domingo, 7 de diciembre de 2014

DOMINGO 2° DE ADVIENTO


“Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”
  
El tiempo de Adviento- estamos ya en el segundo domingo- se caracteriza por llevar consigo una actitud de espera activa del Reino de Dios, que es la “espera de un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia” (segunda lectura). Esta espera activa discurre por toda la Historia de la Salvación. Sucedió en el Exilio del pueblo judío en Egipto y Babilonia (primera lectura). Sucedió en el tiempo previo a la presentación pública de Jesús con el movimiento del Bautista (Evangelio)´. Sucedió en la época apostólica (segunda lectura) y en toda la historia de la Iglesia. A los protagonistas de esta espera les llamamos “profetas”. No era precisamente el optimismo lo que les movía sino una gran fe en el Dios Liberador que se había hecho presente en la historia: Éxodo, Regreso del Destierro, Nacimiento, Vida, Muerte y Resurrección de Jesús, vida de los primeros cristianos….

En tiempos de esclavitud y muerte, como también son los nuestros, causados por la presencia de un capitalismo salvaje y de una corrupción no común, Dios también hace surgir profetas que denuncian el mal y confrontan la realidad inhumana con el proyecto de Dios que es vida, justicia y paz. Estos profetas ya están entre nosotros aunque muchas veces no se manifiesten como creyentes. Pero no solo están entre nosotros. También somos nosotros: desde el Papa Francisco al más joven de los cristianos, pues el día de nuestro bautismo recibimos el Espíritu para ser profetas. El profeta Juan Bautista nos lo recuerda hoy: “Él os bautizará con Espíritu Santo” para ser profetas.

En este Domingo II de Adviento revivimos nuestra vocación profética y nos sumamos a todos/as aquello/as que desde otras instancias pelean por un mundo mejor. Dios ya se hizo presente en Jesús y nos dejó los “deberes” para hacer de este mundo “un cielo nuevo y una tierra nueva” con sus palabras y la ayuda de su Espíritu.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

 “Consolación es una palabra hermosa para cualquier persona que la reciba. Pero es difícil dar consuelo. Cuando leo el libro de la Consolación del profeta Isaías, leo que es un trabajo propio de Dios para consolar, para consolar a su pueblo. Cuando uno vive un límite doloroso, si puede hacerlo con amor, se convierte en una semilla de consuelo para esta persona”.

Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11

“¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados”. Una voz proclama: “¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente”, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está tu Dios!”. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.
SALMO

Salmo 84, 9ab. 10-14

R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Voy a proclamar lo que dice el Señor, el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

II LECTURA

El Señor nos espera, tiene esperanza en nuestro cambio de vida, porque confía en nosotros y quiere que lo recibamos como el don más grande.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14

Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perez­ca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estre­pitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida. Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y ace­lerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero noso­tros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Lc 3, 4. 6

Aleluya. Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Todos los hombres verán la Salvación de Dios. Aleluya.

EVANGELIO

El pueblo ha sido avisado, está preparado, y la Palabra llega a todos. Ahora solo le queda aceptar ese mensaje para recibir el bautismo con el Espíritu Santo.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 1-8

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bau­tismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

El tiempo de Adviento es el tiempo del protagonismo de los profetas. Y profetas somos nosotros. Una de las características del profeta es su esperanza activa que se traduce en lucha por la igualdad y en la práctica de la compasión. “Viviremos cristianamente el adviento si sabemos pasar del pesimismo a la esperanza siempre reconocida. Y podremos dar ese paso si tratamos de luchar denodadamente por la igualdad entre los seres humanos y por ser todos precursores como el Bautista”. Esperanza activa en el “Luchar denodadamente por la igualdad” (o por la “equidad”, como suele decir el Papa Francisco) es lo que nos podíamos proponer en este Adviento junto con la práctica del consuelo (primera lectura) y de la compasión. Adviento no es solo la Navidad que vino sino la que tenemos que hacer llegar cada día hasta que la paz, la igualdad, la justicia y el bienestar abarquen a todos los pueblos. El Papa Francisco en su discurso en la Conferencia Internacional de la FAO (19 de Noviembre) lo recordó también: “Las personas y los pueblos exigen que se ponga en práctica la justicia; no sólo la justicia legal, sino también la contributiva y la distributiva”.

La lucha denodada por la igualdad

"En todo el mundo conviven unos niveles de riqueza absurdos con la pobreza más desesperada. Las diferencias entre ricos y pobres están aumentando rápidamente y la desigualdad económica ha alcanzado niveles extremos" (Informe de Intermón-Oxfam del 30 de Octubre de 2014) Según el mismo informe, las causas de la desigualdad son principalmente dos: "el fundamentalismo de mercado y el secuestro democrático por parte de las élites". "La influencia y los intereses de las élites políticas y económicas han reforzado la desigualdad. El dinero compra el poder político, que los más ricos y poderosos utilizan para afianzar aún más sus injustos privilegios". Por ello, Oxfam considera que los Gobiernos deben rechazar este "fundamentalismo de mercado" como primer paso para reducir la desigualdad, "oponiéndose a los intereses particulares de las élites poderosas, cambiando las leyes y sistemas que han provocado la actual expansión de desigualdad y adoptando medidas para equilibrar la situación a través de la introducción de políticas que redistribuyan el dinero y el poder".

