domingo, 24 de marzo de 2019

DOMINGO 3º DE CUARESMA




“El Señor es compasivo y misericordioso”

La segunda parte de la Cuaresma (domingos tercero, cuarto y quinto) cada uno de los Ciclos tiene un tono propio marcado por los Evangelios que se leen en ellos: el Ciclo A tiene un tono Bautismal (se inicia un proceso catecumenal que culmina con el bautismo en la noche de Pascua),  el Ciclo B incide más en el camino de la Cruz, y  el actual Ciclo C insiste en la necesidad de la conversión y por eso en los próximos domingos –el hijo pródigo y la adúltera- nos presentarán, desde distintas perspectivas, la misericordia de Dios y también la nuestra.

Las lecturas de este tercer domingo pate del éxodo realizado por el Dios que libera por mediación de Moisés (Ex 3,1-8ª.13-15) y este acontecimiento hace que la asamblea proclame con el salmo: “El Señor es compasivo y misericordioso” (Smo.102, 1b-4.6-8.11) San Pablo, en la segunda lectura, hace una explicación en tono espiritual de la primera lectura: “la vida cristiana es como un éxodo conducido por Cristo”. Por este motivo el Evangelio de Lucas (el evangelista de este Ciclo) nos hace una llamada urgente a la CONVERSIÓN.

La Cuaresma viene a ser como un signo sacramental de esta conversión. Es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, poniendo en práctica las clásicas armas que nuestra madre la Iglesia pone a nuestra disposición: el ayuno (encuentro con nosotros mismos), la oración (encuentro con Dios) y la limosna (encuentro con nuestros hermanos).


DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.
I LECTURA

El relato nos muestra un profundo encuentro con Dios de parte de Moisés. Un encuentro que lo lleva a dialogar, y a entrar dentro de sí mismo; que lo induce a encontrar su identidad y su misión y las dificultades que tendrá en esta aventura. Ya dejará de pastorear rebaños, para conducir a un pueblo hacia la libertad.

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a. 10 13-15

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: “Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?”. Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”, respondió él. Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”. Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”. Moisés dijo a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envió a ustedes”. Y continuó diciendo a Moisés: “Tú hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y así será invocado en todos los tiempos futuros”.
Palabra de Dios.
Salmo 102, 1-4. 6-8. 11

R. El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. R.

El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen. R.

II LECTURA

San Pablo nos alerta, nos advierte, que por el simple hecho de participar y pertenecer a Cristo no tenemos asegurado nada. Todo dependerá del cuidado y responsabilidad con que vivamos nuestra fe. Y ahí está la gran síntesis: “vivir la fe”. No se trata de creer sino de vivir lo que se cree.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 1-6. 10-12

Hermanos: No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!
Palabra de Dios.

Aclamación  Mt 4, 17

“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”, dice el Señor.

EVANGELIO

 “Los hechos dolorosos, tanto si son perpetrados por personas que pueden ser señaladas como culpables, como los que suceden por accidente o por causas naturales, no son castigos enviados por Dios como castigos por los pecados. Pero pueden servir como una advertencia de modo que todos saquen la conclusión de que si esto le sucedió a los que no tenían culpa, mucho peor será la suerte del que se empecina en el mal y no se convierte. ¡Por tanto, mientras estén a tiempo, que cambien de vida!

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Alguien ha dicho que la conversión es “ponerse de cara a Dios” para ver reflejada nuestra realidad de pecado y poder corregir el camino equivocado. Pero lo primero que necesitamos es saber quién es y cómo es el Dios en el que creemos. Este deseo de conocer de verdad a Dios nos viene dado  a través de lo que Dios ha manifestado al hombre a lo largo de la historia del Pueblo de Israel y a través de lo que Jesús nos reveló sobre su Padre Dios.

Antiguo éxodo

Hoy la primera lectura  nos cuenta cómo Dios se revela a Moisés y a través de él al pueblo judío, como “Yo soy el que Soy” y llegada la plenitud de los tiempos se nos revelará en Jesús como el Emmanuel “Dios con nosotros”. Este es un Dios que: “Ve, oye, escucha, conoce los sufrimientos de su pueblo”. No es un Dios lejano: “he bajado a librarlo, a sacarlo de esta tierra” Es el Dios que libera y ofrece un camino de verdadera libertad para vivir en otra tierra donde puedes ser tú mismo sin ningún signo de esclavitud.

