domingo, 17 de noviembre de 2013

DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Gracias a la constancia salvarán sus vidas”

Estamos ya concluyendo el Año Litúrgico, por eso los textos de la Escritura de este domingo nos invitan a reflexionar sobre las realidades últimas, sobre el fin de la historia y la venida definitiva de Cristo. Albergamos la inquietud por conocer el origen, la dirección o el sentido de la realidad que nos envuelve y de la que formamos parte. Jesús nos alienta a adoptar una actitud fiel y confiada ante sus palabras y el misterio de su persona. Sólo unidos a él por la fe podremos descubrir el sentido de nuestra vida y alcanzar la verdadera salvación.

CONTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

El profeta presenta dos imágenes opuestas: por un lado el fuego abrasador, que hace desaparecer lo que ya no sirve; por el otro, el sol de justicia, que brilla y transmite salud. El evangelio dar el título de "sol de justicia" a Jesucristo, porque él irradia sobre nosotros su resplandor y su bondad.

Lectura de la profecía de Malaquías 3, 19-20

Llega el día abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el día que llega los consumirá -dice el Señor de los ejércitos- hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para ustedes, los que temen mi nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 97, 5-9

R. El Señor viene a gobernar a los pueblos.

Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor que es Rey. R.

Resuene el mar y todo lo que hay en él, el mundo y todos sus habitantes; aplaudan las corrientes del océano, griten de gozo las montañas al unísono. R.

Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra; él gobernará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. R.

SEGUNDA LECTURA

Puede ocurrir en la familia, en la comunidad o en una institución: personas que viven desordenadamente, sin hacer ningún trabajo ni poner dedicación en nada y reclamando siempre a los otros. En esto, san Pablo es muy firme: el que no aporta nada a la comunidad tampoco puede vivir a expensas de ella.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica 3, 6-12
Hermanos: Les ordenamos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros. Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella ocasión, les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A éstos los mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen en paz para ganarse su pan.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

¿En qué época de la humanidad no han ocurrido estas cosas? ¿En qué momento de su historia el cristianismo no ha sido perseguido en algún lugar del mundo? Si esto ha ocurrido siempre, ¿por qué Jesús dice que éstas son las señales del tiempo final? Sus palabras son un toque de alerta, para que no nos dejemos engañar y no nos desesperemos cuando se alcen voces anunciando el fin del mundo. Nuestra misión es permanecer fieles al Señor; pase lo que pase, él estará con nosotros.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 5-19

Como algunos, hablando del templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

«No quedará piedra sobre piedra»

Siguiendo su método pedagógico, Jesús da una enseñanza importante a sus discípulos aprovechando el comentario de quienes en cierta ocasión le ponderaban la belleza del templo de Jerusalén, manifestada en la calidad de la piedra y de los exvotos con que lo enriquecieron algunos personajes pudientes. En tiempos de Jesús el templo estaba todavía en fase de remodelación, pues en torno al año 19 a. C. el rey Herodes el Grande emprendió esta gran reforma. Algunas de las piedras que aún hoy se conservan llaman la atención por su tamaño; algunas tienen una longitud de once metros.

Jesús sorprende a sus interlocutores diciéndoles: «Esto que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». El pueblo elegido ya había experimentado el saqueo del templo por Sheshonq I en el año 925, y su destrucción por los babilonios durante el asedio de Nabucodonosor II a la Ciudad Santa; experiencias que le habían proporcionado una gran lección sobre Dios. El Dios de Israel no está apegado a ningún edificio.

No obstante, Jesús también apreciaba el templo, y acudía a él cuando estaba en Jerusalén. En el episodio de la expulsión de los vendedores del templo Jesús lo califica como la «casa de mi Padre», «casa de oración». De hecho, los primeros cristianos continuaron acudiendo a él para orar. Aunque Dios está presente en todas partes, se hacía presente de un modo especial en el templo de Jerusalén. La escatología hebrea dice que cuando venga el Mesías será reconstruido el templo. Jesús hablará de sí mismo como el nuevo templo.

