domingo, 24 de enero de 2016

DOMINGO 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Tus palabras, Señor, son espíritu y vida”

 “El pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la ley”. ¿Por qué lloraba al escuchar tales palabras?; ¿lloraban, acaso, por el temor infundido por palabras duras y amenazadoras?; ¿lloraban, tal vez, llevados por la emoción suscitada por palabras melifluas y sentimentales? ¿Podría, en cualquiera de estos casos, decirse de estas palabras que son espíritu y vida? ¿En qué condiciones son las palabras de la escritura espíritu y vida?

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

En esta fiesta popular la Palabra de Dios tiene un lugar central. Y para que todos puedan acceder al mensaje, la lectura está acompañada de una interpretación. Porque la Biblia no puede entenderse nunca en forma literal, sino que hay que leerla desde una búsqueda dé sentido para el tiempo presente.

Lectura del libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo –porque estaba más alto que todos– y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén! ¡Amén!”. Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”.
Palabra de Dios.
SALMO

Sal 18, 8-10. 15

R. Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida.

La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.

¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor! R.

II LECTURA

Una de las características del Cuerpo que nos plantea Pablo es la solidaridad con el otro, tanto en el dolor como en la alegría. Y esto es porque no podemos ser ajenos a lo que les pasa a nuestros hermanos, encerrándonos en nuestros individualismos.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 12, 12-30

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: “Como no soy mano, no formo parte del cuerpo”, ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: “Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo”, ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”. Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembro de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de sanar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?
Palabra de Dios.
O más breve  1Cor 12, 12-14. 27

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo.
Palabra de Dios.

ALELUYA         Lc 4, 18

Aleluya. El Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.

EVANGELIO

 “Cristo sigue viviente gracias al Espíritu. ‘El Espíritu sobre mí, esto se cumple hoy, comienza la era del cristianismo, aquí comienza una fase de historia que es ya la plenitud de los tiempos’. El Espíritu Dios, se ha hecho espíritu también del hombre que lo quiera recibir” (Beato O. Romero, 27/1/1980).

✜ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas de ellos y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El relato de Nehemías nos da cuenta de un momento crucial en la vida del pueblo israelita. Tras la experiencia de la destrucción de Jerusalén y los cuarenta años del exilio en Babilonia, ha regresado a su tierra, a reconstruir Jerusalén, sus murallas, su Templo, su nación, sus vidas. E Israel se pregunta por qué ha sucedido la dura experiencia que ha pasado. La Ley que proclama Esdrás es la respuesta a esta pregunta: el pueblo ha desoído los mandatos que Dios dio a sus padres y la maldición se ha cumplido: “Mira: Yo pongo hoy ante vosotros bendición y maldición. Bendición si escucháis los mandamientos de Yahvé vuestro Dios que yo os prescribo hoy, maldición si desoís los mandamientos de Yahvé vuestro Dios, si os apartáis del camino que yo os prescribo hoy” (Dt 11,26-28). El pueblo, ahora consciente, llora arrepentido.

Pero en la misma Ley proclamada también se encuentra la respuesta a estas lágrimas, a este arrepentimiento: “Cuando estés angustiado y te alcancen todas estas palabras, al fin de los tiempos, te volverás a Yahvé tu Dios y escucharás su voz; porque Yahvé tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te destruirá, y no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres” (Dt 4, 30-31). En realidad, esta renovación de la Alianza instituida en la lectura de la Ley es el nacimiento real del judaísmo, fundado en la observancia de la Ley y en la separación: un judaísmo a la vez religión e identidad nacional, que hace de los judíos un pueblo separado y riguroso.

Los discípulos de Jesús en el naciente cristianismo también experimentan dificultades: conflictos internos y presiones externas. Dos graves problemas internos desafían a la comunidad de Lucas. Por una parte, el conflicto entre los miembros de origen judío y los miembros de origen pagano, teniendo de por medio la ley que aún vivían los judíos. Por otra parte, la división social entre ricos y pobres en el seno de la comunidad, impide la comunión fraterna. Desde el exterior, persecuciones. Ante estas realidades, ¿tiene sentido seguir siendo cristiano? El relato de Lucas, nuevo Esdrás, pretende también dar respuesta a estas inquietudes que amenazan la misma existencia de la Iglesia. Un relato que, como nueva ley fundante, establezca los cimientos sólidos sobre los que construir la nueva comunidad cristiana. La elección del texto de Isaías al comienzo de este relato (recuérdese que el Evangelio de la Infancia es una interpolación posterior) responde a este objetivo:

El escoger un texto de la tradición judía recuerda la raíz judía, el enraizamiento de la Iglesia en las promesas de Dios, en una buena noticia. Por su parte, la referencia a los ciegos apoya como miembros de pleno derecho a los que proceden del paganismo, aquellos que no veían. La referencia a los pobres resuelve el conflicto social desde una preferencia de Dios por los débiles. La libertad anunciada es una llamada a la esperanza ante toda persecución. La omisión de verso de Isaías “día de la venganza”, terminando en “año de gracia”, proclama que la salvación de Dios es universal: para judíos, para paganos, para ricos, para pobres, también para los mismos que atacan a la comunidad. Donde la enseñanza de Esdrás cerraba la salvación a Israel, la enseñanza de Lucas abre la salvación de Dios a todos.