Los “profetas” no podemos quedarnos al margen de toda esta problemática a la que se suma –en palabras del Papa Francisco-“el cáncer social de la corrupción profundamente arraigada en muchos países, en sus gobiernos, empresarios e instituciones cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” (EG 60). En el momento actual tenemos que apuntarnos a todas aquellas iniciativas que surgen a nuestro alrededor para obligar a los gobiernos a promover una vida más digna para todos: sanidad, educación, vivienda, alimentación, trabajo. Principalmente las iniciativas políticas, las movilizaciones de la sociedad civil, las manifestaciones denunciadoras de la situación de desigualdad, los movimientos en pro de la instauración de una “renta básica”…. Y juntamente con las iniciativas de “promoción”, también podríamos apuntarnos a iniciativas “asistenciales” que se puedan llevar a cabo en nuestras parroquias y barrios. Las comunidades cristianas también tenemos ahí un campo de oro para hacer realidad aquellas palabras del libro de los Hechos (2,42-47): “Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común. Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno”. Seguramente tendremos la oportunidad de participar en alguna “campaña de Navidad” que busque llevar algo de alegría tanto en nuestro territorio como en América Latina o África, continentes tan castigados por la desigualdad. Y será también el momento de preparar una Navidad más centrada en lo esencial: la vivencia de los valores de Jesús. Una Navidad menos centrada en el consumo irresponsable que nos ofrece nuestro entorno.

La práctica del consuelo

Otra de las características de los profetas nos la ofrece hoy también el Segundo Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo…. El Señor llega… Es como un pastor que apacienta su rebaño… lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”. El profeta no solo denuncia los abusos de los poderosos y anuncia tiempos mejores, sino que está junto al pueblo oprimido levantándole (promocionándole) y llevándole consuelo. Los que celebramos la Navidad en los años después de Cristo no vivimos a oscuras. Tenemos a nuestro lado al Gran Compañero y Profeta Jesús que nos dejó sus palabras y su testimonio de “buen pastor” para ir preparando la llegada de su Reino. Tenemos a nuestro lado testigos como el Papa Francisco que nos dice: “salir de la propia comodidad, y atreverse a llegar a todas las periferias” (EG 20)” “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan (EG 24). Festejar Navidad, sí. Pero si antes nos involucramos en la práctica de la igualdad y el consuelo.

En este tiempo de Adviento también necesitamos potenciar la cercanía, el consuelo, el cariño, el diálogo con los que están cerca, con nuestras familias. Pero también es tiempo de practicar esos valores en nuestras comunidades parroquiales. Y aún más: llegar a otras personas, en la calle, en el mercado, en el paseo, en el ascensor... Estamos necesitados de comunicación y diálogo cada día más; con las redes sociales y también sin ellas, cara a cara.

Otra cosa más: festejar. Son días muy propios los del Adviento para tener una buena celebración del perdón acompañada de un buen rato de compañía y convivencia. Son días también de preparar con esmero nuestras celebraciones dominicales, hacerlas más participativas y dejar que en ella afloren “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias…” (Vaticano II: Gaudium et spes).


ESTUDIO BÍBLICO

Iª Lectura: Isaías (40,1-5.9-11): El consuelo, camino de nuestro Dios

I.1. La primera lectura es el maravilloso canto de la consolación que el Segundo Isaías lanza en medio del pueblo desterrado en Babilonia. El “segundo Isaías” no tiene nombre, está inserto en el libro que lleva el nombre de un maestro, pero es un profeta nuevo para una situación de nueva. El exilio había tirado por tierra todas las teologías y las seguridades religiosas que hasta entonces se habían hecho sobre el Dios de Israel. Eso significaba poner en entredicho el mismo credo fundacional, en el que se confiesa que Yahvé se comprometió a sacar al pueblo de la esclavitud de Egipto y llega hasta a hacer una «Alianza» con un grupo que no era nada en la historia de la humanidad, ignorando a los grandes pueblos y a las grandes culturas. El Deutero-Isaías, pues, vuelve a poner las cosas en su sitio y se atreve, en medio de aquella situación desesperada de los desterrados, a hacer una promesa y a proponer una teología renovada en la que el Dios de la liberación de Egipto volvía a revocar su Alianza como amor al pueblo.