Ciertamente, los cristianos hemos comprendido que él es el templo en el que nos podemos encontrar con Dios. Como el mismo Jesús le insinúa a Natanel, él es la escala que vio Jacob y que une el cielo y la tierra; sólo por esta escalera se llaga al Padre del cielo. El Apocalipsis, hablando de la Jerusalén que desciende del cielo, dirá: «Templo no vi ninguno porque su templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero». Lo que cuenta no es el lugar, sino el encuentro, la comunión con Dios. Eso es lo que se busca en el templo. Es verdad que hay ciertos lugares que facilitan el encuentro, pero no lo aseguran de forma automática.

Jesús insinúa en sus palabras la caducidad de las cosas de este mundo que pasa, incluso de aquellas que consideramos más sagradas, como era entonces el caso del templo de Jerusalén. Sólo hay algo que permanece siempre: la verdad; ésta es inseparable del amor. Las palabras de Jesús no pasan. Ellas son verdad, y son la expresión del amor más fuerte que la muerte. Cuando todo se hunde, solo la verdad y el amor permanecen. Sin embargo, con harta frecuencia ponemos toda nuestra energía en apropiarnos de lo perecedero. Nos equivocamos en la valoración de la realidad. Jesús nos invita a poner el corazón en lo importante, en lo que no pasa, en lo eterno, en Dios. Lejos de desentendernos de las cosas de nuestro mundo, las valoramos justamente cuando las ponemos al servicio del reino de Dios; sólo así estarán de verdad al servicio de la humanidad.

Los tiempos y los signos

Al escuchar esta profecía sorprendente los interlocutores de Jesús le preguntaron: «¿Cuándo va a suceder todo eso?, ¿y cuál es la señal de que todo eso está para suceder?» La respuesta de Jesús no concierne a la destrucción del templo de Jerusalén únicamente, sino a su segunda venida. Jesús les pone en guardia, porque esta segunda venida estará precedida por la llegada de los falsos profetas, que intentarán engañar a la gente diciendo: «yo soy», o bien «el momento está cerca». Jesús nos advierte de que no hay que seguir a quienes anuncian el fin del mundo y que tienen el remedio a todos los males. Esta profecía se sigue cumpliendo hasta hoy. Cientos de personas en el mundo se declaran mesías y tratan de arrastrar a otros tras de sí, muchas veces con fines económicos.

La segunda venida de Cristo estará precedida también por guerras, revoluciones, terremotos, epidemias, hambre, espantos y grandes signos en el cielo. Todas estas cosas han marcado la historia de la humanidad y siguen estando presentes en nuestro mundo. Por eso, estas las palabras de Jesús parecen una descripción realista del mundo en que vivimos. Los ejemplos son numerosos y conocidos por todos.

Jesús nos ofrece un tercer signo que ha marcado la historia del cristianismo y que él mismo experimentó en propia carne: como el Maestro, sus discípulos sufrirán la persecución, la cárcel, la traición por parte de sus padres, parientes, hermanos y amigos, e incluso algunos serán asesinados y todos los odiarán por causa de su nombre.

Jesús es consciente de la violencia que desencadena de su mensaje, a pesar de ser un mensaje de paz y de salvación. Pero las fuerzas del mal extienden sus tentáculos por todas partes, tratando de tocarlo y dominarlo todo, de acabar con la justicia, la verdad y el bien que hay en la humanidad. La injusticia no soporta la verdad ni el bien ni el amor. Les hace la guerra continuamente, de forma abierta o encubierta. La injusticia no descansa hasta destruir el bien. Sin vigilancia también toca el corazón de los discípulos.

Pero la presencia de Jesús es la fuerza de los suyos. No deben tener miedo. Ni siquiera deben preparar su defensa cuando sean arrastrados ante los tribunales. Él mismo Jesús se compromete a darles «palabras (literalmente “una boca”) y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario» suyo. Estas palabras de Jesús llevan implícita la promesa de estar siempre al lado de sus discípulos, de establecer con ellos una intimidad incomparable; no sólo en el momento de la prueba, sino siempre. Jesús sigue siendo el Verbo que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, siempre que éste se deje iluminar, siempre que no oponga resistencia.