Nuevo éxodo

Ese Dios que es “compasivo y misericordioso” es el que nos acompaña en este nuevo éxodo de la vida de todo cristiano y que San Pablo nos invita a caminar por ese camino que nos ayuda a encontrarnos con nosotros mimos (ayuno) para encontrarnos de verdad con Dios (oración) y con los hermanos (limosna), y nos conduce a la verdadera tierra que “mana leche y miel”, signos de la auténtica libertad que Dios quiere para nosotros.

Acontecimientos negativos

Jesús en los versículos del evangelio que leemos hoy nos indica por donde tiene que ir la fuerza de la conversión en nuestros días. Parte de unos acontecimientos que también se pueden dar entre nosotros en la actualidad. En nuestra sociedad española estamos viviendo acontecimientos muy duros para la verdadera convivencia serena y capaz de construir un mundo más pacífico y justo. La comunidad cristiana en esta Cuaresma del 2019,  tendríamos que dejarnos  iluminar por lo que hoy leemos en este fragmento del evangelio de Lucas.  A Jesús se le acercan “algunos” que le cuentan dos hechos ocurridos (la matanza que Pilato  realizó de algunos galileos que se habían sublevado , y la muerte de otros como consecuencia del derrumbe de la torre de Siloé). Jesús trata de hacerles comprender que estos acontecimientos no es ningún castigo de Dios y de  lo que se trata es hacer posible un cambio de actitud. Hay que saber hacer una lectura creyente de todo acontecimiento. Conviene preguntarse: ¿Qué nos quiere decir Dios con lo que acontece?. Resulta dura la expresión de Jesús: “si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. El intenta conseguir que  el auditorio  reaccione y se de cuenta que lo básico en el seguimiento es la conversión personal. Queda claro que no hay, netamente, buenos y malos; todos estamos necesitados de conversión; nadie puede decir que está libre de culpa.

Parábola de la higuera

La parábola de la higuera que no produce fruto, que Lucas narra a continuación, es para que todos los que lo oyen se la apliquen a sí mismos. La maldad no está solo en otros, sino también en uno mismo. Es importante darnos cuenta de la paciencia que Dios tiene con cada uno de nosotros. El Señor que es ”compasivo y misericordioso” se deja llevar de este sentimiento ante los que no dan fruto, ante los que damos una imagen de torpeza y lejanía de los designios de Dios.

El Señor sigue “bajando a liberar a su pueblo” y la Iglesia nos ofrece este “día de la salvación”. Aprovechemos estas circunstancias para convertirnos y dar frutos de buenas obras. Convertirse es dejarse llevar por Otro, hablar en su Nombre, continuar su Buena Noticia, dar la vida como El.

Está claro que el Dios revelado por Jesús no es vengativo, justiciero, castigador, sino todo lo contrario: es un Dios que nos ama, nos comprende, nos disculpa, nos perdona. Hace caso al viñador que le ruega: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto”.

Que la Palabra de Dios que hemos proclamado y la celebración de la Eucaristía nos den la fuerza necesaria para dar frutos de verdadera conversión.


ESTUDIO BÍBLICO.

Merece la pena convertirse al Dios de la salvación

I Lectura: Éxodo (3,1-15): Yahvé, el Dios que da su nombre al hombre

I.1. La lectura de Éxodo nos introduce en uno de los momentos más significativos de la historia del pueblo de Israel: la revelación de Dios a Moisés, para que éste comunicara al pueblo su decisión y su proyecto liberador. Es un episodio determinativo de ese pueblo, que ha definido siempre su vida en razón de su fe en el Dios, Yahvé, que lo sacó de la esclavitud de Egipto y le dio una tierra para que pudiera vivir en libertad. También es un episodio que, en el conjunto de las experiencias religiosas de la humanidad, marca un hito decisivo y original. Este capítulo, pues, prepara la gran narración de la liberación de Egipto, que es el momento culminante de las relaciones de Dios, Yahvé, con Moisés y con su pueblo.