La enseñanza de Esdrás mantenía la maldición ante el incumplimiento de la Ley que expresaba el rechazo a Yahvé. ¿Qué ocurre en la enseñanza de Lucas? En esta enseñanza, ni siquiera tiene sentido, pues esta Ley es Espíritu, Palabra encarnada, vida en el mismo Espíritu de Dios, ley hecha vida en la carne. Primero en Jesús: él es la Ley encarnada, el criterio firme. Desde Él, la comunidad cristiana, construida en ese mismo Espíritu. La carta a los Corintios de Pablo recuerda estos mismos criterios de construcción de la vida de la comunidad cristiana, en la multiforme expresión del Espíritu en sus miembros.

Jesús pudo decir: “Hoy se cumple esta escritura”, porque en efecto, en él, los pobres sonrieron, los ciegos vieron, los esclavos fueron liberados: la gracia llegó a los hombres que compartieron su vida con él. Hoy seguimos anunciando a Jesús como la Ley de la gracia, anunciamos la buena nueva a los pobres en Jesús, la luz en Jesús a los que no creen, la libertad en Cristo, a los esclavos de nuestro tiempo; pero eso no basta para que nosotros, los que hoy portamos el Espíritu, podamos decir que “hoy se cumple esta escritura de Lucas que proclamamos”. No basta anunciar; hay que realizar lo anunciado, como Jesús. Si no, ¿para qué somos portadores del Espíritu? Si esas palabras no se hacen vida, hacemos mentiroso al Espíritu.


ESTUDIO BÍBLICO

El Evangelio: Una Buena Noticia de Salvación

Iª Lectura: Nehemías (8,1-10): La identidad de un pueblo en la Ley

I.1. La primera lectura está tomada del libro de Nehemías (8,1ss) y se quiere poner de manifiesto que cinco siglos antes el escriba Esdras había inaugurado la praxis de leer la Palabra de Dios, en esta caso la Torah (el Pentateuco), que es lo que le dio identidad a este pueblo después del destierro de Babilonia. Este es un dato incontrovertible, el pueblo de Israel tiene su identidad en la fidelidad a la Torah y de ahí nacerá el judaísmo como religión que llegará a nuestros días. Es solamente después del destierro de Babilonia cuando se puede hablar de la Torah como elemento determinante. Ni siquiera en tiempos de Josías, con su reforma y el descubrimiento del libro del Deuteronomio en el templo podíamos hablar de que ya existiera.

I.2. Es esto lo que ha creado el tópico de la “religión del libro” en el judaísmo que tiene su parte de verdad, aunque requiere sus matices. En el fondo, la descripción de la lectura de hoy es propia de una época que quiere exaltar un momento determinado. De hecho, si los sacrificios y holocaustos fueron muy importantes en la religión de Israel, la lectura y meditación de la Ley va a convertirse en el primer elemento de identidad de un buen judío. Esto sigue siendo hoy determinante. Y debemos decir que es una aportación religioso-cultural del judaísmo que tiene un gran valor. Es la espiritualización de una religión, donde ya no se ven de igual manera los sacrificios de animales, aunque se seguirá practicando hasta la destrucción de templo de Jerusalén por los romanos en el a. 70 de la C. E. Pero la identidad del nuevo pueblo no radica en la Ley, sino en el evangelio de Jesucristo, que es más liberador y más humano. Los cristianos leeremos el evangelio como identidad, no la Torah, porque entre una cosa y otra existe una diferencia profética.

IIª Lectura: 1Corintios (12,12-30): La diversidad vivida en comunión

II.1. La lectura segunda, vuelve sobre la 1ª Carta a los Corintios como relato continuo que se va a ir desmenuzando estos domingos. Para explicar la distribución de los dones y la necesidad de un buen funcionamiento de los diversos servicios y ministerios, recurre a un símil: la Iglesia, la comunidad, es como el cuerpo (sôma) humano, organismo que no puede subsistir mas que gracias a la diversidad de sus órganos y de sus funciones, y que a pesar de su multiplicidad, es una unidad inquebrantable en razón de sus misma diversidad: ¿quien quisiera estar sin manos, o sin pies, o sin ojos, o sin oído? Pues de la misma manera sucede con el cuerpo de Cristo, con la comunidad cristiana. La fuerza de su argumentación sobre la metáfora del cuerpo no es otra que la unidad y la pluralidad. Pues lo que sucede en el cuerpo, dice Pablo, “así es también en Cristo” para dar a entender la unión entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia debe estar en Cristo y es su “cuerpo”.