Parecen contradictorias las palabras de Jesús cuando dice: «matarán a algunos de vosotros», y cuando dice: «pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá». Esta contradicción aparente se salva si recordamos esas otras palabras también de Jesús: «no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma». Podrán quitarles la vida, pero no destruirlos, pues Jesús resucitará a los suyos.

La ocasión para dar testimonio

Las pruebas de las que habla hoy el Evangelio son la ocasión propicia para testimoniar la fe. Nuestro mundo necesita, como en todos los tiempos, este testimonio creyente. Alguien decía que «un cristiano que testimonia es un crucificado, pero un cristiano que no testimonia ya está muerto». Es decir, el cristiano verdadero es siempre un testigo de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Si deja de dar testimonio, deja al mismo tiempo de ser cristiano. El testimonio más elocuente y más necesario es testimonio de la verdad juntamente con el de la caridad. Según decía Edmond Barbotin, el único testimonio convincente es el de la santidad.

Para salvarse y alcanzar la vida eterna, los discípulos debemos perseverar en las pruebas, soportándolas con paciencia. La parábola del sembrador deja claro que no es fácil perseverar en la fe hasta el final. Es fácil desalentarse antes las dificultades de la vida, que nunca han de faltar. Jesús no promete un camino fácil, pero sí un camino correcto para alcanzar la ansiada felicidad. Jesús hace bellas promesas, pero no oculta las pruebas por las que hay que pasar hasta llegar a la meta. Sin embargo, contamos con su promesa de que si permanecemos unidos a él nunca nos dejará solos.


ESTUDIO BÍBLICO

Esta Historia hay que vivirla con dignidad

Iª Lectura: Malaquías (3,19-20):

I.1. En la línea litúrgica de presentar los temas sobre las últimas cosas de la vida y de la historia, al final del año litúrgico, la lecturas de este domingo pecan un poco de apocalípticas. Este es un género literario religioso que tiene sus contradicciones, acertado en algunas cosas por su inspiración profética y desenfocado en otras. Es una literatura para tiempos de crisis, en que se ambiciona una identidad frente a culturas nuevas que pretenden arrasar con todo el pasado; refugio, en otros momentos, de mentalidades fundamentalistas. En la Biblia existe de todo eso un poco y a lo largo de la historia siempre ha habido grupos y personas que se encuentran demasiado a gusto en esos perfiles.

I.2. La lectura de Malaquías es un buen ejemplo de ese tipo de presentación. Es un texto que se centra en un término consagrado de la teología profética del Antiguo Testamento: el día de Yahvé, el día de la actuación de Dios. Para aquella mentalidad se trataba de presentar el final de la historia. Y son obvias sus afirmaciones: para los que han vivido arrogantemente, en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción, será su final. Pero los que han vivido según el proyecto de Dios no tienen por qué temer. Es lógico pensar que alguien tiene que denunciar a los arrogantes y soberbios que un día todo eso se acabará; en ese sentido los mensajes apocalípticos tienen mucho de profético. Es, a veces, el grito reivindicativo de los que han soportado la injusticia y el oprobio.

IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (3,7-12): ¡No tengamos miedo al futuro! ¡Vigilemos!

II.1. La segunda lectura es un texto continuación del domingo anterior. Supone una lección muy concreta, precisamente para corregir ciertos abusos que se dieron en algunas comunidades donde, personas con mentalidad apocalíptica que esperaban el fin del mundo, se cruzaban de brazos o se aprovechaban de los que eran más sensatos y conscientes de que, mientras el mundo sea mundo y la historia sea historia real, se debe vivir en ella con dignidad y responsabilidad. Bajo la mentalidad religiosa desenfocada se pueden producir abusos que no deben ser tolerados en la comunidad.

II.2. El autor -se pretende que sea Pablo- da su testimonio personal de que él, aún siendo apóstol y teniendo derecho a vivir de ese trabajo (Cf 1Cor 9,6ss; Gal 6,6), sin embargo trabajó lo necesario para subsistir (Hch 18,3; 1Cor 4,12). Este texto, pues, viene bien para no preocuparse demasiado por el final del mundo y para no vivir en la fiebre de una mentalidad apocalíptica. Esto sigue interesando mucho a ciertos grupos sectarios, que más allá de lo religioso, embaucan a muchos por nada.

