domingo, 24 de noviembre de 2013

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO


“Hoy estarás conmigo en el paraíso”

Con la celebración de esta Fiesta de Cristo Rey del Universo culminamos el año Litúrgico, en el que celebramos el resumen del misterio de Jesús. Es una síntesis de la nueva vida que nos trajo Cristo muerto y resucitado para que nosotros podamos construir nuestra historia humana según los planes de Dios.

Es verdad que esta fiesta es de reciente creación. En 1925, Pío XI la instituyó ante unas circunstancias, un tanto discutibles, de la vieja Europa. El contenido de esta fiesta, no obstante, tiene sus raíces en el inicio del cristianismo. La expresión “Cristo reina” tiene su equivalencia en la profesión de fe: “Jesús es el Señor”. Esta afirmación era constante en la predicación apostólica.

Con la reforma litúrgica esta Fiesta ha quedado situada como culminación del año Litúrgico y nos hace referencia a su aspecto humano y espiritual, y no a los tintes políticos que tenía anteriormente. Jesucristo aparece como un rey sin poder, sin espacio o nación donde reinar. La Iglesia pretende que descubramos un Jesús que quiere que todos los hombres sean hermanos, que los pueblos no tengan fronteras y que por todas partes se extienda la solidaridad más universal que nos llevan a una verdadera paz. Bonito colofón para clausurar, también, el Año de la Fe.

COMTEMPLAMOS LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de Samuel 5, 1-3

Todas las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: "¡Nosotros somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo cuando aún teníamos como rey a Saúl, eras tú el que conducía a Israel. Y el Señor te ha dicho: 'Tú apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel'". Todos los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció con ellos un pacto en Hebrón delante del Señor y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 121, 1-2. 4-5

R. ¡Vamos con alegría a la casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor!". Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.

Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 1, 12-20


Hermanos: Demos gracias al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados. Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en él residiera toda la plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 23, 35-43

Después de que Jesús fue crucificado, el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes burlándose decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!". Sobre su cabeza había una inscripción: "Éste es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino". Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso".
Palabra del Señor.

COMPARTIMOS LA PALABRA

Este año la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, no sólo nos sirve para concluir el Año litúrgico del ciclo C, que hemos seguido de la mano del evangelista Lucas, sino que nos sirve también para clausurar el Año de la Fe. Sería conveniente peguntarnos ¿en qué Dios creemos? ¿El Dios revelado por Jesús de Nazaret, es en verdad, el objeto de nuestra fe?

Lucas nos ha ido dando las claves durante este año del ciclo C para descubrir a un Jesús, como el Salvador de la humanidad, que a través del Pueblo de Israel, nos ha ido dando un mensaje de salvación universal. Alguien ha comentado que los Evangelios, y sobre todo el de Lucas, es una lectura creyente del Antiguo Testamento. Sabemos que este evangelista trata de poner en primer plano la misericordia de Dios con signos visibles del actuar de Jesús de Nazaret. El se preocupó de un modo especial de los pobres y marginados. Presenta todas estas actitudes en ese largo viaje que hace Jesús y sus discípulos hacia la ciudad santa de Jerusalén. Allí fue entregado a la muerte, pero Dios actuó y le resucitó glorioso como lo anunciaban las Escrituras. El sigue estando presente en su Iglesia, que es enviada a realizar la tarea que le había encomendado el Padre.

La fuerza del Espíritu Santo será su nueva presencia en el mundo en medio de sus discípulos, los bautizados. Les enseñará toda la verdad, les congregará en la unidad y les hará sus testigos ante los hombres de toda raza y condición.
A la luz del Evangelio ¿podemos seguir hablando de “Jesús rey del universo”?

Las lecturas que se proclaman este día nos dan la clave para su correcta interpretación. Ya en la primera lectura se nos habla de la unción de David como rey de Israel. Queda clara que su misión como tal, más que regir y gobernar, consiste sobre todo, en “apacentar” al pueblo. Jesús hereda, por su condición de Mesías, el ser el Hijo de David proclamado por el pueblo que lo aclama como tal. Es, por tanto, heredero de un reino que “apacienta” con cariño y lleno de misericordia. El nos ha trasladado (2ª lectura), por su función salvifico-pascual, a ese reino que se proclama en este himno cristológico, el reino del Hijo querido de Dios.

