domingo, 28 de junio de 2015

DOMINGO 13ª DEL TIEMPO ORDINARIO


"Dios todo lo creó para que subsistiera"

En este domingo la liturgia nos habla del Dios de la vida, que todo lo hizo para comunicar a los demás seres lo que él mismo es. Todo le pareció bueno (Gén 1) y no quiso la muerte para nadie. El ser humano salió de sus manos como un reflejo de su propio ser inmortal. Si la muerte existe, es porque la envidia del demonio la provocó (Sab 2, 23) al inducir al hombre a pecar.
Sin embargo, las cosas no quedaron así. Cuando llegó el momento previsto por él, Dios envió a su Hijo para restablecer el proyecto original que tuvo sobre el mundo. Jesús manifestó su compenetración con el Dios de la vida realizando muchos signos de dominio sobre el mal y la muerte (Mc 5), y culminando con su propia resurrección la misión que el Padre le había encomendado.
Ese Dios, que se hizo humano y frágil para elevar al hombre a la participación de su propia vida divina, se despojó también de su riqueza inagotable, asumiendo la pobreza humana para enriquecer al hombre desde su propia condición de criatura indigente. Con ello nos enseñó también a compartir la pobreza de aquellos hermanos que la padecen en el mundo, ayudándoles a superarla (2 Cor 8).

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

Este sabio nos transmite su profunda certeza: Dios no quiere la muerte. Él nos ama porque somos sus criaturas y nos ha formado. Las curaciones de Jesús son un signo de lo que Dios quiere que experimentemos en el Reino: la vida en plenitud.

Lectura del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24

Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. Él ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.
Palabra de Dios.

Salmo 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

II LECTURA

San Pablo establece entre las comunidades cristianas el principio de reciprocidad. La intención es que ninguno se aproveche de su situación o abuse de la generosidad de otros. Esta caridad mutua debe estar siempre fundada en el amor generoso de Jesucristo, quien nos ha enriquecido con su pobreza.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9. 13-15

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: “El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez”.
Palabra de Dios.

ALELUYA        cf. 2Tim 1, 10b
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

EVANGELIO

Estos dos milagros tienen varios elementos en común. Uno de ellos es la fe: la de la mujer sangrante, que sabe interiormente que Jesús es capaz de sanarla, y la de Jairo, que viene hasta el Maestro a pedir por su hijita. Ambos creen firmemente que en Jesús se manifiesta el Dios de la vida. Ambos tienen una fe activa, que los hace salir de su lugar para acercarse hasta Jesús. En este dinamismo, está el comienzo del milagro. Vayamos hasta Jesús con nuestros dolores y nuestras agonías, confiando en que en él se nos revelará la vida.
    
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré sanada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”. Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
O bien, más breve:   
  
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-24. 35b-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

