domingo, 21 de septiembre de 2014

DOMINGO 25° DEL TIEMPO ORDINARIO


“Nuestros caminos… y sus caminos…”

Las lecturas de hoy nos cuestionan el concepto de camino, de tránsito de vida. Nos alertan acerca de una concepción raquítica y limitada de lo que significa definirnos y presentar nuestras opciones. Tratando de desentrañar y comprender esta invitación a identificar nuestros caminos y a desear que los últimos sean los primeros, compartimos hoy con ustedes este domingo.

DIOS NOS HABLA. COMPARTIMOS SU PALABRA.

I LECTURA

No alcanza con creer, o con saber dónde está Dios. Es necesario dejarse tocar por él, y cambiar de vida. Porque cuando en verdad nos encontramos con él, reconocemos nuestra pequeñez y su grandeza. Y ante esto, nos deberíamos sentir unos tontos por habernos creído tan grandes o más importantes que el mismo Dios.

Lectura del libro de Isaías 55, 6-9

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión; a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra de Dios.

SALMO

Salmo 144, 2-3. 8-9. 17-18

R. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan.

Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

II LECTURA

San Pablo no espera la muerte, ni la desea como un “escape” de los problemas de la vida. Simplemente reconoce que el destino humano es estar eternamente junto al Padre. Y lo desea, porque está enamorado de Dios.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 1, 20b-26

Hermanos: Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO

Es muy importante que atendamos a lo que exigen estos primeros contratos. Porque, a simple vista, su pedido es justo: cobrar proporcionalmente las horas trabajadas. Pero el Reino tiene otros criterios. Ya sea que se esté poco o mucho, la recompensa siempre es Dios, porque nuestra ganancia no está en la proporción del trabajo, sino en el trabajo mismo, sin importar cuánto esfuerzo material entreguemos en esta empresa.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 19, 30-20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

Como entre el cielo y la tierra, así es la distancia de nuestras aspiraciones raquíticas con la mente de Dios. ¿Quién podrá salvar este abismo del egoísmo humano hasta la bondad divina? Pero Dios es pronto al perdón y la compasión habita su corazón. Él pasa por su corazón nuestra debilidad, se pone en nuestro lugar, siente por nosotros y salva ese abismo en cuanto nos volvemos a sus ojos.

Una mirada de arrepentimiento por nuestra parte y su misericordia -que está ahí siempre ofrecida- salta en un abrazo. Isaías el profeta lo ve claro. De esta confianza vive el Pueblo de Dios de ayer y de hoy, de la esperanza en la bondad infinita de Dios. ¿Cómo nos vamos a cansar de repetirlo, si decir bondad y compasión es decir Dios mismo?

San Pablo ha gustado tan hondamente de esa experiencia de la bondad de Dios en Jesucristo, que se debate en un sinvivir entre la prisa por estar ya con Cristo en la gloria -sin temor alguno por la muerte, al contrario, sintiéndola la puerta de la mayor dicha para el creyente- y el gozo comparable de anunciar a Jesucristo entre quienes lo están haciendo ya carne de su propia carne. ¿Cuál no ha de ser la fe del apóstol que morir lo siente un gozo, y cuál no será su celo apostólico, que vivir solo lo entiende por causa del anuncio del Evangelio? Una fe al borde de la locura la de Pablo; una fe que cuestiona en qué sentido este creer tan calmoso nuestro, ha perdido la pasión por evangelizar que nos reclama.

Y ¿cómo recuperar ese sueño paulino por gustar ya de la gloria, sin perder el sentido de la realidad o queriendo llegar al cielo sin pasar la tierra? Tenemos que hacer la historia justa de cada día con el empeño de algo que va a durar, por más que el cielo nos atraiga,
y con la paciencia de los ciudadanos del mundo. La historia justa para todos, de eso se trata cada día.

El evangelio de Mateo recupera la santidad de Dios en la forma otra vez de bondad interpelante. Al ser una bondad la suya incondicional, envía a los obreros a su viña a distintas horas de la jornada -según se va dando la vida- y a todos les abona un salario justo. Pero es el mismo salario. Dios en su bondad incondicional y gratuita, a todos hace justicia, y a todos trata con bondad según su particular necesidad. Dios lleva la justicia hasta el terreno del don, a partir de los últimos de la vida. Nos cuesta aceptar este proceder, y los obreros de las primeras horas nos rebelamos. ¿Por qué? Hemos trabajado interesadamente para nosotros, no para Dios; hemos pensado su relación como en un contrato; no somos buenos, somos tratantes de derechos y deberes; tú me das, yo te doy; aquello del amor y el perdón al enemigo, o el dar al necesitado más de lo que te pide o en “derecho” le corresponde, o el reconciliarnos con alguien antes de presentar la ofrenda en el altar…, casi está olvidado. Pienso en el Padrenuestro, y donde decía “perdónanos nuestras deudas”, ahora hay que decir, “nuestras ofensas”… Hemos suavizado nuestro orar; lo hemos desmaterializado. Con buenas razones, pero ahí está. No decaigamos. Dios se pone en nuestro lugar, pasa por su corazón nuestro sufrimiento y debilidad -misericordia- y nos hace dar lo mejor de nosotros mismos. Cuando tocamos esta experiencia de compasión –sin duda, en algún caído del camino que nos pide ayuda- todo cambia y entendemos a Dios de otro modo. Por eso decimos que “los pobres nos evangelizan”; por ellos accedemos con sinceridad inigualable al Evangelio de Jesús. Nunca más te reprocharemos que seas bueno, Señor. Gracias. (Fidel Aizpurúa Donázar).



ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías 55,6-9: A Dios siempre se le puede encontrar

I.1. Esta lectura pertenece al «Deuteroisaías», un profeta anónimo del destierro que interpreta con mucho acierto la acción de Dios en la historia del pueblo y de los hombres. Probablemente el texto de la liturgia de hoy sea uno de los más bellos, asombrosos y conocidos, por aquello de «mis caminos no son vuestros caminos...». Es, en cierta manera, el resumen final de los cc. 40-55 en que se recogen los oráculos y exhortaciones de ese profeta anónimo del destierro que tiene que levantar el ánimo del pueblo.

I.2. Estamos ante una llamada verdaderamente materna para buscar a Dios en nuestra vida, porque Él no es como lo imaginamos; actúa ciertamente con misericordia. Es verdad que no siempre se ha presentado así a Dios en la teología del Antiguo Testamento, sino más bien, negativamente. Pero este texto profético debe poner en evidencia ese tipo de teología. En este caso, el profeta quiere ser escandaloso para sus contemporáneos que piensan que Dios es terrible, alejado y justiciero. Los caminos del Señor, es verdad, no son los de los hombres; ni sus planes son como los nuestros. De ahí que el profeta exhorte a buscar al Señor para salir de la situación de opresión en el destierro. Un nuevo "éxodo" está por llegar, es decir, un nuevo camino de liberación.

I.3. El Deuteroisaías es el que mejor ha formulado este carácter específico del Dios de la Alianza, del que nos hablará Jesús en su evangelio y en la parábola de hoy. Se trata, pues, de poner de manifiesto el proyecto salvífico de Dios por el que nunca se han fascinado verdaderamente los hombres. Es como si desearan, algunos, que Dios siguiera siendo duro e imposible de comprender. Pero el profeta expresa todo lo contrario y todos estamos llamados a buscarlo y a convertirnos a Él, porque está cercano y, sin duda, se deja encontrar. Dios no huye, ni se esconde, ni "pasa" de su pueblo o de cada uno de nosotros. Porque usa la raham, la compasión. Por eso merece la pena buscar al Señor.

IIª Lectura: Filipenses (1,20-27): «Vivir en Cristo», o la victoria sobre la muerte

II.1. La IIª Lectura del día es un pasaje de una gran densidad paulina. Pablo, muy probablemente, está prisionero en Éfeso y se confidencia con su comunidad de Filipos a donde piensa ir. Lo ha pasado muy mal; ha podido estar a las puertas de la muerte, en la cárcel o a causa de una persecución y les habla de lo que significa para él «vivir en Cristo», estar con él, orar con él. Ha sentido su presencia salvífica hasta lo más profundo y no le teme ya a la muerte. Es uno de los puntos álgidos de la "escatología" paulina porque, ante la muerte, todo adquiere una dimensión más personal e inevitable.

II.2. Incluso Pablo ya no espera una «parusía» o venida del fin del mundo, como en otros momentos de sus cartas primeras. Sabe que la muerte está ahí al lado, en cualquier momento. Es como si quisiera afirmar, en realidad lo expresa rotundamente, que no le teme a la muerte porque tiene la confianza de Cristo, su Señor. Ha tenido y tiene la experiencia de lo que es "vivir en Cristo", y la muerte le abre una puerta a la vida que nadie le podrá arrebatar.

II.3. Solamente desearía quedarse en este mundo, entre los suyos, por servir a las comunidades a las que ha predicado el evangelio. Es uno de los pasajes de Pablo que más importancia tienen para la teología de la muerte y la resurrección. Y especialmente de lo que es Cristo Jesús para Pablo y de lo que significa para la vida y la muerte de todos nosotros. Podríamos, incluso, ilustrar esta opción cristológica paulina con unos versos de Miguel de Unamuno, en su "Cristo de Velázquez", que expresan mejor que nada la hondura y profundidad logradas por Pablo en esta expresión del "vivir en Cristo". Porque en Cristo y con Cristo ya no somos víctimas de un destino fatal, al contrario, como expresa maravillosamente Unamuno: "Sin ti Jesús, nacemos solamente para morir; contigo morimos para nacer, y así nos engendraste". Esto es todo un mundo de poesía, pero más aún, un kerygma unamuniano que bien podía ser ciertamente paulino.

Evangelio: Mateo (20,1-16): La salvación misterio “contracultural” del amor

III.1. El evangelio de Mateo nos ofrece la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que, precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los hombres, no funciona con los criterios de este mundo. La narración comienza con un gár (pues, en griego), que sin duda pretende enlazar con el dicho de Jesús de Mt 19,30: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”. Es un dicho de gran alcance y la parábola de nuestra narración viene a ilustrar eso que es tan desproporcionado o tan “contracultural” como hoy gusta decir en círculos exegéticos sobre cómo era y como pensaba Jesús de Nazaret.

III.2. Habría que tener en cuenta las palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida, que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha podido contratar. En realidad no parece que la narración exija contratar hasta última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más acertado en la lectura e interpretación de la misma.

III.3. Para entender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Podemos imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a ellos. Todo en la parábola es desconcertante y a la vez original. El gran maestro en la interpretación de las parábolas, J. Jeremías, pone de manifiesto el contraste que existe entre ésta de Jesús y una que se nos trasmite en el Talmud de Jerusalén sobre Rabí Bun bar Hiyya, quien murió joven, y el que hizo su elogio fúnebre, lo alabó porque en pocos años había hecho lo que otros en 100 años. Pero no es este el caso de la parábola de los obreros de la viña que son llamados a última hora: de éstos no se dice nada de su eficacia y dedicación.

III.4. La parábola quiere enseñar una única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica, los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno, pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido "gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación, así es el Dios de «mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del Dios de Jesús.






No hay comentarios:

Publicar un comentario