domingo, 2 de junio de 2013

CORPUS CHRISTI


El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

“Háganlo en memoria mía”

"Esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso, se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En los Estados Unidos y en otros países, la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad. La Solemnidad de Corpus Christi se remonta al siglo XIII"

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

La tradición de la Iglesia ha visto en este rey un anticipo de la figura de Cristo, que es el sumo y eterno sacerdote de la nueva alianza. El pan y el vino, alimentos cotidianos, se ofrecen a Dios en el altar.

Lectura del libro del Génesis 14, 18-20

En aquellos días: Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: "¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!". Y Abrám le dio el diezmo de todo.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 109, 1-4

R. Tú eres Sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec.

Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha, mientras yo pongo a tus enemigos como estrado de tus pies". R.

El Señor extenderá el poder de tu cetro: "¡Domina desde Sión, en medio de tus enemigos!" R.

"Tú eres príncipe desde tu nacimiento, con esplendor de santidad; yo mismo te engendré como rocío, desde el seno de la aurora". R.

El Señor lo ha jurado y no se retractará: "Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec". R.

SEGUNDA LECTURA

"San Pablo, a veinte años nada más de Cristo, dice: 'He recibido esta tradición'; en veinte años no se puede inventar una cosa (...) y a los veinte siglos nosotros estamos seguros, gracias a estos testimonios de la fe, que Cristo está presente en la hostia y lo que se va a decir dentro de un momento por todos estos sacerdotes unidos, como los responsables de este encargo de Cristo: 'Tomen y Coman, esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva que se derrama por ustedes, para remisión de los pecados', no es una invención humana" ("Desagravio a Cristo", Mons. A. Romero, homilía de la Fiesta de Corpus Christi, 12/6/1977).

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 23-26

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía". Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Jesús dice a los apóstoles "denles ustedes de comer". Pero ¡qué ironía!, ellos le muestran las dificultades para hacerlo con una excusa: "No tenemos tantos panes...". ¿Es que Jesús no les acaba de decir lo que tienen que hacer? Así a veces también nosotros nos comportamos ante un pedido del Señor: poniendo excusas con apariencias lógicas.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 11b-17

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Conviene recordar la gran tradición del Corpus Christie. Hace bien a los fieles y nos trae a la vista símbolos, catequesis, creencias populares, tan dignas de respeto y que facilitan expresar nuestra fe en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregados por nosotros.

Hoy, sin embargo, permitidme que vaya directamente a lo esencial. A lo más sencillo.

¿Qué vivo, qué celebro? Es la Cena del Señor. Es esta comunidad cristiana, reunida, hoy, aquí, que recuerda, que revive, la entrega entera de la vida de Jesús, el Señor. La entrega de Su vida por cada ser humano que viene a este mundo. Desde luego, no le engañaron ni con las preferentes ni con las contabilidades.

¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Comparto el pan. Comparto la copa. Vivo, vivimos la muerte de Cristo. La celebramos, la hacemos nuestra, es nuestra muerte. Su muerte, su ofrenda, es también nuestro ir muriendo y nuestro ir entregándonos… Hasta que vuelva. Pero, por favor, vuelve. Vuelve. ¿Sabes cuánto te necesitamos? Entre tanto, vamos a hacer que hayas vuelto un trocito, aunque sólo sea un trocito, este día que pasa. Jesús, mi hermano, mi Dios, estás presente en este mismo instante que vivimos.

¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Este Jesús, Señor, Salvador, vuelve. Volverá. Enjugará cada lágrima, recreará una humanidad desfigurada, la hará nueva. Cada rostro doliente y roto, será un rostro glorioso. Si no, ¿qué sería de nosotros?

¿Qué vivo? ¿Qué celebro? Estoy diciendo a Jesús: Señor, en comunidad, estamos juntos, Le digo, le decimos: ven, Ven…, y me paro un momento: cuando le digo, cuando le decimos, ven, aquí, decir es hacer, puro dar. Sin más. Lo decisivo es dar, sin más, compartir sin guardar nada. Dar aquello que Él me está dando en este instante mismo. Lo decisivo es hacer, en el nombre del Señor. Haz. Punto.

La Eucaristía es palabra, celebración, es recuerdo, es presencia. Es hacer. Este es mi cuerpo… lo doy. Sin ahorro y sin reserva. Celebramos la Eucaristía, identificados con Cristo. ¿Quiénes somos? ¿Quién soy? También trozos de pan que se comparten.

También te busco en la soledad. Ya lo sé: hay tantos y tantos momentos de soledad desabrida y seca. Cuantas veces sentimos el vacío y la deriva de la vida y de las cosas. Pero también es verdad que hay una soledad serena, tan llena por dentro. ¿El Cuerpo de Cristo? También te necesito, guardado en el silencio. Necesito vivir hacia adentro. Delante del Sagrario. O en un encuentro con hermanos. O viendo pasar y pasar a tanta gente apresurada: ¿qué sentirán?, ¿qué amor les sostiene?, ¿cómo llevan su familia adelante?, ¿están sufriendo?