Hemos sido creados para vivir

La vida es un maravilloso don de Dios, que nunca agradeceremos bastante, aunque no siempre podamos disfrutarlo de manera placentera. Sabemos que, en muchas ocasiones, esa vida se nos hace penosa, se convierte en una carga pesada, difícil de soportar. Incluso hay quien, en tales circunstancias, no desea ya vivir.
En realidad, somos el fruto de un amor de predilección. Dios nos creó por amor, y a las demás criaturas por amor nuestro. Todas ellas están asociadas a nuestro destino de inmortalidad (cf. Rom 8, 19-21). La mirada de Dios sobre todos nosotros ha sido y sigue siendo de complacencia. Las penalidades innegables de este mundo no podrán oscurecer nunca del todo este designio de amor y de vida sobre cuanto existe.
Y, no obstante, el sufrimiento y la muerte son una realidad insoslayable. Unos la "viven" con resignación, otros con rebeldía. Un cristiano la acepta como algo inherente a su frágil condición humana, herida además por el pecado. Esta situación penosa trastorna también nuestra relación con las demás cosas. Pero, por encima de todo, para el creyente la muerte nos abre definitivamente a la vida dichosa que Dios quiso para nosotros.
Cristo nos comunica la verdadera vida
En el fondo, la cuestión decisiva no es nuestra muerte física, vivir más o menos tiempo en la tierra. Si nuestro corazón está puesto en los bienes definitivos, "en las cosas de allá arriba", como dice san Pablo, nuestra aspiración más profunda es vivir para siempre, y no de cualquier manera, sino siendo plenamente felices.
El pecado nos sometía a la muerte, a la "muerte espiritual" (es decir, al alejamiento de Dios), de la cual la muerte física es su eco más tangible. Pero Cristo nos ha liberado del pecado y, en consecuencia, de la muerte, de esa muerte que consiste en vivir sin él aquí y allá, en nuestra etapa histórica y en nuestra consumación escatológica (= a la hora de nuestro fin mundanal). De esa liberación que vino a procurarnos nos dio diversas señales a lo largo de su vida: el evangelio de hoy nos habla de dos.
"Tu fe te ha curado", "basta que tengas fe"; la fe es el requisito fundamental a través del cual Jesús libera del pecado y sus consecuencias: el mal, el sufrimiento, la muerte. La curación de la mujer que padecía flujos de sangre o la resurrección de la hija de Jairo son sólo indicios -pero son ya un anticipo- de la salud definitiva, de la vida eterna, que Jesús nos promete y que él mismo inauguró con su resurrección.

La vida definitiva se prepara ayudando a vivir
"Esto no es vida", dicen aquellos que, aun pudiendo todavía respirar, moverse y relacionarse, llevan una existencia tan precaria que les impide disfrutar mínimamente de ese maravilloso don de Dios. La vida biológica no proporciona en sí misma suficiente aliciente para sentirse verdaderamente vivo. Es necesario, por ejemplo, poder disponer de unos recursos que permitan una vida digna.
Es lo que Pablo deja entrever en su discreta recomendación a los cristianos de Corinto: los hermanos de la comunidad de Jerusalén están pasando necesidad, debéis ayudarles. Y les da tres razones. La principal: Jesucristo se despojó de su riqueza eterna para enriqueceros a vosotros, con unos bienes que no podíais siquiera sospechar. Además, la situación en que ellos se encuentran puede ser la vuestra algún día. Y por último: la Escritura habla de igualdad, por encima de la escasez o la acumulación.
En consecuencia, para que la vida definitiva sea deseada por todos, es necesario que estemos dispuestos a hacer deseable a todos la vida presente. No podemos desear vivir para siempre si la vida que ahora tenemos no nos merece en absoluto la pena. ¿Por qué habríamos de apetecer una vida más allá de la muerte, si la única que conocemos no nos permite vislumbrar en modo alguno su atractivo? (Fray Emilio García Álvarez O. P. )


ESTUDIO BÍBLICO

Tema general de este domingo: el proyecto de Dios sobre la humanidad fue y sigue siendo de vida y no de muerte, porque de Él sólo puede proceder la vida.