En el Evangelio (Lc 23, 35-43) se nos presentan las actitudes de los que rodean la escena. El pueblo, las autoridades, los soldados romanos y los dos crucificados con él. Unos plantean a Jesús su “última tentación”: <Si eres el rey de los judíos sálvate a ti mismo>. Entre esta tentación y aquellas primeras, tenidas en el desierto, Jesús se ha mantenido fiel a los planes de Dios. No es rey para dominar. Rechaza el prestigio, el poder, el dominico sobre los demás, y sólo busca, la humildad, la sencillez, el servicio hasta dar la vida. Se cumple lo que El había manifestado: que su reino no es como los de este mundo, pero está para este mundo.

Jesús, con esta actitud suya, ha dado origen a una nueva forma de amar y servir, creando una fraternidad universal que da una gran dignidad a la persona humana. Por eso podemos proclamar en el prefacio que este “nuevo reino” es: de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia de amor y de paz. Y llegar a este Reino es posible porque Dios Padre “nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido…” (2ª lec.)

Cada vez que rezamos el padrenuestro, decimos “Venga a nosotros tu Reino”. Podría decirse que estamos poniendo en nuestros labios el deseo del “buen ladrón”: “acuérdate de mí cuando estés en tu reino” El anteriormente había reconocido que Jesús era “inocente”. De alguna manera había hecho un acto de fe en Jesús como Mesías y luego le pide que le lleve a su reino. ¿Profesamos así nosotros la fe?

Con frecuencia no entramos en lo que es la verdadera dinámica del Reino de Jesús. Por mucha palabras que digamos, por muchas doctrinas que dominemos con nuestra inteligencia, por muchos ritos que practiquemos, si no expresamos el deseo de que en nuestra vida este metida en los planes de Dios, que es lo que hizo Jesús, no estaremos deseando de verdad que venga a nosotros “su reino. El actuó siempre desde el amor, la comprensión, la tolerancia y el servicio y a eso nos invita para que el reino sea una realidad en nuestras propias vidas.

En el Bautismo al ungirnos con el crisma la iglesia nos hacía “profetas, sacerdote y reyes” Que este final del año de la Fe nos ayude a comprometernos como cristianos que tratan de vivir su fe bautismal desde la profecía, el ofrecer oraciones y sacrificios, y, sobre todo, tratando de “servir” a nuestros hermanos desde la comprensión, la tolerancia y el amor. Así el Reino de Cristo, que no es de este mundo, lo haremos presente para este mundo.


ESTUDIO BÍBLICO

Jesucristo Rey del Universo

Termina el año litúrgico, el ciclo del evangelio de Lucas, y la Iglesia lo dedica a Jesucristo, ya que en El convergen todas las causas justas del mundo. Es una fiesta en sí reciente, pero que poco a poco ha ido perfilándose como lo más adecuado para cerrar el tiempo litúrgico de la Iglesia. Por encima de las catástrofes y de la destrucción, aparece en el horizonte nuestro Señor Jesucristo, un rey sin poder, sin reino, entendido éste como espacio o nación donde reinar. Jesús, en este momento nuevo de nacionalismos, pretende que todos los hombres sean hermanos, que los pueblos no tengan fronteras. Su reinado solamente se puede celebrar y entender desde la solidaridad más universal.

Iª Lectura: 2º Samuel (5,1-3): Dios busca un rey para la paz

I.1. La lectura se ambienta en Hebrón, donde según la tradición, se conservan las tumbas de los Patriarcas del pueblo de la Alianza. Los del sur, a cuya tribu de Judá pertenecía David, ya lo había proclamado rey. Ahora vienen las tribus del norte, las de Israel, para pedirle que lo quieren también como rey. Es muy compleja la “historia” de David, su subida al trono, las razones por las cuales fue primeramente elegido por Judá y después vinieron a ofrecerle el reino del norte, Israel, que había tenido una historia distinta. Hay cosas seguras o bien aceptadas, desde luego, pero no podemos negar que la “leyenda” de cómo David fue “ungido” rey se convierte en una leyenda religiosa a medida de la concepción del soberano en Oriente, como representante de los dioses. El Dios de Israel, Yahvé, no tiene preferencias por un tipo de gobierno… pero la historia antigua no puede prescindir de lo religioso y de suponer una intervención de Dios en casi todo.