Necesito encontrar esa mirada de dentro que se deja acariciar en la fuente de donde nace la vida. Necesito encontrar esa mirada que, sin palabras, sólo deja abrazarse por la Cruz de Cristo. Necesito encontrar en mí, una mirada mía verdadera, que abrace a todos, dándoles lo que Jesús, único, mi Salvador, me da ahora mismo.

Bendito Cuerpo de Cristo. Apodérate de mí, Tú, desnudo, pobre y crucificado. Viviente.



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Génesis (14,18-20): Un culto sencillo y original

I.1. Todos los textos ancestrales de AT tienen algo especial en la tradiciones de Israel, hasta el punto de poder considerar que un texto como el de Melquisedec podría ser una campaña militar, antigua, en la que se ha querido ver que los grandes, en este caso el rey de Salem, también ha querido ponerse a los pies del padre del pueblo, de Abrahán. Con los gestos del pan y el vino que se ofrecen, las cosas más naturales de la tierra, el rey misterioso le otorga a Abrahán un rango sagrado, casi de rey-sacerdote. Será en este sentido cómo la carta a los Hebreos c. 7,1-10 se permitirá hacer una lectura nueva de Jesucristo, de su sacerdocio no-dinástico, absolutamente distinto y original, que no tiene parangón como el sacerdocio ministerial. En el mismo sentido lo había ya intuido el Sal 110,4. Se ha discutido mucho sobre quién es este personaje, incluso tenemos un texto en Qumrán (11Q) que lo ve como un ser celeste.

I.2. El valor, pues, de nuestro texto es que sirve como plataforma teológica para un sentido nuevo y una actualización de la religión inaugurada por la vida de Cristo. El hecho de que en esa ofrenda de Melquisedec no se usen animales, sino las cosas sencillas de la tierra, apunta a una dimensión ecológica y personalista. Jesús, antes de morir, ofrecerá su vida ¡tal como suena! en un poco de pan y en un poco de vino. No hacía falta más que la intención misma de entregarse, de donarse, de “pro-existir” para los demás. Con ello se alza una protesta radical contra un culto de sacrificios de animales que no lleva a ninguna parte. Es la vida de Dios y de los hombres la que tiene que estar en comunión. El ser humano se fascina ante lo divino y deja de ser humano muchas veces, pero la “comunión vital” entre Dios y la humanidad no tiene por qué esclavizarnos a un culto externo y a veces inhumano. Porque lo que es inhumano, es antidivino.

I.3. En realidad es todo el texto de Heb 7 el que puede generar una lectura interesante en una fiesta como hoy. Quizás muchos hubieran preferido otro texto para esta fiesta. Pero debemos reconocer que la intención de la elección litúrgica del mismo se explica porque el gesto de Melquisedec es como un signo anticipado de los gestos del pan y el vino de Jesús en la última cena con sus discípulos. Se ha hablado que la intención del autor de la carta a los Hebreos era mostrar que el sacerdocio de Cristo, a imagen de Melquisedec, logra una verdadera “téléiôsis”, que se puede traducir de muchas formas, como “perfección” o incluso como “transformación”. Preferimos esto último, porque Jesús, con su vida, con sus palabra, con sus gestos, transforma una religión de culto sacrificial de animales, en una verdadera donación de vida, para introducirnos en la vida misma de Dios.

IIª Lectura: Primera Corintios (11,23-26): La tradición del Señor es vida

II.1. El cristianismo primitivo tuvo que hacerse “recibiendo” tradiciones del Señor. Pablo, que no lo conoció personalmente, le da mucha importancia a unas pocas que ha recibido. Y una de esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena. Porque el apóstol sabía lo que el Vaticano II decía, que “la Iglesia se realiza en la Eucaristía”. Todos debemos reconocer que aquella noche marcaría para siempre a los suyos. Cuando la Iglesia intentaba un camino de identidad distinto del judaísmo, serán esos gestos y esas palabras las que le ofrecerá la oportunidad de cristalizar en el misterio de comunión con su Señor y su Dios. Esta tradición “recibida”, según la mayoría de los especialistas, pertenece a Antioquía (como en Lc 22,19-20), donde los seguidores de Jesús “recibieron” por primera vez el nombre de “cristianos”. Un poco distinta es la de Jerusalén (Mc y Mt).

II.2. Los gestos del Señor Jesús eran los que se hacían en cualquier comida judía; incluso si fue un cena pascual, lo que se hacía en aquella fiesta de recuerdo impresionante. Pero lo importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús, en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” él a los suyos. El término es elocuente. En los relatos de la pasión aparece frecuentemente este “entregar”. No obstante lo verdaderamente interesante es que antes de que lo entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él la ofreció, la entregó, la donó a los suyos en el pan y en el vino, de la forma más sencilla y asombrosa que se podía alguien imaginar.