Primera lectura: Sabiduría 1,13-15; 2,23-25.
Marco: El Libro de la Sabiduría fue compuesto a mediados del s. I a.C. El autor de este libro, literariamente bello y teológicamente profundo, es un creyente judío alejandrino que cree en la inmortalidad y en la vida futura. El fragmento que proclamamos hoy está enmarcado en la parte primera cuyo tema general es una reflexión sobre la Sabiduría y la inmortalidad. La muerte no proviene de Dios, sino del enemigo del hombre que provocó el pecado en el mundo. Es ciertamente una declaración consoladora para todo hombre.
Reflexiones
1ª: ¡Dios ha creado al hombre para la vida!
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera.. Dios creó al hombre incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza. La justicia es inmortal! Estas afirmaciones remiten y recuerdan las primeras páginas del Génesis donde se manifiesta el auténtico proyecto de Dios. El Dios verdadero es un Dios vivo y que crea para proyectar su vida y su ser feliz. Es una convicción profunda que recorre la Escritura. Esta revelación sale al encuentro de la preocupación más profunda del hombre: después de esta vida ¿qué nos espera? El autor de la Sabiduría contesta: la vida y la inmortalidad. Ésta será la respuesta de Jesús cuando le planteen la misma pregunta: los hombres serán como ángeles de Dios y están destinados a la resurrección. La firme esperanza de la humanidad, apoyada en la revelación de Dios, es saberse destinada a la vida sin fin en la inmortalidad y en la felicidad. Es una verdad segura y que necesitan los hombres de nuestro tiempo más que nunca.
Segunda lectura: Segunda Carta a los Corintios 8,7-9.13-15.
Marco: Para la más adecuada comprensión de este fragmento es necesario recordar lo que Pablo nos dice en su Carta a los Gálatas sobre las decisiones tomadas en el Concilio de Jerusalén (que tuvo lugar en el año 49 d.C.):... nos dieron la mano a Bernabé y a mí en señal de comunión... tan sólo nos pidieron que nos acordásemos de sus pobres, cosa que he procurado cumplir con gran solicitud (Gl 2,9-10). Esta Segunda Carta a los Corintios está formada, probablemente, por varias cartas de Pablo. El capítulo 8 es una carta especialmente dedicada al tema de la colecta. Era importante esta empresa porque para Pablo puesto que significaba su profunda preocupación por mantener la unidad, también visible, de la Iglesia. Por eso, más allá del remedio y el alivio que representaba para los hermanos de Jerusalén, reflejaba la unidad real de la Iglesia. El compartir los bienes era y es un importante signo visible de la comunión más honda en la fe en Jesús y en los bienes que de ella se derivan.
Reflexiones:
1ª: ¡Pablo desea captar la benevolencia de los corintios!”
Ya que sobresalís en todo... distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro señor Jesucristo; siendo rico... se hizo pobre. Esta apelación al corazón de los corintios tiene para Pablo especial relevancia dadas las graves dificultades que se crearon entre él y su querida comunidad, por una parte y, por otra, para disipar las dudas que surgieron acerca de su persona y su misión entre los paganos proclamando la liberación de las exigencias judías para pertenecer a la Iglesia y participar en la salvación: circuncisión y prácticas mosaicas. Esta comunidad estaba enriquecida por muchos dones del Espíritu, ciertamente. Pero era necesario expresarlo a través de la generosidad en el compartir los bienes materiales. Es la razón profunda que mueve y empuja la comunión de bienes en la Iglesia. Y el modelo más profundo: Jesús. Quiso compartir con los pobres libremente, despojándose temporalmente de su rango de riqueza suma por ser Dios. Esta referencia disipa cualquier duda o dificultad en el compartir de los bienes. Por eso la comunión entre los cristianos es cristocéntrica y realista a la vez. Porque Jesús fue realmente pobre siendo realmente rico. Es un ideal, una utopía, pero posible desde la realidad humana de Jesús.
Tercera lectura: Marcos 2,21-43.
Marco: El fragmento que hoy proclamamos pertenece a la segunda sección de la primera parte del evangelio de Marcos: Jesús el Mesías que se manifiesta en las palabras y en los gestos. Y precisamente este fragmento contiene dos acontecimientos engarzados por Marcos en un solo relato. Es propio del estilo narrativo de Marcos. La meta del viaje será la casa de Jairo, donde yace moribunda la hija. El relato de la mujer que sufre flujos de sangre es introducido como para llenar narrativamente el espacio que separa a Jesús de la casa de Jairo. Con este modo típico y peculiar de redactar, Marcos consigue un clima de tensión y de expectativa sumamente significativo. Con ambos relatos, el evangelista trata de subrayar el poder de Jesús sobre la enfermedad y sobre la muerte. De camino hacia la casa de Jairo donde se encuentra su hija en extrema gravedad (que termina en la muerte) se produce otro acontecimiento sanador de Jesús. Volvemos al tema de la primera lectura: el dominio de la vida sobre la enfermedad y a muerte.
Reflexiones.

