domingo, 3 de septiembre de 2017

DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Me sedujiste Señor…”
  
Nos situamos en el XXII domingo del Tiempo Ordinario. La Palabra de Dios, siempre sugerente e interpelante, nos ofrece hoy un mensaje fuerte que apunta hacia la esencia del Evangelio y, por tanto, orienta nuestro seguimiento de Cristo.

           La clave es la Cruz. No se concibe seguimiento del Maestro sin “tomar la Cruz”. Es condición indispensable para transitar el camino de Jesús. Él nos devela hoy su significado: dar la vida, ser capaz de “darse” y “partirse” por amor. Para ello es necesario sentir la “seducción de Jesús”. Como Jeremías se siente seducido por Dios, así también el cristiano respecto de Jesús. Sólo desde esa “seducción” se puede entender su Evangelio y vivirlo con decisión.

           En definitiva, este domingo se nos pide un verdadero cambio de mentalidad, “renovación de la mente”, como dice Pablo a los romanos en la segunda lectura, para poder vivir con autenticidad, no a medias tintas, nuestra existencia cristiana.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

El profeta se ha jugado por entero. Las consecuencias han sido la burla, la irrisión, la contradicción y el rechazo, pero sostiene su postura porque no puede abandonar lo que ha elegido y para lo cual fue llamado. Su amor por Dios es pasión, fuego ardiente, y ni la más pertinaz oposición podrá apagarlo.

Lectura del libro de Jeremías 20, 7-9

¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: “¡Violencia, devastación!”. Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día. Entonces dije: “No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su nombre”. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.
Palabra de Dios.

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendecirá mientras viva y alzaré mis manos en tu nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

II LECTURA

En las antiguas religiones, se ofrecían animales como víctimas para dar culto a Dios. San Pablo afirma que se ha terminado el tiempo de hacer esos sacrificios. Unidos a Cristo, nuestra ofrenda es toda la existencia, todo lo cotidiano, donde celebramos la vida que Dios nos da.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 12, 1-2

Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios.

ALELUYA           Cf. Ef 1, 17-18

Aleluya. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluya.

EVANGELIO

Pedro representa aquí nuestro miedo a ser rechazados, a que se hable mal de nosotros, a que levanten falso testimonio, nos acusen y condenen. Ninguno de nosotros quiere eso. Jesús sabe que su fidelidad a Dios y a su reino traerá estas consecuencias. Está dispuesto a padecer todo eso para que el Reino sea una realidad. Por eso, a sus discípulos de ayer y de hoy, Jesús nos pone ante la disyuntiva. Correr estos riesgos es la única forma de ganar.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 16, 21-27

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”. Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Seducidos por Dios

La vida y misión del profeta Jeremías no fueron nada fáciles. Su ministerio profético se enmarca en un momento muy crítico de la historia de Israel. El pueblo, que desoye sistemáticamente el mensaje divino anunciado por el profeta, camina hacia la fatalidad del destierro. El profeta lo está avisando. Pero… todos contra Jeremías, convertido en “hazmerreir y burla”. No interesa su mensaje. La palabra divina se ha convertido en “oprobio y desprecio diario” para el profeta. Es tal su sufrimiento que piensa en callar, pero… ese mensaje era “fuego en sus entrañas”… Imposible silenciarlo, imposible sofocar ese fuego, fruto de la seducción de Dios… “me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”…La seducción implica atracción y enamoramiento…Y eso es lo que siente el profeta respecto a su Dios que lo ha escogido “antes de formarse en el seno materno”… Esa seducción es la que, lejos de abandonar su misión, le hace entregarse a ella con más fuerza.

Al igual que a Jeremías, Dios nos ha llamado con voz seductora, y por tanto irresistible, al seguimiento de su Hijo. Desde esa seducción, nosotros podemos vivir las implicaciones de dicho seguimiento, al igual que Jeremías su vocación profética. Nuestra vida cristiana no se construye desde nuestra simple voluntad, sino desde ese dejarse seducir permanentemente por el Dios que todo lo hace posible en nosotros con su gracia.