Evangelio. Lucas (21,5-19): No toda la felicidad está en esta historia

III.1. El texto del evangelio de Lucas corresponde a lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús que aparece en los tres evangelios sinópticos, aunque con visiones diferentes entre uno y otro. El de Lucas es el más explícito en cuanto a corregir los abusos de algunos que se presentaban en Jerusalén o en cualquier comunidad para decir que llegaba el día del Señor, el fin del mundo, para que les siguieran a ellos. Lucas tuvo mucho cuidado de catequizar a su comunidad al respecto, en el sentido de que no fue un evangelista que se dejó impresionar demasiado por el lenguaje y los símbolos apocalípticos. Conserva, eso sí, el talante profético de este discurso que se pone en boca de Jesús como en Mc 13. El discurso base de Mc 13 pudo ser redactado, tal como lo tenemos ahora, en un momento de la crisis que Calígula provoca en la comunidad judía, y por lo mismo en la comunidad cristiana: mandó que se le levantara una estatua en la explanada del templo. Pero Lucas, por su parte y mucho más tarde de estos acontecimientos, trata de serenar y tranquilizar, máxime teniendo en cuenta que él conoció o tuvo noticia de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era. Esta es una tesis no aceptada por todo el mundo, pero que parece lógica. De hecho, Lucas es el autor del NT que mejor ha sabido asumir el mensaje profético-apocalíptico de Jesús mirando a la historia como lo más positivo, sin estar obsesionados por el final catastrófico de movimientos sectarios.

III.2. Con la destrucción de Jerusalén no llegó el fin del mundo, ni del judaísmo siquiera. Los judíos pensaban que el día que el templo fuera destruido desaparecería el pueblo de Israel. ¡No fue así! Porque sin templo, una religión puede tener mucho sentido. Luego, había que reinterpretar todos esos acontecimientos. Lucas prepara a su comunidad para las persecuciones, ya que los cristianos serán perseguidos; pero eso no es el final. Las urgencias apocalípticas no son la mejor manera para catequizar o hablar de Dios y de su salvación, pero tampoco debemos vivir con la pretensión de instalarnos aquí para siempre. El anhelo de un mundo mejor es lo radicalmente cristiano. Y ese mundo mejor se ampara en una vida nueva, en una experiencia nueva de vida que no podemos programar… como casi todo se programa hoy. No podemos avergonzarnos, los cristianos, de decir y proclamar que eso está en las manos del Dios “amigo de la vida”, que para eso nos ha creado.

III.3. No podemos menos de tener cuidado cuando nos adentramos en el sentido de un texto como este. De hecho, el fin del mundo y de la historia, que en algunos círculos cristianos surgía de vez en cuando, no se ha llevado a cabo. Es seguro que Jesús nunca se definió por un fin del mundo y de la historia con la llegada del reinado de Dios. No era un iluso, aunque fuera un “profeta” escatológico. Pero con ello hay que entender que algo nuevo y “definitivo” estaba surgiendo con su llamada a la conversión y a buscar a Dios con toda el alma y todo el corazón. Porque los reinos de este mundo solamente provocan guerras y catástrofes, pero el Reino de Dios al que él le dedica su vida, nos trae la justicia y la paz. Si no es así es porque los poderosos de este mundo quieren ocupar el lugar de Dios en la historia. Y es eso lo que se condena con este discurso. Los cristianos deben saber que estarán en conflicto con los que dominan en el mundo. En el caso de Lucas, el discurso prepara a los cristianos, no para el fin del mundo, sino para estar dispuestos a la persecución y a la lucha si en verdad son fieles al mensaje de profeta de Galilea. Por ello hay que mantenerse “vigilantes”, pero no por catástrofes apocalípticas, sino porque el reinado de Dios es una instancia crítica que no puede aceptar en muchas ambientes de este mundo.


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