domingo, 10 de enero de 2016

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR


BAUTISMO DEL SEÑOR

Hoy celebra la Iglesia la solemnidad del Bautismo de Jesús; es la cumbre del tiempo de Navidad. En este domingo se nos presenta todo el misterio que hemos celebrado en las diversas fiestas navideñas. Dios con nosotros y nosotros con Dios es la esencia de la Navidad ayer, hoy y siempre.

Dios está con nosotros, pero ¿estamos nosotros con Dios? Que Dios ha nacido para estar siempre con nosotros es evidente, pues lo ha dicho él mismo. Es el Emmanuel. La pregunta es si nosotros estamos o no estamos con Dios. En concreto, si nos dejamos guiar por Dios; si aceptamos su palabra, si nos sometemos a sus mandamientos y, sobre todo, si conocemos a Dios por experiencia y no sólo de oídas.

Es evidente que el mundo vive hoy como si Dios no existiera y hasta algunos cristianos se debaten en la confusión, pues no es fácil profesar la fe en la situación del mundo actual. Los gobiernos terrenos, cuya misión es proponer y aplicar al menos la ley natural, toleran y hasta legislan comportamientos contrarios a la razón, una vez perdido el mismo sentido del pecado. La situación es tan difícil que algunos son tentados de paralizarse o de pactar con el mal.

En este contexto, la fiesta de hoy nos presenta a Jesús, el enviado, comenzando su ministerio público. Y la Iglesia continúa esta misión de Cristo, evangelizando de nuevo el mundo en el que estamos, pues cuando se celebra el misterio de Jesús en la Santa Misa se proclama su muerte y resurrección a todos. Sin embargo, no olvidemos que la evangelización no es transmitir ideas, sino hacer posible el encuentro con una persona, Cristo, y poder gozar de la vida que él nos ha dado; pero esta misión sólo la realizan los enviados por Jesucristo que viven según la forma apostólica y combaten a favor del bien y en contra del mal. La evangelización la hacen los santos, no los maestros No se trata de medios exteriores, sino de vida interior.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta anuncia que se revelará la gloria del Señor. La gloria de Dios es su manifestación hacia la humanidad, y se muestra en su poder salvador. De diversas maneras, Dios mostró su gloria al pueblo de Israel, rescatándolo y haciendo una Alianza con él. Con la llegada de Jesús a nuestra tierra, Dios será plenamente glorificado, porque se manifestará su obra salvadora a toda la humanidad.

Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!”. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.

Sal 103, 1b-4. 24-25. 27-30

R. ¡Bendice al Señor, alma mía!

¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo. R.

Construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento. Usas como mensajeros a los vientos, y a los relámpagos, como ministros. R.

¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Allí está el mar, grande y dilatado, donde se agitan, en número incontable, animales grandes y pequeños. R.

Todos esperan de ti que les des la comida a su tiempo: se la das, y ellos la recogen; abres tu mano, y quedan saciados. R.

Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R.

II LECTURA

Dios viene a nuestro mundo. ¿Podremos seguir viviendo ignorando su presencia? La amorosa manifestación de Dios nos exige dejar el pecado y encaminarnos en una vida donde se haga patente la gracia.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hijo: La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 3, 16

Aleluya. “Viene uno que es más poderoso que yo”, dijo Juan Bautista; “él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Aleluya.

EVANGELIO

El bautismo de Jesús señala el comienzo de su ministerio público. Hasta ese momento, Jesús había llevado la vida anónima de un hombre de Nazaret. El bautismo es la manifestación de la gloria divina: nos presenta a la Santísima Trinidad y señala el momento a partir del cual Jesús comenzará a manifestarse como el Ungido que viene a realizar la salvación y a evangelizar a los pobres.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 3, 15-16. 21-22

Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Lo primero y más urgente ahora es evangelizar.

Heraldo de Jerusalén, súbete a un monte y anuncia: ha llegado vuestro Dios. El Señor ha venido y eres tú, soy yo, al quienes él busca. Como un pastor apacienta el rebaño, reúne a los corderos, fortalece a las ovejas débiles y cura a las heridas. Mirad, el Señor viene con poder y dará a cada uno su recompensa.
Evangelizar es mostrar cómo Jesús consuela a su pueblo, habla al corazón de Jerusalén. Jesús camina por nuestras calles, conversa en nuestras plazas. De este modo, se llegará a conocer a Jesús como el profeta, lleno del Espíritu Santo, nacido y enviado para nuestra salvación. Es tiempo de preparar en el desierto de nuestra vida un camino al Señor. Que la soberbia sea vencida y que triunfe la humildad.
Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres, maravillados, serán consolados. Éste es el fruto de la evangelización. Mirad con atención a Jesucristo, pues no se puede conocer la fuente de la bondad sin amarla. Contemplemos a Jesús como se contempla la Santa Eucaristía, hasta que se revele al propio corazón la gloria del Señor.