Sedientos de Dios

En conexión con esta seducción divina está el mensaje del Salmo Responsorial. Salmo 62. Desde la sed, realidad que expresa una necesidad imperiosa, el salmista habla de su necesidad de Dios: “mi alma está sedienta de ti”, “mi carne tiene ansia de ti”… Sin Dios, somos tierra reseca. Quien ha probado lo bueno que es el Señor no desea otro “agua viva” que no sea Él.

Sacrificio santo

Desde un lenguaje cultual, el Apóstol exhorta a los romanos a ser ofrenda, culto espiritual agradable a Dios. Cuerpo ofrecido, mente transformada, renovada, a punto siempre para discernir la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada. Nuestro ser referido a Dios, no a la mentalidad de este mundo. No buscándonos a nosotros mismos sino a Dios y su querer que revierte sin duda en nuestro bien.

¡Ponte detrás!

El apóstol Pedro, alegre por la confesión en Cesarea el domingo pasado, se lleva en el evangelio de hoy un gran chasco cuando, al escuchar el anuncio de la Pasión y tras ello increpar a Jesús, recibe de Él una severa pero importantísima respuesta. Ya Jesús le había señalado en dicha escena de Cesarea: “eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre sino mi Padre”… Hoy vemos que a esa confesión mesiánica le faltaba “renovación de la mente”. Por eso el apóstol es exhortado vehementemente a ponerse detrás, no delante de Jesús. Ser seguidores de Jesús implica ir detrás, nunca delante de Jesús, pues perdemos la ruta y el tiempo. El es el Camino. Al increpar a Jesús Pedro es como “Satanás”, se convierte en “adversario” de Jesús y estorbo para sus planes.

Jesús clarifica a todos el contenido de su mesianismo y por tanto advierte sobre las condiciones de su seguimiento: “negarse a sí mismo, tomar la Cruz, perder la vida por Él”. Nuestro éxito personal, el sentido de la vida y el camino a la plenitud no están en afincarnos en nosotros mismos, sino en abrir el horizonte limitado de nuestra vida a una entrega radical por amor. Perder la vida para “encontrarla de verdad”. Esa es la paradoja del seguimiento de Cristo. La Cruz es amor de verdad: el que duele, implica y compromete, el que nos convierte en ofrenda permanente.

El mesianismo de Jesús no es búsqueda de éxito personal, no es mesianismo humano, sino plenitud en el darse y partirse desde un “amar hasta el extremo”. Sin duda, hay que ponerse detrás… detrás de Jesús. Vivir así solo es posible con Él. Seducidos por Él caminamos en pos de Él, aprendiendo el arte de este Amar que nos hace bienaventurados y no nos deja vacíos, sino bien recompensados. Al final Pedro entendió, ¿y nosotros?...

ESTUDIO BÍBLICO.

I Lectura: Jeremías (20,7-9): la seducción de Dios

I.1. La I Lectura de este domingo es la última y más famosa "confesión" del profeta Jeremías. Los textos de las «confesiones» son verdaderamente reveladores de unas experiencias proféticas que determinan la psicología del hombre de Dios, que escucha la palabra en su interior y no puede resistirse a callar (el conjunto de las mismas es éste: Jr 11,18-23; 12,1-5; 15,10-21; 17,14-18; 18,18-23; 20,10-13.14-18). ¿Son palabra de Dios o sedimentación de un diálogo radical entre el profeta y Dios? Mucho se ha discutido sobre ello. Pero en el texto de nuestra lectura aparece la actitud provocativa de Dios que no le deja al profeta posibilidad de elegir: como una mujer violada por el que es más fuerte. Uno de los verbos más famosos del lenguaje profético "seducir" (patáh) está presente en esta confesión, que en el fondo, es un canto de amor inigualable a la "palabra de Dios". El profeta, confiesa, que él se dejó seducir.

I.2. ¿Es Dios un seductor de personas? No olvidemos que los seducidos son siempre enamorados, apasionados, fascinados. Todo esto sucede en la mente y en el corazón del profeta. En realidad, el profeta siente así a Dios: no puede resistirse. Pero por mucho que quisiera hablar de Dios, de su proyecto, de sus planes, el pueblo busca otros dioses y otros señores. En realidad es el profeta quien quiere seducir al pueblo con su Dios. El es el que lo tiene que vivir primeramente en su corazón y anunciarlo al pueblo; y no siempre es posible que lo entiendan y que lo acepten. La "palabra de Yahvé" lo ha herido, lo ha fecundado como a una madre y ya no puede olvidar el mensaje de Dios, el juicio radical, pero especialmente el amor que Dios tiene al pueblo.