I.2. La historia en este caso es bien explícita: David tenía fama de buen defensor y sobre él se tejerá la leyenda sagrada de rey justo y capaz de alcanzar la unidad. Él conquista la paz; aunque, lógicamente, la paz de David es una paz efímera, lo mismo que la solidaridad entre las tribus, entre el norte y el sur, se resiente de muchos defectos. Pero es el primer apunte de una teología de pacificación y solidaridad que solamente se encontrará con Jesús de Nazaret. Aquí, a continuación de nuestro texto, se habla de los treinta años que tenía cuando comenzó a reinar sobre Hebrón y de los treinta y tres sobre Israel. Quizá Lucas haya podido tener esto en cuenta cuando en Lc 3,23 nos habla de la edad de Jesús para enlazar con la genealogía que justificaría que Jesús era, por José, descendiente de la línea de David.

IIª Lectura: Colosenses (1,12-20): Cristo, como hombre, es el relato de Dios

II.1. La carta a los Colosenses nos ofrece hoy un himno cristológico de resonancias inigualables: Cristo es la imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo. Y así, Él es el “primogénito de entre los muerto”, lo que significa que nos espera a nosotros lo que a Él. Si a él, criatura, Dios lo ha resucitado de entre los muertos, también a nosotros se nos dará la vida que él tiene.

II.2. Entre las afirmaciones o títulos sobre Cristo que podrían parecernos alejadas de nuestra cultura y de nuestra mentalidad, podemos escuchar y cantar este “himno” como una alabanza al “primado” de Cristo en todo: en su creaturalidad, en su papel salvífico, en su resurrección de entre los muertos. Para los cristianos ello no debe ser extraño, porque nuestra religión, nuestro acceso a Dios, está fundamentada en Cristo. Puede que en el trasfondo se sugiera alguna polémica para afirmar la “plenitud” de todas las cosas en Cristo. Pero es como un grito necesario este canto, porque hoy, más que nunca, podemos seguir afirmando que Cristo es el “salvador” del cosmos.

II.3. Cristo ha traído la salvación y la liberación, no solamente para un pueblo, sino para todos los pueblos, para todas las naciones. ¿Por qué? Porque Él es la imagen del Dios invisible. Este concepto, siempre discutido, se carga de contenido para mostrar la diferencia entre los reyes del pueblo del Antiguo Testamento y Cristo. Naturalmente que nos encontramos ante una confesión de fe, cantada y vivida por las comunidades primitivas y recogida en esta carta paulina. El primado de Jesús le viene de la creación y de su papel en el proyecto redentor y liberador de Dios. De la creación, porque ha vivido en profundidad la dignidad que Dios siempre ha querido para todo ser humano. De todas las afirmaciones que sobre el particular se nos presentan, lo más definitivo es que todo se sustenta en Él. En la redención porque se ha sometido siempre a la voluntad de Dios y así, además de ser el primero en la Iglesia, es el primogénito de entre los muertos: su resurrección, pues, es el prototipo de lo que nos espera a todos nosotros.

Evangelio: Lucas (23,35-43): El Salvador crucificado, ese es nuestro rey

III.1. El evangelio de Lucas forma parte del relato de la crucifixión, diríamos que es el momento culminante de un relato que encierra todo la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy especialmente de aquellos más desvalidos. Lucas, con este relato nos quiere presentar algo más profundo y extraordinario que la simple crucifixión de un profeta. Por ello se llama la atención de cómo el pueblo “estaba mirando” y escuchando. Y comienza todo un diálogo y una polémica sobre la “salvación” y el “salvarse” que es uno de los conceptos claves de la obra de Lucas. Los adversarios se obstinan en que Jesús, el Mesías según el texto, no puede salvarse y no puede salvar a otros. Además está crucificado y ya ello es inconveniente excesivo para que el letrero de la cruz (“rey de los judíos”=Mesías) pierda todo su sentido jurídico y se convierta en sarcasmo. Está claro por qué ha sido condenado: por una razón política, acusado de ir contra Roma, en nombre de un mesianismo que ni pretendió, ni aceptó de sus seguidores.

