domingo, 23 de junio de 2013

Domingo 12º del tiempo ordinario




¿Quién dice la gente que soy yo?

Nos dice el evangelio de Lucas que: “Una vez Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les pregunta: ¿Quién dice la gente que soy yo? Podríamos interpretar, así de primera manos, como una mera curiosidad del Maestro; pero la pregunta tienen mucho mayor alcance que se aclara cundo, a continuación de la respuesta de sus discípulos, les hace una segunda pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?. Y Pedro, con su espontaneidad y sinceridad característica le responde: “Tú eres el Mesías de Dios”.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

I LECTURA

Dios no es mezquino. Su gracia, como agua viva, se derrama en abundancia, sin medir ni regatear. Ese amor abundante de Dios se mostró en Jesús. Cuando contemplamos a Jesús, vemos el cumplimiento de las profecías y la realización del amor de Dios en esta tierra.

Lectura de la profecía de Zacarías 12, 10-11; 13, 1

Así habla el Señor: Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo llorarán amargamente como se llora al primogénito. Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad Rimón, en la llanura de Meguido. Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 62, 2-6. 8-9

R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

SEGUNDA LECTURA

La fe común en Cristo anula todas las diferencias de raza, de sexo o de clase social. Esta es la nueva situación "en Cristo". Si los muros han caído, la nueva realidad es la fraternidad y la concordia. Pidamos al Espíritu Santo que acreciente esta unidad.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 3, 26-29

Hermanos: Todos ustedes, por la fe, son hijos de Dios en Cristo Jesús, porque habiendo sido bautizados en Cristo, han quedado revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Jesús, en su camino, experimentó el rechazo y la violencia. No nos promete algo distinto para nosotros. Pero nos profetiza que así como le ocurrió a él, también a nosotros el camino de la cruz nos resultará, finalmente, una ganancia. Del camino al encuentro, de la muerte a la vida, de la cruz a la resurrección, esa es también nuestra Pascua.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

La pregunta que Jesús hace a sus discípulos, nos la hace hoy a nosotros

A la primera pregunta de Jesús, ¿Quién dice la gente que soy yo?, los discípulos le responden ambiguamente: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”. Ciertamente eran una multitud los que habían escuchado a Jesús; y habían sido testigos de sus milagros: dar de comer a miles de personas solo unos pocos panes y peces, curar a enfermos de múltiples enfermedades, arrojar demonios de los posesos, resucitar a muertos, etc… Era evidente que Jesús de Nazaret tenía unos poderes extraordinarios que no habían visto en nadie, salvo lo que narraban las escrituras de los antiguos profetas de Dios; y de Juan el Bautista en los últimos tiempos.

Pero la pregunta esencial e importante de Jesús es la segunda; que también hoy Jesús nos la hace a cada uno de los que nos “llamamos” cristianos.

“Y vosotros – o sea, nosotros los cristianos de hoy-: ¿Quién decís que soy yo?

La inmensa mayoría de los cristianos, fundamenta su “fe” en Jesucristo, en creer una serie de verdades, guardar más o menos una serie de preceptos, rezar unas oraciones y, en el mejor de los casos, “cumplir” con unos ritos (sacramentos), y alguna cosa más…

Jesús quiere eliminar toda clase de triunfalismo en los que nos llamamos cristianos

La respuesta de Pedro es clara y determinante en su vida: “Tú eres el Mesías de Dios”. Que es lo mismo que decir: “Tú eres el SEÑOR”; el ¡ÚNICO SEÑOR! de todo lo creado: a quien hay que someterlo todo, porque de él lo hemos recibido todo. Pero no un señor al estilo humano que nos domina y esclaviza; que manda despóticamente en nosotros. Y para aclararles como es el estilo de su “señorío”. Les dice a continuación: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, (o sea, los que mandan) ser ejecutado; y resucitar al tercer día”. Y, algún tiempo después, con motivo del lavatorio de los pies, en la última cena, les dirá: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y los soy….; pero no he venido para que me sirváis, sino para servir: ¡haced vosotros lo mismo! O sea, el que sea el mayor,¡ que sirva a los demás!

A modo de conclusión y algunas preguntas inquietantes

El evangelio termina con estas palabras de Jesús: “El que quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.

Creo que cuando decimos que somos cristianos lo decimos de verdad; pero ¿qué es para mí ser cristiano: rezar, como decíamos antes, unas oraciones, “guardar” unos preceptos, “cumplir” con uno ritos, (sacramentos)…; y ¿luego qué…? ¿Sólo en esto se nos debe notar que somos cristianos, seguidores de Cristo…? ¿Ante esta situación, o comportamiento “mediocre” de la manifestación de nuestra fe en Cristo, estamos expresando a los demás un verdadero “seguimiento” al Maestro en nuestra vida?...

En definitiva: ¿Quién es verdadero Señor y Maestro de mi vida…? : El dinero…, el poder…, el bienestar y el gozar de los placeres de la vida…, etc.; y esto a costa de quién sea y cómo sea; o Jesucristo, Señor y Maestro, no solo con sus enseñanzas, sino sobre todo con el testimonio de su vida, puesta al servicio de los demás, ¡Hasta su muerte en la cruz!…

¡Qué magnífico ejemplo nos está dando nuestro Papa Francisco en el verdadero seguimiento de Cristo a favor de los pobres y más necesitados de nuestra sociedad!



ESTUDIO BÍBLICO

Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"

El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos indiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.

Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor  mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.

Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la fraternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El Dios monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.

II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"

¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.

Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.

Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir

La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesías tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de ciertos equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.

La vida de Jesús es una vida profética y, como  tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.

El mesianismo de Jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de Jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido.



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