también para sus seguidores debe existir una posibilidad de vivir en el ámbito de las relaciones entre el Padre y el Hijo. Por ello se dice que seremos semejantes a Él. Muchos santos ,desconocidos para nosotros, lo son porque han sabido guardar sencillamente la imagen de hijos de Dios en sus vidas. Por eso, la expresión “veremos a Dios tal cual es” viene a ser una de las afirmaciones más teológicas. El misterio de Dios se hará luz y “hijos de Dios” no tendremos miedo de contemplar el “rostro” de Dios, la intimidad de Dios, la misericordia de Dios. Para eso se nos ha creado y para eso hemos nacido. ¡Vivamos con esperanza!

Evangelio: Mateo (5,1-12): Las opciones del Reino

III.1. El evangelio de esta fiesta es ya proverbial; se trata de las bienaventuranzas de Mateo, cuyo texto, además, tiene la solemnidad de una proclamación, sobre un monte (de ahí el Sermón de la Montaña en que está contextualizado), y para toda la multitud, como sería la multitud incontable del texto de Apocalipsis ( primera lectura). Es la carta magna del discipulado, de la vida cristiana, del seguimiento de Jesús, de la salvación futura. Las bienaventuranzas son creativas, no cuantitativas. Son los puntos más determinantes con los cuales Jesús ha pretendido una nueva humanidad, un nuevo pueblo. No se trata de proponer algo exótico, mágico o taumatúrgico, sino algo bien humano. No obstante, es verdad que se plantea un auténtico esfuerzo por conquistar la gloria, la libertad y la paz. Se propone la pobreza que libera el corazón de muchas ataduras, la misericordia que introduce en las relaciones humanas la benevolencia y el perdón, la limpieza de corazón para juzgar y ser juzgados, la lucha por la justicia, porque Dios es justo. Se proclaman bienaventurados por haber elegido lo que el mundo no elige, simplemente porque odia; por haberse decidido por el sentido mejor de la vida. Se trata de una posibilidad de santidad que se debe vivir ya desde ahora, aquí en nuestra historia; no queda para después de que todo haya acabado.

III.2. Se ha insistido mucho en los aspectos literarios y exegéticos de las bienaventuranzas de Mateo (5,1-12) y de Lucas (6,20-22) sobre el tenor original, es decir, aquellas que están más cerca de las palabras de Jesús. Sin duda, todo tiene su sentido, pero quedan muchas preguntas sobre la mesa, porque se permiten diferentes interpretaciones. El texto original que se tomó del texto de Q (sea simplemente Documento o Evangelio como algunos defienden hoy) podría estar bien representado en Lucas, pero no es algo absoluto. Sabemos que las bienaventuranzas tienen un ámbito muy coherente en la literatura sapiencial, la que enseña a vivir, a comportarse, a elegir lo que da o no da sentido a la vida. La propuesta de Jesús, por lo tanto, no está lejos de este contexto sapiencial: con las bienaventuranzas Jesús quiere proclamar el Reino de Dios y quiere enseñar a vivir en ese Reino al que dedica su vida. Son expresiones que nos muestran a un Jesús “profeta escatológico” (no necesariamente apocalíptico), que quería anunciar lo que debería cambiar esta historia.

III.3. Algunos especialistas han hecho una traducción sobre las bienaventuranzas en las que siempre es determinante el verbo “elegir”. Considero que puede ser discutible, pero es esclarecedor. Eso significa que proclamar bienaventurado (makários) a alguien no es porque sí, por su cara bonita, porque es un desgraciado o porque es o ha nacido en esta o aquella situación. En las bienaventuranzas, por su tono sapiencial, son muy importante las opciones: elegir ser pobre y no rico en este mundo; elegir la justicia y no otra cosa; elegir la paz. Aquí están representados los valores del reino, los valores de la vida ante Dios. Esto, independientemente de las bienaventuranzas auténticas de Jesús o las añadidas por la tradición catequética de la comunidad de Mateo. Es verdad que el término “elegir” no está en el texto, pero lo implica necesariamente. ¿Por qué? Porque no se trata de una proclamación sin contar con la voluntad soberana del hombre que vive y hace la historia.
III.4. Un factor muy importante de lectura e interpretación sería hacer el intento de traducir a un lenguaje de hoy el texto de las bienaventuranzas; teniendo en cuenta ese sentido sapiencial del que hemos hablado y esa “opción” o “elección” que hemos planteado como necesaria. Debemos conservar las palabras del evangelio, de Mateo o de Lucas, si es posible en su tenor y en su sentido original. Pero hoy debemos enriquecer nuestra comprensión de las mismas con el “espíritu” que emana de ellas. Es como cuando hemos vivido y atravesado un puente romano durante todo la vida, pero ahora, sin destruir ese puente, porque la ciudad ha crecido, hacemos uno nuevo, con tecnología punta. Subsisten los dos, pero quizás por el romano no pueden pasar todos los vehículos pesados de hoy. Los limpios de corazón, por ejemplo, son dichosos porque están abiertos a los demás y los valoran como hijos de Dios. Es decir, seamos creativos y proféticos al interpretar las bienaventuranzas del Reino. (Fray Miguel de Burgos Núñez O. P.).


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