I.2. El Dios, Yahvé -nombre misterioso, que puede tener muchos significados-, no se revela para dar a conocer un nombre extraño e impenetrable, sino porque ha escuchado el clamor de un pueblo en esclavitud y quiere comprometerse con los pueblos que viven esa opresión. Egipto, entonces, era una potencia impresionante, y sus dioses, los más magníficos del mundo. Sabemos que en el trasfondo de esta narración, que corresponde a la llamada tradición elohista, se apunta a la magia de conocer el nombre de la divinidad, que en las religiones ancestrales tenía un significado especial; quien conocía el nombre de la divinidad lo atrapaba de alguna manera. Podíamos señalar que en nuestro texto el nombre de Yahvé (el famoso tetagramaton divino, compuesto de cuatro letras yhwh, impronunciable para los judíos) tiene una raíz verbal, es decir, dinámica. No es, pues, una definición. Pero en Dios quien dice su nombre, quien se revela, quien descubre el misterio. No es un Dios egoísta de su nombre o de su esencia, al menos aquí. Es un Dios que se da: es el que hace existir, el que crea, el que desvela el misterio… pero eso no significa que ese Dios pueda ser manipulado por el hombre a su antojo. Ahora lo dice para poder conducir a Moisés desde la zarza ardiendo hasta la esclavitud de Egipto para liberar.

I.3. Por tanto el Dios, Yahvé, es un Dios que se da nombre a sí mismo, no lo ha descubierto el hombre escrito en un templo (y eso que los especialistas piensan que podía ser un dios local de Madián). No es ahora el momento de explicar en sus pormenores el origen del yahvismo como religión. En realidad es el que hace venir a la existencia lo que no existe; es quien da libertad a quien no la tiene; es quien libera de la esclavitud; es un Dios que se compromete en la historia, con los hombres y con los pueblos de la historia. Esta es la fuerza de la lectura de este domingo de Cuaresma. En las narraciones de la liberación de Egipto, y una de ellas es nuestra lectura, Israel nos trasmite una teología bien determinada: la experiencia que su Dios, Yahvé, se manifiesta como un Dios que no solo salva de las amenazas de los enemigos, sino que también viene en ayuda de las cosas más elementales de la vida: libertad, pan, paz y justicia. Por eso Israel aprenderá en esta teología a identificar el “pan de la vida” con el “pan de la salvación”. Todo eso es lo que significa esta revelación de Yahvé a Moisés.

II Lectura: I Corintios (10,1-12): El pasado se revive, se actualiza

II.1. Pablo, que había comenzado una polémica sobre la carne sacrificada a los ídolos (1Cor 8,1), comienza aquí (1Cor 10,1) un nuevo período de reflexión para llevar a sus últimas consecuencias cómo tienen que comportarse frente a la idolatría. Para ello se ha valido de un proceso exegético, que se llama midrash, una actualización de un texto del AT, en este caso la epopeya del éxodo; en realidad son varios textos los que Pablo comenta y actualiza (Ex 13,20-22; Ex 14,19; Sal 104,39). Entiende que todo aquello fue un “bautismo” para renacer como pueblo en la libertad que Dios le ofrecía. Pero no todos los vivieron así, sino que murmuraron contra Moisés y contra Dios. El desierto era duro, es verdad; pero la libertad siempre debe tener un precio.

II.2. Todo eso era un anticipo, un “tipos” para lo que ahora deben vivir los cristianos. Ahora Pablo intenta sacar las consecuencias parenéticas para la comunidad de Corinto que de nuevo, como el pueblo en desierto, no está lejos de ciertas actitudes idolátricas. La tipología es un ejemplo para que aprendamos, quiere decir Pablo, porque algunos pueden ir a banquetes paganos y comer de algo que se ha consagrado a los ídolos. Esta es una tentación constante en todos los procesos religiosos. Una lectura actual ya no podría referirse a un problema de carnes y participaciones en banquetes sagrados, sino en otros banquetes de poder y de gloria que pueden robar la identidad cristiana.