I.2. Por eso se debe allanar el sendero, para que el pueblo vuelva bajo la experiencia de una nueva liberación que es tan prodigiosa y más que la primera, la del Éxodo de Egipto. Aquí está Dios de nuevo -dice el profeta-, porque no puede resistirse al clamor de los oprimidos y de los que sufren. Dios no falla nunca, aunque el pueblo haya sido infiel. Por eso el Adviento es tiempo de consolación y esperanza. Estas palabras toman cuerpo para una nueva esperanza, que es algo que necesitamos siempre. El camino del Señor (derek yahweh) es como el marco de la nueva liberación. Y por eso ha venido a ser uno de los símbolos decisivos del Adviento. Hay que comenzar de nuevo a andar el camino del retorno, de la nueva liberación y esto solamente puede hacerse con y desde la esperanza.

I.3.  En otro momento dirá este profeta, “mis caminos no son vuestros caminos” (Is 55,10-11), porque es verdad que el profeta sabe ver los caminos de Dios con más lucidez que los hombres normales. Todo el mundo entiende qué es el camino de Dios, el que lleva a la vida, a la felicidad. Sabemos que en la mentalidad del profeta esto quiere decir que Dios se compromete, con la vuelta del destierro, a una nuevo Éxodo, el momento mágico y definitivo de la libertad frente a la esclavitud, de la vida frente a la muerte, de la paz frente a la guerra, la justicia frente a la impiedad. No es solamente volver a Jerusalén, tener un templo para dar culto a Dios. Los profetas son más utópicos que todo eso. La humanidad solamente tiene futuro en el camino de Dios que hay que preparar y recorrer.

IIª Lectura: 2Pedro (3,8-14): El día del Señor, más allá del tiempo

II.1. La segunda lectura está tomada de uno de los escritos más tardíos del NT; conoce las cartas de Pablo y algunas otras. Se piensa que ha sido escrita para afrontar los problemas que suponía la dilación de la venida del Señor, cuando se había esperado ansiosamente. Su mundo conceptual carece de los planteamientos vivos de la primera y de la segunda generación cristianas y asoman en su perfil la trazas apocalípticas frente a doctrinas que pueden ser peligrosas para aquellos momentos (s. II).

II.2. Es verdad que todo el texto y mensaje tienen su punto álgido en la afirmación de que para Dios el tiempo es relativo: un día es como mil años. Y, de la misma manera, la apelación a la paciencia de Dios con nosotros supera toda otra afirmación apocalíptica de carácter temporal o catastrófico. Porque después de tanto tiempo, podemos estar en lo cierto, teológicamente hablando, cuando creemos que Dios no consumará la historia por una destrucción, sino por una transformación, en la que debe estar implicada especialmente la transformación de nuestra propia vida personal.

Evangelio: Marcos (1,1-8): El camino de Dios es el evangelio

III.1. Se inicia en todos los sentidos el evangelio de Marcos. Como prólogo sirve para marcar las diferencias y los vínculos con el AT. Para ello se ha valido de la figura de Juan Bautista, que es una figura señera del Adviento. Históricamente, sabemos que Juan el Bautista predicó la llegada de un tiempo decisivo, que él mismo no podía alcanzar a ver con toda su radicalidad; pero de la misma manera que el AT es la preparación del NT, Juan resume toda esta función. Marcos (quien sea esta figura del cristianismo primitivo) escribe una obra que llama “evangelio”, buena noticia, ¡toda una proeza!. Pero esa buena noticia está en contraste con muchas cosas del pasado, las mejores de las cuales las representa en este instante el profeta del desierto, Juan el Bautista.

III.2. El Bautista era un profeta apocalíptico, y en el texto se nos describe con los rasgos del gran profeta Elías (2 Re 1,8, Mal 3,23), por eso no podrá entender plenamente la grandeza del evangelio que viene, incluso después de haber bautizado a Jesús. Juan está en el desierto, y el desierto es sólo una etapa de la vida del pueblo; es un símbolo de retiro, de penitencia, de conversión. El desierto es lo que está antes de la “tierra prometida”, y así hay que interpretarlo como semiótica certera. Pero también es verdad que es un marco adecuado para anhelar y desear algo nuevo y radical. Eso le sucede a Juan: presiente que algo nuevo está llegando... para lo que pide conversión.

III.3. Pero la conversión cristiana, la que propondrá Jesús, debe llevar también el signo de la alegría. No obstante, los cristianos, cuando tuvieron que revisar la misma predicación de Juan el Bautista, supieron dotarla de los elementos teológicos que marcaban la diferencia entre lo que él hacía y lo que haría aquél al que no era capaz de desatar la sandalia de sus pies. El bautismo de Juan y el bautismo cristiano están diferenciados por el Espíritu; no se trata solamente de penitencia. Los que seguían a Juan debían renunciar a su pasado. Los que siguen a Jesús, además de eso, tendrán un “espíritu” nuevo. Por lo mismo, y aunque Juan representa lo mejor del AT, también la esperanza que mana del mismo queda alicorta con respecto a lo que Jesús ha traído al mundo. (Fray Miguel de Burgos Núñez O.P.).









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