I.3. Jeremías analiza aquí las consecuencias de su vocación: el profeta no tiene esa vocación por capricho, porque le guste, sino porque Dios se lo pide. Y el mensaje del profeta, que tiene que ver mucho con su vocación, no agrada a los que buscan otros dioses y otros señores más caprichosos. Dios, que aparentemente calla, es como un fuego devorador que inunda todo su ser. Es, desde luego, una experiencia psicológica, pero intensamente espiritual. Y así se fragua verdaderamente la "pasión" del profeta. Está herido de amor, seducido y quiere que todos sientan lo que él siente; pero es imposible. Los otros no se dejan vencer por el amor divino: quieren otras cosas, otros dioses, otras inmediateces. Por ello, pues, no matemos a los profetas que nos son enviados.

II Lectura: Romanos (12,1-2):El discernimiento cristiano

II.1. El apóstol Pablo, ahora, comienza lo que se llama la parte parenética (de praxis) de la carta a los Romanos, aquello que afecta al comportamiento de la vida cristiana, después de haber planteado a la comunidad de Roma la alta teología del la justificación, de la redención, de la gracia, del bautismo y de los dones espirituales. Esta exhortación se apoya en la misericordia de Dios (en este caso se usa el sustantivo oiktirmos), porque en toda la carta y especialmente en los cc. 9-11 se ha querido plantear la salvación de todos los hombres desde la misericordia divina. Dios no tiene otra razón para salvar a la humanidad que sus entrañas de misericordia. De la misma manera, las interpelaciones a la actuación cristiana están motivadas en que Dios ha sido y es misericordioso con nosotros.

II.2. Pide, primeramente, que dediquemos nuestra vida a Dios como ofrenda y sacrificio: ese debe ser el verdadero culto. Pide discernimiento en medio de este mundo. El cristiano debe vivir en este mundo y debe amarlo, porque es obra de Dios; pero debe tener la capacidad de discernimiento, que es algo interior, para no acomodarse a este mundo en lo que podamos encontrar de perverso e inhumano. Debemos actuar siempre, pues, tratando de discernir la voluntad de Dios. Cada uno desde su oficio, desde su misión en la vida, tiene que elegir los compromisos cristianos que revelan la voluntad de Dios. Ese es el verdadero culto que califica como razonable (logikos).

II.3. Se ha discutido mucho por qué Pablo ha usado este adjetivo, y no, en su caso, "espiritual" que sería más adecuado. Desde luego, el culto divino debe ser razonable, no ciego; ni puro sentimentalismo, ni demasiado estético: debe proceder de lo más valioso del hombre que es su inteligencia. Porque a veces los cultos, en el ámbito de lo religioso-popular, pueden tener mucho de irracional. El culto a Dios debe estar enraizado en una vida con sentido, hasta el punto de que eso es lo que debe transformar el mundo y la historia. Por tanto, el culto no aparece aquí simplemente como "adoración", ya que Dios no la necesita como la necesitan los "dioses" que no son nada. Pablo es sumamente razonable en su propuesta. El culto verdadero es hacer presente la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la felicidad de la humanidad.

Evangelio: Mateo (16,21-27): El seguimiento liberador de Jesús

III.1. El evangelio de hoy, de Mateo, es la continuación de lo que se nos narraba el domingo pasado sobre la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Las cosas cambian mucho desde aquella confesión de fe, aunque el texto del evangelio las presenta sin solución de continuidad. Jesús comienza a anunciar lo que le lleva a Jerusalén y la previsión de lo que allí ha de suceder, como le había sucedido a todos los profetas; como Jeremías, estaba decidido a proclamar la Palabra de Dios por encima de todas las cosas. Jesús ve claro, porque a un profeta como él no se le escapa nada, aunque la formulación de este anuncio de su pasión se haya formulado así, después de los acontecimientos.