II.2. Unos valdrán más que otros; unos pueden estar más preparados que otros; algunos gozar de una mayor dignidad; pero todos unidos forman la unidad del cuerpo de Cristo. Eso significa que en la Iglesia no podemos prescindir de nadie. Porque, como en el cuerpo humano, si un miembro sufre, todos sufren y todos nos necesitamos. Ese pluralismo en la unidad –que no uniformidad-, debe ser tenido muy en cuenta a la hora de saber vivir la experiencia cristiana en la Iglesia. El “vosotros sois el cuerpo de Cristo” es una afirmación que tiene su sentido en el contexto en que está hablando Pablo: los distintos carismas, servicios y actuaciones en la Iglesia. Esto, a su vez significa que el papel que cada uno juegue en la comunidad cristiana no es para sentirse superior a otros. La pluralidad se cura en la unidad, sin llegar a ser unificación de vida o de ideas; y la pluralidad se cura, como veremos en otro momento (1Cor 13), con la caridad.

Evangelio: Lucas (1, 1-4; 4, 14-21): La fuerza liberadora del evangelio

III.1. La lectura del evangelio se introduce con un prólogo (Lc 1,1-4) en el que el evangelista expone el método que ha seguido para componer su obra: ha usado tradiciones vivas, orales y escritas, e incluso, sabemos hoy, que ha usado el evangelio de Marcos como fuente. No quiere decir que lo siga al pie de la letra aunque, en grandes bloques, le sirve como estructura. Lo que sí está claro es que Lucas, con su mentalidad occidental, cuidadosa, historicista (en lo que cabe en aquella época) se ha informado cuanto ha podido para escribir sobre Jesús de Nazaret. No obstante, su obra no es la “historia de Jesús”, una historia más, sino que, como en el caso de Marcos, es el evangelio, la buena noticia de Jesús lo que importa. Por eso, en realidad, la lectura del evangelio tiene su fuerza en el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado (Lc 4, 14-21), después de presentarlo como itinerante en la sinagogas de Galilea, donde se comenzó a escuchar esa buena noticia para todos los hombres.

III.2. Es ya significativo que el evangelio no se origina, no aparece en Jerusalén, sino en el territorio que, como Galilea, tenía fama de influencias paganas y poco religiosas, de acuerdo con las estrictas normas de Jerusalén. De ahí el dicho popular: “y todo comenzó en Galilea”. Lucas, no obstante, concederá mucha importancia al momento en que Jesús decide ir hacia la capital del judaísmo, (9,51ss) ya que un profeta no puede evitar Jerusalén. Y Lucas es absolutamente consciente que Jesús es el profeta definitivo de la historia de la humanidad. Así nos lo presenta, pues, en ese episodio de la sinagoga del evangelio de hoy: dando la gran noticia de un tiempo nuevo, de un tiempo definitivo en que aquellos que estaban excluidos del mensaje salvífico de Dios, son en realidad los primeros beneficiarios de esa buena nueva.

III.3. El relato de la sinagoga de Nazaret, lo que leemos hoy (4,14-21) es una construcción muy particular de Lucas; una de las escenas programáticas del tercer evangelista que quiere marcar pautas bien definidas de quién es Jesús y lo que vino a hacer entre los hombres. Eso no quiere decir que la escena no sea histórica, pero está retocada por activa y por pasiva por nuestro autor para lograr sus objetivos. Es el programa del profeta de Galilea que viene a su pueblo, Nazaret y desde la sinagoga, lugar de la proclamación de la palabra de Dios, lanzar un mensaje nuevo. Por ello, el mensaje que nos propone Lucas sobre lo que Jesús pudo decir en Nazaret y en las otras sinagogas se inspira en textos bien precisos (Is 61,1-2; 58,6) que hablan de la buena nueva para los ciegos, cojos, pobres, excluidos o condenados de cualquier raza o condición.

III.4. Resaltemos, pues, que el texto que se lee en la sinagoga,-el que le interesa citar a Lucas-, es un texto profético, aunque también se leía y proclamaba la Ley (había una lectura continua que se conoce como parashâh). El cristianismo, -no olvidemos la primera lectura de hoy-, encuentra su fuente de inspiración más en las palabras de los profetas que en las tradiciones jurídicas del Pentateuco (halaka). Esto no lo podemos ignorar a la hora de entender y actualizar un texto como este que Lucas ha construido sobre la predicación de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Jesús era un profeta y el pueblo lo veía como tal. Es eso lo que Lucas quiere subrayar en primer lugar y por eso ha “empalmado dos textos de Isaías para ajustar su mensaje liberador y de gracia.


III.5. Incluso se va más allá, ya que Jesús, como profeta definitivo, corrige las mismas experiencias de los profetas del Antiguo Testamento. En esos textos citados por Lucas se hace caso omiso de la ira de Dios contra aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel. Dios, pues, el Dios de Jesús, no ama a un pueblo excluyendo a los otros, sino que su proyecto es un proyecto universal de salvación para todos los hombres. Por eso su mensaje es evangelio, buena nueva. Así concluye el mensaje fundamental del evangelio de este domingo, aunque la escena es mucho más compleja y determinante (no obstante, la continuación de la misma se guarda como lectura evangélica para el próximo domingo). Lo importante está dicho: en Galilea, Jesús profeta, rompiendo el silencio de Nazaret, nos trae la buena nueva a todos los que la anhelamos, aunque seamos pecadores. Nadie está excluido de la salvación de Dios. (Fray Miguel de Burgos Núñez. O. P.).

No hay comentarios:

Publicar un comentario