domingo, 7 de agosto de 2016

DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO


“Allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.”

Varias de las expresiones que hoy nos presenta el evangelio de San Lucas, podían servir de hilo conductor de nuestra reflexión: la confianza, el desprendimiento con el corazón limpio de intereses materiales, estar atentos a su venida… y el Señor nos lo va pidiendo camino de Jerusalén.

Y sin olvidar que el evangelio de hoy hay que leerlo teniendo en cuenta el de los domingos anteriores.

Los que se encontraban solos, marginados, sin nada… tenían que depositar su fe y confianza en aquel que había comprometido su palabra de no abandonar a quienes lo habían dejado todo por seguirle a él… “no temas pequeño rebaño…”.

Y junto con la confianza, les pide Jesús que estén despiertos y vigilantes: “tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas…”

Nunca quiere el Señor inspirar miedo… nunca actúa así, sino que tengamos una confianza llena de amor, porque quiere concedernos la vida eterna, donde no habrá lugar para los sobresaltos e incertidumbres, sino para darnos la suma claridad.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

I LECTURA

¡Cuánta fuerza tienen las personas buenas cuando se sostienen entre ellas! Esa solidaridad da firmeza para resistir en los malos momentos. Y así viven su fe, ayudándose, alentándose y haciéndose responsables unos de otros en el caminar.

Lectura del libro de la Sabiduría 18, 5-9

Como los egipcios habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos –y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó– para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados. Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres.
Palabra de Dios.

Salmo 32, 1. 12. 18-20. 22

R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!

Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia! R.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.

Nuestra alma espera en el Señor: Él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.

II LECTURA

Quien camina en la fe, pone los ojos y el corazón en la tierra definitiva, pero no se desentiende de esta tierra y de esta historia, porque es en este transcurrir cotidiano en donde su fe se manifiesta. Además de los creyentes que nombra la Carta, seguramente nosotros podemos agregar los nombres de hombres y mujeres de fe que nos precedieron y son para nosotros un estímulo en nuestro camino.

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-19

Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquélla de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar. Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse “su Dios” y, de hecho, les ha preparado una Ciudad. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquél de quien se había anunciado: “De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre”. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aún para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra de Dios.
O bien, más breve:  

Lectura de la carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-12

Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber adonde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Palabra de Dios.

ALELUYA        Mt 24, 42. 44

Aleluya. Estén prevenidos y preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.

EVANGELIO

La parábola del administrador expone la responsabilidad mutua que nos debemos los creyentes “para distribuir la ración en el momento oportuno”. Todos tenemos algún tipo de compromiso que nos compromete con el hermano. ¿Con qué disposición de ánimo hacemos nuestra tarea? El Señor espera encontrarnos ocupados en nuestro trabajo, es decir, sirviendo y amando al prójimo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 32-48

Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
Palabra del Señor.


MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

Y porque este evangelio lo relacionamos con el de los anteriores domingos, recordamos que nos dice Jesús: “estad preparados…”, como si fuésemos a participar en una prueba deportiva.

Quizás ésta es una de las páginas que nos gusta pasar y recorrer de puntillas, sin asomarnos a su fondo ante el temor de que se nos plantee algún que otro problema práctico por “los bienes terrenos” en los que tanto insiste Jesús.

Y es que Jesús fue pobre, y así se lo recuerda con sinceridad a los que intentan seguirle: “no tenía dónde reclinar la cabeza”. Y además ponía esa condición para ir con él: “vende cuanto tienes… y después ven y sígueme”.

Sí, Jesús nos quiere desprendidos de todo, y de manera especial de lo que más ata, los bienes materiales, el dinero… es la mejor forma de “estar preparados…

Prepararse y esperar no es cruzarse de brazos para encerrarse en una tranquila y sosegada pasividad, como quien aguarda pacientemente en la estación a que llegue el tren o el autobús, como tampoco consiste en la evasión de problemas y negocios de la vida de cada día, sin poner de nuestra parte el esfuerzo necesario para ello.

“Tener encendidas las lámparas para el encuentro con el Señor” significa poner nuestra mirada en “los bienes de arriba” sin dejarse encandilar por las cosas de este mundo. “Estar preparados…” supone una vigilancia activa y creadora haciéndonos cargo de los acontecimientos de la vida, y poniéndonos a trabajar con tesón y ahínco para colaborar en hacer un mundo más justo y honrado, más disponible, más habitable y más humano… donde reine la justicia, el amor y la paz.

Con esa fe y confianza se nos presentan en las primeras lecturas a los que siguen a Dios: “tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes…” y “la fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve…” y por esa fe se recuerda a los antiguos, que la carta a los Hebreos nos presenta como modelo: Abraham, Sara, Jacob… ¿tenemos esa fe en el seguimiento de Jesús?

Todo esto nos anima a superar los miedos que con frecuencia se nos presentan y es la garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, de que quiere ser verdadero nuestro amor a Dios y a los hermanos.