Evangelio: Lucas (13,1-9): Vivir con sentido siempre

III.1. El evangelio de Lucas viene hoy a hacer una llamada a la fidelidad de ese Dios salvador de la historia, que se ha jugado todo su prestigio y toda su divinidad con el pueblo. Se narran dos episodios de acontecimientos que ocurrieron, muy probablemente en tiempos de Jesús: unos galileos que el Prefecto romano mandó masacrar mientras ofrecían un sacrificio. Algunos apuntan a la sospecha de tipo político que tenían que ver con el terrorismo zelote, pero no es fácilmente aceptable esta tesis. Sí es importante el dato de que ocurrió mientras ofrecían un sacrificio, un acto religioso. No sabemos a qué se refiere, aunque tenemos noticias de que Pilato (por Flavio Josefo especialmente), responsable directo de la crucifixión de Jesús, fue uno de los políticos más perversos y venales de la administración romana. El otro episodio es mucho más normal, un accidente de trabajo, de tantos como ocurren en la vida, en el trabajo  y ante los que uno se pregunta por qué.

III.2. ¿Qué pueden significar estos episodios narrados por Lucas? ¿Tiene que ver algo Dios en estos? ¡Desde luego que no! Eso es lo primero que debemos inferir en la lectura del texto ¿Por qué, pues, son narrados? Pues sencillamente para poner de manifiesto que  Dios no es venal como Poncio Pilato y no tiene nada que ver con el accidente de la torre de Siloé del muro que rodeaba la ciudad de Jerusalén; esas cosas pasan en la vida. Eso nos descubre que somos lábiles y que no podemos vivir nuestra vida sin sentido. Todo el conjunto del evangelio de hoy va en esa dirección de una llamada a la conversión y a contar con Dios en nuestra vida. Jesús no ve en los samaritanos sacrificados, ni en los obreros de la torre maldad alguna para ser castigados por ello. No es el anuncio del Dios juez el que aquí aparece. Jesús habla de los “signos” de terror de la vida. Es una lectura realista de lo que ocurre y de lo que siempre ocurrirá, unas veces por la maldad humana y otras porque no podemos dominar la naturaleza. Pero ¿acaso esto no nos debe hacer pensar que debemos estar preparados siempre? ¿Para qué? No diríamos que para morir (aunque pueda parecer que ese es el sentido del texto), sino para vivir con dignidad, con sabiduría, con fe y esperanza. Y si llega la muerte, no nos ha de afanar con las manos vacías.

III.3. El tercer momento de la lectura evangélica se centra en una especie de parábola sobre la higuera plantada en una viña que, al cabo de tres años, no da fruto y se la quiere arrancar. La parábola de la higuera estéril es de la tradición (cf Mc 11, 12-14.20-26; Mt 21,18-22). Es curioso y original que Lucas se haya decidido por unirla a esos episodios anteriores. ¿Por qué? Para dar a entender que nuestra vida es como un tiempo que Dios permite (el dueño de la higuera) hasta el momento final de nuestra vida. Los Santos Padres entendieron que Jesús era el agricultor que pide al dueño un tiempo para ver si es posible que la higuera saque higos de sus entrañas. Sabemos que la higuera era símbolo de Israel en el AT, concretamente en los profetas. Por tanto resuena aquí, de alguna manera, la interpelación profética a la conversión. Nuestro evangelista le da mucha importancia en su obra al “hoy” y al “ahora” de la salvación. Por eso ese tiempo concedido a la higuera… es para un hoy y un ahora de salvación y de gracia.

III.4. Las conexiones de estos episodios se establecen en razón de la necesidad de estar siempre en actitud de responsabilidad y preparados para cambiar de vida, para arrepentirse; unas veces porque los hombres perversos aniquilan y otras porque ocurren catástrofes. Jesús, con sus palabras, exculpa a los que han sufrido la maldad de Pilato o la mala suerte del accidente, en el sentido de que no son responsables individualmente de lo que ha sucedido. Esto era importante entonces, donde todo se explicaba en razón de conexiones entre responsabilidad personal y castigo. No, los galileos o los trabajadores de la torre de Siloé no eran peor o más responsables que los que no les sucedió nada. Por el contrario, todos debemos estar siempre en actitud de conversión, porque Dios siempre ofrece oportunidades, como es el caso de la parábola de la higuera estéril. Siempre, con el Dios de la salvación, tenemos oportunidad de convertirnos y de buscar el bien. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).





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