Se ha manifestado la gracia de Dios

Durante el tiempo de Navidad se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñando a renunciar a los deseos mundanos y a llevar una vida sobria, justa y piadosa. Jesucristo es el maestro que enseña la verdad e indica el camino de la vida eterna. Basta seguir sus huellas. La cuestión no es llenarnos de cosas, ocupar el tiempo, sino acoger al único que nos salva, Jesús.
El Señor ha llegado y permanece con nosotros para salvarnos mediante el bautismo de la regeneración en el Espíritu Santo. Por medio de nuestro Salvador Jesucristo seremos herederos de la vida eterna. Esperemos ahora su manifestación en la gloria y en el poder del gran Dios nuestro Salvador, Jesucristo, el cual nos redimió del pecado y volverá para llevarnos a la vida eterna.

Jesús y Juan el Bautista

El evangelio de hoy nos dice quién es Juan el Bautista y quién es Jesús. Juan el Bautista es el evangelizador, porque en el desierto conoció su misión y en medio de la gente la cumplió hasta el martirio. Juan el Bautista bautizaba en el Jordán y preparaba los caminos al Señor con la penitencia. Juan Bautista habló diciendo: Yo os bautizo con agua, pero está llegando otro, mayor que yo, que os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.

Mientras Jesús recibía el bautismo, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él y se oyó una voz poderosa del cielo, que dijo: “Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me complazco”. Jesús es el ungido, el Hijo de Dios, el amado, el predilecto, el que bautiza en Espíritu Santo y fuego. El bautismo de agua es el bautismo de penitencia; el bautismo en el Espíritu Santo es el bautismo que da la nueva vida mediante la fe y consume los pecados en el fuego divino mediante las obras de penitencia.

El bautismo de Cristo sucedió mientras Él rezaba. Detalle fundamental para advertir que la oración es fundamental en la vida de Cristo y en la vida de cada uno de nosotros. Sin oración se corre el riesgo de cansarnos y que todo siga igual. Sin oración no será posible hablar con unción y eficacia llevando la conversión a las personas que nos escuchen. Sin oración nuestra palabra saldrá de la boca, no del corazón.

Celebrar el bautismo de Cristo es hacer memoria también de nuestro bautismo y profesar de nuevo la fe, renovando el propósito de renunciar al pecado y de vivir de las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Estemos preparados para cuando vuelva Jesús. Pero para entonces ¿habrá fe en la tierra?


ESTUDIO BÍBLICO

Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.

Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones

I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40), cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías), es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia, que después se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42, 1-7) nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C.) como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que motivó este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva Alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.

IIª Lectura: Tito (2,11ss): la maravilla de la "gracia de Dios"

II.1. La lectura tomada de la carta a Tito es verdaderamente magistral y en ella se habla de la “gracia de Dios” como salvación de todos los hombres. Dios es nuestro Salvador, que ha manifestado su bondad y su ternura con los pecadores. Esta lectura pretende ser, en la liturgia de este domingo, como la forma práctica de entender qué es lo que supone el bautismo cristiano: un modo de entroncarnos en el proyecto salvífico de Dios; un acto para acogernos a la misericordia divina en nuestra existencia; un símbolo para expresar un proyecto de vida que se fundamenta en una vida justa y religiosa y no en la impiedad mundana; una opción por la salvación que viene de Dios, como gracia, como regalo, y no por nuestros méritos.

II.2. La teología de la gracia que se nos propone en esta segunda lectura de la fiesta del Bautismo de Jesús, pues, marca expresamente la dimensión que llama al hombre a la vida y a la felicidad verdadera. Quien se adhiere a la Palabra de Dios toma verdadera conciencia de ser su hijo. Si no somos capaces de vivir bajo esa conciencia de ser hijos de Dios, estamos expuestos a vivir sin identidad en nuestra existencia.

Evangelio. Lucas (3,15-16;21-22): Bautismo: ponerse en las manos de Dios

III.1. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de nuestra vida.

III.2. Es eso lo que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas, donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán, precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad.  No se duda en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús, porque es un bautismo de penitencia.

III.3. Jesús sale del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de “sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de la teología cristiana que quiere Lucas.


III.4. El bautismo de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración, desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús, como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada, su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como “bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar. 

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