Cada domingo, en la Eucaristía, podemos encontrar esa fuerza que nos ayuda “a estar preparados…” y bien sabemos que no es ninguna prueba deportiva sino la fuerza que nos debe acompañar para hacer el camino que como cristianos debemos recorrer cumpliendo nuestra misión y haciendo presente el Reino de Dios con un corazón libre de ataduras, limpio de muchos tesoros humanos, porque “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”.


ESTUDIO BÍBLICO.

Estén preparados

Iª Lectura: Sabiduría (18,6-8): Memoria de la pascua liberadora

I.1. La lectura de este día quiere describir la noche de salvación para Israel, la noche pascual, que se ha convertido en el paradigma nostálgico de un pueblo que siempre ha recurrido a su Dios para que lo liberara de todas las esclavitudes; que anhela salvación y que encuentra en el Dios comprometido con la historia la razón de ser de su identidad. Es, probablemente, un texto cultual, es decir, nacido en la liturgia. El c. 18 de este libro escrito en griego, para la comunidad judía de Egipto, es una memoria litúrgica de la noche pascual, de la noche de la libertad y de la noche de la luz. Nada hay tan celebrado en Israel como la noche pascual.

I.2. “Memoria” es mirar al pasado. Pero es más que eso, es tener presente que Dios siempre puede encender la luz de la salvación para su pueblo en cualquier momento que lo necesite. Se hace memoria para actualizar y para “sentir” la misma presencia liberadora de Dios, porque el pueblo, la comunidad, las personas siempre pueden estar amenazadas de esclavitud. Sólo en Dios es posible poner la esperanza, porque en sus manos está la luz.

IIª Lectura: Hebreos (11,1-2.8-19): La fe, por encima de la muerte

II.1. Hoy, la segunda lectura, tomada de Hebreos 11, llena de contenido esta parte de la celebración, con su visión práctica de la fe evocada a la luz de las grandes figuras de la “historia de la salvación” y de todos aquellos que, por amor de lo que esperaban y de las realidades invisibles, renunciaron a los honores terrenos. Se dice que con este capítulo, el autor de la carta a los Hebreos, que no es San Pablo desde luego, sino un maestro desconocido, compuso este sermón para mover a la fe a la comunidad, al igual que los padres del pueblo, pero ahora con la esperanza que procura Jesús y su obra. Él es el ejemplo de nuestra fe en Dios y de nuestra entrega a los hombres al comprender todas las flaquezas. Por esto es Sumo Sacerdote, porque siendo Dios, superior a los ángeles, a Moisés y a Aarón ,comprendió más que nadie los pecados de los hombres.

II.2. En nuestra peregrinación hacia Dios, en la tipología hacia el santuario celeste, tenemos un mediador y una seguridad que no tuvieron los padres del pueblo: al mismo Jesús. Por eso, creer, según lo que se propone en Hebreos 11, no es mirar al pasado, ni conservarlo, sino avanzar hacia el futuro. Quiere decir que debemos estar en camino, que no hay puntos muertos en la historia de la salvación. Como es lógico, la lectura de hoy solamente toma algunos aspectos de ese capítulo, y se debe leer el mismo en su totalidad. La figura de Abrahán, el padre del pueblo al que se le pidió todo, es el ejemplo. Si fuéramos realistas diríamos que Dios no pide la muerte de un hijo, el de las promesas. Eso es un “género simbólico” para decir que todo está en manos de Dios. Pero precisamente es en las manos de Dios donde está la resurrección, y ésa es la gran cuestión de la fe en Dios y una de las afirmaciones de más alcance de este texto de la carta a los Hebreos.

Evangelio: Lucas (12,32-48): La sabiduría de la vigilancia

III.1. El evangelio de Lucas nos ofrece aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en Mateo, y un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva de unas bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el administrador fiel al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la vigilancia y la fidelidad al Señor. La exhortación primera, que concluye con el dicho “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una llamada a la comunidad sobre el comportamiento en este mundo con respecto a las riquezas. Lucas es un evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto tan determinante de la vida social y económica, porque escribía en una ciudad (Éfeso o Corinto) donde los cristianos debían tomar postura frente a la injusticia y la división de clases.

III.2. El dicho del tesoro y el corazón es un dicho popular que encierra mucha sabiduría de siglos. Pero es propio de estos dichos (el llamado “Evangelio Q” como algunos lo llaman actualmente) poner de manifiesto la radicalidad sapiencial y escatológica que se vivió en aquellos momentos. Si bien es verdad que el rigor apocalíptico ya no es determinante, sí lo es el sentido que mantienen estas palabras. Vigilar, ahora, ya no es estar preocupados por el fin del mundo, sino estar preocupados por no poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Son dichos para comprometerse en nuestro mundo, aunque sin perder la perspectiva del mundo futuro.


III.3. Lucas sitúa esto en el programa de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no desear las mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El Reino exige otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia y la fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a la responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad de saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual, trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros, mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados, como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).


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