III.2. Todo, en el relato, convoca a contemplar; emplaza al “pueblo” (testigo privilegiado de la pasión en Lucas) para que sea espectador del fracaso de este profeta que ha dedicado su vida al reinado de Dios, sin derecho alguno, y rompiendo las normas elementales de las tradiciones religiosas de su pueblo. Los profetas verdaderos no pueden acabar de otra manera para las religiones oficiales. Por lo mismo está en juego, según la teología de Lucas, toda la vida de Jesús que es una vida para la salvación de los hombres. La psicología del evangelista se percibe a grandes rasgos. El pueblo será “secretario” cualificado del fracaso de éste que se ha atrevido a hablar de Dios como nadie lo ha hecho; porque se ha osado recibir a los publicanos y pecadores, compartir su vida con hombres y mujeres que le seguían hasta Jerusalén. Este era el momento esperado… y, de pronto, un “diálogo” asombroso rompe, antes de la hora “tercia”, el “nudo gordiano” de la salvación. No va a ser como Alejandro Magno con su espada a tajo, en Godion de Frigia, para dominar el mundo por esa decisión drástica. Será con la oferta audaz y valiente de la salvación en nombre del Dios de su vida.

III.3. El diálogo con los malhechores (vv. 39-43), y especialmente con aquél que le pide el “paraíso”, es un episodio propio de Lucas que ha dado al relato de la crucifixión una fisonomía inigualable. La comparación que hemos mencionado con Alejandro Magno y el “nudo gordiano” sigue estando en pie a todos los efectos. Quien crucificado, la muerte más ignominiosa del imperio romano, pueda ofrecer la salvación al mundo, podrá dominar el mundo con el amor y la paz, no con un imperio grandioso fundamentado en la guerra, la conquista, la muerte y la injusticia. Lucas es consciente de esta tradición que ha recogido y que ha reinventado para este momento y en este “climax”. Cuando ya está dictada la sentencia de impotencia y de infamia… la petición de uno de los malhechores ofrece a Jesús la posibilidad de dar vida y salvación a quien irá a la muerte innoble como él. No es un libertador militar… está muriendo crucificado, porque ha sido condenado a muerte. Los valientes militares morían a espada; los esclavos y los parias, en la “mors turpissima crucis”.

III.4. El malhechor lo invoca con su nombre propio ¡Jesús!, no como el de Mesías o el de Rey o incluso el de Hijo de Dios. Esto es algo que ha llamado poderosamente la atención de los intérpretes. Es verdad que en la Biblia, en el nombre hay toda una significación que debe ser santo y seña de quien lo lleva. “Jesús” significa: “Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Es una plegaria, pues, al crucificado, pero Lucas entiende que en todo aquello está Dios por medio. Es decir, que Dios no está al margen de lo que está aconteciendo en la cruz, en el sufrimiento de Jesús y de los mismos malhechores. La interpelación del buen ladrón como plegaria es para Lucas toda una enseñanza de que el crucificado es el verdadero salvador y de que por medio de su vida y de su muerte, Dios salva. Por tanto encontraremos salvación y salvación inmediata: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esta es una fórmula bíblica cerrada para expresar la vida después de la muerte. No sabemos cómo ha llegado a Lucas este diálogo de la cruz, pero la verdad es que es lo más original de todos los evangelistas sobre esta escena de la pasión. Jesús es verdaderamente rey, aunque al margen de todas las expectativas políticas. El “nudo gordiano” se rompe, si queremos a tajo, por la palabra de vida que Jesús ofrece en nombre de Dios.

III.5. Este relato majestuoso tiene muy poco de deshonor. Lucas no entiende la muerte de Jesús como un fracaso. Y no lo es en verdad. Es el momento supremo de la entrega a una causa por la que merece dar la vida. Cuando todos los que están al lado de la cruz le han retado a que salve tal como ellos entienden la salvación, Jesús se niega a aceptarlo. Cuando alguien, destrozado, aunque haya sido un bandido o malhechor, le ruega, le pide, le suplica, ofrece todo lo que es y todo lo que tiene. Desde su impotencia de crucificado, pero de Señor verdadero, ofrece perdón, misericordia y salvación. Esta teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, es decir, el “sin-poder” del amor, de la verdad y del evangelio como buena nueva para todos los que necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del mundo, sino de nuestra propia vida más allá de este mundo.



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