II.3. ¿Por qué se ha proclamar la muerte del Señor hasta su vuelta? ¿Para recordar la ignominia y la violencia de su muerte? ¿Para resaltar la dimensión sacrificial de nuestra redención? ¿Para que no se olvide lo que le ha costado a Jesús la liberación de la humanidad? Muchas cosas, con los matices pertinentes, se deben considerar al respecto. Tienen el valor de la memoria “zikarón” que es un elemento antropológico imprescindible de nuestra propia historia. No hacer memoria, significa no tener historia. Y la Iglesia sabe que “nace” de la muerte de Jesús y de su resurrección. No es simplemente memoria de un muerto o de una muerte ignominiosa, o de un sacrificio terrible. Es “memoria” (zikarón) de vida, de entrega, de amor consumado, de acción profética que se adelanta al juicio y a la condena a muerte de las autoridades; es memoria de su vida entera que entrega en aquella noche con aquellos signos proféticos sin media. Precisamente para que no se busque la vida allí donde solamente hay muerte y condena. Es, por otra parte y sobre todo, memoria de resurrección, porque quien se dona en la Eucaristía de la Iglesia, no es un muerto, ni repite su muerte gestualmente, sino el Resucitado.

Evangelio: Lucas (9, 11-17): La Eucaristía, experiencia del Reino de Dios

III.1. Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía. En este sentido podemos hablar que este gesto milagroso de Jesús ya no se explica, ni se entiende, desde ciertos parámetros de lo mágico o de lo extraordinario. Los cinco verbos del v. 16: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir y dar”, denotan el tipo de lectura que ha ofrecido a su comunidad el redactor del evangelio de Lucas. Quiere decir algo así: no se queden solamente con que Jesús hizo un milagro, algo extraordinario que rompía las leyes de la naturaleza (solamente tenían cinco panes y dos peces y eran cinco mil personas). Por tanto, ya tenemos una primera aproximación. Por otra parte, es muy elocuente cómo se introduce nuestro relato: los acogía, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus males (v.11). E inmediatamente se desencadena nuestra narración. Por tanto la “eucaristía” debe tener esta dimensión: acogida, experiencia del Reino de Dios y curación de nuestra vida.

III.2. Sabemos que el relato de la multiplicación de los panes tiene variantes muy señaladas en la tradición evangélica: (dos veces en Mateo: 14,13-21;15,32-39); (dos en Marcos: 6,30-44; 8,1-10); (una en Juan, 6,1-13) y nuestro relato. Se ha escogido, sin duda, para la fiesta del Corpus en este ciclo por ese carácter eucarístico que Lucas nos ofrece. Incluso se apunta a que todo ocurre cuando el día declinaba, como en el caso de los discípulos de Emaús (24,29) que terminó con aquella cena prodigiosa en la que Jesús resucitado realiza los gestos de la última Cena y desaparece. Pero apuntemos otras cosas. Jesús exige a los discípulos que “ellos les den de comer”; son palabras para provocar, sin duda, y para enseñar también. El relato, pues, tiene de pedagógico tanto como de maravilloso.

III.3. La Eucaristía: acogida, experiencia del Reino y curación de nuestra vida. Deberíamos centrar la explicación de nuestro texto en ese sumario introductorio (v. 11), que Lucas se ha permitido anteponer a la descripción de la tradición que ha recibido sobre una multiplicación de los panes. Si la Eucaristía de la comunidad cristiana no es un misterio de “acogida”, entonces no haremos lo que hacía Jesús. Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales. No debe ser, pues, la “eucaristía” la experiencia de una élite de perfectos o de santos. Si fuera así muchas se quedarían fuera para siempre. También debe ser “experiencia del Reino”; el Reino anunciado por Jesús es el Reino del Padre de la misericordia y, por tanto, debe ser experiencia de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios. Y, finalmente, “curación” de nuestra vida, es decir, experiencia de gracia, de encuentro de fraternidad y de armonía. Muchos vienen a la eucaristía buscando su “curación” y la Iglesia debe ofrecérsela, según el mandato mismo de Jesús a los suyos, en el relato: “dadles vosotros de comer”.

III.4. Son posible, desde luego, otras lecturas de nuestro texto de hoy. No olvidemos que en el sustrato del mismo se han visto vínculos con la experiencia del desierto y el maná (Ex 16) o del profeta Eliseo y sus discípulos (2Re 4,42-44). Y además se ha visto como un signo de los tiempos mesiánicos en que Dios ha de dar a su pueblo la saciedad de los dones verdaderos (cf Ex 16,12; Sal 22,27; 78,29; 132, 15; Jr 31,14). De ahí que nos sea permitido no esclavizarse únicamente a un tipo de lectura exclusivamente cultual envejecida. El Oficio de la liturgia del Corpus que, en gran parte, es obra de Sto. Tomás de Aquino, nos ofrece la posibilidad de tener presente estos aspectos y otros más relevantes si cabe. La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, debe ser experiencia donde lo viejo es superado. Por eso, la Iglesia debe renovarse verdaderamente en el misterio de la Eucaristía, donde la primitiva comunidad cristiana encontró fuerzas para ir rompiendo con el judaísmo y encontrar su identidad futura.



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