1ª: ¡El encuentro del hombre, atenazado por la muerte, con Jesús que proporciona la vida!
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Este breve relato del encuentro de Jairo con Jesús supone la convicción y seguridad en Jairo de que Jesús tiene poder para vencer la enfermedad y la muerte. Marcos pone especial cuidado en que esto sea bien entendido. Jesús se pone en camino hacia la casa de Jairo yéndose con él, acompañado de mucha gente que le apretujaba. Con el episodio de la mujer que padece flujos de sangre, Marcos introduce un nuevo elemento en su narración consistente en que las gentes saben que Jesús posee un singular poder contra la enfermedad. Y así lo cree la mujer. Jesús realiza milagros siempre a favor del bienestar humano. Pero no es su misión central hacerlo a través del milagro. Este sólo es un signo y anticipo de una liberación más global y completa que sólo se realizará a través de la Cruz. Porque en la cruz es liberado el hombre, principalmente, del miedo a la enfermedad y a la muerte puesto que éstas son manifestaciones de la limitación y caducidad actual e histórica del hombre. Pero en la Cruz aparece con todo su esplendor el amor del Dios de la vida que dura para siempre. Todo el itinerario terreno de Jesús está iluminado por la Cruz, según la visión teológica del evangelista Marcos. No es a través del triunfalismo pasajero y efímero de los milagros como el hombre conseguirá su total liberación de la muerte, sino a través de la oferta permanente del amor del Dios de la vida a través de la Cruz de Jesús. Esta nueva interpretación de la historia humana coloca al hombre en su verdadera dimensión frente a Dios y le ofrece la definitiva respuesta al sufrimiento y a la muerte que tanto le cuesta entender.
2ª: ¡Basta con tener fe!
Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto... No temas; basta que tengas fe. A lo largo de la Sagrada Escritura se nos enseña que la fe consiste en un encuentro personal con el Dios salvador e invisible que se manifiesta al hombre que suscita su respuesta confiada adhiriéndose a Dios. Marcos, un excelente narrador dramático, presenta una situación límite. La niña ha muerto. Ya no es necesario molestar al Maestro. Jesús sólo le pide al padre que siga confiando, a pesar de las evidencias en contra. Pronto descubrirá que Jesús no sólo tiene poder sobre la enfermedad (curación de la mujer con flujo de sangre), sino que también lo tiene sobre la muerte. Dios es el dueño de la vida y de la muerte. Y Él es su lugarteniente en la tierra. ¿Te lo crees así? Le dice Jesús. Deja de temer, basta con que tengas fe. La oferta de Dios llega a lo más profundo del hombre: al límite entre la vida y la muerte. Y su poder vivificante se manifiesta eficaz incluso en la propia muerte. Esta es la gran novedad de Jesús y del evangelio predicado por él con gestos y palabras.
3ª: ¡Niña, levántate!
Niña, levántate. La niña se puso en pie inmediatamente. Marcos nos enseña en este acontecimiento dos verdades vitales para el hombre: la vida es posible incluso más allá de la muerte, y esto es una novedad total. Y segundo, que la vida y la liberación del hombre es integral, es decir, que alcanza a todo el ser del hombre y no solo a su parte espiritual. Esta es la respuesta que la humanidad necesita. Pero ahora se le ofrece sólo en el plano del signo. Más tarde la oferta será real y universal. Marcos ha logrado un clima altamente dramático en este relato complejo y tejido de dos acontecimientos que se suceden en el tiempo y en la intensidad teológica de la experiencia de fe: curación y resurrección. Sufrimiento y muerte. Siguiendo su modo peculiar de narrar, Marcos ha logrado transmitir su modo peculiar de comprender la fe en el Dios de la vida y dador de vida. (Fr. Gerardo Sánchez Mielgo O. P.).








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