III.2. Pedro, como los otros discípulos, no estaba de acuerdo con Jesús, porque un Mesías no debía sufrir, según lo que siempre se había enseñado en las tradiciones judías; eso desmontaba su visión mesiánica. Entonces recibe de Jesús uno de los reproches más duros que hay en el evangelio: el Señor quiere decirle que tiene la misma mentalidad de los hombres, de la teología de siempre, pero no piensa como Dios. Y entonces Jesús mirando a los que le siguen les habla de la cruz, de nuestra propia cruz, la de nuestra vida, la de nuestras miserias, que debemos saber llevarla, como él lleva su cruz de ser profeta del Reino hasta las última consecuencias. No es una llamada al sufrimiento ciego, sino al seguimiento verdadero, el que da identidad a los que no se acomodan a los criterios de este mundo.

III.3. Pedro quiere corregir al profeta con un mesianismo fácil, nacionalista, tradicional, religiosamente cómodo. Y Jesús le exige que se comporte como verdadero discípulo. La expresión "detrás -opísô- de mí, Satanás", (vendría a significa algo así como: “no estés detrás de mi como Satanás”) es decir, que no lleve la iniciativa de su vida. Es una expresión que se puede traducir con toda la energía de un rechazo: “¡Vete! y no vengas conmigo como si fueras Satanás”; “¡quítate de mi vista!”. Pero también ven algunos que el rechazo de Pedro “vete de mi vista” (hýpage: expresión semejante a la de las tentaciones Mt 4,10), estaría “compensado” en este texto con una invitación a ir detrás, a seguirle (el opísô moû). En la mentalidad de la época Satanás representa lo contrario del proyecto de Dios, el Reino, predicado por Jesús, que es, a su vez, causa de su vida y de su entrega.

III.4. Jesús, en nombre de Dios, quiere llevar la iniciativa de su vida, de su entrega y caminar hasta Jerusalén. Y eso es lo que pide también a sus discípulos: seguirle y que tomen la iniciativa de su propia vida (el texto dice, con razón, "su cruz"). No es la cruz de Jesús la que hay que llevar, sino nuestra propia cruz. Jesús está decidido a llevar la “cruz” del Reino de Dios como causa liberadora para el mundo. Pedro, y todos nosotros, estamos invitados a asumir “nuestra cruz” en este proceso de identificación con la vida y la causa de Jesús. El reproche a Pedro, como si sus ideas fueran las de Satanás, se explicitan en la expresión dialéctica “las cosas de Dios versus las cosas de los hombres” (tà toû theoû allà tà tôn anthôpôn). Porque Pedro, al rechazar la “pasión” de quien consideraba el Mesías, estaba mostrando los mismos intereses nacionalistas de la religiosidad judía de la época (esas son las ideas de los hombres). La cruz de Jesús era llevar a cabo la voluntad de Dios con todas sus consecuencias (esas son las cosas de Dios en el texto).

III.5. La identificación, en el texto, entre cruz y vida personal es indiscutible. La cruz es signo de lo ignominioso y de crueldad para los hombres. Pero desde una perspectiva de “martirio”, de radicalidad y de consecuencia de vida, la cruz es el signo de la libertad suprema. Lo fue para Jesús en su causa de Dios y de su Reino y los es para el cristiano en su opción evangélica y sus consecuencias de vida. Y muchas veces, nuestra vida, es una cruz, sin duda. Pero se ha de aseverar con firmeza que la vida cristiana no es estar llamados a "sacrificarse" tal como se entiende ordinariamente, sino a ser felices en nuestra propia vida, que es un don de Dios y como tal hay que aceptarla. Y si en esa vida no es oro todo lo que reluce, también hay que amarla y transformarla con decisión profética. No basta con afirmar que el discípulo está llamado a sacrificarse y martirizarse como ideal supremo, porque tampoco Jesús deseó y buscó su muerte en la cruz que le dieron, sino que le vino como consecuencia de una vida radicalmente de amor y de entrega a los demás. Pues de la misma manera deben ser sus discípulos. El ideal supremo es amar la vida como don de Dios y llevarla a plenitud. Pero por medio “está siempre Satanás” (expresión mítica, sin duda) que nos aleja del don de la vida verdadera. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





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